Estoy pensando en algo así como escribir un libro, y tengo que ser capaz, y tiene que ser para este año.
Me tengo que convencer a mí, eso sí, de que por algo se empieza, de que todo el mundo le tiene miedo a la mediocridad propia, de que no hay que haber leído todos los clásicos y la literatura universal para poder empezar, aunque creo que si uno es decente sí debería hacerlo.
Hace algunos meses, no recuerdo si antes o después de mi viaje a Europa, un brujo me dijo claramente, sin yo decirle que escribía, que sólo si empezaba a escribir veía plata. También me dijo, y en eso acertó, que no veía de cerca el amor, a no ser que me fuera pronto, muy pronto de esta ciudad. Y sí, como no me he largado, estoy sola, llevo ya siete años así y estoy harta de no tener con quién compartir tantas cosas que de repente me pasan y se me ocurren, cosas que siento, cosas que me duelen, cosas que no soporto... creo que a este paso, sólo escribiendo podré compartirlas todas, y tal vez ese sea el maldito precio a pagar por tener una escritura sana: un corazón solitario y una mente atormentada. De eso sé poco, pero creo que el alma sólo se sabe manifestar bien cuando algo en ella anda mal. Por eso Paulo Coelho es tan mal escritor, y lo son todos los de esa línea, que la gente cree erradamente que hacen filosofía cuando en realidad sueltan pensamientos a lo estúpido, sin reflexionar juiciosa y cuidadosamente, sacando frases que suelen pasar por muy profundas cuando en realidad están llenas de una superficialidad y una frivolidad tan enorme que sólo en una propaganda de Hewlett Packard, la peor marca de computadores que conozco (o bueno, una de las peores porque todo lo que sea Microsoft es más que peor) puede verse manifestada: el tipo es tan buen vendedor, que ya le vendió su alma al diablo y también es capaz de tener una línea de ordenadores que promociona sin saber de eso (al fin y al cabo ni de escritura, ni de filosofía sabe tampoco), como tiene una "línea gratuita" de frases tontas que los artistas pop hispanos idolatran, la cual se le conoce como Twitter. Su colega en estas lides y en mediocridad literaria es Deepack Chopra, otro favorito de nuestras luminarias, ya no sólo latinas, sino del mundo del espectáculo en general que utilizan este servicio.
Debo tomar en cuenta, entonces, que los más exitosos hoy en día en cuanto a lo que hago se trata, ya ni siquiera consiste en tener un estilo y una voz propios, un sentido de la estética, algunos lineamientos éticos y buenas historias en la cabeza. Si quiero vender, vender a lo grande, tengo que pensar como cineasta y reflexionar como lo haría un usurero que da charlas de cómo debe vivirse la vida, empapándome de filosofastrería universal barata, de esa que cantan Juanes y Arjona y de la que escriben los ya mencionados. Aunque eso sería tener éxito fracasando.
Yo no envidio, ni critico a Coelho porque una marca de computadores le hubiera otorgado una línea para patrocinar. Me gusta mucho la frivolidad mezclada con la decadencia, pero si a esas vamos, la que yo quisiera es la que disfrutó Capote en Studio 54 siendo el escritor de cabecera de Grace Kelly. Él se daba el lujo de ser frívolo y voraz, reflexivo y juicioso, decadente, superficial pero a la vez fino y tierno, casi profundo, muy profundo sin que pareciera quererlo, tanto que logra estremecer a cualquiera, tanto con su vida como con su obra.
Tengo que pensar muy bien las cosas y oír muchas rancheras, también mucha salsa de esa clásica que producían en Nueva York las Estrellas de la Fania. No se trata solamente de leer, aunque voy a retomar a Antonio Caballero, de quien tanto he aprendido en la vida, tanto de forma como de fondo y con quien me he identificado casi siempre.
Pueda ser que el pánico no me paralice. Pueda ser que a la hora de enfrentarme con un título no deshaga, como estoy pensando ahora que no lo tengo, todo un escrito.