«Perdone por haberme demorado para escribirle, pero es que, mire usted, justo hoy, que se me acabó la pila del celular y el cargador se me quedó en la casa de un amigo, pude darme cuenta de que en el hotel hay computadores. Yo sí los prefiero para escribir.
La he pasado muy bien, en general. Lo que pasa es que Monterrey es un lugar particularmente difícil y el solo hecho de saberla a ella acá sí me ha generado conmociones emocionales que han venido manifestándose en el cuerpo. Como sea, yo insisto con esta ciudad, y he llegado a concluir que se debe más a un tiempo que hubiera querido que trascurriera acá y que, desde que empecé a ser fan de Gloria, anhelaba. Específicamente, me hubiera encantado pasar acá mi adolescencia.
No sé por qué me brotan lágrimas al escribirle esto.
Es que aquí vivo vidas enteras en cada parte que visito, y tal vez se deba a que yo en Medellín no hago otra cosa que malbaratar mi vida y hacer lo posible por demostrar que ese no es ni ha sido nunca el lugar que me corresponde en el mundo.
¿Recuerda cómo comía siempre que estaba por acá? Esta vez me paso días enteros sin hacerlo, pero ni siquiera por la tristeza o la depresión, sino porque... no sé, me siento llena.
¡Estoy totalmente oxidada para redactar! Eso me desespera. Encima, las gafas que me mandó el doctor no me sirven para un carajo y estoy llegando a pensar que la cosa no es de los ojos ni del cerebro, sino psicológico. Claro, porque sin ojos no escribo ni puedo mirar el armazón.
Intentaré escribirle mañana tempranito. El Chuy está muy enojado conmigo porque anoche busqué a Esa y sí, me la encontré y sí, aquí estuvo conmigo, pero ya se largó al D. F. y luego estará en Playa del Carmen y ya, ya, no siento culpa sino malestar porque él, con toda razón, está furioso y no ha querido verme en todo el día.
Ah, y quiso llevarme por allá pero sí le dije que no y no, y en esto sí estoy firme»
jueves, 5 de mayo de 2016
Monterrey
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