Sí, la fatalidad y el realismo me invaden. Si no he podido verlo en siete u ocho años, menos ahora, ¿como por qué? Medellín es una ciudad muy pequeña, pero yo, Estefanía, estoy condenada a su olvido y a no verlo nunca más.
O al menos a eso estaba condenada hasta el momento en el que conocí a San Antonio.
De hecho siempre he sabido de ese santo, pero de sus milagros, de sus prodigios, de sus intervenciones con Dios, sólo hace muy poco. Siento por eso que, pese a que no soy católica, al pedirle algo, no tengo nada que perder, salvo mi cordura.
diana se fue a vivir a armenia. un día me la encontré casualmente en bogotá. yo iba caminando por una calle y ella salía de una casa. la saludé con una sonrisa y un abrazo. ella se veía incómoda. no la volví a ver.
ResponderEliminarhoy la odio.
No tengo comentarios. Lo lei.
ResponderEliminar