viernes, 22 de mayo de 2009

Se me va la Gloria...

Debo confesarlo. Llevo meses intentando una reconciliación digamos que personal con Gloria, y por más que he querido, por más que hago el esfuerzo, no logro conseguirlo.
Llegué a Medellín el 20 de febrero de 2008, con un puñado de ilusiones muertas y un montón de sinsabores que no lograba comprender ni acomodar... había recorrido buena parte de México, pero México me recorrió a mí toda, como si fuera papel de lija bañado en un bálsamo suavizante, dejándome entre la piel y el alma experiencias que aún hoy, a más de un año de haber regresado, no puedo comprender, ni digerir, ni saber por qué, después de ese periplo de más o menos tres meses, nunca pude volver a ser la misma, ni siquiera en los aspectos que yo creía más sustanciales de mi ser, y entre ellos, el más importante hasta entonces: Gloria Trevi.
No, la verdad es que yo me fui aquel 28 de diciembre de 2007 siendo una y regresé sin la más remota idea de quién soy, al menos con respecto a este aspecto de mi vida, a ese sentimiento profundo que creía inmutable e inamovible, y es que, si bien esto no es nada nuevo, ahora que estaba en su foro oficial vi una pregunta que hubiera podido  responder en otros tiempos con grandilocuencia y claridad y que ahora se reduce a esto: ¿qué te motiva a ser fan de Gloria Trevi? ¡Nada! entonces ¿qué hago en sus foros y en sus páginas? Buscándole soluciones a este crucigrama con  el que regresé y del cual, a duras penas, tengo algunas letras sueltas que en lo absoluto me ayudan a terminar de resolverlo.
La cuestión es que yo quiero seguir siendo aquella fan de Gloria que se caracterizó por tantas cosas y fue respetada por sus posturas a veces intransigentes pero claras. Quisiera que lo que escribo cuando escribo sobre ella, como antes, emergiera del corazón y no saliera por inercia, como buscando aprobación de mis pares y no de mí misma, acaso esperando encontrarme en este laberinto de sentimientos confusos en el que el deseo de volver a ser y a sentir lo que alguna vez fue mi característica más notable. 
Aunque durante este último año lo haga con frecuencia, me siento rara cuando la cuestiono, cuando algo no me gusta, y cada vez es más fácil encontrar motivos para decepcionarme de ella, cosa que no me agrada, aunque no sea sano, aunque lo clínicamente correcto sea que yo haya encontrado su lado más humano e imperfecto, aunque a mi psiquiatra le parezca una maravilla, porque a mí, cuando de Gloria de los Ángeles Treviño se trataba, lo enfermo, de mi parte, era lo que me complacía de mí misma, y es lo que esperaría sentir ahora, contrario a tantos y tantos reproches, distinto a las razones que encuentro para desilusionarme de ella que, repito, cada vez son más. 
Yo creo que esa admiración tan fuerte y arraigada era precisamente lo que me motivaba a todo. Gloria se bastaba por sí misma y no era necesario encontrar un motivo (o varios) para admirarla porque, con el simple hecho de ser ella, se justificaba la razón para hacerlo, cuando ahora tengo que escudriñar y apelar dentro de sentimientos que ni siquiera tengo para poder aparentar que soy la Tefa de antes, la que no admitía un sólo reproche para su Gloria, la que de sólo oír su nombre saltaba de la emoción y su cara se iluminaba con una sonrisa. Y entonces, ahora que lo escribo, me doy cuenta del porqué de los fracasos en mis múltiples intentos de recuperar lo mucho que perdí en aquel viaje: es que ya no me nace nada de lo que digo, ya no siento pasión por lo que de ella escribo, ya no estoy convencida de ninguna de las palabras que voy tecleando por sus foros, y por más que yo sepa que ella siempre será parte de mi vida, una de las más importantes, si yo sigo sintiéndome como ahora, no podré seguir siendo parte de la suya... no me refiero a que alguna vez lo haya sido porque aunque bien sepa quién soy yo, o al menos mi nombre, jamás ha sido algo constitutivo para Gloria; más bien diré que, dentro de los fans, no podré ser la misma, y es que ya fue mucho el tiempo que fingí, por respeto a su recuerdo y al recuerdo de lo que fui, porque a pesar de todo, aunque de una manera muy distinta, la sigo queriendo, lo que no significa, sin embargo, que deba continuar diciendo lo que digo sin sentirlo y sólo por llevar la corriente, traicionándome a mí misma y hasta a la misma Gloria. 
Se me está yendo, y justo es que lo anuncie para que de mí no esperen nada, tal vez a modo de despedirme de sus foros y de responder la pregunta de qué es aquello que me motiva para ser fan de Gloria Trevi, porque, como dije, la respuesta se reduce a nada, y si tengo la compulsión de mantenerme en sus foros es por otras razones que desconozco.  






 

domingo, 10 de mayo de 2009

Sin título

Creo que si la doctora Irene González (mi psiquiatra) llegara un día a leer este blog, me llamaría la atención por "compartir" tantas cosas mías que me ha advertido que no las saque de su consultorio y mi conciencia. Dice que la gente no entiende ciertas actuaciones que realiza el sujeto, y al no encontrarles un nombre exacto, buscan el más próximo o el primero que les aparece en la mente, el de loca por ejemplo, que es de lo que me suele tachar tanta gente. Pero es comprensible: anécdotas de manicomios, historias de intentos de suicidio y un amor desbordado por alguien que no me corresponde. Más que loca, sin embargo, creo que suelo ser más abierta en mis cosas que la mayoría de la gente que se dice normal, pocas veces me limito, soy impulsiva, apasionada y en muchos casos cruel cuando me siento dañada, nostálgica, melancólica o deprimida. Pero no siempre estoy así. Lo que pasa es que si hay algún favor que la soledad me haga, si a algo me impulsa es a escribir porque son muchas las cosas que tengo por decir pero a nadie a quien contárselas, entonces se las digo a todo el mundo y las echo a volar a la nada para que caigan en los ojos de quien esté dispuesto a leerlas.
No es que esté justificando ninguna de las cosas que han leído aquí, no. A decir verdad, simplemente estoy escribiendo por escribir, sin sentirme mal o sola, sin estar deprimida ni melancólica. Quiero saber qué sale de mí cuando nada me impulsa a escribir, salvo el crear una entrada más para el mes de mayo en este blog, y la verdad es que ni me lo imagino porque hace algún tiempo abandoné mis estudios de filosofía, abandoné la literatura, me dediqué a perder el tiempo de la manera más infame, o a gastármelo o a no hacer nada con él. Lo único que mantengo acaso es esto de escribir, pero ya ni siquiera en búsqueda de una estética o una voz que me caracterice porque sin leer esto de escribir no da buenos resultados. Tampoco volví a leer prensa, así que es muy poquito lo que puedo decir de este país y del mundo; me entero de algunos sucesos y eventos porque me tocan directamente, como aquel del virus H1N1, que me impidió ir a México, o que la Señorita Panamá declaró que la confusión se la inventó Confusio porque todos hacen chistes de eso. Por eso, pues, mi escritura se ha "ensimismado" tanto, porque no tengo material de otro tipo o por fuera de mis sentimientos que me permitan hablar de otra cosa.
Bueno, como sea, de todos modos les digo que me es muy grato saber que me leen y que les gusta el blog, que cada vez que recibo un comentario me lleno de alegría porque me dan más razones para seguir con esto que algún día, lo prometo, tendrá más forma y un poco más de contenido de lo que Estefanía piensa o está sintiendo. Por lo pronto dejo esto intitulado ya que soy malísima para eso y pocas veces acierto a la hora de hacerlo.

martes, 5 de mayo de 2009

¡Feliz Cinco de Mayo!

Siempre habré de recordar el 5 de mayo. Y no sé si fue porque ese día asesinaron a Guillermo Gaviria (gobernador de Antioquia) junto a Gilberto Echeverri o porque, en aquel caluroso día del año 2003 el hombre de mi vida, lo mejor que me ha pasado, me dijo "usted me gusta". Era algo que ni veía venir, ni me lo esperaba. A pesar de que muchas veces dormimos juntos (y solamente dormimos) y pasamos noches enteras hablando hasta el amanecer, inclusive de insinuaciones, nunca esperé ni he esperado ese tipo de declaraciones... ah claro, también La Batalla de Puebla se celebra en este día, más en Estados Unidos que en México según he visto, pues los gringos aprovechan la fecha para tomar tequila como locos mientras que a los mexicanos como que les da igual. El caso es que mi historia, o lo que sea que salga mientras hundo las teclas, apunta solamente a la conmemoración de lo que Juan Pablo me hizo sentir, porque para mí, las dos otras cosas son circunstanciales, y si las recuerdo es o bien porque año tras año las fotos de los finados me lo recuerdan, o el Facebook o MySpace o cualquier gringada me sale con un "Happy Cinco de Mayo", el cual sólo fue happy hace seis años para mí, quizá de lo más happy que me ha pasado en la vida, pues -me atrevo a asegurarlo, una mujer nunca es tan feliz como cuando ama y siente que es correspondida, más cuando el amor se siente en silencio y ese otro de repente se aparece con el inesperado "usted me gusta" acompañado de un beso y una caricia en el pelo... al menos sí creo que es así para una mujer como yo.
No quisiera que estas líneas se desbordaran en el profundo despecho que ahora siento, ni tampoco en una melosería ridícula, pero hasta el momento, la frialdad con la que estoy tratando el asunto tampoco me resulta cómoda. Yo podría despacharla citando aquel bolero que convirtieron en estupenda ranchera los productores de La Hija del Mariachi: es la historia de un amor como no hay otra igual, que me hizo comprender todo el bien y todo el mal, que le dio luz a mi vida apagándola después, ¡ay qué vida tan oscura! sin tu amor no viviré. Ya no estás más a mi lado corazón, en el alma sólo tengo soledad, y si ya no puedo verte, ¿por qué Dios me hizo quererte?, para hacerme sufrir más. O aquella otra interpretada por Chavela Vargas que he oído desde las 2 de la mañana: hace un año que yo tuve una ilusión, hace un año que hoy se cumple en este día, hoy recuerdo que en tus brazos me dormía y yo inocente muy confiada te entregué mi corazón... sumándole La Primavera de mis 20 años, relicario de mi juventud, un cariño feliz yo soñaba y estoy sola con mi esclavitud... quisiera amarte menos, porque esto ya no es vida, ¡y seguir con otra y otra y otra más! A uno hasta Las Mañanitas le parece que le salen cuando está despechado, o al menos así me pasa a mí que me mantengo oyendo música de ese género.
Lo cierto es que si a mí Juan Pablo ese día no me sale con ese cuentecito, hoy no estuviera tomando ciclosporina para mantener un hígado transplantado, ni... no sé siquiera qué tragedias más hubiera evitado.
No, no. Él nunca fue malo conmigo, ni infiel, ni nada de esas cosas que suelen exasperar a las mujeres o que por lo general se les reprocha a los hombres. Fue hermoso, de hecho, y no tengo nada qué reclamarle más que, tal vez, una última conversación. A mí es a quien reprocho, a mí y a nadie más. De todos modos, si algunos entregan el corazón, yo puedo decir que literalmente di un hígado... por lo general piensan, más bien siempre piensan que fue de tanto tomar, cuando, a decir verdad, fue porque ya no soportaba un minuto más sin él, y entonces cogí unos frascos de acetaminofén, conocidos en Colombia como Dolex y en otros países como Taylenol, los combiné con benzodiazepinas, heroína, cocaína, vodka y me encerré a morirme durante tres días. Pasó que el efecto del clonazepam y sus hermanitos perdieron el efecto y un dolor abdominal insoportable me despertó. Cuando llegué al hospital, ya era demasiado tarde para que me metieran la sonda de carbón por las narices o me hicieran esos lavados gastrointestinales tan fastidiosos; lo único que quedaba por hacer era transplantarme el hígado, con tan mala suerte que consiguieron donante en tiempo récord... siempre me callé el porqué lo hice, pero aprovechemos que hoy es un día especial para externarlo, porque prefiero que la gente diga que por amor llegué a medidas extremas e inclusive que me tachen de loca, a que sigan especulando sobre ese incidente o accidente, como prefieran llamarlo. Que se sepa que fue por desesperación, porque de verdad no quería vivir, porque el tiempo, en mi caso, ni curó ni ha curado nada: yo sigo queriéndolo como desde entonces, aunque ya no lo llore y aunque ya no duela (tanto). Y que se sepa, sobre todo, que fue premeditado y fríamente calculado, sacado de un libro de toxicología que tenía mi mamá, de cuando estudiaba el dopaje en medicina deportiva; por ese libro supe, con una calculadora, cuál era la dosis letal, y yo escogí el día, el lugar y la hora para cometer ese suicidio fallido que no fue un 5 de mayo, porque, a decir verdad, era febrero y no podía esperar tanto. Sólo recuerdo que saber que no me quería era tan insoportable, que ya nunca volvería a abrazarlo, a verlo, a tocarlo, a oírlo que ¡Dios! ¿para qué servía la vida entonces? Y eso que ya llevaba tres años sin él, con su indiferencia y su apatía; la verdad es que no sé cómo soporté esa agonía durante tanto tiempo y cómo he seguido sobrellevándola durante seis años.
Lo busco cuando voy a fútbol (que por eso empecé a ir a fútbol), ya más por acto mecánico que con la intención de encontrarlo. Y me extraña que siendo Medellín una ciudad tan, pero tan chiquita y reducida, jamás, en estos seis años, me lo haya topado siquiera. No sé qué quiera mostrarme la vida y ya tampoco sé qué más hacer para olvidarlo.