Me puse a leerme y me dio pena, sobre todo con la entrada de Lorica, que no tiene ninguna congruencia.
De todos modos las dejo ahí para acordarme del holocausto que fue mi vida durante estos meses, de noviembre hasta hace dos o tres semanas.
La verdad es que después de todo eso han pasado varias cosas: emprendí la escritura de mi libro, mismo que quedó estancado debido a que ahora trabajo escribiendo otras cosas. Espero que algún día las vean. De antemano me disculpo por haber tomado antes de su publicación el homenaje que la ex senadora Piedad Córdoba hizo de Ana Fabricia, su prima, víctima de la brutalidad del Estado, la guerra maldita que nos acecha en Colombia y, ojalá, jamás del olvido que nos caracteriza a los colombianos.
Además me cambié de casa, y aunque no creía que fuera así, el ambiente ayuda mucho para eso de la inspiración, la que no quiere llegar ni aunque la llame a gritos.
Por ahora, las espinas no están punzando, sino que han migrado a otro lugar; pero, más que espinas, se han vuelto pétalos de rosa, en algo que yo no soy porque tengo quién me las edite, es decir, quién las pode, despojándome de toda caracterización y subjetividad. No sé si eso sea bueno, pero así es el periodismo, para eso lo estudié.
Reconozco frente a todos que, salvo dos o tres cosas que escribí en este blog entre noviembre y abril, fueron cosas desastrosas. En lo personal las descalifico y las repruebo, pero es que en muchas de las veces estaba bajo efectos del alcohol. Cuando no, descerebrada por los efectos de los electrochoques, que yo misma me busqué, pues he de reconocer que mi psiquiatra me imploró para que no me hiciera ese daño. Debí hacerle caso, aunque así soy yo, pongo por encima todo el mal que pueda hacerme e ignoro todo aquello que me haga bien. Ya estoy trabajando en eso.
Como esto es una pauta que marca mi regreso, no quiero abundar en reflexiones ni esas cosas. Solamente avisar a mis lectores y a los amigos preocupados que me encuentro bien, bastante bien, a pesar de todo lo que me costó levantarme. Quizá porque en el fondo sabía que algún día saldría de ese hueco que era la vida miserable que yo misma me había labrado, no llegué a suicidarme. Tal vez es porque ahora me aprecio y me valoro un poquito.
Hubo gente inescrupulosa que osó meterse con mi trasplante hepático, seres mezquinos que se burlaron por mis padecimientos mentales pero que nunca supieron argumentar nada. Ojalá algún día entiendan que hacer mofa de esas cosas es tan cruel como burlarse de quienes padecen sida o cáncer y que, por el bien de lo que dicen ser, dizque liberales, socialistas, librepensadores, defensores de derechos humanos y demás, omitan eso y dejen que emerja el verdadero ser que tienen por dentro, para que no desprestigien a nuestros líderes y mucho menos a nuestras causas, las que sí considero sagradas. Paz en sus almas deseo, y a Dios le doy gracias por no haber permitido que yo reaccionara de la misma manera que ellos. No me considero su víctima, muy por el contrario, creo que esas mismas personas son las que necesitan atención especial, incluso más que yo.
Les agradezco el que me sigan leyendo y dispensaran tanta locura, tanta borrachera... ya esto aquí parecía una cantina, aunque bueno, no como las que a mí me gustan.