La muerte, aquí, no es esa dama benévola que nos redime de la eternidad. La muerte es la misma Colombia, y Colombia es la misma muerte. Aquí la gente se muere de esa enfermedad. Todos estamos muertos, y no muertos en vida, sino muertos del marasmo que implica vivir en este país. Ana Fabricia sí estaba viva, pues muy lejos andaba de eso que ahora nos identifica como nación; por eso mismo la mataron. Por lo mismo que amenazan y amedrentan a su prima Piedad, que también vive con intensidad. Y a Ana Fabricia se la habrá llevado la muerte, pero quienes estamos aún procuramos mantener el recuerdo y salir de ese estado comatoso de ser colombianos no permitiremos que se la lleve el olvido... ni Colombia tampoco.
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