viernes, 19 de diciembre de 2008

El breve espacio en que no estoy

Al fin pude encontrar el texto completo, si es que alguien había empezado a leerlo
Ay dios mío, cómo pierden encanto las cosas escritas en un papel cuando se incrustan en una hoja que simula serlo, metida dentro de una pantalla que no permite que la tinta se corra a medida que el escritor va llorando mientras recuerda, especialmente cuando recuerda lo que ya había plasmado en rojo descarnado, especialmente cuando lo transcribe y ve que la exactitud milimétrica de estos programas constriñen el alma y el pensamiento.
Pero bueno, lo que hoy entendemos (decimos que es) modernidad no sólo ha traído consigo estas facilidades tan poco románticas y sumamente pragmáticas. También, cómo no iba a hacerlo, trajo consigo lugares de encierro bautizados con toda clase de eufemismos, construidos y ubicados en lugares exclusivos. El área de la salud, por ejemplo, se ha prestado para esto de manera incondicional: leprocomios, manicomios y todo tipo de jaulas donde se encierran (lo que presupone de inmediato un rótulo para el sujeto que ingresa, no se sabe si por voluntad propia o a la fuerza, todo depende del caso, conste que me pasé una vida entera intentando que me creyeran que estaba loca y por desgracia lo logré) no tanto a personas que atenten en contra de las leyes establecidas por el Estado, pero sí cuando alguna “atenta” en contra de las leyes establecidas por la moral erigida en nuestra ya milenaria sociedad occidental y moderna, ultramoderna, posmoderna - que ,para el caso, la cosa viene a ser lo o la misma (no excluyamos al género correspondiente, esto no debe hacerse en un trabajo que versa sobre la exclusión, y muy bien sabemos cómo se las gastan las feministas con las y los artículos, así estos sólo sean de género masculino…), pues de las torturas y martirios de la Inquisición durante el Medioevo pasamos a los actos de buena fe que cambiaron las hogueras por guillotinas, los grilletes por camisas de fuerza, la Iglesia por la sumatoria de las voluntades (a esto también se le conoce como democracia); que ya las brujas no son brujas, que ya los poseídos por el demonio no gozan de tal privilegio sino que están locos y con la mejor suerte que podemos correr, tanto brujas como poseídos, es con el reciente apogeo de los electrochoques, mismos que estuvieron en desuso porque, en un momento de extraña lucidez, la psiquiatría descubrió que eran tan nocivos en determinado momento como lucrativos en el de ahora. Freír el cerebro con no sé qué tantas cantidades de voltaje, hoy es tan común en la medicina como aquello de inyectar plásticos que se adaptan al cuerpo humano y terminan por curar la fealdad o la vejez.
La gente “de a pie”, como les dicen no sé dónde, ignora por completo que aún encierran en los manicomios sin diagnóstico alguno (también les fríen el cerebro) a muchas personas. Yo, por ejemplo, siempre creí que eran cosas de la primera mitad del siglo pasado, acaso algo muy común en la época de Chejov, cuando escribió La sala número seis.
Llegando a este punto, recuerdo aquella novela corta y mi breve estadía en el “enfermatorio” de Santa María de los Ángeles, cerquitica al Club Campestre, en la casa que fuera de una familia de renombre en la ciudad, la región y el país. Obvio que me refiero a la familia y no a la casa, que también debe tener renombre, reputación y prestigio en esos tres ámbitos, desgraciadamente no por su belleza arquitectónica ya ultrajada “por el bien del paciente”, sino porque (más o menos desde el nacimiento del nuevo milenio) cada vez que alguien acude a un psiquiatra y se pone a llorar, terminan encerrándolo arguyendo que el recién entrado en desgracia sufre de depresión.
He aquí, pues, un episodio más de las fantásticas y terribles aventuras y desventuras de Estefanía Uribe:


La mano tiembla, no es para menos. Antes tuvo que buscar a Joan Manuel Serrat, ponerlo a sonar. El miedo y la tristeza, quién sabe por qué, cuando oyen música, se esconden…estando uno ya afuera, claro.
Adentro, allá…allá, por el contrario, la “Loca de la casa” hace de las suyas y, de todos los internos, es la única a la que no pueden encerrar en aquel cuartito de muy poquitos metros por otros tantos aún más pocos; no la amordazan, tampoco la “inmovilizan”. Creen los gendarmes y autoridades de aquellos lugares que la aplacan con eso que llaman medicamentos de nueva generación (Prozac, Remeron, Zolof), un poco de litio, otro tanto de ácido valproico y barbitúricos y benzodiazepinas en todas y cada una de sus presentaciones.
Como quien está escribiendo esto fue a parar allá por razones aún desconocidas, no tenía un diagnóstico en su historia clínica distinto al de “Pte con transplante hepático” (SIC) y, encima de esta, una cinta rotulada en tinta negra y caligrafía clara con la advertencia de “No inmovilizar”. Siendo así las cosas, a esta sólo le suministraban el Rivotril que toma desde la última temporada que pasó en aquel “pedacito de cielo” tan acogedor hace cinco años, paraíso terrenal donde recién habilitaron las piezas a manera de morgue con lámparas de neón y camas de enfermo, para que así el impaciente paciente pueda darse cuenta de que efectivamente padece de algo o, al menos, que no debe sentirse cómodo, como en su hogar. Uno de los accionistas, digo, psiquiatras, le dijo que sufría de un TAB. “¿Tab? ¿Qué es eso?” “Estefanía, usted es maniacodepresiva” “Ah, ¿no me había dicho que tenía un TOC y que sufría de depresión?” “Sí, de eso también”. A decir verdad, a los múltiples psiquiatras que me vieron durante el periodo que sucedió a la muerte de mi abuela, y sólo porque el tema no estaba tan de moda, lo único que les faltó por diagnosticarme fue un TLC…no es broma, es cosa que me aflige y me angustia (o si usted lo prefiere, entre también en la onda de los neologismos que llegaron con los eufemismos de la nueva era, la psiquiatría bioquímica y Paulo Coelho; llámele a eso estrés, que ya la Real Academia lo aceptó con todo y tilde).
Ahora bien, no es que la nueva trova cubana guarde un puesto especial dentro del lugar de mis afectos musicales, pero sí hay que admitir que tiene títulos y frasecitas que tienen su poética y sirven para nombrar lo innombrable. Cuando desperté en posición fetal en “El breve espacio en que no estás”, del cuartito aquel donde no encierran a “La loca de la casa” y en el que me dio un ataque de existencialismo excelso al estilo Hamlet -de ese que nada tiene que ver con el muy rancio que promulgaron esposos o señores Sartre hace como seis décadas- me rondaba en la cabeza una cita de aquella tragedia de Shakespeare que puso Borges en su idioma original cuando empieza el cuento de El Aleph: “Oh God, I could be bounded…” por alguna razón no lograba completarlo en inglés, pero yo, muy en el fondo (quizá se quedó anquilosado en el inconsciente, en la inconciencia del olvido, en el olvido inconsciente o vaya usted a saber dónde) me lo sabía. Y la cuestión aquella de la que todos hablan, de la que todos dicen, esa que tanto citan fuera y dentro de los teatros con o sin un cráneo en la mano y que pierde todo el sentido gramatical, semántico, pragmático y sintáctico, todo en absoluto cuando se traduce al español, aquella primera conjugación que se les enseña a los estudiantes primerizos del inglés y de la cual todos se burlan porque “es la más fácil” no hacía otra cosa que pegar alaridos ayudada por “La loca de la casa”, obligándome a responderle que sí, que ahí está el maldito dilema, la pregunta, la grandísima cuestión .
Doce horas con uno mismo a eso lo llevan, a comprender la Relatividad de Einstein, y esa sin haberla leído siquiera por miedo a la incapacidad de comprenderla. ¿Cuántas horas son quinientos minutos? Un mes, lo que dura mi plan del celular, y eso podría entonces traducirse a pesos. Encerrada, con venoclisis pegada a la muñeca de la mano derecha, sin zapatos, con frío y observada: un lapso de tiempo interminable, insoportable, inagotable.
¡Ay! ¡La cara! ¿Por qué me duele la frente, un ojo, siento un sabor oxidado en mis labios inflamados? De allá, en la noche, me sacaron en una ambulancia, no sin antes que el chofer me advirtiera: “No se vaya a hacer amarrar pues (le faltó decir loca hijueputa), no hagás más difícil las cosas, vieja, que si cooperamos nos va mejor” “¿Y este otro por qué me dice eso si estoy desde las cinco y media de la madrugada acurrucada, pensando en Hamlet?” Ay, sonsa, ¿no ves que vas de la sede de un manicomio para la otra, la lujosa? Aunque la loca se porte como una seda, loca se queda, cualquier refrán recompuesto, descompuesto y vuelto a componer sale; un manicomio es un manicomio y el paciente que entra allá por la razón que fuere no deja de ser loco ante los ojos de dios, la gente y los choferes de ambulancias. Si uno llegó además en patrulla y escoltada por unos policías a los que el señor rector de la Universidad de Antioquia trató de impresionar y disuadir diciendo que era tal, con él presentándose ante el enfermero e insistiendo en el cargo que desempeñaba y recordándole que la muchacha tenía antecedentes porque había estado allá, un chofer de ambulancia tiene muchas razones por las cuales puede amenazarlo a uno con causarle el mayor de los males: amarrarlo. ¿Quién habría de juzgarlo por ello? La paciente había hecho más que suficiente (más bien era lo suficiente y había estado lo suficiente) para merecer tal amenaza. Ella soportaría ponerse una camisa verde (amenazada) para arengar a cierto equipo en el estadio, también estaría dispuesta a soportar (y así fue) cuantos golpes físicos puedan propiciarle, incluso a someterse nuevamente a un transplante hepático, pero a lo que más pavor y miedo le tiene en la vida es a que la amarren, a que la “inmovilicen”…
Entré a la otra sede, reconocí varias cosas. Casualmente, esta vez, lo primero que saltaba a la vista era un cuadro de Ofelia, aquella mujer que no soportó una vida sin el hombre al que amaba y se tiró al río; el retrato de la Ofelia suicida que otro accionista de la clínica que trató a la Estefanía suicida de siempre tenía en su consultorio de la Clínica Medellín de El Poblado, en la de no me acuerdo dónde más y tal vez también la tenía como estampita laminada dentro de la billetera y como amuleto colgado al espejo retrovisor del carro porque cada vez que la muchacha lo veía, veía el mismo retrato en distintos tamaños y formas. Como si con su vida no hubiera sufrido lo suficiente y lograra escaparse del suplicio de vivir unas horas tranquilas dentro de esos lugares, Van Gogh apareció en el consultorio de las consultas generales. Supongo que allí nadie estaba ni estará tan atormentado como él; puedo decir que su semblante me preocupó, pero es que el semblante de las víctimas que allí nos encontramos tiene que ser preocupante, de otra manera no ocuparíamos brevemente (eternamente y en su infinitud) el espacio y el tiempo donde nos encontrábamos. En todo caso, de los demás, simplemente me dije “yo con estos locos hijueputas no me junto”. Ay Estefanía, y ver de lo que te estabas quejando hace unos pocos renglones. “¿Y este otro quién se cree para preguntarme por qué estoy acá?” “¿Por qué una enfermerita auxiliar que en su vida no ha hecho otra cosa que lavar micas me ignora a mí, justo a mí, y encima me da órdenes?” Ja, trágate tus palabras, niña malcriada y ve quién eres realmente, tú que no discriminabas a nadie “sin importar su condición”, ya estás pelando el cobre. “¿Usted se quiere morir, oye voces?” “Bueno, ¿acaso no tienen otra cosa qué preguntar acá? Esas preguntas, además, sólo tiene derecho a hacérmelas mi psiquiatra, no una enfermera. Voces distintas a la suya o a la de la viejita cansona de la habitación del frente no oigo ninguna, y en cuanto a si me quiero o no morir, ese no es problema suyo” Eso, así habla la que quiere tener un hogar para el adulto mayor y dedicarse algún día a la geriatría, ejercicio que por demás requerirá de la ayuda de más de una enfermerita que lava micas, cambia pañales y consuela a muchos de los pacientes sin estar en la obligación de hacerlo. “Oiga, ¿aquí por qué no hay gente de mi edad?”, le pregunté. Por dentro, decía “Esto está lleno de viejos, he venido a parar a un ancianato”. Contar lo que se me pasó por la mente cuando observé el modo de vestir, actuar y hablar de las señoras que dormían en la pieza del frente y la compartían me ruboriza en estos momentos de apreciable tranquilidad “¿cómo viene a parar este tipo de gentecita a una clínica tan cara como esta? ¿Por qué, si la EPS mía me paga habitación individual y sigo siendo hija de mi papá, a estas señoras tan lobas las atienden mejor?”. No fue cosa que me preguntara sólo ese día, sino que recalcaba cuando veía el añaje de sus visitas y lo comentaba con una amiga entrañable que tuve la fortuna de conocer al día siguiente.
¿Y mi psiquiatra? ¿Esa por qué no llega? Estando en “El breve espacio en que no estás” la esperé como esperé a Juan cuando se fue a vivir un año a París. “A mí la cabeza no me la revuelca otro hijueputa loquero de estos, a mí me trata Irene González, esta tracamanada de pastilleros no me va a joder la vida, no más de lo que me la tienen jodida” Lo que pasa es que mi psiquiatra no es cualquier psiquiatra y yo que he tenido más de esos que años puedo decirlo con toda propiedad. Lo que es inadmisible, en primer lugar, es eso de loquero, porque cuando uno se enferma de gripa no le consulta al gripero, ni cuando le afecta la digestión busca un tripero. En cuanto a pastilleros sí es más que justo, más aún cuando me enteré que la doctora Irene tuvo que consultar no con cinco colegas y alumnos suyos, sino con cinco accionistas de Sameín para que pudiera verme (a mí, la hija del rector, mejor que no sobre), atenderme, tratarme. La idea de encanarme, al fin y al cabo, no fue de ella, pero dada la situación, dentro de un manicomio el médico tratante no puede ser un otorrino. La trataron muy amablemente, me cuenta, por tratarse de ser ella, del prestigio con el que cuenta, pero ellos insistían en que tenía que ser un psiquiatra de la institución quien me tratara, como si eso del vínculo terapéutico fuera tan espontáneo como el beso que se le da a la persona que uno ama o el abrazo fraternal y sincero que se le brinda a un amigo cuando lleva mucho tiempo sin verlo.
Hablando de amigos, sí conseguí algunos. Por experiencia puedo jurar que en ningún otro lugar se hacen amistades tan entrañables, encantadoras, ideales y perfectas como en los hospitales, no sólo mentales, sino de toda clase. Es de esperarse, además, porque el hecho de estar encerrado no le quita a uno su condición humana. Miserable al fin y al cabo, pero humana, y mientras más teorías tenga uno bailando con “La loca de la casa” más se da cuenta de la infamia a la que puede llegar uno si no para la musiquita y hace que paren el baile, no vaya a ser que se enloquezca uno en serio viendo cómo, por ejemplo, un muchacho de raza negra apareció en el comedor -área exclusiva para pacientes- y empezó a cambiar los canales de la televisión sin permiso de nadie. ¿Qué va, si a mí me parecen una chimba los manes negros, si yo voté por Piedad Córdoba, si una de las personas a las que más admiro es Martin Luther King? Me acordé mucho de una discusión que tuve en un lugar muy parecido (peor) con un amigo, valga volver a decirlo, entrañable y en la cual me decía: Preciosa, el día que a ti un marica negro te quiera dar un pico o se te arrime a saludarte me vas a dar la razón.
Lo cierto es que, pese a lo que yo estuviera sintiendo y pensando, la gente nunca se sentaba a hablar con él, entre un máximo de 22 personas que hubo, a nadie se le ocurrió formularle la única pregunta que se le hacía a los pacientes a medida que iban llegando: ¿Y vos por qué estás acá? Ni siquiera eso. Si acaso se referían (nos referíamos) a él como Universidad de Medellín en alusión a un saco de color blanco que tenía, inscrito en letras rojas, el nombre por el cual lo identificamos hasta que se marchó. Sí, así como si fuera un detestable personaje de Saramago, aquel que mata a la mujer del médico y lo identifica como el hombre de la corbata azul con rayas (¿o bolitas?) blancas. Y a mí, que siempre me he considerado una defensora de la causa negra (si es que hay tal) nunca se me ocurrió siquiera preguntarle el patronímico a Universidad de Medellín, ni saber por qué estaba allá o haberle ofrecido algo de la muy variada comida que me llevaban mis tíos y de la cual yo no probaba bocado.
Yo me despertaba, más o menos, entre las once y media de la mañana (si tenía llamada por parte de Luz María o me iba a revisar mi psiquiatra) y las dos de la tarde. Después del almuerzo algunos se dedicaban a eso de la terapia ocupacional. “Bah, yo ya he hecho tanta maricaíta en estas clínicas que no voy a perder el tiempo pintando esos muñecos de icopor tan mañés que la viejita chillona le pinta a sus nietos, mejor me pongo a escribir”. No era que alguien dijera “Ya tienen tiempo libre, hagan lo que quieran, ustedes maniacos se juntan con los maniacos, ustedes los cuerdos se juntan con los menos locos y los depresivos estables, ustedes, las de habitación propia, se juntan allá”. No, nadie lo decía, nadie lo ordenaba, nadie lo pedía, pero así era. A medida que la menos loca demostraba su amor por Bucaramanga, fue cayendo gorda y de paso en desgracia porque de inmediato la apartamos. A la otra, que tenía habitación propia, no nos la aguantamos porque dentro de su manía le dio por preguntar qué cosas cubría Susalud y cuáles no, entre ellas un posible transplante de hígado ya que alegaba haber bebido mucho en la vida y prefería tener un donante sana que enferma. Fue así como ella terminó siendo inseparable de Ecopetrol (la santandereana) y otros cuantos, en medio del desconsuelo propio, se unieron a la megalomanía de La Rosa Mística, quien se arrodillaba cada vez que Álvaro Uribe aparecía en la televisión y les decía a los enfermeros que el único que podía mandarla a acostar era él, que ya estaba durmiendo sus cuatro horitas.
En cuestión de dos días (ya dije que el tiempo es muy relativo) volví a ser yo. Me encariñé mucho con la ancianita que lloraba durante la primera noche que pasé allá. En las mañanas me despertaba cantando “Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré, alaaaaaaabaré a mi señooooor”. Enojada, salí de la habitación rascándome la cabeza y ella hizo la onomatopeya del gallo. Siempre que yo la veía la hacía. Entonces Boris, un enfermero al que por sordo creían bobo, me dijo que era su forma de llamarme. Yo me le acerqué, me dio la bendición y me dijo “Mi Gallito de la Pasión”. María Antonia se quedó atorada en la Semana Santa y así como contaba historias y pasajes bíblicos con pelos y señales, mezclaba la apariencia física de quienes estábamos allá con personajes de la Pasión, de su infancia, de su familia y de las personas que se le habían muerto, entre ellas su marido, por quien en principio lloró las primeras noches que estuve allá. Como sus hijos vivían en Manrique no tenían oportunidad de visitarla mucho; la señora se mojaba en la cama y muchas veces aguantaba frío porque se la lavaban y tenía que esperar a que se la secaran. No obstante, dentro de sus momentos de lucidez, decía: acá comemos y nos atienden mejor que si estuviéramos en el Intercontinental. Gallito, ¿me das un traguito Coca Cola? He tomado champaña, ¿cómo no voy a tomar Coca Cola? Yo tomé champaña cuando me casé, sabe horrible, pero he tomado champaña. Le di una botella de 600 mililitros y se la bogó toda. Al momento eructó, se sonrió, y empezó a volver a cantar. Yo la acompañé silbando y fue cuando Adriana, no me explico por qué, se sentó a mi lado y me brindó la atención y la comprensión más maternal que he podido recibir en los últimos años de parte de una persona ajena a mi mamá.
Nos pasábamos tardes enteras comiendo papitas fritas, jugando Rumi Q y fumando como putas encerradas (lo de encerradas me consta, lo otro no). Una noche se sentó a jugar con nosotros una muchacha de la edad mía a la que sólo le conocimos la voz un día antes de su salida, mismo en el que ingresó Felipe por problemas de adicción. Yo creo que entre mis chistes malos, mi forma de remedar al gallo y la belleza del muchacho la hicimos sonreír. Me dijo que yo era la única persona que había logrado hacerlo y me lo agradeció. Lástima que se fue cuando se estaba aliviando…es que allá hasta lo más lógico se vuelve absurdo.
Luego llegaron los niños. Uno de 12 con un problema de anorexia que asustó hasta a los más “idos”; otro de 14, que lo metieron allá porque no soltaba el computador. Entre el carisma maternal de Adriana, mi interés por la hermosura del de 14 y la inteligencia del de 12 (que es hincha del Medellín) formamos un quinteto con María Antonia. Luego se nos unió Ana María, con quien hice empatía porque una noche nos sentamos a hablar de los efectos de las drogas, de cuánta falta nos hacían, de cómo la adicción a las mujeres nos puede llegar a degradar hasta puntos inimaginables. A ella le tenía un poco de miedo porque, estando yo en Alborada, recuerdo que a su novia la convencieron de que no era homosexual y las apartaron. Miedo porque al final estaba haciéndome insinuaciones y uno está dispuesto a aceptar a los homosexuales siempre y cuando no se metan con uno…suena espantoso, pero es la verdad.
Lo que pude ver es que a medida que hay exclusión, hay unión. Quienes segregamos nos juntábamos entre nosotros, quienes eran segregados y quizá también nos segregaban se juntaban entre ellos para rezar el rosario y cantar mientras nosotros oíamos música porque teníamos iPod con parlantes, teníamos varios temas de interés en común (por lo general políticos y de carácter intelectual o de género), así como los locos, aquellos a quienes nosotros estando allá bautizamos así por no estar tan cuerdos, estaba, cada uno de ellos, con su tema.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Angustia




¿Leyeron las últimas dos entradas? Dios mío, qué horror, ni coherencia tienen. De todos modos las dejo, no sé exactamente por qué, pero ahí se quedan para que la gente que viene sepa cómo carajos afecta la depresión al individuo. Y esta vez uso individuo como término en vez de sujeto porque, creo que de septiembre para acá eso he sido: un individuo. Irresponsable e incapaz de todo, aislada por completo de la sociedad y los deberes que tengo como persona, como Estefanía, me abandoné en ella y de ella, dependiendo por completo de las migajas de la depresión, la frustración y la soledad.


A menudo me pregunto con impotencia qué es lo que se degenera en el sujeto para llevarlo a estadíos tan molestos, insoportables, dolorosos. Lo cierto es que, si bien los padecimientos mentales o del alma ahora son aceptados socialmente, no quiere decir que sean tratados con el mismo respeto y hasta reverencia con el que se le trata a un enfermo de cáncer o, inclusive, a quien tiene un transplante de hígado, riñón, pulmón, lo que sea. Yo soy transplantada de hígado y como tal sé que gozo de un trato especial por las personas que me rodean, mas no tengo ni obtengo la reverencia, el cuidado y la discresión de estas cuando la depresión se vuelve mi única aliada o la neurosis enciende sus motores y arranca en mí y de mí toda esencia, acelerando la gravedad de la Tierra para ponerme el ánimo (también el ánima) por los suelos, despojándome del alma, de la serenidad, de todo cuanto hace al sujeto, al ser humano, a la persona, convirtiéndome en un discurso sin palabras, o en palabras vacías de significado. No, no abogo por piedad o lástima, tampoco por compasión, pero ¿por qué en vez de ayudarnos a estar mejor nos tratan peor, utilizan términos despectivos para hablarnos y la comprensión la mandan al carajo para convertirla en crueldad?


Yo no me considero loca en un sentido estricto. Ningún libro técnico de psiquiatría o psicología contiene ese término ni lo define... de hecho, no estoy loca en lo absoluto, y no es esto una declaración a la sociedad o a mis lectores, como tantos otros sí se ocupan de demostrar lo que no se les ha pedido. Digo que yo no soy loca porque ningún profesional me ha diagnosticado eso, puesto que ya dije que eso sería imposible dado que ningún libro técnico en la materia tiene el término contemplado o definido. La locura, además, tiene tantos rasgos y tintes -desde el negro, carente de toda luz, hasta el blanco, colmado de ella, pasando por todas las tonalidades perceptibles y no perceptibles para el ojo humano, hasta manifestaciones de desesperación como el cortarse una oreja o salir a la calle diariamente a buscar personas del mismo sexo para tener relaciones coitales. Locura es dolor y es tristeza, locura es odio y es amor, locura es una tautología o un conjunto que todo lo encierra, llevándolo todo, y es que imposible sería si no, al absurdo supremo, por lo cual quien se precie de estar loco, en mi concepto, no está aceptando nada distinto a que es un ser humano con todo lo que ello implica. Pero tampoco soy demente, porque la demencia, más que en los manicomios, la he conocido navegando la red, viendo hordas en la televisión de personas sin sentido común o de orientación, no gritando ni corriendo desnudos, no, yendo calmados, en silencio, a las urnas...


No sé a qué vino toda esa diatriba cuando en realidad siento ganas de vomitar, físicas ganas de vomitar y no porque esté asqueada ni me encuentre en un estado de existencialismo extremo, sartreano, ¡nada de eso! Siento ganas de vomitar y me da miedo perder lo poco que quería de mí en ese acto grotesco. Iba a escribir de otra cosa y no sé por qué otra vez no logro hilar el tema con los asuntos.

martes, 2 de diciembre de 2008

Qué patético

Una basura llamada metroflog arruinó este blog, absorbió mis letras, se las llevó hacia allá. Y es que si bien sé que en este lugar también me ven, también me leen e igual me miran, por algún motivo me siento más responsable de lo que digo y a las personas que me dirijo.
Uno de mis miedos, al escribir, es ser leída por alguien de mi familia, ¡no soporto el pensarlo! Yo, vertida o plasmada en tinta y en letras, en caracteres que les darán pistas para saber de mis temores y anhelos, de mis fantasías, de mis amigos y de mis traiciones, de lo que pienso y no quieren saber en voz alta pero... a mí ya no me castigan; la persona que más feo me castiga se llama Estefanía y se apellida Uribe, por lo general está consciente y estoy segura de que yo y nada más yo soy capaz de hacerme lo que me hago si de flagelar o hacer sentir mal a alguien se trata. A mí lo que más me da miedo es ser descubierta, aunque no lleve una doble vida, aunque sea la misma que va a la Universidad y regresa, esa que se viste de rojo en la mañana y regresa con la misma camisa en la noche porque, si acaso algo cambia, es su modo de tratar a la gente, cosa que no es distinta aquí -en la red, en este blog donde me siento desnuda en medio de la Quinta Avenida en Manhattan, tan notoria y tan desapercibida.
Mi familia viéndome a mí desnuda, ni más ni menos. Porque si algún aspecto es íntimo en mí, acaso, es lo que escribo. Ye en el Metroflog no siento ningún miedo porque sé que hay mucha gente, precisamente por eso, pero nadie está para leer lo que yo no quiero que sea leído, distinto también al Facebook, donde casi todos mis contactos son antiguos compañeros del colegio, de la escuela de derecho y la de comunicación, gente que tampoco me gusta que me lea porque... porque quizá se espinen, se chucen, terminen heridos sin mi intención o con toda ella.
¿Y aquí, aquí quién me lee? Por eso no pongo tanta entrada, porque no tengo la certeza ni la comodidad de estar escondida en un rincón que desconocen mis allegados (físicamente hablando), por lo mismo que los foros de Gloria Trevi se llevaron años de mis letras. Me alegra que ella no les guste, porque, si así fuera, de hecho, no estaría escribiendo ni aquí, ni pendiente de un reloj para que den las 12 de la noche y subir una foto cualquiera con un pie de página más extenso que ningún otro, ni tendría 300 conctactos en mi messenger, ni le robaría horas al día para estar poniendo palabritas, solas, en un foro de juegos y encuestas, cuando aquí tengo un espacio ilimitado para ponerlas todas, pero repito que es tan grande mi miedo que prefiero ser monotemática a ser quien soy frente a quienes no quiero. Yo no me ocupo de la vida de mi papá en su trabajo, ni de la de mis hermanos en la Universidad y el colegio, ni tampoco de la que llevan en la red, así que espero que todos, incluida mi madre, tíos y primos, sepan alejarse cuando es preciso y acercarse en el momento oportuno.

jueves, 27 de noviembre de 2008

La pérdida del e-mail

¿Quién, en el último mes, en su bandeja de entrada ha recibido al menos 20 correos de tres amigos distintos que no sean cadenas amenazantes o chistosas con miles de direcciones adjuntas que de seguro los creadores de Spam escarban con minucia? Al menos 10 que no sean de avisos de servicios como Facebook, Hi5, alertas a las cuales está suscrito y un sinnumero de avisos sobre quién lo agregó en el uno, quién le puso el nombre en la foto del otro, quién se casó, quién se separó y quién quiere ser su amigo de esa red aunque ya lo sea de toda una vida.
Mi primera cuenta de correo electrónico la abrí el 18 de septiembre de 1999. El servidor era Hotmail, y entonces, diez correos saturaban el sistema, imposibilitando que otros pudiesen comunicarse con uno porque la caridad de ellos nada más se medía en bytes y acaso logró expandirse a una o dos megas más en dos o tres años. Puede que mienta con respecto a los datos de los bytes y las megas, pues ya olvidé cuánto pesa el arroba en este otro universo; lo que sí es cierto es que, paradójicamente, desde que nos empezaron a otorgar más espacio, menos son los correos que se reciben de manera epistolar, dirigida específicamente para uno, con un asunto limpio sin siete FWD: dos RV: y cuatro RE:.
Lo peor es que, por lo que he visto, cuando la gente utiliza el Facebook ni siquiera lo hace ya como medio de comunicación directa. Quiero decir, se expresan por medio de este sin duda alguna cuando suben fotos y comentan algunas, pero con el historial que este ofrece y las comodidades que brinda de no tener que dar clic en un perfil distinto al propio -así se trate de escribir en la pared o muro de otro, nadie se toma la molestia de ir, aunque sea, a uno de los 352 que tiene por amigos aunque nada más hable con dos o tres de ellos por teléfono, salga con cuatro y alguna vez se hubiera acostado con uno. ¿Es pereza? No lo sé. ¿Para qué se va a tomar uno la molestia de sentarse a escribir cualquier cosa si diariamente llegan correos cumpleañeros a los que, con un clic derecho y otro más, se les plagia para reenviarlos, cuando no es que ni revisan qué reenvían y de pronto, cuando el asunto dice Te quiero, se abre una presentación en Power Point con fotos de Wojtila y Teresita de Calcuta enunciando las estupideces que pudieron haber dicho a lo largo de sus largas y onerosas vidas, antologías no propias de un amigo ateo y comunista que siempre renegó de ambos o viceversa, el que maldice a Jesús y anuncia la llegada de Álvaro Uribe con Felipe Calderón... perdón, de Satanás y el fin del mundo sabiendo que esa amiga es casi monja.
Entre otras cosas, ¿por qué cibernéticamente se les conocerá como contactos, si con ninguno se tiene por este medio? Yo, distinto al teclado y al mouse, no toco a ninguno pese a que les mando abrazos, de modo que contacto físico no tengo. Y si bien puedo desentrañar sus miedos o intenciones dentro de sus letras no escritas, no puedo verles a los ojos, al menos no en tiempo real, por lo que no podría yo afirmar que hay contacto visual, ¿o sí?
Ay, me sentí como escribiendo obligada una columna interesante y aburridora de periódico dominical, ¡qué maricada con este blog! Me voy que tengo muchos correos por borrar y un millón de amigos desconocidos por aceptar en el Faceboook.
Adiós.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Y esta tristeza mía y este dolor profundo lo llevo aquí en el pecho pues me ha dejado sola en el mundo.
Yo no sé qué será de mi vida si de mí no se acuerda ni Dios.
Ya ni el vino mitiga las penas amargas que a mí me matan.


¿Alguien sabe cómo se llama esa canción? La tengo desde hace un buen tiempo, la oigo todos los días interpretada por Chavela Vargas, pero nunca he podido saber cómo se llama.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Octubre

Ni una sola entrada puse en el mes de octubre. De hecho, prometí continuación de la última que había puesto y al momento nada se me ocurre.
Lo que pasaba era que no quería volver este un blog exclusivamente de Gloria Trevi, sino de cosas variadas, así que como durante el décimo mes del año fue ella quien ocupó casi por completo mis pensamientos y escritos, se fueron todos a su foro oficial y guardé lo "distinto" para ponerlo acá.
No muy distinto, por supuesto, porque para bien o para mal ella ha permeado lo que soy durante unos 16 años, así que sería absurdo evadir su nombre o intentar hacerlo sólo para variar la temática... y ya que me doy cuenta, he caído en lo mismo, nombrarla más de una vez.
A decir verdad, vine a no dejar solo a noviembre, porque no es que no quiera a octubre, sino que la vida me enredó en otros asuntos que no me permitieron atenderlo durante sus treinta y un días.
Vine también a añadir unas fotos para recordarme siempre por qué estoy aquí.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Human Flesh

Feed a Child with just a Click!

Suena muy bonito. Para quienes no leen inglés o no lo entienden, significa: alimenta a un niño con sólo dar clic. Este es un grupo al que me han invitado innumerables veces en Facebook y al que me rehúso a unirme porque, al entrar allí, sólo siento indignación. Un niño del África, somalí -es que ya es tan extrema la hambruna en Somalia, que a los flacos nos dicen somalíes, inclusive a quienes padecen de anorexia, y un gentilicio, de repente, se volvió también un adjetivo... asumo, pues, que es un niño somalí el que representa al grupo, o su imagen. Ya en los huesos, con moscas alrededor, cabisbajo, triste, esquelético, quizá muerto, ha logrado que este sea uno de los grupos con más miembros dentro de este nuevo fenómeno de la comunicación. Muchos ni siquiera hablan el inglés, pero ahí están, porque sumarse a un grupo es muy fácil, más cuando una imagen tan desgarradora es la que los representa como esa comunidad que al dar un clic alimenta al niño.
¡Atroz! Es realmente deleznable y desde todo punto de vista lamentable que para atraer la atención de la gente imágenes de ese tipo tengan que ser utilizadas (si mal no estoy, esta de la que hablo tiene un premio).
También recuerdo cuando asesinaron a Sadam Hussein. Creo que ningún video fue más visto en YouTube, ni más enviado por correo electrónico, ni más capturado por otros medios impresos y televisivos para darnos el espectáculo de Año Nuevo, tal y como en tiempos de bárbaras naciones, convidándonos a ver cómo muere un hombre ahorcado, haciéndonos olvidar de la condición humana, echando mano de todos los defectos que como ser humano tuvo para así redimirnos de algo que no tiene redención, y es el espectáculo del linchamiento, el goce que se siente al oír gritar, bendecir, maldecir y dar el último suspiro. ¿Acaso se nos olvidó que la muerte tiene algo de sacro, de pulcro, de personal? ¿Por qué, de repente, en esta era moderna y técnica, nos dio por hacer de los asesinados en combate o en santa paz un trofeo de guerra, de hambruna, de miseria?
Yo, criada dentro de la fe católica, bautizada y con mi primera comunión encima, desde muy pequeña le tenía pánico entrar a las iglesias. Me daba pánico ver a Jesús crucificado, sangrando por todo lo que de su cuerpo quedó, ver los clavos en sus manos, las espinas en su cabeza, sus pies martillados tantas veces por quienes quisieron revivir su pasión, matándolo en cada semblanza, en cada fresco, en cada estatua o altar. Al momento de recibir la comunión y enterarme de que me estaba tragando su cuerpo, me sentí tan caníbal como Hannibal Lecter, y no porque ahora demerite lo que el rito tiene de suyo, pero es que con el cuerpo de Cristo ya han hecho más que con el de cualquier prostituta, y, lo que es peor, con el cuerpo de un Cristo ya muerto, acrivillado, humillado, escupido, maltratado y con hiel.
Así mismo, y creo que eso les viene de lo mucho que aprendieron de Roma (el circo), para evitar el aborto, envían mensajes en cadena con videos que no sé de dónde y para qué los sacan de fetos perdiendo las extremidades, hasta que de ellos ya no queda más que un útero vacío, y a mí no sé ya qué cosa se me hace más repugnante y atroz, si ver esos videos completos, el aborto en sí o la crueldad y el dolo utilizado por los feligreses que están en contra de este para evitarlo.
Ahora, cuando retomo este escrito después de nueve meses, el niño moribundo del África tiene ya un grupo en español. Cinco son los amigos míos que se le han unido, y cinco las invitaciones que he recibido para pertenecer a este grupo que nos evade de toda responsabilidad, porque, ¿para qué habré de ser más compasiva si ya me uní a este grupo? Y quienes lo hacen, o lo hacen convencidos de que están ayudando, o llenos de lástima se vuelven miembros de él para no cargar con la culpa del hambre que azota a la niñez en el mundo.
Repito que es lamentable, y más que eso, lastimero, saber que la gente se motiva a participar en estas cosas mientras más crueles sean las imágenes y más estúpida la causa. Sé por experiencia que cuando uno se suma a esos grupos en Facebook lo hace más por demostrar a qué cosas se adhiere uno y a cuáles es adepto que para apoyar realmente, o, si es del caso, querer demostrarle a la sociedad cibernética que tal grupo es más numeroso que otro, porque por supuesto que el clic que yo dé en donde sea no alimentará jamás, y mucho menos nutrirá completamente a un pobre niño que lleva meses sin comer y ya con su pequeño organismo dañado por esto.
¿En eso se nos convirtió la compasión? ¿en dar un clic en un grupo que nada tiene que ver con esos otros que pretenden acallar las carencias alimentarias sólo para no sentirnos tan mal? ¿la solidaridad se volvió en ser alguien más, de un montón, para creer sabiendo que no es verdad que se le está ayudando a ese niño? Reitero: esto es de lástima. Crear un grupo dentro de esa red social, también lo sé porque lo he hecho, es lo más fácil que hay. Sólo basta con darle un nombre, rellenar unos cuantos cajones y listo, sube uno la foto y ya existe el dichoso grupo, o la causa, o lo que sea. Unirse es todavía más fácil, pues, en este caso, sí se está a un sólo clic de ello, ni siquiera de dos. ¿Y ya con eso alimentarán al niño? Qué ingenuos y qué crueles, qué morbosos y qué caníbales, qué imbéciles en resumidas cuentas.

domingo, 21 de septiembre de 2008

21 de septiembre






Cierto es que para sembrar un árbol hay que abonar el terreno. Ahora bien, si lo que se quiere es una cosecha, habría que determinar qué número de hectáreas, cuadras, o bien kilómetros cuadrados debo preparar con cautela para que mi cosecha tenga buenos frutos…ni qué decir de la utilidad de aquel material en proceso de descomposición o putrefacción.

Pues bueno, más o menos de eso intento hablar. No se ha equivocado usted de página, no. Esto no es un breve curso de agricultura, ni mucho menos. Lo que pasa es que cuando de casos y cosas mediáticas se trata, todo tipo de analogía, creo -o al menos de eso he podido darme cuenta a lo largo de estos casi diez años- puede llegar a ser válida.

Supongo que usted, como yo, tiene su televisor en su casa, y hace ya más de una década cuenta con un servicio de cable que le permite tener acceso a canales internacionales. ¡Qué bonito es todo esto de la globalización! Usted allá (quizá en el apartamento del lado, tal vez al otro lado del charco, allá en Europa) hoy puede enterarse, al mismo tiempo que yo, al mismo tiempo que miles de millones de personas de lo que posiblemente –y hago énfasis en lo de posiblemente- esté sucediendo en Irak, Kazajstán o a la vuelta de la esquina. Al otro día, en el periódico, quizá encuentre la noticia un poco más amplia, más sesgada…todo depende del diario al que esté inscrito o al que tenga acceso.

Aún no podría hablarle de este medio, el bendito Internet que nos vino a salvar de cuanto mal existe en el planeta, junto con las nuevas tecnologías y los sistemas sofisticados que todo pueden almacenarlo pero que aún nada pueden explicarlo, simple y sencillamente porque Gloria Trevi corrió con la suerte de que en el momento en el que se empezaba a abonar el terreno, no sólo con materia en estado de descomposición y putrefacción, sino también con cierto tipo de productos hidropónicos importados – porque es que el formato, quiero decir, la sustancia que bajo el pretexto de los tratados libre intercambio, digamos que bajo la vil excusa de la libertad de prensa, que es lo que nos interesa para el caso, fue el mismo que se utilizó para "cubrir" el triste y célebre caso del deceso de la Princesa Diana y encubrir o desdibujar otros acontecimientos de verdadero interés político, cultural y social a nivel internacional-. Otros tienden a compararlo con el caso del ex jugador de fútbol americano O J Simpson, mas creo que a partir del de la muerte de Lady Diana la nota roja empezó a ser una parte no sólo novedosa, sino tristemente esencial, dentro de las sociedades laicas y modernas actuales (al menos las que se dicen tales) y, por supuesto, dentro de las agendas noticiosas "serias".

América Latina no habría de quedarse atrás, ni más faltaba. Menos si se toma en cuenta que por estos lados la televisión, más que un fenómeno, marcó un acontecimiento. Y allá, en el extremo norte de la lengua española en el continente, por ese entonces, aún faltaba un país que necesitaba mostrarle al mundo que tenía una democracia, pues acababa, ni más ni menos, de firmar un tratado de libre comercio con los dos países que se ubican exactamente arriba de él desde el punto de vista geográfico. ¿Eso qué? El ALCA en este caso es lo que menos –eso creo y espero- importa.

¿Quiere que le diga qué andaba haciendo la Trevi en Brasil mientras el gobierno mexicano, de la manera más ridícula, teniendo en cuenta la peligrosidad de los criminales colombianos, brasileños y bolivianos que refugiaba y refugia le pidió ayuda a la Interpol para que aclarara –hasta ese entonces- por qué el hijo de un par de pelafustanes había sido deportado desde España por descuido de sus padres? A menudo se me cuestiona: "pero si era inocente, ¿para qué ese ente policivo habría de buscarla por mar y tierra?" La misma pregunta me hago yo. Hasta hace muy poco la justicia colombiana requería del testimonio de Rafael Noguera, ex director del DAS, sindicado de haber cooperado con grupos narcotraficantes de autodefensas. Al respecto dijo el señor que se encontraba en España y que no tenía un solo centavo para regresar a dar sus declaraciones al país. ¿Y la Interpol? ¿No se supone que el mundo entero está en una guerra o lucha contra el terrorismo?

Hasta ese momento, es decir, hasta mediados 1999, Gloria de los Ángeles Treviño sólo había sido sindicada por parte de los medios –de cuanto medio- de comunicación existía en su país, de pertenecer o liderar una secta satánica, propiciar encuentros amorosos entre Sergio Andrade con su entonces esposa Aline Hernández y de haberse quitado dos años de edad. Ah sí, y de haber dicho en una canción, al principio y muy rápido odagitsac, lametsicihol (son anagramas, así que favor leer al revés) y recedebosebedoseop.

Se había publicado un libro que prologó la conductora de un programa vespertino que, desde que Gloria no quiso firmar contrato de exclusividad con una televisora que recién estaba inaugurada, esa que desde su fundación juró no cometer los mismos errores de la vetusta competencia (de hecho lo cumplió, hizo cosas peores), desde 1997 hasta hoy, 5 de febrero de 2007, todos los días a las seis de la tarde, se ha dedicado de manera mediática y alevosa de enlodar su nombre sin ningún tipo de pruebas. A ese libro, entonces, se le sumaban los programas vespertinos de una hora ya mencionados; el terreno estaba arado, sólo era cuestión de envenenarlo…digo, de abonarlo.

Allá mataron a un conductor de televisión que, de casualidad, acababa de firmar contrato con ellos. "Ay, pero no, esto en nada se parece a lo de la Princesa de Gales, necesitamos algo más espetacular, lo del Chupacabras no nos funcionó, ¿qué le hacemos, comadre? Al Sol va a estar difícil incriminarlo, del Divo de Juárez no hay mucho por decir, lo de las muertas de esa ciudá no es muy conveniente mencionarlo, y en realidá no es cosa que pueda indignarla usté, la que está en el lavadero y le puede dar rienda suelta a su imaginación aumentándole de su propia cosecha al asunto mientras friega la ropa con rabia porque se acordó de lo que le hizo el marido anoche, como a usté, señora de la alta sociedá que tiene hijas y bien puede expiar tanto sus errores como los de ellas con lo que le vamos a decir.

Yo sí sé de un tema, disculpe la hipocresía, porque trabajé con la competencia por mucho tiempo y además estuve en la intimidá con quien maneja artísticamente a la que fuera un fenómeno social y nos hizo un desplante porque no quiso lavar dinero en Las Islas Caimán a cambio de una suicida etsclusividá, orden del Patroncito, quien, entre otras cosas, tiene primitos en la cárcel que son hermanos de ex presidentes… y si bien doña Trevi, mi ex muñequita, no tiene rabo de paja o cola que le pisen, Sergio Andrade "se las gasta", ¡Ja! Y de qué modo. A mí me consta, me ha constado por años, las cosas que mi amante menguante nos hace a las mujeres, tan deliciosas como fatales, por el despecho que me queda de ya no tenerlo en mi cama y aprovechando las órdenes del patrón, lo que vamos a hacer de Gloria Trevi no tendrá nunca jamás parangón".

A partir de esa decisión funesta y mefistofélica de cambiar audiencia nunca antes obtenida para poner en riesgo la credibilidad, sin mencionar la honra, el buen nombre, la imagen y la carrera de una persona, en ese mismo canal (sume seis, que es la hora en que lo transmiten, más siete, que son los días de la semana, y obtendrá como resultado la frecuencia) la Chimoltrufia, o muchas versiones de ella (cuatro exactamente) empezaron a aparecer cada día. "Usté bien sabe que como digo una cosa, digo otra". Lo que pasa es que no fue suficiente, lo de los "testimonios" estaba dando muy buen resultado, pero se podía más, se podía incluso ir más allá de la tempestad creada, crear ¡eso es! Un huracán con todo y ojo. Un programa que se trasmitiría los domingos con todas las pretensiones del reportaje más serio, de tal manera que Gay Talase, Truman Capote, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis y Oriana Falacci decidieran, al fin, arrodillarse ante semejantes maestros y quemaran sus obras para aprender, desde cero, cómo se deja a un lado una investigación exhaustiva para demostrar que hubo infanticidio en Brasil, simplemente porque una cámara de televisión grabó a la presentadora del programa a la orilla de un río en las afueras del Distrito Federal mientras narraba a través de un micrófono con la insignia multicolor, "en vivo y en directo", cómo aventaron una maleta que adentro tenía un cadáver. Música de fondo entre melancólica y tétrica, imágenes de una bebé preciosa, lágrimas provocadas por la polución de la ciudad.

La otra, la ofendida, la que interpuso la demanda, oriunda de la ciudad a la que Gloria fuera extraditada el 22 de diciembre de 2002 en un avión privado y con todos sus derechos como ciudadana mexicana y ser humano vulnerados, de un día para otro (bueno, de diciembre a mayo) de repente se declaró loca, convocó a una rueda de prensa de carácter urgente en la que micrófonos rojos y verdes con la misma insignia multicolor primaban ante los de las demás cadenas televisivas y radiales. Primero, la ilustre muchacha declaró para todos los canales del mundo: Son unas finísimas personas –refiriéndose a Gloria Trevi y Sergio Andrade-. Yo no estaba secuestrada, estaba trabajando y estudiando, aprendiendo con ellos (le faltó decir que vivía como reina a costillas de la finísima Gloria). No se me olvida; era 17 de diciembre de 1999 y llegó a la Ciudad de México acompañada por Marlene Calderón, quien de inmediato fuera apresada y puesta en mano de las autoridades del Estado norteño que viera nacer a ese prodigio del piano, a esa señorita pulcra, impoluta y virginal. Su pelo era de color natural, si acaso tenía algunas iluminaciones. Para mayo apareció rubia, "radiante", "preciosa" y traumatizada, muy traumatizada, con una Biblia en la mano declarando que en ese libro decía que la verdad la haría libre y que por eso iba a revelar que, a pesar de tener permiso notarial firmado por sus padres para recibir una cantidad mensual de dos mil dólares y estar al lado de Sergio Andrade para aprender piano, viajar por el mundo entero a expensas de lo que Gloria ganaba, etc., efectivamente había sido violada, ultrajada, secuestrada, corrompida y abusada por ellos dos y María Raquenel Portillo. Yo sí la noté muy corrompida y también se le notaba que le habían lavado el cerebro, como ella misma lo dijo. Aparte de tener su cara cargada de maquillaje, se notaba que le habían hecho un peeling y un estilista le "mejoró" el pelo. Su tono de voz había cambiado, así como sus expresiones. Las declaraciones, más salidas de un libreto que del alma pura y ultrajada, durante el día las transmitieron unas seis o siete veces, anunciándolo como noticia de última hora, recalcando la importancia de las palabras de la ahora adulta, la otrora infante (acababa de cumplir sus dieciocho años) para la agenda política, económica, legislativa y constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. En la tarde, por supuesto, aparecieron en ese maravilloso programa vespertino, con declaraciones de la niña EN EXCLUSIVA, en vivo para toda América, "quien está con nosotros vía telefónica y con nuestra corresponsal en…" en donde dio las declaraciones. Declaraciones que, por demás, no han dejado de transmitir después de siete años.

De repente, por esos mismos días, una de las "coristas", la principal accionista de la compañía Conexiones Americanas, empresa que contrataba a las personas que trabajaban para Gloria y en la cual estaba invertido todo el capital ganado en conciertos, programas, palenques, discos, revistas y demás fortuna amasada por la Trevi durante años, también decidió declararse loca. Lo de aclarar que estaba loca no era necesario, pues sabiendo cómo era ese infierno dantesco que describió para que la sacaran de la cárcel por arte de magia, convenció a su papá, un psicólogo de Puebla, para que dejara ir a sus otras dos hermanas a vivir y viajar por toda América y Europa con esos demonios atroces. Aun sabiendo cómo eran las cosas con Andrade, calló y permitió que ellas tuvieran su cosa con él. Que no quedó en cosa porque de hecho cada una tuvo premio de bonificación: Milton, hijo de la una, Valentina, hija de la otra, Andrade padre de ambos.

Curioso fue también que coincidieran esos ataques de locura con el lanzamiento del libro de la ofendida pianista -más ultrajada que consagrada según lo escrito y descrito en ese Best Seller, obra magna de la literatura universal, publicado por la misma casa editorial que editó el que escribió Rubén Aviña… perdón, Aline Hernández.

Televisa, por su parte y por supuesto, tampoco podía quedarse atrás. El nombre Gloria conjugado con Trevi daba más niveles de audiencia que cualquier otro programa o noticia. Ellos fueron un poco más corteses, por llamarlo de algún modo. No le pusieron ojo a huracanes ni oídos a tempestades sino que tomaron el nombre de una de las canciones más exitosas de Gloria, El recuento de los daños, para sacar una serie mucho más rica en imágenes, pero igual de sucia en contenido temático a la otra. En esa, además, muchos prestigiosos presentadores y artistas de repente se acordaron que tenían memoria y empezaron a narrar sus vivencias con el llamado Clan. Por ejemplo, uno decía: ay, yo me acuerdo que Gloria olía mal. Otro salía con una cosa todavía más aportante para esclarecer el asunto de la corrupción de menores y la violación equiparada: "Gloria, antes de subirse al escenario, era callada". Otro, para confirmar aquello del secuestro, juraba por su madrecita santa que Sergio Andrade era un excelente músico, un gran productor, muy exigente, pero muy mujeriego. De verdad que me quedó más que clara la participación de Gloria en el asunto de las violaciones cuando un conductor de Telehit dijo que Ella siempre le había caído mal.

¿Cree que estoy bromeando? Cuando yo me ponía a defender a Gloria, me decían: ¿es que acaso no ves la tele? Yo sí la veía, la sigo viendo. También leo los diarios de todo el orbe. Y al respecto, lo que sí puedo decir es que en toda la historia de la televisión en América Latina con su efecto totémico, nunca se han gastado tantas horas, días, meses y años al aire como en tema. En cuanto a los medios impresos y escritos, sobre una figura pública aún viva, no he visto que se escriban tantos libros, columnas de opinión (y no sólo de la sección de entretenimiento y farándula), editoriales, titulares, primeras páginas y secciones fotográficas con respecto al escándalo que envolvió a Gloria.

El 21 de septiembre de 2004, Televisa le dedicó ocho horas al cubrimiento de la liberación de Gloria. Ocho horas en su canal más importante, El Canal de las Estrellas. Durante esa semana y los meses que siguieron no se habló de otra cosa en cadenas como Telemundo, Univisión, la que le compite a Televisa. Periodistas de todas las categorías tuvieron la exclusiva, a excepción de aquellos que trabajan para la que inició con el vil negocito de mancillar su nombre.

No obstante, el 8 de marzo de 2007 el Estado de Chihuahua confirmó la sentencia absolutoria para Gloria de los Ángeles Treviño Ruiz y de ello me enteré porque soy su fiel seguidora y estoy inscrita a un programa que se llama Alertas Google, en el cual me envían todo tipo de noticias que contengan su nombre. ¿Y sabe cuántas notas me llegaron? Diez.


Nota aclaratoria: Esto se publicó exactamente hace un año en una página de Gloria Trevi. Por cosas de la vida en las que quizá ahondaré en otro momento, la amistad que me unía a la persona que me pidió escribir esto se deshizo, por capricho mío se quitó de ahí y cuando quise rectificar fue demasiado tarde. Por tanto, siendo algo de mi creación, se me hace justo publicarlo en mi blog, conmemorando este día tan especial para todos los fans de Gloria y empezando una nueva etapa. Por demás está decir que muchos nombres se omitieron, pero espero que por la descripción, quienes me leen, sepan a quiénes me refiero.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Vuelvo y Cuento

Nueve
Diez
Once
Doce

Cuente usted también, le hará bien (no es redundancia, es una cacofonía que necesitaba emplear) no sólo con que yo siga contando números y cuentos, sino también números para que se calme y se relaje, que no todo es tan en serio ni nada es más serio que tomarse esta vida sin el pecho y hacerlo todo con serenidad, dignamente, pacíficamente.
Un fenómeno de esta ciudad que me llama a mí la atención y la tensión, es que no es tan rara. De hecho es la realidad pura; por tanto, dirían los estoicos, es la perfección, hay que dejar que las cosas fluyan porque Dios no hace las cosas porque sí, aunque, en lo personal, no me parece justo adjudicarle todos los males ni a Dios, ni a lo etéreo, ni al destino o a los hados. La ciudad, entonces, es tan normal que no es rara, esto es, nada fuera de lo que sucede comúnmente ha dejado de suceder allí, pero, ya aclarado esto y sin terminarlo, me parece pertinente hablar de mis tensiones y llamadas de atenciones, como ese acontecimiento al que llamamos modernidad y que está tan pegado y apegado a su hijo, el liberalismo, padre de la Cabeza Rodante, un restaurante francés ya muy respetado desde 1789 y cuyo plato más famoso es La Guillotina acompañada con Ley y Democracia.
He aquí, pues, el comienzo de la historia (también de La Historia Occidental) de Moderna:


Prefacio

Dicen que cada persona es hija de su tiempo. O al menos eso se dice de los filósofos. El caso es que Justina no; Justina, como la prensa, como los modelos económicos neoclásicos y las democracias actuales, es una verdadera hija de puta, una bastarda legítima concebida por el liberalismo y la modernización.
Tan hija de puta era Justina, que dejó de ser Justina; la muchacha soñadora e idealista que jugaba a los piratas con su abuelo y diseñaba el vestuario de sus muñecas con su abuela, se esfumó, quedó atrás –decía- en cuanto pisó por vez primera el aula de una Universidad ultramoderna en Tokio y consiguió el título de economista. “Ya no soy Justina”, dijo. “Justina es el nombre con el que me bautizaron según las tradiciones, Justina quisieron llamarme mis abuelos para hacerle honor a un personaje de Juan Rulfo. ¡Por favor! ¿Cuál es esa insistencia, esa cosa en la que persisten los viejos de andar evocando lo antiguo, lo viejo…lo que ya no se usa? Yo soy moderna, y Moderna he de llamarme”. Así de idiota era la pobre. Y eso que para ese entonces ni siquiera tenía los títulos de doctora en estadística, administración de empresas (países) internacionales, tanteadora de realidades y diseñadora de ficciones. A mí se me perdonará que no pueda enumerar aquí la infinidad de diplomas que obtuvo en las más prestigiosas universidades del mundo, pero es que, a pesar de que Moderna diga que ya existen aparatos que pueden contarlos, yo, como su abuelo, creo que el conocimiento no puede ser ni cuantificable, ni calificable. Puedo decir, sí, que con los muchos cartones que le dieron podía construirse una casa; pequeña, pero al fin y al cabo una casa, o al menos una habitación un poco más grande que los tugurios de los barrios marginales de la ciudad donde creció.
Moderna, como casi todas las personas honorables de estos tiempos, era una profesional de tugurio…la cabrona todavía es así. Lo que pasa es que a Moderna, en su afán de ser moderna, se le olvidaron todas las conjugaciones que tiene el español para el pasado, así como muchas de las palabras bonitas que tiene este idioma; Moderna, por ejemplo, entra a un restaurante y pide syrup, no almíbar –“Es que esa palabra viene del árabe y los árabes aún viven en el oscurantismo”, piensa ella. Yo, romántica que soy, la describo en pasado para engañarme por un instante y creer que este personaje sólo es eso: cosa del pasado y no un anhelo de lo que será el mañana. Mas no es esto una añoranza (Moderna detesta añorar porque detiene, retrasa, impide una cosa que ella denomina Progreso, si bien para vender más y aunque no se dé cuenta, diseña cámaras fotográficas digitales que pueden simular tiempos pasados y logran capturar imágenes en blanco y negro o en sepia, quizá pidiendo perdón, tal vez ofreciendo disculpas por las molestias causadas, tal y como lo hacen las construcciones modernas. ¿Acaso no las han visto diciéndole al peatón, al chofer, a los vecinos y hasta a los perros que las disculpen? El ruido de los taladros, los cinceles, los martillos, los sopletes y serruchos son sin duda una cosa de malísima educación. Las balas, el reggaetón y las bombas no, que esas no provienen de obreros que fabrican hogares, sino de administradores de países y diseñadores de ficción como Moderna, que creen que para alcanzar la modernidad y demás ideales que ello implica, pueden morir cuantos seres humanos sean necesarios y, por qué no, ensordecer y enloquecer otros tantos… La Santa Inquisición ya pagó por esas culpas y es la excusa para que Moderna y sus secuaces puedan seguir modernizando y secularizando –catequizando y evangelizando, no es muy distinto- a punta de camaritas digitales que simulan lo que ya fue, como una forma de pedir perdón por las molestias causadas ), es, por decirlo de algún modo, una forma de aniquilar con tinta y papel lo que escrito con piedra está…pero bueno, como dice una amiga mía “La roca erosiona y hasta el mar se seca; el roble se quiebra cuando el rayo truena”.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Cuento

Uno, dos, tres y cuatro...
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Era una ciudad rara. El carnicero fungía como fiscal y forense, mas nadie se extrañaba, pues ni fiscales ni forenses había desde que se percataron sobre lo nutritiva y barata que resultaba la carne humana, alimentada del todo y de la nada, asesinada en mataderos que eran la ciudad misma, el mundo entero, casi de manera industrial pero, vaya uno a saber por qué, las autoridades a esto preferían llamarle al asunto "asesinato", "crimen", y a las calles, avenidas, aceras, praderas y demás, las denominaban "escenas de", como si se tratase de una obra de teatro.
A pesar de que nadie estaba loco por ello, había, sin embargo, manicomios especializados para todas las categorías en las que puede encerrarse a un ser humano, y no, no en espacios, en categorías taxonómicas, como por ejemplo: "tú eres negro, yo soy blanco", "tú marica, yo soy macho", yendo hasta el extremo de compararlos con atributos que tienen los objetos, ya cansados del antropocentrismo o quizá muy apegados a la tecnofilia: los bipolares, como las pilas, estaban todos en los manicomios, mas las pilas no, ni el planeta mismo, que también tiene dos polos, como tantas otras cosas. A lo que estoy escribiendo, eso sí, le llama locura un amigo mío (es que aún no se topa con don José, el Saramago).
Me disculpo, señor lector, si encuentra usted exceso de comas. Al menos hay de eso en abundancia, y no de comes como verbo conjugado en el presente no sé cuál, al fin que yo de hambre no habré de quejarme, ni siquiera de la mundial, porque, como iba diciendo, el carnicero se ocupó no solamente de brindarle a la comunidad sus servicios como el sujeto que rebanaba la carne de las reces, cerdos, pescados y aves, sino que también tuvo a bien la buena idea de reciclar, por qué no, la carne humana, misma que se habrían de comer especies inferiores según escalas darvinistas malinterpretadas y que, en todo caso, alimentaban con el mismo karma de la vaca cuya leche fue extraída después de haberle despojado de su ternero.
Yo no sé por qué siempre pasa tanto en cuentos como en la vida real, que el villano, el pendejo, el viejo o el bruto dicen las más grandes verdades conocidas por los hombres, aun si han pasado cinco millones de años o un minuto entero, pero el muchacho al cual le diagnosticaron un retraso mental, conocido por la comunidad global como el Retrasado Mental, habitante de un país llamado Colombia, fue quien dijo, sin intenciones segundas o sarcasmos que "yo no sé a mí por qué me llaman retrasado si jamás he votado por Uribe".

Cinco, seis, siete, ocho...


Hace tanto no hago cuentos que prefiero contar y esperar a ver qué surge de todo este enredo. Lo que quise decir con respecto al canibalismo, creo, se refería a la filosofía que manejan los vegetarianos, aquellos que tienen conciencia planetaria y cósmica, los de cuerpo astral y carta también astral; digo, si matar vacas y comérselas o consumir sus productos es pecado, ¿por qué va a serlo el comer carne de la propia especie? Se recicla toda producción humana, así que aquello de reciclar cadáveres de personas masacradas no tiene nada de malo, ni nada es malo tampoco, pero en cuestiones morales, ¿cómo va a ser malo tragarse al que ya ni siquiera hubo que cortarle nada, pues la motosierra le cortó hasta los pelos? Y una bala, por decir un ejemplo misericorde, es preferible a un campo de concentración en el cual se pueden exterminar a miles de millones -o "sólo" a seis millones a un mismo tiempo. Y aclaro que no estoy argumentando nada, ni siquiera justificando, ni más faltaba, que esto es un cuento y yo estoy guiada por la malta y la cebada fermentada, vegetales que ni siquiera les quito a las ratas o conejos o cucarachas o sepa qué otro tipo de tragones coma de estas cosas; los borrachos no somos como los niños, ni decimos la verdad, pero sí somos vegetarianos, pues ningún producto con porcentaje etílico está hecho de elemento distinto a yerbas y plantas.
¡Hombre!, el mal uso del lenguaje nos llevó a todo esto... o quizá el utilizarlo nada más, hasta una saciedad insaciable, hasta un infito finito, hasta que la misma muerte tenga que morirse y nos deje hastiados de nosotros mismos.
No sé tampoco qué fin o finalidad tenga este cuento, aunque no quiero llegar al nihilismo, pues, aunque no soy todera, sí considero que hay un todo... no, no es esto un juego del lenguaje, es un lenguaje jugado y conjugado para no aburrirme mucho, para sacar lo que venía redactando en la cabeza desde que llegué a la Universidad y no alcancé a llegar temprano a clase. En todo caso, no cuente con que este cuento siga, porque nadie podrá asegurar si yo vaya a seguir con esto de tomar cerveza cada que me encuentre con un viejo amigo. Aún si así lo fuera, nada garantiza que a mí se me dé la gana de continuar con esto, así que si la cosa queda inconclusa, ya veremos, algún día saldrá impreso, si es que aún, para ese entonces, todavía se publique en papel

martes, 9 de septiembre de 2008

Sobre lo que sucedió el domingo...

Ja, yo no tengo ya cabida en el mundo de la Trevi, pero la Trevi sí tiene cabida en el mundo mío, así que hago una réplica exacta y le doy copy-paste a lo que escribí hace unos instantes en mi Facebook, porque vamos, no puedo admitir a todo el mundo allí pero soy tan mamona que sí quiero que todo el mundo me lea por aquí:


La Cadena Televisa, el emporio mexicano con más tradición y vigencia de todos los tiempos (sí, inclusive más que el PRI porque al menos Televisa tiene todavía poder, y mucho) empezó hace dos domingos un nuevo Reality Show en la categoría de caridad y convocatoria de lástima ciudadana, Sangre de mi sangre, en el cual participan familias mexicanas con desgracias tan dignas que sólo pueden ser exhibidas en televisión nacional, horario triple A, los domingos en la noche, ni más ni menos en el espacio que llegaran a tener programas de la categoría de "Siempre en Domingo", ni más ni menos, pues ya se sabe que sus telenovelas, comparadas con el dramatismo y la miseria que se muestra en este nuevo programa de "realidad", ya no logran ni la misma audiencia, ni tampoco el interés que despertaban antaño.
Siempre fui seguidora de las telenovelas de Televisa, nunca he estado en contra de ellas ni me parecen tan ridículas como las quieren pintar. En los últimos años, sin embargo, salvo el éxito que tuvo y sigue teniendo el grupo RBD, el cual surge de la telenovela Rebelde, dirigida por el siempre exitoso Pedro Demián, la empresa de los Azcárraga ha demostrado no ser capaz de tener público cautivo con creatividad, calidad, buenos actores, irrecuperables productores (Ernesto Alonso, por ejemplo) y artistas comprometidos realmente con sus carreras, no con su popularidad.
Así, incluida la telenovela Rebelde, durante los últimos siete años, se vieron en la muy penosa necesidad de empezar a copiar telenovelas de otros países, programas con formatos idénticos a los norteamericanos y europeos, con el toque mexicano distintivo pero no distinto de la basura creada en otras lenguas y lugares del mundo.
Del poder que tiene no voy a renegar, como tampoco de los programitas de chismes, ni de los "talk shows" puestos en manos de Laura León para superar con creces el reconocidísimo y muy jocoso de Laura Bozo, en Perú, pues a mí siempre me causan gracia y de lo que disfruto pocas veces reniego. Además, si Televisa tiene poder, tanto como para poner presidentes de la nación y destruir carreras o construirlas, ese ya dejó de ser un problema mío que en todo caso nunca pretendí resolver.
En cierto modo me merecen un dejo de respeto, aun con sus programas matutinos, vespertinos, nocturnos, diurnos y de todas las horas ya insufribles que contiene un día.
Lo que a mí realmente me parece caótico y digno de repudio es el programa del que hablé en un principio. Yo sí entiendo por qué la gente (tanto espectadores como concursantes y artistas de intenciones filantrópicas) se presta para ser partícipe de la miseria; también entiendo que el ocio está consagrado dentro de casi todas las cartas políticas de nuestros estados modernistas y a la vez papistas, pero me es inconcebible que aún se hable de los espectáculos romanos con tanta indignación, asco y asombro, de las cacerías de brujas en la Edad Media, inclusive del maltrato hacia los animales en las corridas de toros, cuando toda la sociedad en pleno cree que por comprometerse a ser benefactora de ella viendo programas de ese carácter y, lo que es peor, participando con sus mensajes y sus llamadas para defender causas o sueños tan dignos como los propios, pues tragedias hay en todos los hogares y familias, tal vez no tan dramatizados como los de Sangre de mi sangre, pero, al fin y al cabo, más propios y menos vulgares.
He visto, tanto en el Facebook como en el Metroflog y foros de la única artista que participa en el programa y me ha merecido en la vida admiración, propuestas de comprar tarjetas de celular que alcanzan un monto de 50 dólares para salvar, más que el sueño de la familia Arredondo, la dignidad tantas veces vapuleada de Gloria Trevi. Que envíes la palabra Gloria a tal número para que la D'Alessio se trague sus palabras, que compra tarjetas de 500 pesos para que te den el doble y puedas enviar mensajes toda la semana, que deja de comprarle la leche a tus hijos para que la Lupita ya se calle su pinche hocico, y claro, yo que fui fan y conozco la visceralidad con la que actuamos, no dudo que muchos dejen de hacer y comer por salvar a Gloria.
Pero de eso tampoco me estoy quejando, o puede que sí, porque la idea del programa es tan noble como perversa, y a un fan muy poquito le importa la precariedad económica propia y de los involucrados en el show con tal de salvarle la dignidad a su artista, y son poquísimos los ciudadanos con conciencia y razón como para sopesar la situación que se presentó esta semana y actuar de manera adecuada, que, siendo tan conscientes y racionales, entre otras cosas, no gastarían un sólo centavo para sacar de la miseria a personas que se prestaron a ser más miserables mostrando sus heridas o lamentables situaciones ante el público latinoamericano y darle audiencia a una empresa que ayuda mucho a que su problema sea más y más complicado. Por supuesto que no me refiero a la herida de Amadita, esa que mostraron el domingo, ni tampoco a su problema dermatológico. Me refiero a la comercialización de sus angustias y a la prostitución de sus anhelos, porque es que a mí no me cabe en la cabeza cómo demonios puede llegar un sujeto a perder todo tipo de pudor y de decencia y llegar al punto de exponer cada ocho días su desgracia de manera pública, dejándola a la suerte y al parecer de miles o millones de personas que los ven para no perder el tiempo de sus domingos y gastárselo en algo distinto a mirarse el ombligo.
No conformes con todo ello, entregan estas causas a artistas de renombre, muchos de ellos necesitados de ser nombrados porque últimamente no figuran, cuando no es que sin necesitarlo van y abanderan una de tantas creyendo que tienen la misma vitalidad de hace unos quince o veinte años, atendiendo con toda mediocridad las personales, atentando en contra de sus voces y actuaciones en sus carreras para que igual cometan los mismos errores cada domingo y defrauden con creces a desgraciados y admiradores.
Eso por un lado, porque todavía me falta el de los jueces y vuelvo a lo mismo: ¿cómo es posible que después de someterse a la presión de presentarse con sus problemas a bailar y cantar junto a un artista famoso cada semana, pongan en manos de ególatras amargados la salvación de sus penas y desdichas? Y he aquí la gran tragedia, pues ni los jueces cumplen con las características y aptitudes necesarias para serlo, ni los concursantes con la capacidad suficiente para estar a la "altura" de sus criterios, y fue entonces cuando una señora conocida como Lupita D'Alessio, cantante, juez y parte, pues su hijo apadrina una de las penurias que a mi juicio es quizá la más merecedora de la caridad comunitaria del televidente, se fue lanza en ristre en contra del "performance" que hiciera Gloria Trevi. ¿Por qué no cantas nunca segundas voces?, la increpó. A mí no se te ocurra decirme que canto con gritos, yo sí canto e interpreto, y con esa actitud no vas a conseguir que cante alguna de tus canciones... No, no me respondas, tienes un 4". Ay, pero Gloria le contestó, con tan mala suerte que el peso de las palabras de Gloria, ya acostumbrada a ataques más feroces y preguntas más suspicaces, dejaron a la pobre Leona Dormida más histérica de lo que ya estaba después de ver una entrevista en la cual la Trevi, en tono de burla inocente, le contó a Adal Ramones, conductor del programa, que cómo era posible que en el episodio anterior la hubiese criticado por gritar en su interpretación, pues era "como un burro hablando de orejas". He ahí que la burra que habló de orejas, la Leona que desde el comienzo del programa dio innumerables muestras de una menopausia que la está afectando psicológicamente, perjudicó más a las pobres queretanas ayudadas por su hijo, quienes, a mi juicio, son merecedoras absolutas de la caridad colectiva y la lástima comunitaria para ganarse no sé qué premio y convirtió el maldito programa en ver cómo los fans de Gloria Trevi, también muy acostumbrados a darse enteritos para que a ella no le pase jamás lo que le pasó de nuevo, en una contienda de artistas o hijos de estos, en todo menos en lo que dice la misión y la visión con que fuera concebido el programa (sí, cómo no), y ahora todos vamos a estar atentos y dispuestos a desagraviar a Gloria, no nos mintamos, quien actuó pésimamente tanto en baile como en canto y se salvó al verse atacada por una señora amargada a la que acusan de nepotismo porque Ernesto es un hijo de su desquiciada madre.
¿Y los desgraciados? Pues no sé, Dios sabrá compensarlos cuando los meta al reino de los cielos por el hueco ese de la aguja.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Una rosa azul

En el lugar que voy a describir a continuación, puedo jurarlo, me pasé, al menos, la mitad del año pasado con sus días y sus noches. Amanecía revisándolo todo, cada rincón, escrutando inclusive aquellos que parecían no tener ninguna importancia para ver si dentro, con sumo cuidado, podía encontrar más de su esencia, más de su encanto, más de esa risa que lograba el llanto y más de ese llanto que me sacaba una sonrisa. De repente, sin darme cuenta, ya habían pasado tres días, luego semanas, al cabo de un tiempo inclusive hasta un mes durante el que a duras penas dormí, acaso comí, no volví a salir.
Era el foro de Gloria Trevi, el de su página oficial, por supuesto, pues antes, cuando salió de la cárcel, los encargados de los asuntos cibernéticos éramos los fans y los temas que fuesen competentes a la cantante o a la mujer todos eran tratados en los foros de Univisión. La red estuvo plagada durante años con páginas que apoyaron a Gloria. Páginas de amigos que ya no son fans, fans que ya no son mis amigos, páginas que ya no están salvo tres (que yo recuerde), páginas que en su momento nos sirvieron para saber no sólo que Gloria no estaba sola, sino también para poder enterarnos de que nosotros no estábamos solos en el creer que ella no lo estaba, para demostrar que éramos más de los cinco que ella se imaginaba, cosa de la que nos enteramos después, el día 26 de enero del año 2000, a 13 días de su encierro, cuando respondió una carta diciéndonos, incrédula, que no se chupaba el dedo y que estaba segura de ya no tener fans.
Entre los años 1999 y 2001 se logró compilar material "viejo" e inédito de incontable valor, tanto económico como sentimental. Los calendarios en su totalidad se escaneraron y fueron puestos al alcance de todos, al igual que letras de canciones que vendrían a ser éxitos para 2006 y 2007, inclusive para el presente año, pues aún Doña Pudor no se estrena y siempre se perfiló como gran sencillo, desde el año 98, cuando la cantó acapella no sé en qué programa de la televisión mexicana, en todo caso cuando aún era buena y merecía la pena ser vista. Las portadas de los discos, las de revistas que fueron célebres, afiches, escenas de películas, todo lo que hubiese hecho de Gloria Trevi lo que fue, eso estaba en la red, al alcance de fans y enemigos, sin marcas de agua, sin precio y sin mañas para evitar la piratería. Sí, la salvedad habrá de hacerse, la red no era la maraña de ahora, y muchos de los usuarios utilizábamos Internet telefónico, casi todos con conexiones de una lentitud a duras penas imaginable porque el ejercicio de recordarla causa tanto desespero como el de perder un archivo de miles de megas al final de la descarga.
Hace un instante pasé por su página, me fui directamente al foro y esto es lo que me advierte:



No puede
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Claro, dirán quienes dicen conocer la historia: pues tú te lo buscaste, cabrona. No, yo no me lo busqué, porque, en primer lugar, no es a la única que le está sucediendo esto; la obsesión de la señora Treviño Ruiz por un impecable control de lo que se diga o no de ella en sus terrenos con marca registrada es lo que ha puesto esas rejas electrificadas con alto voltaje, alejando a fans que en otras épocas llegamos por montones, atraídos como los ratones por aquel flautista de Hammelin, hablando sobre lo divino y lo humano, encargándonos al fin de cuentas de ser como y lo que fuimos siempre: admiradores de una artista de extremos, casi siempre criticada, identificados con ella por su irreverencia, por su desparpajo, por su manera de decir la verdad, porque en sus apenas 1,68 metros de altura lograba contener lo que miles de nosotros sentíamos, éramos y vivíamos día a día.
Supongo que ella, con la misma meticulosidad y minuciosidad, se dedicó a escudriñar en su foro como lo hacía yo para encontrarla sin atraparla, diciéndole a los otros cómo debían actuar y hablar, cómo dirigirse hacia Gloria, qué criticar, qué alabar, qué adular, qué y a quién maldecir. Usuarios bloqueados no había, porque era como Macondo, y el mundo oficial de Gloria Trevi Marca Registrada era una completa y absoluta novedad, tanto para ella como para nosotros y los intermediarios (webmasters, moderadores, diseñadores, manager, novio, etc.), total que todo estaba por descubrirse, todos estábamos por descubrirnos... o por cubrirnos, pues nos enteramos de que la mismísima Gloria Trevi nos visitaba en su página, nos leía, e inclusive citaban en otros portales fragmentos que se escribían en su foro (fragmentos míos, por cierto). Así, amistades que parecían no tener fin y ser para siempre, se convirtieron en nunca más, mientras que otras que en otros tiempos ni siquiera fueron soñadas, se consolidaron y solidificaron como si fuesen lazos de sangre lo que nos unía y no solamente la amistad.
La cuestión, al final, era la siguiente: ser muy hipócrita y astuto o ser muy sincero y voraz. Es decir, o se estaba en uno de esos extremos o no se era, así de simple. En cualquiera de los dos casos, de todos modos, se salía perdiendo algo, porque bien se sabe que para ser alguien en esta vida, al menos ante los dioses de nuestra era, algo hay que dar a cambio, muchas veces lo que se es en realidad, casi siempre perderlo todo a cambio de ese otro todo que no ofrece nada y es que el nombre de uno sea pronunciado, articulado por la boca, los dientes, la lengua, salido de las cuerdas vocales de quien creemos que nos acompaña sin su presencia, tal como los ángeles o el Espíritu Santo, y valdrá mil veces más el Tefa en sus labios que, por decir lo menos, la fraternidad que caracterizó a dos amigas o la lealtad inconfundible de un admirador de semejante talante que llegó a ser conocido por todos sus semejantes.
Gloria empezó a ser prescriptiva -es que la palabra tirana no sé si deba emplearse. Si usted me está leyendo y fue un simple espectador de su carrera, no me creerá que, de repente, sus mismos calendarios empezaron a ser mal vistos por ella y a nosotros se nos prohibía utilizarlos, bien fuera en sus foros o en páginas independientes, todo con la excusa de que hacía parte de su pasado y que ahora es madre de dos hijos pequeños a los que no les quiere dar un mal ejemplo. Está bien, es una decisión sensata, siempre y cuando la censora no fuera la misma que se desnudaba cuando yo, por mostrar un caso, tenía la misma edad que su hijo mayor cuando sacó su primer calendario, y entonces no sólo tenía que defenderse ante los medios y ante sus familiares, sino que nosotros nos las veíamos negras para poder tener acceso a ellos. Crecimos, los tenemos, no nos avergonzamos y por supuesto que no pretendemos quemarlos, pero, ¿qué va a ser de los niños de ella cuando crezcan?
En septiembre del año pasado lanzó al mercado su último disco, Una Rosa Blu. Recuerdo muy bien que semanas antes de su lanzamiento, con el sencillo de Psicofonía, declaraba ante la prensa y medios diversos de comunicación o de comunicación diversa que estaba dedicado a aquellas personas marginadas y discriminadas por la sociedad; que si Todos me miran había sido un himno para la comunidad gay, La rosa blu lo sería para quienes en algún momento sufrimos del escarnio público o padecimos la segregación: tuertos, ciegos, bizcos, calvos, gordos, flacos, borrachos, prostitutas, alcohólicos, mancos, cojos, reos, drogadictos, sidosos, leprosos, feos, retrasados mentales, enfermos de todos los tipos... supongo ahora que quiso abarcar a la humanidad entera y en esa pretensión totalizante terminó por excluirnos a todos; ha de ser que por eso la primera canción del disco es Psicofonía, la historia de un amor entre una loca y un fantasma, el cual, entre otras cosas, o no existe y está en la mente de la loca, o la loca se volvió loca porque el fantasma no existía. Bellísima esa canción, me encanta. Seguramente también la rosa es azul porque no existen rosas de tal color, y así sigue el cuento con calles amargas, cinco minutos que duran tres con veintiséis, tiempos inexistentes, favores que hacen seres hechos al vapor como la soledad y tiempos pasados inexistentes en cualquier lengua como el futuro pasado, videntes de lo evidente, profetas del pretérito pluscuanperfecto, beatas que se van al infierno y vírgenes mutiladas, mientras billetes caen del cielo en cotra de la tempestad y a favor de la furia del mar borinque y de merengue. Todo cuanto puede ser soñado está en el disco, nada que nos enaltezca y nos glorifique ante la Trevi, nuestra imperfecta y divina humanidad, no es concebible para una dama que se jactó de no querer serlo y por lo cual tantos aberrados ante sus ojos son quienes la admiran, ¡la vida es una ironía!, proclama junto a Olga Tañón, como descubriendo unos senos que ya la mitad del planeta le vio.
Aún así, siguió con la consigna, la canción es para los marginados, dice. Y dice también que ella sigue siendo la misma pero que evolucionó, como si la evolución fuera cosa de un lustro y se tratara del sapo aquel al que besa la princesa y se convierte en príncipe, salvo que esta vez, lamentablemente, la cosa es inversa. De pronto, como si la hubieran clonado, pues alega que el ADN es el mismo, una Gloria contraria a todo lo que sigue profesando empezó a develarse: no quiero que mis fans hagan fiestas y beban en ellas, al menos no en nombre mío, que ni se les ocurra poner ahí el "Trevi". Querida, la fuente de Da Vinci te precede, Trevi no es exclusivo de una señora que se llama Gloria. Tampoco le parece que se le den opiniones sobre sus videos, a no ser que las opiniones le parezcan a ella, como no le es concebible, después de haber vivido injustamente cinco años entre cárceles por todo el continente, que algunos consuman drogas o digan la verdad dentro de sus territorios, pues esto, queridos amigos, puede dañarle su imagen ante la opinión pública, háganme el favor, como si, aparte de ser sus clientes, ahora tengamos que ser nosotros quienes, con nuestros actos, nos responsabilicemos de ellos para que su imagen sea Inmaculada y según ella y su novio propendamos por un comportamiento cristianamente aceptable, siguiendo los preceptos del Opus Dei, llevando una vida tan monástica que debamos callar inclusive si es menester hablar.
Se sabe que tanto ella como su actual pareja, en encuentros o convivios, les recomiendan a fans que viven en la misma ciudad o que se topan en los aeropuertos ciertas cosas, así como se les dice qué se puede grabar, qué se puede mostrar, qué se debe tapar, a quién no se puede nombrar.
Pétalo a pétalo, como una rosa cualquiera, se ha ido marchitando la que fuera una rosa que debía durar, por su perfume poético, una eternidad. No sé por qué, de todos modos, quiero llegar a cortarme la vida con esas espinas... ¿será porque sólo cortan la vida de quien la ama más? Qué le hace que yo reniegue y me dé contra el suelo, si yo siempre juré adorarla, aun si, como ahora, su alma se tornara del color del Partido de Acción Nacional o el Conservador Colombiano.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Un tallo al final del estío

Ella misma lo cantó hace más de quince años, tomando prestada la canción que lleva su nombre y que interpretara su grupo musical favorito de la infancia, Parchís: "La verdad y la mentira se llaman Gloria". Sí hombre, yo sé que la lógica aristotélica y la ontología no admiten que un sujeto sea y no sea al mismo tiempo y en el mismo lugar, que el mismísimo Spinoza no concibe la contingencia, entre tantas otras verdades irrefutables que siempre lo serán, pero que, individualmente, se convierten en patrañas, mentiras tan evidentes como esa que dice que cuatro y cuatro son ocho cuando la vida misma se encarga de decirle a uno, sin ningún pudor, que eso nada más es cierto en ese lenguaje abstracto de las matemáticas, y se pasa uno una muerte entera creyendo que algún día vivirá para nunca y morirá para continuar respirando. No, no son fantasías, no son juegos del lenguaje, es realidad perpetua y tangible; lo que pasa es que la poesía y las letras son más sensibles al respecto, pues no tienen afán de demostrar nada que no sea belleza, belleza dentro de la cual hay horrores y aberraciones, por supuesto, pero siendo el fin último la beldad y no la verdad, en casi todos los casos terminan por ser una misma cosa... ¿era Wittgestein quien aseguraba que la Ética y la Estética son lo mismo? Y nada puede ser ético en tanto no sea verdadero (espero tener aún lectores para el momento de este paréntesis), así que por obra y gracia de lo que surge mientras escribo, asumiré que los mundos creados por Cortázar y Carroll son tan verdaderos y reales como los bellamente recreados por el señor Uribe y sus ministros. También sé perfectamente que verdad y mentira no son estados ontológicos para muchas personas, que es simplemente dialéctica, que mil cosas, a mí nada más déjenme escribir que ya tendrán lugar para regañarme
Prosigo.
Extraño a Gloria. Muchas de las personas que me conocen o entran a este blog se preguntan por qué está vinculado a páginas de La Trevi. Eso se preguntan tanto quienes son sus fans como quienes dejaron de serlo o siguen siendo mis amigos; y sí, he renegado de ella, y he mancillado su nombre públicamente (en su página, con su conocimiento), he renegado de mí y de quien fui nada más porque tuvo la culpa de ser perfecta un día o qué sé yo para que al otro me defraudara y dejara de ser como yo quería y creía que era o fuera o debía ser. Lo cierto es que la extraño y no es que extrañe al personaje encarnado por la misma persona de la que estoy hablando durante la década de los años noventa, ni tampoco una compañía transparente e invisible porque, en resumidas cuentas a quien extraño de repente y con vehemencia es a la Estefanía ciega que sabía admirar sin cuestionar. Sin embargo, esa Estefanía que se alejó de sí hace cuatro meses, se dio cuenta de que lo que tenía era miedo y no decepción.
Perdón, esto no es una apología ni es una disculpa y quiero que quede muy claro. No pienso retractarme por haberla llamado "pendeja" y luego reiterarlo hasta que un pobre periodistica campesino, mariconcito de clóset de esos que en los miércoles de ceniza se pintan una cruz en la frente como mandada a hacer por pintor de brocha gorda para luego decirle al que lo ofendió frente a todos "Dios te bendiga pero, ¿por qué no te has muerto?" se regodeó frente a su foro y sus fans diciendo que Tefa, la gran Tefa, andaba diciéndole pendeja y grandísima pendeja a quien decía admirar desde tantos años atrás... ay, si me darán a mí miedo las mariconas tapadas. A esas sí les corro porque tal cual le tapan a la familia con pañitos húmedos los culos más que taladrados y abiertos como boquetes, del mismo modo le tapan a uno la vieja neurótica que siempre quisieron ser, encerrada con plomo por siempre, plomo del que están hechos y saben romper pa' sacar el machete oxidado y volearlo creyendo que se trata de la espada de un samurái. Pobrecito, no se dio cuenta de que yo misma lo escribí en el mismo lugar, pero él bien sabe que escritor no va a llegar a ser ni parafraseándome va a ser escritor... reitero que no me puedo retractar de lo que dije porque es lo que pienso. Reitero que es tanto lo que me importan ella y sus hijos, que no me da miedo decir a viva voz lo que es más que evidente. Y reitero que si bien no debería importarme por los argumentos de que ya ella está grandecita y es "muy su vida", sí me importa porque ya estaba grandecita y era "muy su vida" la vez que la metieron a la cárcel y le dejaron la imagen por el suelo. Lo reitero, entre otras cosas, porque el sujeto aquel no se pasó dos años en un hospital mental tratando de sobrellevar el asunto de saberla en la cárcel, reiterando también que mi deseo entonces y ahora era que al salir no era verla feliz, sino saberla feliz...
De ese entonces, de los años de la persecución mediática, de los de encierro, de los de injusticia, me quedaron muchos traumas. ¿Acaso si a Gloria le pasara algo la gente que más me señaló y hasta me acusó de querer matarla, se irá a sentir tan bien y tan sonriente -Dios no lo quiera, cuando le pase algo? No, de seguro hasta van a negar que alguna vez conocieron el aeropuerto de Tampico, si es que no niegan que vivieron allá o ayudan a meterle más leña a un fuego que se conoció anteriormente y que ayudaron a avivar hasta primas que nada más por ser primas y sin conocer a Gloria personalmente juraron ser vejadas. Yo sé que algo así no volverá a suceder, ni quiero, porque hay gente que de repente quisiera que volvieran a suceder esas cosas para sobresalir ante la señora y decirle: yo estuve en medio de la tempestad.
Lo ideal entre figura pública y seguidor sería, estamos de acuerdo, que al seguidor nada más le interesara lo que a la figura le suceda en su vida pública. Pero resulta que para mí Gloria Trevi es quien canta e interpreta, últimamente de una manera que a mí no me gusta o no puedo disfrutar por el miedo que me ocasiona su novio, Armando Gómez, y no miedo a que actúe como Sergio Andrade, porque, qué más quisiera uno como fan, aunque fuera en la parte artística, que el tipo este actuara así. Ah, pero no. No, el otro parece que se comió el cuento del monstruo Andrade, lo recreó, lo está actuando pésimamente y hoy por hoy es la persona más repelente para todo su público, mismo que le da de tragar y lo tiene tan cachetoncito, panzón y viviendo como pachá, mismo al que trata como decían que Sergio trataba a Gloria y a las muchachas del llamado clan.
¿Paranoia? Ay, tal vez. Pero es que después de veinte años, cinco de ellos entre penales, viene la otra a decir: yo nunca mentí, siempre le dije a mi público en los conciertos y en las canciones lo que me estaba pasando. ¿Perdón? ¿y por qué si todo empezó en el 85 ó 89 vinimos a darnos cuenta en el 97, con todo y la espectacularización y las mentiras que le revolvieron al asunto?
Después de haber medio visto a Armando Gómez, después de saber que a los fans que se encuentra en los aeropuertos los trata como a pordioseros (y aunque lo fueran, son clientes, el cliente siempre tiene la razón), después de haber oído tantas veces tantas cosas que no cabe aquí mencionar, haré profilaxis y me curaré hasta donde pueda en salud, porque prefiero preocuparme desde antes aun sabiendo que Gloria ya está grandecita y que es muy su vida, a luego no soportar el hecho de un moretón en su cuerpo o en su alma ocasionado por ese señor.
Los otros, mientras, que sigan de estoicos viendo cómo pasan las cosas y sonriéndole al "señor". Yo sufro con lo que gozan esos babosos.

Por mientras, siento que me he descargado, que hice catarsis. Este tema puede ser borrado en cualquier instante, pues lo he escrito después de haber reprimido miles y miles de cosas durante meses.

Espero no tener la razón, y espero que por falta de adulación e indulgencias prestadas me caiga otro hacker... digo, rayo en la cabeza y le mande a todo su staff una carta vapuleándolos y diciéndoles que yo soy colombiana, por lo tanto guerrillera y que tengan cuidado conmigo.

jueves, 21 de agosto de 2008

Reciclando II

Por alguna razón encontré este escrito que versa sobre otro manuscrito mío sin terminar... ¿a manos de quién fue a parar? Sé que lo terminé, eso puedo jurarlo, inclusive sé que es del primer semestre de 2007, empezado a dibujarse en tinta roja más o menos a finales de abril y terminado a principios de junio. Tal vez este blog me obligue a conservar mis cosas o a recordar en qué pupila las puse por última vez; por ahora me resta tener la esperanza de que mi psiquiatra puede tenerlo en versión impresa, Arial 14 ó Garamond del mismo tamaño.
Aclaración: Lo que está escrito al final, en otra fuente, en un principio era rojo. Lo de "encima" o de "arriba" de ésto parece que tiene que ver con él. Gracias.


Ay Dios mío, cómo pierden encanto las cosas escritas en un papel cuando se incrustan en una hoja que simula serlo, metida dentro de una pantalla que no permite que la tinta se corra a medida que el escritor va llorando mientras recuerda, especialmente cuando recuerda lo que ya había plasmado en rojo descarnado, especialmente cuando lo transcribe y ve que la exactitud milimétrica de estos programas constriñen el alma y el pensamiento.
Pero bueno, lo que hoy entendemos (decimos que es) modernidad no sólo ha traído consigo estas facilidades tan poco románticas y sumamente pragmáticas. También, cómo no iba a hacerlo, trajo consigo lugares de encierro bautizados con toda clase de eufemismos, construidos y ubicados en lugares exclusivos. El área de la salud, por ejemplo, se ha prestado para esto de manera incondicional: leprocomios, manicomios y todo tipo de jaulas donde se encierran (lo que presupone de inmediato un rótulo para el sujeto que ingresa, no se sabe si por voluntad propia o a la fuerza, todo depende del caso, conste que me pasé una vida entera intentando que me creyeran que estaba loca y por desgracia lo logré) no tanto a personas que atenten en contra de las leyes establecidas por el Estado, pero sí cuando alguna “atenta” en contra de las leyes establecidas por la moral erigida en nuestra ya milenaria sociedad occidental y moderna, ultramoderna, posmoderna - que ,para el caso, la cosa viene a ser lo o la misma (no excluyamos al género correspondiente, esto no debe hacerse en un trabajo que versa sobre la exclusión, y muy bien sabemos cómo se las gastan las feministas con las y los artículos, así estos sólo sean de género masculino…), pues de las torturas y martirios de la Inquisición durante el Medioevo pasamos a los actos de buena fe que cambiaron las hogueras por guillotinas, los grilletes por camisas de fuerza, la Iglesia por la sumatoria de las voluntades (a esto también se le conoce como democracia); que ya las brujas no son brujas, que ya los poseídos por el demonio no gozan de tal privilegio sino que están locos y con la mejor suerte que podemos correr, tanto brujas como poseídos, es con el reciente apogeo de los electrochoques, mismos que estuvieron en desuso porque, en un momento de extraña lucidez, la psiquiatría descubrió que eran tan nocivos en determinado momento como lucrativos en el de ahora. Freír el cerebro con no sé qué tantas cantidades de voltaje, hoy es tan común en la medicina como aquello de inyectar plásticos que se adaptan al cuerpo humano y terminan por curar la fealdad o la vejez.
La gente “de a pie”, como les dicen no sé dónde, ignora por completo que aún encierran en los manicomios sin diagnóstico alguno (también les fríen el cerebro) a muchas personas. Yo, por ejemplo, siempre creí que eran cosas de la primera mitad del siglo pasado, acaso algo muy común en la época de Chejov, cuando escribió La sala número seis.
Llegando a este punto, recuerdo aquella novela corta y mi breve estadía en el “enfermatorio” de Santa María de los Ángeles, cerquitica al Club Campestre, en la casa que fuera de una familia de renombre en la ciudad, la región y el país. Obvio que me refiero a la familia y no a la casa, que también debe tener renombre, reputación y prestigio en esos tres ámbitos, desgraciadamente no por su belleza arquitectónica ya ultrajada “por el bien del paciente”, sino porque (más o menos desde el nacimiento del nuevo milenio) cada vez que alguien acude a un psiquiatra y se pone a llorar, terminan encerrándolo arguyendo que el recién entrado en desgracia sufre de depresión.
He aquí, pues, un episodio más de las fantásticas y terribles aventuras y desventuras de Estefanía Uribe:

La mano tiembla, no es para menos. Antes tuvo que buscar a Joan Manuel Serrat, ponerlo a sonar. El miedo y la tristeza, quién sabe por qué, cuando oyen música, se esconden…estando uno ya afuera, claro.
Adentro, allá…allá, por el contrario, la “Loca de la casa” hace de las suyas y, de todos los internos, es la única a la que no pueden encerrar en aquel cuartito de muy poquitos metros por otros tantos aún más pocos; no la amordazan, tampoco la “inmovilizan”. Creen los gendarmes y autoridades de aquellos lugares que la aplacan con eso que llaman medicamentos de nueva generación (Prozac, Remeron, Zolof), un poco de litio, otro tanto de ácido valproico y barbitúricos y benzodiazepinas en todas y cada una de sus presentaciones.
Como quien está escribiendo esto fue a parar allá por razones aún desconocidas, no tenía un diagnóstico en su historia clínica distinto al de “Pte con transplante hepático” (SIC) y, encima de esta, una cinta rotulada en tinta negra y caligrafía clara con la advertencia de “No inmovilizar”. Siendo así las cosas, a esta sólo le suministraban el Rivotril que toma desde la última temporada que pasó en aquel “pedacito de cielo” tan acogedor hace cinco años, paraíso terrenal donde recién habilitaron las piezas a manera de morgue con lámparas de neón y camas de enfermo, de tal forma que el paciente pueda darse cuenta de que efectivamente padece de algo o, al menos, que no debe sentirse cómodo, como en su hogar.