lunes, 7 de septiembre de 2009

Del Internet y otros dominios

Aquí regresa, para todos, esta sección del blog. Espero que la sigan disfrutando porque se actualizará constantemente


La última vez que lo vi personalmente me metió la lengua en la boca. Sentí como si un pez, de esos que se crían en lagos de tierra fría, me hubiese violado por la vía oral. Frío, resbaloso, un tanto apestoso y bastante baboso, su pez -su lengua, se metió con la mía.
En esa visita relámpago a Monterrey, tan corta pero tan relevante, supe que el tipo no era del mío. Bajito, canoso, pésimamente vestido y casi albino. Feo no era, por supuesto, al menos no dentro de los cánones de belleza masculina que se maneja dentro de la comunidad gay austera de México. Digamos, pues, que es un "encantajotas", término que acaba de ocurrírseme para que luego no me vengan con alegatos y peroratas, porque si bien la belleza y el bien son relativos a nuestros tiempos, también es cierto que la manera de apreciarla de polo a polo, de sexo a sexo y de país a país es muy distinta; tanto, pero tanto, que allá el señor, combinando amarillo con bluyines una camisa verde, un saco azul, medias moradas y un bucito o suéter o lo que en México llaman sudadera y acá chompa rojo y gris, se les para en una esquina y les parece tan "papito" como a una colombiana (o colombiano) le parece el Gato Baptista o Miguel Bosé. Bien dicen que en tierra de ciegos el tuerto es rey y yo, con dos ojos, no le encontraba gracia alguna al sujeto este que, aunque mide más o menos un metro con setenta centímetros, aparenta cincuenta y dos, se para como si se hubiera orinado antes de llegar al baño, tocándose el marco de sus gafas o acomodándose su cachucha (sí hombre, cachucha) amarilla con letrero rojo de alguna empresa de pinturas. Al verlo cara a cara tuve el recuerdo más doloroso y cruel de mi infancia, al Monito Hermoso, ahora Cusca, cuyo verdadero nombre es Santiago Vázquez, un muchachito insoportable que nos hizo la estancia infantil en la Urbanización Villaverde tan miserable como lo es este pobre diablo al que estoy intentando describir detalladamente, pero no, faltaba más, faltaba que hablara para que el encanto que nunca hubo se rompiera por completo y yo pensara: "Dios mío, qué hombre tan fotogénico". Miré al suelo... mejor ni describo sus zapatos.
Ya saliendo de allá en el bus rumbo a Guadalajara, la sola idea de reencontrarme con él en León me provocaba lo que nunca le dije a nadie que sentí: regresar a Colombia. Ahora que lo pienso y que lo escribo, entiendo por qué eso de utilizar máscaras de luchadores mexicanos y ocultar su verdadero nombre. Por supuesto, a uno le manda fotos que lo favorecen hasta el punto de decir que "no está ni feo", pero, de regreso a Medellín, para darle ánimos a mi ego, sí me digo: "no está ni tan horrendo"... ajá. Tan feo que es eso de meterse mentiras a uno mismo, ¿cierto?
De Cusca (cusca es la colilla que se desprende del cigarrillo, gris y negra, la que se echa en el cenicero) ya no resiento nada y lo último que supe es que le ha ido muy bien en su carrera. No lo veo hace diez años, cuando él tenía 15 y yo 16, pero este lapso ha sido muchísimo menos pesado sin la presencia diminuta del gusano de pollo que se creía dueño de los columpios nada más porque su cabellera era rubia y siempre fue un infatuado. Sin embargo, la ley del karma es muy jodida y no perdona, la vida me lo regresó recargado y empeorado, más cruel y acomplejado, no creyéndose dueño de los columpios pero sí de Gloria Trevi y sus dominios, con todo y la comunidad gay que ella arrastra por Internet, que eso no viene siendo lo malo, ¡no!, lo malo es que ya tenga casi 31 años y se comporte como Santiago a los siete, teniendo en cuenta que, además, Santiago no andaba ocultando nada, ni se escondía o metía mentiras para que la gente le tuviera lástima y se apiadara de él; sus mentiras consistían en haber visto leones en el patio de su casa o hablar inglés desde que estaba en el vientre materno, fantasías por demás hermosas en un niño de esa edad al que le daban vitaminas y aceite de hígado de bacalao a ver si crecía aunque fuera unos centímetros... ¡hijueputa! A bacalao me supo la lengua de este otro cuando sin permiso me la metió en la boca.
Después de eso, tal vez porque mi Dios me quiere o es muy grande, no lo volví a ver. Afortunadamente se escondió en pretextos y mi compasión, durante ese viaje, quedó guardada hasta hoy.


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Nótese que lo anterior son meras percepciones y recuerdos que en ningún momento intentan tener una validez científica formal o pretensión de ser una verdad absoluta. También que, aunque está escrito en primera persona, no se puede determinar (todavía) si esto es realidad o ficción, autobiografía o forma de perder el tiempo. De todos modos, Tim Burton, precisamente con un pez gigante y grotesco, aproxima realidades con ficciones hasta el punto de dejar una interrogante exponencial y honesta: ¿hasta qué punto un recuerdo puede atenuarse o acentuarse al grado de provocar en quien lo vive las quimeras más absurdas, los suspiros y sonrisas, las hipérboles y exacerbar la fantasía?
Puedo decir que en mi caso, cuando recurrí a hipérboles y me valí de palabras, no fue después, como en este momento, sino antes y durante las actuaciones. Y es que ahora, por más que intento desvanecer aquel recuerdo del peor sabor de boca que he tenido en la vida -no amargo, ni agrio, con sabor a bacalao o a un pez que ya describí, por más que me alejo e intento no tenerlo en mi memoria, el señor con mente de mula recién parida (que no me extrañaría que supiera más de partos en especies equinas y maternidad de gallinas que de lo que dice que ejercita) y alma de zorra herida, me busca como un fantasma obsesionado, queriendo saber de mi vida, obra y milagros, inventando chismes e imitando voces, al fin y al caba siendo tan él, más feo en el fondo que en la forma, sí, pero dándole una forma muy fea con su fondo a una vivencia de ¿qué? ¿dos o tres días? en los que curiosamente no fue relevante, sólo cuando me fui y ahora que estoy tan lejos en el espacio y en el tiempo, intenta aproximarse, mas no sé si sea mi mente la que insiste en recrearlo o el tipejo de los lentes recetados con su andar de lagartija sea el que no soporte la idea de que como hombre no es el ideal y por eso, con sus mañas, intente buscarme.
Me ha encontrado.
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Cabe en este punto señalar dos cosas. La primera, que la advertencia que está en el encabezado de este blog es bastante clara y yo, por fortuna, no necesito decirle a la gente que venga a leerme. Si por ventura se toparon con él y de repente hay identidades o patrones que a muchos pueda cuadrarles con determinados personajes o consigo mismos, con sus realidades, esa es mi intención mas no mi culpa. Ahora bien, reitero, yo no estoy aseverando nada en lo absoluto sobre nadie, simplemente son percepciones, recuerdos, formas de reacomodar la vida, mas nunca recurriendo a la calumnia o la mentira porque a mí nadie me puede demostrar que la boca no me supo a bacalao o que, eso no lo he dicho, sus labios se sentían como un par de camarones congelados, cauchudos, de esos que llevan en el congelador ya mucho tiempo y de repente sacan para meterlos en agua y descongelarlos un poco. En ningún momento he utilizado nombres, ni propios ni ajenos, ni tampoco he recurrido a sobrenombres por los cuales alguien pueda ser identificado.
Lo segundo es que esto no se llama "Del Internet y otros dominios" para hablar de lo que puede producir en alguien un ósculo violento y descarado; por tanto, a mis lectores y a los aludidos pido estén pendientes de esta nota, pues apenas estoy comenzando.
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Menos mal que el sujeto de marras ya se dio por aludido, ¡qué bien! Y es que, si ayer puse lo anterior debido a los reclamos de sus amigos, fue porque me tacharon de hiriente, ofensiva, destructiva... eso de destructiva para un fanático de Gloria Trevi es una ofensa tan profunda como violar el noveno mandamiento de los cristianos porque la señora a menudo dice (más bien decía) que "yo prefiero construir que destruir". Yo no. Ser el bueno del asunto es muy aburrido y no tiene gracia, prefiero fungir de villana y caer en la maldad que tienden a atribuirme a estar dentro de su mundito maniqueo, bifurcado, sin otras tonalidades, de sólo dos variables, tan plano como los números naturales y un plano cartesiano sin las coordenadas que van abajo y a la izquierda.
Redundé mucho, sí, pero es para que todos entiendan, porque son tan idiotas que asumen que todos somos iguales -razón por la que yo asumiré que todos son como aquel anónimo que creyó que al escribir algo aquí se publicaría automáticamente un mensaje con la dirección de una foto que publicó el señorito (otra vez de marras) en su Metroflog, y que, por supuesto, yo no voy a publicar en mi blog y mucho menos en este escrito, que aquí la que manda soy yo y libertad de expresión encontraban más en la Unión Soviética para irse en contra de Stalin que acá para venir a increparme. Así pues, querido anónimo, no se podrá dar eso de "miren cómo violaba a la puta, si luego, luego (ya sabemos que es mexicano) se ve lo contentita que estaba". Yo hablé de una incursión en mi boca que no me esperaba en particular, en un momento preciso, en un instante que describí al detalle. Lo intempestivo de eso, lo inoportuno, lo ya tantas veces señalado, me han hecho compararlo con una violación oral que al parecer fue lo que más le llamó la atención a quien la perpetuó. "¿Por qué no escribes que fue el Señorito de Marras para que sepan a quién creerle?" Carcajadas y más carcajadas. ¿Qué sentido tiene que yo diga quién fue si esto está desde el mes de noviembre, jamás mencioné a nadie e igual todos se indignaron como si hubiese puesto hasta el acta de nacimiento con su documento de identidad actual y su hoja de vida? Esa es la idea, amigo de Señorito de Marras. ¿Cuántas veces tendré que decir que esto no pretende tener un carácter científico ni demostrativo y que por tanto a mí no me tienen que creer más de lo que ya se han reído todos? Es decir, ya las verdaderas intenciones del texto fueron satisfechas, ¿para qué le quito su propósito haciendo lo contrario?
Ahora, habrán de saber que en los dominios de Gloria Trevi o que son de o en tributo a ella, la gente también intenta, pero nada más intenta, agredir o insultar al compararlo a uno con las supuestas víctimas de Gloria. Eso es de entenderse, no lo discuto, en gente que ha deificado a la pobre de una manera que ya los malos son quienes no la vemos perfecta, los demonios quienes la acusaron, Satanás una pobre boba que comenta chismes todos los días. Así, llega el amigo del Señorito de Marras con lengua de bacalao a decirme: "pinche Tefa, eres igual a las de la Cuesta y a la Yapor". Otra vez me suelto en risas, porque yo no dije de Sergio Andrade, ni tampoco estoy buscando lo que ellas al levantar falsos... entre otras cosas porque, si lo pienso bien, sería yo quien se degrada al develar con quién fui a dar, aunque no sea famoso el sujeto en cuestión, y en últimas, porque ya lo hice al describirlo en la primera parte. Además tengo demasiadas cosas de qué avergonzarme como para publicar una más en gráficas