domingo, 24 de julio de 2011

Titiribí

Cecilia se murió el viernes a las tres de la tarde pasaditas. Era hermana de mi madrina, Luisa María, sobrina de mi abuelo, prima segunda de mi abuela. Sí, mis abuelos eran primos. Sus mamás, Luisa y Paulina, eran hermanas; eso es algo normal y bien visto en esta región del país. Ella, Cecilia, bordó mi ajuar de bebé. Era eso que llaman una mujer hacendosa, que cocinaba, tejía, barría, trapeaba, en fin. Todo lo que yo quisiera aprender, todo lo que yo hubiera querido ser, no obstante todas las dificultades que tuvo en vida.
Titiribí es un pueblo minero que queda en el suroeste antioqueño, a unos cincuenta y tantos kilómetros de Medellín. Allá fueron a dar varios europeos contagiados por la fiebre del oro en el siglo diecinueve, específicamente a una vereda llamada El Zancudo. Muchos se enriquecieron y compraron latifundios que sembraron de café y otras cosas, y así, como Colombia era más moderna entre los veinte y los treinta que ahora porque había ferrocarril y transporte fluvial entre los principales ríos, fue prosperando. Por ejemplo, y aunque ya esté otra vez en ruinas después de haberlo restaurado, Titiribí es el único lugar del planeta que cuenta con un circo teatro y tres plazas de toros, cuando ni Madrid. El circo teatro es bien pintoresco y coloquial, muy bonito: allá daban cine, hacían corridas, se presentaban grupos de danza y teatro, en un espacio minúsculo pero con varios ambientes. Rosado, verde, rojo, ocre son los colores que destacan. Creo que fue en 2006 cuando el expresidente llegó allá para inaugurarlo de nuevo, y tal vez por eso, y porque así fue el destino del pueblo también, el circo teatro jamás volvió a prosperar. Hoy lo vi y está caído, al ruedo le volvió a crecer grama y la soledad o la falta de uso, aunque yo me inclino a culpar a la soledad, lo tiene deprimido.
Allá, en Titiribí, se murió Cecilia. Allá nació también. Allá la velaron y fue la misa por su alma, aunque allá no la cremaron, se la tuvieron que traer para Medellín porque en Titiribí ni siquiera hay muertos suficientes como para que un horno crematorio sea rentable. Cosa rara en Colombia. Por esos lados del Suroeste, cosa rara también, nunca ha habido guerrilla, si bien se engendraron dos presidentes en cuyos periodos se presentaron incidentes bélicos tan atroces que lograron marcar la historia reciente del país: Belisario Betancur, nacido en el pueblo vecino, Amagá, y Álvaro Uribe, que es de Medellín, pero emparentado con todo ese pueblo que he venido describiendo aquí. Por ejemplo, él nos hace el honor de visitarnos y lo que podríamos llamar La Alta (sociedad) empieza a murmurar que llegó "Aquel". La gente se emperifolla y se viste con sus mejores ropas y, como si fueran de peregrinaje, acuden al sitio donde está para presenciar el milagro de su existencia y de su estadía. Es como si el señor estuviera ungido o algo así. Le prestan un caballo de los más finos, con paso de idéntica adverbiación y le dan un tinto para que se lo tome montado en el animal. De todos modos Titiribí no prospera. Tamaña presencia y no llega el milagro de la prosperidad, seguramente porque no hay guerra. Y por eso Cecilia se murió pobre.
No lograba vender a un precio que le fuera favorable los exquisitos chorizos ni los pasteles e pollo que hacía. También preparaba bocadillos (de guayaba) y, aunque eran una sensación en todos los paladares, solamente le alcanzaba para mantener a su marido casi ciego y ayudar dignamente con la economía de la casa. Los Vélez y los Posada, siempre regateros y archimillonarios, le reclamaban por cien o doscientos pesos, entonces ella no les peleaba y les vendía las cositas a lo que ellos le dijeran. ¡Tanto que hay que decir de los Vélez y los Posada! Libros enteros se podrían escribir sobre la avaricia que aqueja a quien lleva esos apellidos, y que me perdonen los lectores que así se llamen, pero son idénticos todos, los de allá, los de acá, los de cualquier parte, y así no estén emparentados. Vélez y Posada, les enseñan a sus hijos desde muy niños "consigue plata, hijo, pero honradamente. Consigue plata, hijo, y si no es honradamente, no importa cómo". Ay. He ahí el porqué de tanta cosa, pero como aquí todo es calumnia, yo mejor sigo con mi prima, casada con un Vélez pero de los pobres, al que, por cierto, le dicen en el pueblo "Maleficio", pero en eso no ahondaré porque sinceramente desconozco los pormenores. De cicateros y miserables los trataba mi abuelo, pero ya dije que no voy a hablar más de los Posada y los Vélez. Racistas a más no poder. Silencio, Estefanía.
Ya hasta me da pena porque no sé quién vaya a leer esto, y entonces perdí el hilo.
Lo que pasa es que la muerte de Cecilia y su estoicismo me conmovieron mucho. Titiribí también. Hoy había un montón de señores que llegaron en camionetas, con sombrero, a montar a caballo. Ese estereotipo no me lo logro sacar de la cabeza, porque me produce un asco, un odio, algo que no alcanzo a describir y que hacen de mí una persona menos bondadosa. Hace ocho años no hubiera sentido tanta repulsión. Hace ocho años yo misma andaba por las callecitas de ese pueblo montada a caballo, con sombrero y botas, oyendo rancheras. Ahora no me soportaría así. Ahora no soporto a nadie que no sea campesino así. Y el olor a estiércol de caballo es más insoportable solamente porque son ellos quienes los montan.
Pobre Cecilia haberse muerto en plena feria de mulas en un pueblo que se volvió miserable.
Allá, me dijo mi mamá, tengo asegurada mi tumba. Que me meten en el osario donde está mi abuela con mi tío Rodrigo y su mamá Paulina, o bien con mi abuelo y su mamá Luisita. Ay no.
Lo peor es que ya se viene la feria de las flores, así, en minúsculas. Y la feria de las flores lo que hace es simular la vida de esos pueblos, pero no con sus campesinos, sino con mafiosos que recorren la ciudad a caballo con su sombrero y su poncho y el zurriago y el aguardiente. Lo peor es que ya el país exalta ese ideal y es digno de seguir para muchos jóvenes y gente pobre...
Jueputa, ya me perdí, ya no escribí nada de lo que quería.



viernes, 22 de julio de 2011

¿Qué hago?

Siempre he querido llevar eso de la sublimación y la proyección a algo más sublime y menos visceral. Qué sé yo, hacer sonetos, fabular, llegar a la ficción en vez de exponerme como me expongo aquí, casi desnuda, para que me escupan, para que me humillen.
Si de algo ha servido este blog es para inventariar cada una de las cosas dolorosas, miserables y grotescas de mí. Debería eliminarlo, o he pensado bastante en hacerlo.
Lo que pasa es que a lo único que aprendí yo, fue a poner las tildes y las comas donde eran, nada más. Y los puntos y esas cosas. Me atormenta y me frustra mucho no saber escribir como el narrador ubicuo y omnisciente de la tercera persona, excluirme de lo que cuento, y entonces me encuentro con mucho desprevenido que, sin saber de literatura, solamente porque escribo siempre hablando de mí, me compara con Fernando Vallejo. Pero Vallejo es más estructurado, Vallejo tiene ritmo, Vallejo logra que un grupo de loros que aprendieron a decir hijueputa al unísono vayan e insulten a gente que él detesta. Yo hasta esas cosas tan magistrales no llego. Y no es que el señor sea mi escritor de cabecera, pero, pobrecito.
A mí, además, se me acabó el odio. Y ya, por el contrario, quisiera excusarme con tantas personas a las que he ofendido, tanto por este medio, como por el periódico El Mundo y otros espacios en los que he escrito. Pienso inclusive en que pude llegar a maltratar a la mujer de Juan Pablo, la última que tuvo, por haber escrito que lo lloré y lo amé o amo tanto.
Quisiera excusarme por cada letra que he puesto acá, por los ensayos y discursos de la época del colegio, por los correos electrónicos enviados desde 1998, por los mensajes directos y privados de Facebook y Twitter, por los comentarios que dejé alguna vez en foros y blogs... por mi pésima manera de expresarme, pero especialmente, por las cosas tan patéticas que he dicho.
Y no me malinterpreten. Yo sigo creyendo que Piedad Córdoba es lo máximo en política, sigo pensando que el comunismo es el mejor sistema, que México es el mejor país del mundo y todas esas cosas que conocen de mí. Reniego es de mi forma de manifestarlo, que es escribiendo. Reniego de cómo he escrito "te amo", "te quiero", "te odio".
De todos modos, ¿qué hago? Si finalmente, sólo sé escribir.

sábado, 9 de julio de 2011

Todavía no

Hace unos meses prometí, porque tenía la intención, que iba a publicar un libro. De hecho, tenía pensado tenerlo listo para esta época, porque así de ilusa e inexperta era.
Mucha gente lo revisó. El premiado y sabio Carlos Esteban Mejía estuvo siempre al pendiente y siempre haciéndome buenas críticas, positivas, corrigiéndole cositas de estilo y aconsejándome. Uno de los consejos fue que no dejara de escribirlo, que lo terminara, que iba bien.
Luego de que hace unas horas renunciara a mi trabajo, lo leí. Realmente eso no merece la pena ser publicado. Empecé con la intención de continuarlo, retocarlo, darle otro enfoque. Pero es que estaba lleno de lamentaciones y quejas. Me di cuenta de que no es justo estar causando lástima a cada rato, como repetidamente lo he hecho en este blog. Además, Alborada fue una etapa de mi vida tan aciaga, que no quisiera ni repetirla yo a través de ese esfuerzo espiritual y anímico que es escribir, ni hacérsela vivir a nadie. A pesar de todo, yo respeto a los seres humanos, pero por encima de eso, he empezado a respetarme a mí y sé que si eso se hubiera convertido en libro, se hubiera vendido o distribuido por mero morbo. Por experiencia sé que los hombres, esta especie, se regocijan con las miserias de otros. No.
Entre otras cosas, me di cuenta de que aún no llego a ser escritora. Si acaso, una mecanógrafa, alguien con aspiraciones literarias y estéticas demasiado altas como para ponerme a exponer semejante adefesio ante el mundo. Al lector hay que respetarlo también. A mí me falta mucho por leer, mucho por escribir, mucho por aprender. Sé que en parte es cuestión de atreverse, pero aún no es tiempo, todavía no.
Por lo pronto, me verán los miércoles con pequeños consejos de ortografía que el editor de El Tiempo, Diego Santos, irá seleccionando de mi sección de Twitter "Aprendiendo con la Tefa". Yo sí espero que se dé, porque me regocija que el conocimiento sea impartido masivamente, y si en mí está, espero dar lo mejor que tengo para que el ciudadano, especialmente el cibernauta -porque se publicará en la sección virtual del periódico, tenga una ortografía y una ortología decentes. Hace mucho tiempo me di cuenta de que no podía salvar al mundo, pero sí creo que compartiendo lo poco que sé, le ayudaré al español (tampoco lo salvaré) y eso ya es algo.
Cuando empezaba mi adolescencia soñaba con ser profesora de español, como mi abuela Lucinés. De alguna manera eso se me está dando y doy gracias a la vida, a ella y a quienes me enseñaron la ortografía.
Prometo, ya que abandoné mi trabajo anterior, escribir más seguido aquí. Y advierto que no dejé ese trabajo por las amenazas que me hicieron ayer a media noche diciendo que eran del CI y la policía, sino por otras razones que no vienen al caso. A mí, si bien la policía me ha violentado ya varias veces, no me da miedo. Y no me da miedo aparecer en un zaguán vestida de guerrillera, o en el monte. De verdad que fue por razones que prefiero dejarlas a la inquieta imaginación del lector. Aclaro que tampoco fue por la oferta de un trabajo nuevo, pues en nada eran incompatibles. Yo siempre apoyaré a Piedad, pero prefiero hacerlo como lo hacía cuando ella no sabía quién era yo.
Son libres de pensar lo que quieran, de inventar lo que se les antoje.

martes, 5 de julio de 2011

Piedad con Piedad

Ahora que estoy haciendo lo que realmente me gusta, ahora que no tengo quejas para vivir, ahora que tengo todo por lo que he luchado, quisiera decir que no hay trabajo más gratificante que el mío. Y al mismo tiempo, tan frustrante y tan agotador.
Yo veo que mi jefa trabaja con tesón, sin desmayo, sin quejas, a pesar de todo. La veo soñando como a nadie, esperanzada en la humanidad, liderando movimientos y avalando causas que le parecen justas. Lo son, porque ninguna atenta contra la vida de nadie, tampoco contra sus derechos. Contra lo único que atentan es contra ella, y ahí está lo que desgasta, lo que desgarra, lo que "mata". Yo con Piedad Córdoba he estado de acuerdo en todo desde que supe de ella, hace quince años. Vine a discrepar con ella cuando se volvió tan bolivariana, y no porque no me guste Chávez; el que no me gusta es Bolívar con sus traiciones a Pétion y a sus propias promesas, cosa que ella sabe y me respeta. Y ahora, vengo también a diferir con ella en otro punto de vista: para mí Colombia no vale nada, nada, pero nada, nada en absoluto, mucho menos su la honra, el buen nombre y la vida de Piedad. Este es un país de canallas, cizañeros, bellacos, "saltapatraces" como bien los ha definido Fernando Vallejo.
Colombia es un país cuyo imaginario colectivo y entrañas están todas puestas en el odio. La otra, la que ella me ha mostrado, es gente de un pueblo que alguna vez defendió mi abuelo, ese que se conmueve al verla, se le abalanza, la abraza, le pide una foto, un autógrafo o permiso para dibujarla en un retrato. La que le dedica canciones bonitas de salsa y le echa piropos, la convida a un trago a su salud, la que le manda saludos al presidente Chávez a través de ella, esos que le entregan a sus niños para que los bendiga y los cargue. Hablo, claro, de prostitutas, desplazados, campesinos, homosexuales, feministas, mendigos, estudiantes, obreros, todo lo que quedó relegado de ese imaginario que digo que excluye a la Colombia real y la pone a ella como lo peor que tiene el país, siendo todo lo contrario.
Claro, es que Piedad ya los defendía, antes de que se pusiera de moda. Fue la primera senadora en proponer un proyecto de ley para parejas homosexuales (por supuesto, a favor de ellas). Desde antes de entrar a la política, fue promotora de las artes, el deporte y la cultura. Siendo muy niña, ya que su abuela materna tenía un hogar para menores, conoció la pobreza y se empecinó en acabarla, pero no como Uribe, que pretendió hacerlo asesinando a jóvenes de bajos estratos haciéndolos pasar por guerrilleros para, mostrar, además, que iba ganando la guerra, sino desde lo social y lo político, que es lo que mejor se le da, aunque últimamente se le ha visto como escritora y no es que lo haga mal. Su papá, el negro Zabulón, un sociólogo chocoano, la hizo matricular en la Universidad Pontificia Bolivariana que para que la niña no le resultara comunista. Estuvo con los profesores más godos y retrógrados, entre ellos un tío mío, Leonardo, que destila azul de metileno, y el comunismo no se le salió. Eso sí, militó y militará en el Partido Liberal a pesar de que allí no le reconozcan el inmenso valor que tiene, al menos no sus directivas. Y entonces, a pesar de ser todo eso, ahora resulta que es "incoherente", según vi que la interpelaban algunos periodistas, porque simpatiza con las ideas de Chávez y Fidel, siendo ella, para mi gusto, mucho más de avanzada que ellos dos, y aclaro que los quiero muchísimo y los admiro bastante.
¿Por qué Piedad, luego de que El Tiempo publicara que es la persona en Colombia con imagen más desfavorable después del presidente Chávez, se convierte para los divos de Twitter en una "sapa" y una "lambona incoherente" al haberse ido a Venezuela para darle aliento y ánimo a su amigo entrañable y eterno camarada (así se refiere y se ha referido Piedad siempre a él) en los momentos que más lo necesita, ahora que le ha anunciado al mundo que padece de cáncer? ¿acaso profesar el amor a un amigo y a un copartidario político es incoherencia? Yo jamás he conocido una persona que defienda con más coherencia y verticalidad sus ideas no solamente políticas, sino de toda índole, como ella. Pero claro, unos están empezando en Twitter y otros intentan vender su "eterna parranda", entonces es mejor ponerse del lado de los que no están tan abajo, ni los de muy arriba, siendo completamente tibios, mediocres, dándoselas de objetivos y de parciales... de, digamos, civilizados porque votaron por Mockus y no son capaces de reconocerle a ella las muchas cosas que profesan pero que, vergonzantes, no las llevan a la práctica. Se le van encima, se burlan de la fisonomía de Chávez, y si no le dicen negra malparida es, sencillamente, porque eso por estos días no está bien visto entre los intelectuales de izquierda.
Yo no sabía que ser consecuente con el ideario de uno mismo sea "sapería". Tampoco que el manifestarle a un amigo tan entrañable como lo es el Comandante de Piedad un poco de respeto y admiración en los momentos difíciles constituía una incoherencia. Incoherencia es estar de acuerdo con los logros de la Revolución Bolivariana, decirse de izquierda y avergonzarse de eso, esconderse, negar a Chávez porque no es el intelectual que fue Fidel para todos esos mismos que en los 60 lo ensalzaron y hoy acribillan al otro y a la ex senadora para no salirse de la elite de intelectuales baratos que son. Eso es incoherencia para mi gusto. Incoherencia de Piedad, por ejemplo, hubiera sido que no asistiera a la conmemoración del Bicentenario de Independencia de un país que ha llevado un proceso de Revolución al que ella siempre ha apoyado públicamente.
Y en otros aspectos, a quienes suelen expulsarla del país solamente porque no están de acuerdo con ella, les pregunto, ¿quién se hará cargo de esa Colombia que la necesita y que la aclama, esa que ustedes se empecinan en excluir y en masacrar a punta de ignorarla? Yo no creo en patriotismos de ninguna clase, los odio, como a los nacionalismos y todas esas cosas. Pero si alguien tiene derecho a vivir en este país, si alguien ha luchado por él, si alguien acaso es capaz de entregar su vida por este tierrero, esa es Piedad, así que quédense ustedes en Colombia relatada por El Tiempo y RCN o váyanse a disfrutarla desde Miami (no exiliados como sus dos hijos) y a vanagloriarse de los logros de una seguridad democrática. Desde ese lado de la realidad, díganle guerrillera y apátrida, terrorista, amiga de las Farc, pero no la echen de su país, que nadie tiene tanto derecho como ella a sufrir el hecho de ser colombiana.