domingo, 22 de junio de 2008

Corduras del desvelo

¿Uso el tú, el vos o el usted? A ver, recuerdo que la cosa era de usted casi siempre, nunca de tú y a veces de vos.
¿Qué hace el tiempo? Idealizar. Me refiero al tiempo del subconsciente, tan distinto al de un reloj, tan apático a las horas y escéptico frente a los meses y los años. No es que el otro sea quimérico, ni soy quién para afirmarlo; simplemente es convencional, práctico, afanoso y más preciso.
Si me quedo divagando sobre el tiempo, voy a perder bastante, tanto del convencional que se dibuja en relojes y calendarios, como del subconsciente que te contiene en este presente que ya ha pasado, o en un pasado que se mantiene presente. Así están las cosas y le pido al Cielo me quite de la cabeza esa canción de Arjona que habla del verbo estar con la propiedad del lingüista, la seguridad del filósofo y la estupidez de un cantante que siempre quiso parecerse a Serrat... ay, ese tampoco importa.
En tanto vos me estás leyendo y tenés todos los sentidos puestos en esta pantalla, no existe otra realidad, ni nada es más tangible que unas letras incrustadas en pantallas refractarias, de plasma, de no sé qué tantos materiales. Puedo entonces crear aquí una realidad inclusive más real que el estar postrado en tu silla mirando el monitor y hacerte parar en un permanente estar a mi lado, sólo porque así lo quiero, nada más porque a mi imaginación se le antoja y en este universo literario lo único imposible es pretender escribir bien cuando realmente se escribe muy mal.
Lo tengo ahora claro, porque quería tener claridad al respecto. Te tengo miedo, un miedo infame y atroz, miedo a tus rechazos, a tus desaires, a esa inmadurez que siempre me ha parecido tan adorable. Te tengo pavor, te tengo pánico, pero sobre todo, mi cielo, te tengo todo el amor, el mismo que conociste y un poquito más, impecable e impoluto, devoto, sumiso y enfermizo. ¿Qué se hace? Yo no quiero olvido. Si te olvido no te puedo tener en mi presente a través de mis recuerdos, ni tampoco en la pesadilla que se convierte un despertar cuando he soñado contigo lo que quiero que sea, lo que ya fue, todo combinado, a veces retorcido y desquiciado, pero siempre viciado por este amor que derramó lágrimas desde el momento en que te vio.
Si me amas o me odias no me importa. Tú fuiste, eres y serás mío en tanto yo lo quiera, y siendo este mi querer más grande, no creo que dejes de serlo por el simple hecho de no haber una reciprocidad. Por ejemplo, los juguetes no aman, pero los niños aman a sus juguetes. La plata tampoco ama, pero todo el mundo ama a la plata... ¿ves?
Tan simples que son las cosas y uno que se complica con futilidades como la carnalidad o la presencia inmediata.
Ya me volvió a doler el cuello y todo por culpa tuya. Siempre me duele el cuello cuando estamos juntos desde que te fuiste...
Después me invento más silogismos para seguir estar(tando) juntos

sábado, 21 de junio de 2008

Es justo y necesario

En verdad lo es. Una Estefanía sin escribir, sin que la lean, es una Estefanía mutilada por sí misma, una Estefanía escondiendo su esencia, evitando ser parte de la sustancia, consumiendo su esencia, mancillando la existencia.
Realmente no sé cómo funcione esto de los blogs personales, quizá íntimos. No sé si deba promocionarlo o simplemente dejar que las cosas fluyan y que quien quiera detenerse a leerme así lo haga; sé que escribo bien, quizá mejor de lo que puede esperarse de alguien que no tiene técnicas y que cuya razón de hacerlo va más allá del encuentro de una estética literaria impecable, borgiana... además no tengo un género, simplemente me desparramo, me vierto en letras. Ya sabrá qué hacer aquel que se tope con mis espinas; por mi parte seguiré creándolas, pues está comprobado que más de uno se punza el alma o su egolatría cuando se atreve a explorarlas