miércoles, 9 de febrero de 2011

Ausencia

Decir que hay ausencias que matan es tan redundante como cantar sin pensarlo siquiera, al estilo de ese salsero mediocre, que su amada fue su media mitad.
La ausencia es, acaso, la presencia más latente y avasalladora. Y mata, claro, porque esa presencia llena de vacío y de soledad crea en el sujeto que la siente y la percibe un constante deseo de muerte, de no querer estar o existir, de perderse de esta vida, de ausentarse para siempre.
Aclaro que no es mi intención crear un oxímoron ni pretendo buscar figuras literarias para darle más fuerza a este escrito. Yo soy una escritora muy mediocre que se vierte, y a veces se deshace en letras precisamente por esas ausencias que describo... es la única forma de mantenerme viva. Ni sé para qué lo publico, sé que sólo estoy dándoles armas a mis enemigos.
En fin.
Advierto, caso aparte, que no respondo por la pobreza de mi lenguaje. El dolor que me produjeron dos presencias de ese estilo, es decir, la ausencia de dos personas, llevó a que me hicieran una terapia que ya describí aquí e hizo que mi memoria y mi bagaje lingüístico, de por sí pobres, se minimizaran.
No, no es que me tire duro, es que soy sincera.

Juan Pablo se me murió. Me dijeron que se suicidó el 25 de noviembre de 2o1o, pero yo vine a enterarme hace dos semanas. De él no sabía nada desde hace cinco años, pero, y lo sabrán decir quienes me conocen, siempre estaba presente en mis conversaciones a manera de anhelo, de despecho, de dolor, de amor del bueno. Ahora lo está, sí, pero como elegía, como un duelo que jamás podré elaborar, como dolor, frustración, impotencia. Hoy más que nunca siento que lo amo como no he amado a nadie, y creo que jamás podré amar de esta manera. En el fondo, pensaba que seríamos como los viejitos de El amor en los tiempos del cólera y que en nuestra vejez nos reencontraríamos para amarnos durante el tiempo que nos quedara de vida.
Pero no. La vida me lo quitó. Porque esta vida, al menos la mía, es una perra hijueputa que no me deja morirme pero me quita a todas las personas entrañables y valiosas, dejándome al lado a otras que estorban, dañan, cansan, martirizan.
Primero se llevó a mi abuela, luego a mi abuelo, luego a mi otra abuela. ¡Desgraciada! Me puso en frente a una psiquiatra que me separó de Juan Pablo, y no quedando contenta, dejó que se me muriera. En cambio a mí, a mí que la he retado tantas veces, que la rechazo desde que me levanto hasta que me acuesto, a mí me consigue hígados para mantenerme en este mundo de mierda, me da salud física en abundancia y tormentos del alma a granel para que, con cada respirar, desprecie más el hecho de estar aquí.
La maldita no valoró el esfuerzo que hice la otra vez de mandarla pa' la puta mierda tomándome un montón de pastillas, logrando acabarme el hígado y llegando al punto de estar en coma y toda la cosa. Faltando horitas para morirme, apareció un donante. Ella prefirió llevarse a otro que tal vez sí quería vivir para dejarme a mí aquí viviendo toda la inmundicia que me ha tocado vivir en estos cinco años. Y en cambio a Juan Pablo, que hizo exactamente lo mismo que yo, a él sí lo bendijo con la muerte.
Como me está fallando la memoria, no recuerdo exactamente en qué mes del año pasado conocí a Piedad Córdoba, mi ídolo, mi máximo adalid político. Hicimos una amistad tan bonita, tan maternal, tan increíble, que yo llegué a pensar que precisamente por eso estaba circulando en el planeta. Todo empezó a tener sentido, el sufrimiento por la ausencia de Juan Pablo casi había desaparecido, sentía que mi abuela me había otorgado esa relación para darme tranquilidad y sosiego, que la cabrona, es decir, la vida, por fin, ¡por fin! estaba siendo benévola conmigo. Bah, no sé por qué llegué a confiar en quien tantas veces, desde niña, me ha fallado. Ahora mi senadora me desprecia, no me habla, acaso me determina por cortesía contestándome que gracias con signos de admiración a los mensajes de texto que le mando por el celular, porque me bloqueó en el BlackBerry y creo que en el correo electrónico también. Ah, sí, y en el Twitter, aunque ese fue el cacorro que trabaja para ella, Andrés, que se cree su dueño, su marido o algo así. Pero de ese mandril no voy a hablar más, no merece la pena. Sólo diré que es el José Obdulio de la izquierda, como bien le dijeron en estos días, y nada más.
Ay, que se enoje ella por decir eso de él, ya da lo mismo. Además, ni creo que me vuelva a leer en su vida. Yo siempre digo las cosas como son y como las siento, y no por tratarse de su niño consentido voy a cambiar eso. Yo la quiero es a ella, la respeto es a ella, la admiro es a ella.
El caso es que sentir la presencia de su ausencia ha sido tan doloroso como la muerte de Juan Pablo. A Piedad la quiero más que a mi mamá, casi o igual como llegué a querer a mi abuela Lucinés. No me importa que ya me haga desplantes y que no sea conmigo como lo era antes (quedó un verso chueco que no pienso arreglar), que de repente me ignore, que me salga con reproches, yo la admiro muchísimo. No creo que vaya a lograr la paz del país, pero como a mí Colombia me tiene sin cuidado, me da como que igual. Y eso en definitiva no importa, porque los logros que ha obtenido son inmensos. Sólo en mí, logró lo que ni mi psiquiatra como en siete años pudo. Claro que ya todo eso se echó a perder, pero no importa, porque al menos puede presumir que Estefanía fue feliz durante unos meses, entre otras cosas, gracias a ella.
Como la vida mía es tan desgraciada, no creo que las cosas vuelvan a ser como antes con respecto a la senadora. Hará que, al igual que con Juan Pablo, sufra porque ya no pueda contar con ella, ni acudir a sus consejos, ni nada por el estilo.
Sólo espero no volver a conocer a nadie, ya no quiero. Por eso no volví a salir ni a la esquina. Ya no quiero volver a presenciar la ausencia de nadie... ah sí, que se vayan los que estorban.

7 comentarios:

  1. Son pocas las veces, podría decir y en mi la primera vez, que un escrito me logra fruncir el ceño como tu lo logras en esté. Escribes fuerte y mas cuando tanto amor en ti, se puede ver tan presente; de la senadora no hablare, pues muchas veces ese tipo de lideres, confían mas en lo aúlicos, que les lamben el culo, que en quienes los queremos de vedad. Quiero ser ese estorbo, que te lee y te escribe sin saber ni siquiera lo que dice. Puedes irte al carajo y a la misma muerte si lo quieres, pero de mi te diré que tus escritos, se quedaran aquí presentes.

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  2. Hace rato había dejado un escrito y esta cosa me marco error, bueno eso no importa, finalmente quiero escribir lo que siento al respecto.
    ¿Qué te puede sostener cuando no quieres nada?, quizá no es cosa de cuestionarte cuando tu lo haces para ti, es difícil intentar asimilar que una no puede tener ni física ni espiritualmente lo que más ama. Quienes seguimos a Jesús decimos que el dolor y sacrificio se da cuando realmente se ama y que solo Él sabe de lo que no encontramos respuesta, también quien crea en lo espiritual dirá algo similar, en fin ni una palabra serviría para que aminorarás tu dolor.
    Ahora bien acepto lo que dices, formo parte de los que te estorban, sin embargo aunque te estorbe estoy aquí.
    Duele convertir el "yo" en "tu" y pues bueno aquí Dios al igual que otros estorbos nos pone en el camino de quien nos consideran así, por ahora me pregunto quienes son entonces mis estorbos.

    Me gusta leerte por lo que transmites, sin embargo el dolor me duele y mucho (más que un pleonasmo....)

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  3. Por estar jugando no fui el primero en leerte.
    Pero ya salí del mi mundo de fantasía y me encontré con tus letras.
    Me encanta lo que escribes, esa mente sombría, ese dolor latente, esas palabras ciertas y esa tristeza clara. Toda tu, tan transparente, tan real, que muy a mi pesar (y de todos los que te leemos) quieres acabar. Tus ausencias ya las conozco, te las he leído casi día a día en otros contextos, tu dolor esta mas que escrito en este blog, tu tristeza es contagiosa y aparece en cada una de tus letras, pero todo eso no ha creado una barrera tan alta como para que no me asome a ver tu mente maravillosa y mágica.
    Eres tantas cosas que es difícil seguirte, que es imposible entenderte, pero de todas ellas sobresale tu pasión, la que envidio, la que tal vez nunca nadie mas tendrá.
    Solo puedo decirte que me fascina como recuperas tus escritos, como a pesar de tus dudas los compartes con nosotros.
    Espero leerte por mucho tiempo mas, seguir todas tus migajas, tener listo mi traje de payaso, estar atento a tus palabras, oír de tus ausencias, de pronto tomarnos un café, un par de cervezas frias, o simplemente estrechar nuestras manos un día, antes de que todo termine.
    Espero con vehemencia que todas las palabras aquí plasmadas, tanto las mías como las de los otros seguidores, sean causa de que sigas tus palabras hasta completar el libro, del que quiero una primera edición autografiada.

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  4. Oye Betty, tú no eres de los que estorba, ya estás peor que yo.

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  5. Yo también me voy quedando sin palabras. Eso de Piedad es bien triste. Pero la política es así. Cuando ya no sirves a sus intereses, te dejan de lado como quien tira un desecho al basurero. Ah. No sé que más decir. Tal vez que antes de morirte leas alguno de mis poemas:
    http://amorentregua.blogspot.com

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  6. Ay, ojalá me pudiera matar, pero eso ya no lo vuelvo a intentar.

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  7. Me sa hasta vergüenza escribir un elogio hacia tus palabras, pues haces que me sienta corta de ellas al momento de decirlas. Será algo cruel pero, tu dolor le da vida a tus letras y, aunque parezca enfermizo, nos hace seguirte. Te seguimos por tu miseria.

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