lunes, 28 de junio de 2010

Viaje a Cacarica

Ya no necesito tomar Rivotril para escribir. El miedo que me producía el lector, tantas veces expresado aquí, se ha ido pa'l carajo. Creo que la rabia dejó florecer muchas cosas, y el dolor que mencionaba, al final, se convirtió en un sueño tan nítido que me hizo regresar a esa deplorable labor periodística que pretende buscar esa verdad científica y comprobable sobre la realidad. Por más que uno quiera alejarse de lo que más detesta, termina siendo víctima de sus propios caprichos... heme aquí, entonces, narrando una experiencia que ocurrió en un periodo de tres días.
Tenía unos once años cuando la vi por primera vez. Mi abuela Lucinés, siempre presente en las cosas más trascendentales de mi vida, habrá siempre de aparecer en esta historia como el recuerdo más craso y a la vez más distante, porque ella, más que yo, ha hecho de la pesadilla política y social que es Colombia una realidad dolorosa y latente que me apuñala el espíritu toda vez que el nombre de Piedad Córdoba Ruiz aparece en un diálogo, un noticiero, la portada de una revista o en innumerables insultos. Samperista como era, siempre que Piedad intervenía a favor del ex presidente le subía el volumen al televisor y me decía: Niña, póngale cuidado a esa señora. La próxima vez voto por ella.
Años después, tras su muerte, habría yo de verme involucrada participando en política de la manera que más me choca: asistiendo a votar. Y todo por el recuerdo de esas tardes electorales en las que me llevaba de la mano a un puesto de votación para que, luego de que ella ejerciera ese derecho que tanto amaba, me hiciera untar, como a ella, el dedito de tinta roja. Además, alguien tenía que votar por esa señora que, además de ser negra, liberal, defensora de las putas y de los homosexuales, de las mujeres, de los indios y de los de su raza, encarnaba, sin yo saberlo para entonces, un montón de ideales en común que no logra nadie representar con tanta verticalidad y coherencia como lo hace ella. Resulta que es que Piedad también es comunista, muy a pesar de su papá, quien la obligó a estudiar en la Pontificia Universidad Bolivariana para ver si se le quitaba ese embeleco. Afortunadamente para ella y para la higiene mental de nosotros, los curitas ya bajaron su foto del mosaico donde aparecía al lado de una caterva de godos cavernarios. Eso, creo, sí hay que agradecérselo a la intolerancia que empezó a abundar a partir de que el señor Álvaro Uribe empezó a gobernar. Esos gestos son muy generosos, y más tratándose de una universidad que señala a los homosexuales como enfermos en pleno siglo XXI. Es tan honroso como el hecho de que Fernando Londoño Hoyos (aquel que encarnó el primer escándalo del gobierno por el robo de las acciones de Invercolsa) o José Obdulio Gaviria (el primo hermano de Pablo Escobar y asesor del presidente) lo tilden a uno de guerrillero o que, en el caso de ella, cometan todo tipo de errores desesperados para vincularla con las Farc. En resumidas cuentas, es como cuando a un apóstata lo excomulgan.
La Pontificia Universidad de la que ella salió, además, tiene que cargar con que todos en Medellín la llamemos Bolivariana, a secas, como llama Chávez a su Venezuela y a ese remedo de revolución, tal cual Piedad Córdoba denomina su pensamiento y su manera de ser: bolivariana. Muy a pesar de que a mí no me guste el enano libertador, ella es bolivariana.
Muchos me preguntan cómo llegué a tener un contacto con ella. Yo también quisiera saberlo. No sé qué fue lo que hice para que ella, que recibe miles de correos diarios y llamadas del mundo entero, que la buscan tanto para perseguirla y atormentarla como para decirle que la adoran y que la admiran, viera en mí algo que ni yo misma reconozco. De repente me vi viajando al lado de ella, comiendo en la misma mesa y durmiendo en la misma pieza; teniendo la fortuna de ser asesorada en política por una mujer a la que he admirado desde la inocencia política que tenía a los once años y a la que seguí admirando después de haber bajado de su pedestal a otros líderes de la izquierda mundial como Fidel Castro, Ernesto Guevara y Hugo Chávez. Recuerdo bien que en Cacarica me preguntaron unos líderes estudiantiles ¿eres guevarista, leninista, maoísta? No, les dije, a ninguno de esos hijos de puta los admiro, yo soy piedadcista si es que están buscando que me adhiera a alguna corriente, porque todas las demás son asesinas y me avergüenzan. Yo no me dejo encuadernar ni encasillar en nada, proseguí, pero si me quieren llamar de algún modo, entonces que sea ese: piedadcista. Esos ismos y personalismos, creo, son los que han hecho que el discurso de la izquierda fracase.

***

A veces los recuerdos me aprisionan y me obligan a ahondar en pensamientos que quizá nada tienen que ver con lo que esperan leer. Intentaré apartarlos.
A mi llegada a Apartadó, la senadora me regaló un abanico. No sabía qué decir exactamente para darle las gracias, ni tampoco para derribar el miedo que tenía de no llegar a llenar las expectativas que había generado en ella con esos correos que nos enviábamos hasta que, como a eso de las tres de la madrugada, nos vencía el sueño y reanudábamos al día siguiente. Ir con ella a visitar Cacarica, en todo caso, representaba para mí, más que un gran orgullo y un logro inmenso, una responsabilidad con ambas de la que no iba a ser fácil desembarazarme. Aún no logro hacerlo. Creo que después de las vivencias que tuve allá, seré responsable para siempre.
Durante el trayecto que va de Apartadó hasta Turbo, ella se burlaba por el celular con alguien de las inconsistencias de una nueva denuncia que hay en la Corte Suprema en su contra por haberse reunido con un tal alias Mincho en el mes de marzo, cuando finalizaba su campaña. Un ucraniano tenía como prueba irrefutable de su pertenencia a las Farc unas fotos que había tomado en esa visita suya. Se burlaba de eso, pero estaba preocupada por la captura de cuatro personas que estuvieron con ella en ese encuentro, pues habían sido, para variar, torturados por las autoridades carcelarias de este país.
Los que viajaban con nosotros me dijeron que ya estaban más o menos acostumbrados a esas situaciones. ¿Acostumbrarse? Jamás. Uno, al menos pienso yo, no debe perder la costumbre de la indignación, aunque entiendo que de tanta injuria se termina por reír para no odiar. En mi caso, para contrarrestar todo eso, le hacía bromas como "déme las coordenadas para poder ir al baño" o "le voy a decir a todo el mundo que usted me puso a dormir en un cambuche". Bueno, es que sí, en un sentido estricto me tocó dormir en una colchoneta que pusieron en el piso, pero era muy cómoda. Ella se moría de la risa. "Le voy a decir Teodora de Bolívar siempre y cuando usted tenga la deferencia de llamarme a mí Emilana Juárez, y así, año tras año, nos vamos cambiando los alias a ver si dejan de jodernos". Hace mucho que en vez de pelear con los que tanto la atacan y la ofenden, preferí demostrarle con humor y con amor todo el respeto y la admiración que le tengo; por fortuna ahora logro hacerle llegar todo eso directamente, todos los días, y no contentándome con animarla a través de Twitter y Facebook esporádicamente.
En casos como estos hay que luchar y pelear sin cansancio, con paciencia, hasta que el tiempo y la dignidad sepan poner todo en su lugar.

***

Desde hace muchos años quise comprender el significado de la canción "Sobre una tumba humilde", de José 'Cheo' Feliciano. Una cosa es escuchar esa canción, otra cosa es conocer lo descarnado del asunto.
Turbo me lo mostró. Cuando llegamos al monumento a las víctimas del desplazamiento y el horror que vivió esa región del país en 1997, la letra de las tumbas humildes retumbaba en mi cabeza, como queriéndome aturdir. Tal cual lo describe 'Cheo' es esa situación: desde que empieza con el pregón

"Bueno, está probado, mi gente,
que la riqueza del pobre es el amor,
el puro amor, que ni la muerte se lo lleva...
sentimiento tú."

Bah, citar esas palabras no remediará el hecho de tener que narrar lo vivido. Hay que pararse en ese monumento, quizá como hay tantos en este país donde se premia con estrellas y no sé qué tantas cosas a los coroneles que perpetran las masacres en contra de la gente que los construye. Aquí, donde ni siquiera el Estado tiene la gallardía de disculparse y en vez escupe sobre las víctimas; así que es mejor que ellos mismos construyan con cemento, madera y vinilo su honor a que permitan que algún día Uribe edifique su desgracia haciéndoles una placa de mármol o de cobre. Ya no lo hará porque ya se va. Ojalá que nunca nadie pretenda reemplazar esas humildes alabanzas a la vida de los que murieron por defender sus derechos en medio de esta maldita guerra eterna por letras incrustadas en mármol, que aquí ya no es necesario consagrar a más mártires, empezando por Jesucristo y todos esos que menciona el feo himno nacional. Es preferible que celebremos la vida con colores de material humilde como el vinilo, porque oro y mármol hay en las casas de todos los asesinos de este mundo: en el Vaticano, en los condominios de los mafiosos y en la Casa de Nariño.
A pesar de la solemnidad del sitio, la gente es festiva. Tal vez porque lo solemne no se contrapone a lo festivo. Y más festiva se puso la cosa (y también más solemne) cuando llegó la senadora al lugar y la gente notó su presencia. Corrían todos a abrazarla, a tomarse fotos a su lado, a decirle cuánto la querían, a demostrarle su agradecimiento por la lucha a favor de la gente de la región. Algunos no la reconocieron porque "no es tan negra", decían. Tuvieron que guiarse por el turbante, tal vez por lo imponente de su presencia, no lo sé. El primero que se le acercó le rogó que le diera un trago a la botella de cerveza que se estaba tomando, que era un honor. Es gente que sí ha vivido los horrores de la guerrilla, del gobierno, del paramilitarismo y que no se tragan el cuento chimbo de que ella es de la cúpula de las Farc. Gente que no señala porque sí, a pesar de que los fiscales y jueces los presionen y los sobornen para que lo hagan en contra de quienes ellos les dicen, y en cambio sí reconocen muy bien quiénes fueron los Gaviria y los Uribe Vélez, los Rito Alejo, en fin, los verdaderos agresores y asesinos. No lo digo yo, lo dicen ellos en canciones, en videos, en relatos personales. Por eso, y que me perdonen ciertos amigos míos y amigos de mi papá, la presencia de Piedad Córdoba los gratifica y les honra, mientras que la de ciertos dos ex gobernadores de Antioquia les repugna y los ofende. Y tanto allá como en Cacarica nos dijeron que no habían votado por Rafael Pardo, a pesar de ser el candidato al cual apoyaba la senadora, por ser quien era su fórmula vicepresidencial.

***

Creo que es mucha la gente que tendrá que perdonarme en realidad. Antioquia endógama y Medellín impío son los verdaderos responsables de todo. De que yo conozca, sin haberlo buscado, a los sobrinos de Carlos Castaño, de Pablo Escobar, del canciller Granda; al hermano y al hijo de Álvaro Uribe, a los hijos de Fabito, a llevar el mismo apellido del presidente. En ese sentido, sí, creo que los burros se buscan para rascarse, yo no le encuentro otra explicación.
Haber conocido a Piedad Córdoba fue distinto. Si bien ella también es de por acá, algo, no sé qué, no había permitido que tuviera contacto con ella hasta hace un mes. Supongo entonces que a sus hijos no los conocí, como a los de esa ralea, por misterios del destino que me resultan felices. Pasa que ella aborrece las armas, la guerra, la corrupción, el secuestro, el narcotráfico, la trata de blancas y todas esas cosas que ellos encarnan. Quizá por eso sus hijos no fueron a parar al mismo colegio que yo, que fue donde conocí a tantos de ellos, ni a Eafit, que fue donde conocí a tantos de los otros.
Sí, son especulaciones, pero es que yo no soy periodista y por eso divago en este tipo de cosas.

Por eso mismo sé que muchas de las cosas que ya dije acá, como las que continuaré diciendo, molestarán bastante a muchos. Por ejemplo, esta tarde estaba comentando a través de Twitter que la carretera modernista que quieren construir para viajar a Panamá es una monstruosidad. De inmediato, una editora del periódico El Mundo, del que son dueños los ya mencionados Gaviria, a quien ella cree que yo les debo mucho cuando en realidad a quien le debo es a ella, pero no por eso callaré, me dijo: Estefanía, es una necesidad para proteger el ambiente y a las gentes amenazadas por las Farc y las Auc, que se ocultan en el Tapón”. La gente de Cacarica, que es la que padece estas amenazas, dista mucho de opinar a como opinan los finqueros de esta región, como lo son sus jefes Guillermo y Aníbal Gaviria. Segundos después volvió a arremeter en mi contra, ya con rabia e intolerancia, diciéndome “Qué tristeza que te refugiés en tu ignorancia para confundirte y enredar a otros. Con el tiempo que tenés podrías estudiar los temas”. A lo que se refiere ella es a que me siente a leer los pasquines que sacara El Mundo cuando Aníbal era gobernador de Antioquia o leyera los estudios pendejos de la Enviromental and Sistems. Lo cierto es que no es lo mismo haberse leído un montón de cartapacios del tamaño de la Biblia a amar y respetar, como aman y respetan los chocoanos, los indígenas, las campesinas de esa y otras regiones a una tierra que les ha dado la vida y la seguridad alimentaria y que, no me quedaron dudas, la esperada llegada del ejército nacional a esa zona es lo que menos toleran. Ellos son felices con sus viajes de varios días a pie, en chalupas y rodeados de mosquitos. No sueñan, como ella y los ciudadanos ávidos de ser colonizados por la conciencia modernista, pasear por carretera hasta Panamá –entre otras cosas porque ni carro tienen-, ni que la zona se convierta en un foco de prostitución con la llegada del turismo o que, como en ocasiones anteriores, los desplacen y los masacren en nombre de lo que conocemos como seguridad democrática y lo que se convertirá en algo peor por el vocablo empleado: prosperidad democrática. Su manera de concebir la Naturaleza, la vida, el ecosistema y la paz son harto distintas a las nuestras. Por eso los están masacrando, algunas veces con los monocultivos de palma de cera, siembra de banano y yuca, otras con poner dragadoras de petróleo, y otras, con la explotación minera. Pero sí, supongo, y es triste reconocerlo, que para ella es más importante un estudio universitario que el conocimiento y el sentimiento de pertenencia hacia la tierra que tienen los nativos. Tal vez para ella es justificable que quienes los desplazan y los masacran y los saquean jueguen después con las cabezas que cortan un partido de fútbol. Al fin que lo que viene después es la materialización del sueño de sus patrones y el de nueve millones de colombianos que prefieren tener una imagen favorable del país con estas bellaquerías y el cuentecito ese del crecimiento económico. A esas y otras cosas macabras nos han llevado ese afán de buscar a toda costa una idea de modernidad bastante errada.

***

Hubo algo que me conmovió hasta las entrañas.

Nos quedamos a comer en la casa de una señora llamada Dolores de Guerra. Ella quería hablar con la senadora de su situación. Los paramilitares, con la ayuda del ejército, asesinaron a su marido y desplazaron a su familia de la parcela que les había otorgado el gobierno gracias a la Ley 70 de 1993, de la cual es autora Piedad, que dice, en su artículo primero: Lapresente ley tiene por objeto reconocer a las comunidades negras que han venido ocupando tierras baldías en las zonas rurales ribereñas de los ríos de la Cuenca del Pacífico, de acuerdo con sus prácticas tradicionales de producción, el derecho a la propiedad colectiva, de conformidad con lo dispuesto en los artículos siguientes. Así mismo tiene como propósito establecer mecanismos para la protección de la identidad cultural y de los derechos de las comunidades negras de Colombia como grupo étnico, y el fomento de su desarrollo económico y social, con el fin de garantizar que estas comunidades obtengan condiciones reales de igualdad de oportunidades frente al resto de la sociedad colombiana.

Es decir, ningún finquero, ningún minero, ningún mafioso, paramilitar o guerrillero podía, por ley, comprar nada allí. La enuncio para que entiendan por qué los desplazaron, los torturaron y los desaparecieron. La enuncio porque para ella es un dolor inmenso que, al haber propuesto esa ley, su amado Chocó hubiese sido acribillado de esa manera. La enuncio para que se den cuenta de que no sólo se ha dedicado a hacer oposición y a ser rebelde toda una vida. La enuncio, en fin, porque leerla me hizo comprender más todo este asunto y admirarla a ella otro poquito.

Pero lo que me conmovió hasta las entrañas no fue eso. Estaba hablando la senadora con la encargada de la sección política de El Espectador para esclarecer lo del ucraniano aquel cuando un niño hermoso, de piel negra, le estiró la mano para pedirle un autógrafo. Ella lo saludó. Entramos a la casa a comer, cuando de repente un bullicio infantil, como esos que se oyen en los parques de diversiones o en las piñatas, invadió el ambiente. Había decenas de niños, quizá unos cien, aglutinados afuera gritando su nombre, aclamándola, todos con lapiceros y cuadernos en mano esperando a que les autografiara algo, aunque fuera su piel morena, alguna prenda de vestir, el cuaderno escolar… lo que fuera. Uno tiende a pensar que la situación de Piedad Córdoba en todo el país es idéntica. Que tanto en Urabá, como en Medellín, la gente llega hasta el punto, como sucedió una vez en un aeropuerto, de cogerla a golpes e insultarla. No. Felizmente no es así. En Turbo hay otro ambiente, también en Cacarica y en Apartadó. Lo sucedido esa noche se repitió todos los días en todos los lugares que visitamos, aunque no con tanta euforia como con los niños. Y a ninguno le dijo que no, ni lo dejó mamando o esperando, sino que los cargaba, les daba besos, les tendía la mano y todos, todos, todos se fueron con su autógrafo a presumirlo. Pareciera que allá no ven RCN ni Caracol, pero sí, lo que pasa es que viven una realidad muy distinta, tienen otro concepto del país y de patria, nadie la llamó Teodora y, en cambio, le reconocieron su valor por haberse metido a liberar a los secuestrados por las Farc.

***

Me regaló el libro de El Factor Humano con una dedicatoria muy personal que no pienso compartir. También unos discos de Omara Portuondo y Maria Bethânia, DVD de su trabajo, algo más del Bicentenario del 19 de abril de 1810 y un manto original, de esos que usan en Palestina. Ese ya lo puse al lado del trapito con el que le cerraron el mentón a mi abuelita cuando se murió. Ni de riesgos voy yo a ensuciar eso, prefiero que tenga el mismo simbolismo. O no, mejor no porque ese trapo fue lo último que tocó a mi abuela, no vaya a ser que este otro sea el último que tocó a mi senadora del alma. Yo le di una entrevista que le hicieron a Saramago en 2004, titulada “Soy un comunista hormonal”. Lo empezó a leer por la noche, y al día siguiente, cuando llegamos a Cacarica, en varios discursos que pronunció lo citó. A mí me fascina verla hablar y dar discursos, más cuando el auditorio es amplio. De todos modos prefiero cuando lo hace con ideas que le vienen del alma que cuando empieza a citar autores. Eso se lo estaba comentando por la noche, acostada en el cambuche, pero ella ya estaba rendida y cuando me di cuenta se había dormido. También sabe que me fastidia el uso de ese lenguaje incluyente porque me parece innecesario, pero sé que si lo dejara de usar en este momento, sería igual a si se quitara el turbante, entonces no, que lo siga usando. A veces bromeamos y hablamos de cobardes y cobardas, comunistas y comunistos, homosexuales y homosexualas. Al menos conmigo, siempre está abierta a críticas y no me pareció tan terca como me dijeron que era.
Durante el viaje en la panga le conté sobre mi vida en la calle, el consumo de drogas, lo que me llevó a estar recluida en un sitio de rehabilitación durante dos años. Ella me contó cómo fue el secuestro de Natalia, su hija, cosa de la que casi nunca hablan ninguna de las dos. Ella estuvo secuestrada y desaparecida durante cuatro años entre Canadá, México, Estados Unidos y Cúcuta. Durante el oprobioso cautiverio dio a luz a mi tocaya Estefanía. A ella, por su lado, la falange colombiana, es decir, las Auc, la secuestraron en 1998. Si se salvó, lo dijo Carlos Castaño, fue porque Enrique Gómez Hurtado le pidió que no la matara, a lo que él le respondió: yo a un hijo de Laureano Gómez no soy capaz de decirle que no.

Distinto a Uribe y al detestable Héctor Abad Faciolince, ella no anda por la vida gritándole a los cuatro vientos que es víctima de la violencia. El primero se hizo presidente para acabar con el grupo armado que asesinó a su mafioso padre; el segundo saltó a la fama escribiendo un libro de pacotilla que le significó alguno que otro lector contando la historia bobalicona del amor que sentía por el suyo, pontificando sobre lo divino y lo humano, recurriendo constantemente a ese lugar común tan grotesco que es “los colombianos de bien”. Ambos la desprecian, yo los desprecio a los dos.


***

Los habitantes de Cacarica son extremadamente pacíficos. Hablan calmado, pausado, sin usar una sola mala palabra. A nadie, por mucho daño que les hayan hecho, lo tratan de hijueputa, ni se saludan como la gente de las ciudades de "qué hubo, marica" "entonces qué, gonorrea". Tampoco hablan así los indígenas que asistieron al evento, ni las madres campesinas desplazadas, ni ninguna de las víctimas del conflicto colombiano que conocí allá. Una vez un amigo antropólogo me dijo que la violencia en Medellín radicaba en esa violencia que usábamos hasta para tratarnos con cariño. Yo creo en esa teoría. Las víctimas del franquismo que había allá tampoco hablan así, ni una bellísima Madre de Mayo que ha acudido siempre a acompañarlos porque dice que el acompañamiento es indispensable para todas las víctimas de las dictaduras.

Viven en una zona comunitaria de alto riesgo porque están en medio del paramilitarismo, el gobierno y la guerrilla. Saben muy bien que a todos los tienen que espantar de allá para no ser objetivos militares, pero siempre lo hacen con palabras, jamás utilizando algún arma, ningún tipo de violencia.

Lo que uno espera es que así sean precisamente por ser víctimas. Yo me imaginaba a un montón de gente resentida y triste. Al contrario, son cordiales y cariñosos; cantan, bailan, comparten la comida, el espacio, se respetan las costumbres y las diferencias. Conocen cabalmente sus derechos, varios han leído la Constitución. Lo único que piden es justicia, una justicia verdadera que les permita vivir en paz y en concordia con la ley, que los reparen, que se les reconozca que tanto el suelo como el subsuelo de esas tierras les pertenece.

Lo de la carretera no es cuento mío ni de Piedad Córdoba, ni tampoco es cuento lo que ellos dicen de Rito Alejo del Río, Álvaro Uribe Vélez, Guillermo Gaviria Echeverri y otros señores feudales de la zona.

Dicen que es que Chávez le paga a gente como Meneses para que declaren que Uribe es paramilitar. Es imposible que él le pague a miles de personas que viven en el Chocó, Antioquia, el Meta y Putumayo. Suponiendo que les pagara, ¿por qué viven en casitas humildes de madera, no tienen agua potable, ni tampoco alcantarillado y a duras penas luz? Viven del trueque de productos agrícolas como el arroz, el plátano y el maíz porque no pueden competir con los precios de las centrales de abastos como Carulla, El Éxito y Pomona. Ellos no quieren, sin embargo, vivir como queremos vivir nosotros, teniendo como futuro el nefasto presente de otros países. La motivación de ellos, por tanto, no es el dinero y tal vez por eso no ceden cuando en la Fiscalía los maltratan y les piden que declaren cosas que no son. "Usted tiene que decir que a su papá lo mató HH", es lo más común ahora. Cuando hablan de la presencia del ejército les cortan las declaraciones.

Viven en resistencia, ese el término correcto.


***

Son muchas las cosas que se me van a quedar en el tintero. De verdad que no soy capaz de escribir detalles sin hacer reflexiones. Más que exaltar la labor de la pasionaria -término que me enseñaron las españolas- senadora, quería escribir, para mi memoria, algo que de algún modo le permita a la gente conocer las atrocidades que se viven en este país.

También decirles que mi carnala (así nos decimos ella y yo) es una mujer maternal y tierna, bastante generosa, compasiva, tolerante, inteligente y extremadamente sensible.

Fue bastante honroso que se le hubiera ocurrido invitarme a su gira de la paz. Fue muy doloroso e impactante conocer los testimonios de esas personas. Fue gratificante convivir con su equipo de trabajo, personas todas de gran calidad humana y de un trato excepcional. Fue un placer haber conocido a la gente de Turbo y Cacarica, que dan ejemplo de tolerancia, respeto, convivencia y paz.

Pero sobre todo, fue un alivio que esta tarde me hubiese atacado por Twitter la persona que mencioné, porque sin la rabia que me produjo su desfachatez, no hubiera sido capaz de escribir todo esto.

Las ampollas que se levantarán, lo sé, serán muchas. Era esta, precisamente, la intención de todo esto. Lo será siempre que escribo, por eso el título de este blog.


17 comentarios:

  1. Me gusto mucho, eso estaba esperando. Cada vez me doy mas mi oportunidad de conocer a Piedad, a mi nadie me la habia presentado con justicia.

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  2. Gracias por esa apreciación, Exe. Procuraré seguir así en la continuación de este relato.

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  3. Gracias por compartirlo, Tefa. No me imagino qué tan difícil debe ser para Piedad Córdoba hacer su trabajo a pesar de todo lo que hay en su contra, y peor aún tener la esperanza en la política.

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  4. Que Gran Crónica. Mil felicitaciones por tu labor y la de la senadora. Me siento orgulloso de contar con personas como ustedes, y ten por seguro que pueden contar con mi apoyo y compañía cuando necesiten.
    Un abrazo desde Bogotá.

    Orgullosamente Cordobista
    Luis Carlos Pinzón Capote
    @LuisCP92

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  5. Que buena experiencia tuviste, gracias por compartirla. Es muy fácil hablar y juzgar desde afuera, cuando en las entrañas es donde se vive todo y viviste una gran parte con todas esas personas.

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  6. Más temprano que tarde, los colombianos tendrán que reconocerle a Piedad Córdoba su gigantesca lucha por lo que es el pueblo raso.
    Me alegra que con este relato muchos puedan ver una cara de la senadora que pocos quieren reconocer.
    Abrazos a todos.

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  7. Esta lectura simplemente me da más razones para admirar la lucha de Piedad.
    La labor que realizaron es muy noble y me alegra que nos la hayas relatado.
    Espero que le hayas mandado mis saludes a la Senadora.
    Un abrazo

    David Araque

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  8. Después de leer, tengo dos apreciaciones. La primera, general, fue lo mucho que me gustó tu escritura. Leí un par de entradas, excelentes, conmovedores, cuidadosamente narrados. La segunda, sobre este post particular, que además del impecable relato, cuenta una verdad que difícilmente tendrá eco. Decirle al país que existe esa Piedad que nos muestras es reconocer las mentiras y delitos de un gobierno como el que la mayoría votante no abstencionista eligió.

    Saludos!

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  9. Esto me llegó a mi e-mail de parte de Jenny Giraldo García, pero creo que por el nuevo formato del blog no se deja publicar, así que lo copio íntegramente:

    Después de leer, tengo dos apreciaciones. La primera, general, fue lo mucho que me gustó tu escritura. Leí un par de entradas, excelentes, conmovedores, cuidadosamente narrados. La segunda, sobre este post particular, que además del impecable relato, cuenta una verdad que difícilmente tendrá eco. Decirle al país que existe esa Piedad que nos muestras es reconocer las mentiras y delitos de un gobierno como el que la mayoría votante no abstencionista eligió.

    Saludos!

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  10. Tefa, debo confesar que pensé que Piedad exageraba un poco cuando te comparó con García Márquez, pero una vez terminé de leer este artículo y el anterior me doy cuenta de que tu estilo es atrapador.
    Un abrazo.

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  11. Tefa, debo confesar de manera vergonzosa que pensé que Piedad exageraba un poco cuando te comparó con García Márquez... pero una vez terminé de hacer las lecturas de este escrito y el anterior me he dado cuenta que tu estilo es sencillamente cautivador.

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  12. Gracias Marlium, yo sigo pensando que ella exagera.

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  13. La tragedia de la operación Fénix a manos de los paramilitares y el ejército comandados por Rito Alejo del Río es algo que conocí hasta el año pasado.. es triste que esto ocurra..

    La dignidad de CAVIDA es más fuerte que el olvido y la injusticia!
    http://www.myspace.com/renacientes

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  14. Me encantó el artículo, ojalá lo lean todos los colombianos que desconocen la verdadera hsitoria de Piedad Córdova. Ojalá lo lean esos, que como la señora que te ofendió por Twiter, viven atrapados en la mentira.

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  15. Hola Tefa. Me gustan mucho tus reflexiones y escritos, sobre todo lo que tiene que ver con Piedad. Siempre la he admirado y con esto mucho mas. Espero que puedas salir del profundo hueco en el que te sientes y respires tranquilidad.Cuídate y valora tu vida. Eres inteligente y bella.

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  16. Tefa...admirablemente macondiana...me encanta su insubordina indignación

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