miércoles, 29 de julio de 2009

Carta de amor

"Es una carta de amor que se lleva el viento pintado en mi voz, a ninguna parte, a ningún buzón..." Joan Manuel Serrat.


Amor:

Me escribiste por última vez el 19 de julio. El texto fue brevísimo, algo que sin contexto no representaría mayor cosa para quien lo lea. Yo, sin embargo, lo leo diario y detenidamente, a ver si dentro de esas letras puedo acaso encontrar algún indicio de que esto que siento es correspondido por ti.

Tú, por supuesto, no sabes que te amo, y tal vez yo no estoy muy segura de ello. A pesar de esta inseguridad, sí puedo decir que pienso en ti sistemáticamente, aunque te mentiría si te digo que lo hago a cada instante. Aún así, y aquí debería ir tu nombre para que el vocativo haga el efecto que requiero, siento que cuando me envías un mensajito me entusiasmo y siento que algo en el estómago empieza a subirme hasta la garganta, dibujándome una sonrisa que abarca el rostro entero. Y a ti te respondo solemne, diciendo sólo lo que hay que decir, pero aquí, dentro de mí, afloran las más bellas letras, sino es que, más bien, los más bellos pensamientos. Por supuesto que soy cursi, lo sé. Estoy oyendo a Mozart y me siento enamorada, ¿qué esperas? Los violines que interpretan al niño prodigio despiertan en mí una clase de inocencia que, junto lo que me haces sentir, se compara con la felicidad, y entonces no me importa cuán lejos estemos el uno del otro, ni cuánto tiempo habré de esperar para volver a verte, pero el sólo hecho de conjugar la música con lo que me provocas, hace que quiera esperarte mil años sin estar o pensar en alguien distinto a ti.

Quise decirte que por supuesto que miro tus fotos detalladamente, minuciosamente, al menos hasta el punto en que es posible por medio de la resolución que admite el Facebook. Que como ahora no tengo manera de viajar hasta ese país ni atravesar el Atlántico, sí he estado esforzándome para que cuando vengas me encuentres más linda que nunca y entonces seas tú quien decida, si tengo suerte, llevar a cabo una relación conmigo porque, ya me lo han advertido, si yo me adelanto no es bueno y puedo salir perdiendo, aunque si por mí fuera, ya te habría dicho todo lo que escribo cuando no te escribo, aunque al final seas tú ese destinatario anónimo que nunca recibirá las palabras que realmente te pertenecen.

Creo que aún nos es difícil a nosotras ser mujeres a pesar del siglo en que vivimos. No está bien visto que yo te diga lo que siento, aunque me queme por dentro, aunque no desee otra cosa que estar contigo. Si lo hago, cometería la estupidez de perder tu amistad, porque es que, además, yo no estoy muy segura de tus sentimientos, los cuales se pueden ver afectados hacia mí si de algún modo te insinúo todo lo que aquí estoy plasmando. Y lo plasmo para el mundo o para el reducido círculo de lectores que tiene este blog porque, creo, puedo al menos desahogarme y sacar del alma este ¿amor? tranquilo que me haces sentir.

No quería acostarme sin decírtelo.

Besito.

Testbook

El Facebook se ha convertido en un verdadero basurero. O no. No es eso. Es que la gente ya no tiene ningún problema en mostrar en qué se gasta el tiempo, y es verdaderamente perturbador ver cómo quieren que uno también lo pierda.
Primero aparecieron unos tests que le decían al usuario el color de su aura, nada serios, pero al menos develaban algo que a simple vista no se puede notar, si es que de hecho tenemos aura. Luego empezó la pesadilla; se dedicaron, consuetudinariamente, a realizar quizes del tipo de: ¿de qué color tienes tu pelo? ¡Del que te lo teñiste la última vez! ¿qué día es tu cumpleaños? ¡el día que naciste! Y después, sin darme cuenta a qué hora se volvieron obsoletos los restaurantes chinos, aparecieron de la nada las famosas galletas de la fortuna, que, aunque tienen harto a todo el mundo, todo el mundo las abre y las comenta, aunque no se puedan comer. Cincuenta y tres amigos de 339 tenían esa aplicación y el Facebook me animaba para que yo la agregara y publicara sus vaticinios.
Eso a mí no me preocupa. Digo, sí, porque de hecho aquí estoy escribiendo al respecto. Todos tenemos maneras absurdas para gastarnos el tiempo y como a mí no me interesa que se enteren todos mis contactos de ello, prefiero no publicarlo, pero cuando los demás las publican, de verdad se nota que uno no está solo, que hay peores cosas, que la vida propia no es tan miserable ni la inseguridad existencial es tanta cuando hay quienes, por medio de esa red social, creen que encontrarán respuestas en tréboles, oráculos, descifradores de mentes... o digamos, más bien, en aplicaciones que llevan esos nombres. Había una en particular que no sé si la realizaban por broma o porque el aburrimiento de no encontrar nada en la red es desesperante o si realmente les interesaba saber qué tenían en común con La Tigresa del Oriente; y no, no es de preocuparse, pero digo yo, ¿acaso es de reírse? ¿eso es lo que pretenden? ¿o qué buscan al publicar lo que les dice una galleta de la mala fortuna (que también las hay)?
He bloqueado, sin exagerar, cientos de tests y aplicaciones de este tipo paa evitar verlas cuando me conecto a mi Facebook, pero es que son tantas, tan estúpidas, tan vastas, que día a día, en cuestión de horas, aparecen más y más. Todavía una hizo uno de ¿qué canción de Ricardo Arjona te identifica? Le dieron la respuesta y pone debajo: pues la voy a descargar porque no la conozco. Claro, y con ortografía atroz porque si la escriben bien es, para ellos, como si estuvieran cometiendo los peores errores señalados por la Real Academia. Y yo que no sé qué me choca más, si el señor Arjona, o la cantidad ridícula de tests supremamente bobos que abundan en el Facebook... creo que la respuesta a este grandísimo dilema me la podría dar un test de esos, ¿no? Aunque, como yo sí me conozco, puedo decir con toda seguridad que Ricardo Arjona es la peor cosa parida sobre la Tierra y que prefiero miles de respuestas idiotas a una sola estrofa de una canción de él. Total, ese cuestionario de ¿con qué canción de Arjona te identificas? fue el epítome de las cosas abominables que se ven diariamente allí.
Sé que muchos quieren que les escriba sobre mi viaje a Europa, pero disculpen, esto me tenía más apurada.

viernes, 12 de junio de 2009

Viaje

Esto de enfrentarme al cajón en blanco no es tan trágico como enfrentarse a una mente en tal estado. Sé que de algo debo escribir para no perder la continuidad, pero ¿escribir sobre qué?
Bueno, puedo contarles que el lunes viajo a Europa, pero me emociona más el hecho de saber que no estaré en Medellín durante un mes completo que las expectativas que puede generar un viaje, y en este caso en particular, no genera ninguna, no porque ya conozca o no, sino porque generalmente no me creo expectativas con respecto a los viajes familiares, salvo que me voy a aburrir con mi hermana, la histérica, y que la diferencia de edades entre mis papás y mi hermano menor impedirán que entremos a discotecas, vayamos a casinos y cosas por el estilo, que sólo andemos y andemos por las calles en el día y lleguemos a dormirnos, sin sueño, en las noches.
También pienso en las diez horas de vuelo, interminables por no poder fumar en el avión. Y en el cansancio que genera estar sentada diez horas. Y en la posibilidad de caer en medio del Atlántico, como quienes iban en el vuelo de Air France, y terminar por ser la historia diminuta de un noticiero: muere muchachita que no se dedica a nada junto a sus padres y hermanos... creo que empezaría con algo referente a mi papá, en todo caso, y yo estaría de tercera, después de mi mamá, por aquello de ser la hija mayor. A todas estas, aún no se sabe qué le pasó al avión caído... más bien no se sabe por qué se cayó.
De repente se me ocurre, aunque sé que no es cierto, que en ningún lugar de Europa hay árboles. ¡Valiente cosa! Y que es de vegetación amarillenta, sin frondosidad, sin flores que nazcan esporádicamente, sin frutas que le puedan caer en la cabeza o en los pies a uno mientras que va caminando por ahí, y me preocupo, como si toda ese espectáculo de la cotidianidad tropical fuera algo fundamental en mi vida o en la de un ser humano cualquiera diferente a Tarzán, como si México no fuera casi todo desértico, al menos la parte que yo conocí, de arbolitos raquíticos y pencas inmensas, con más arena que hierba, o en Nueva York hubiera yo visto caer cien mangos al piso en pleno invierno invadiendo avenidas y aceras. De todos modos ya se me metió todo este diatriba forestal en la cabeza y no sé cómo sacármela de ahí, y lo peor es que me molesta seriamente... ha de ser que no odio tanto a esta hijueputa Medellín después de todo, si desde ya añoro que la maleza de allá tenga las tonalidades de verdes que acá y que los frutos inmensos de las arboledas que hay en mi barrio pretendan tapizar el pavimento al caer por montones.
¿A qué hora empezó esto a importarme si he viajado a tantos lugares con distintas topografías y climas? En México no extrañé ni a mi mamá por un instante y ahora que me voy al Viejo Mundo, sin haberme aún ido, ya extraño la normalidad de esta Antioquia maldita que me vio nacer. Creo que es porque políticamente, los países a visitar, me caen muy gordos, no por resentimiento, no, sino por su manera hipócrita de manejar las guerras y sus colonias: España, Suiza, Francia y Alemania. Y de todos ellos, el más odiado es Suiza por su diplomacia escueta y neutral, por su sentido del civismo, por la conciencia colectiva de cuidarlo todo, por tener voz pero no voto en la ONU, por ser por lo mismo el banco del mundo entero. De verdad que tengo una pereza enorme de ir a Zürich y no aguantarme la tentación de tirar el papelito de Toblerone, nada más por puro gusto y ver qué pasa, en una de sus inmaculadas callecitas o cristalinos riachuelos.

viernes, 22 de mayo de 2009

Se me va la Gloria...

Debo confesarlo. Llevo meses intentando una reconciliación digamos que personal con Gloria, y por más que he querido, por más que hago el esfuerzo, no logro conseguirlo.
Llegué a Medellín el 20 de febrero de 2008, con un puñado de ilusiones muertas y un montón de sinsabores que no lograba comprender ni acomodar... había recorrido buena parte de México, pero México me recorrió a mí toda, como si fuera papel de lija bañado en un bálsamo suavizante, dejándome entre la piel y el alma experiencias que aún hoy, a más de un año de haber regresado, no puedo comprender, ni digerir, ni saber por qué, después de ese periplo de más o menos tres meses, nunca pude volver a ser la misma, ni siquiera en los aspectos que yo creía más sustanciales de mi ser, y entre ellos, el más importante hasta entonces: Gloria Trevi.
No, la verdad es que yo me fui aquel 28 de diciembre de 2007 siendo una y regresé sin la más remota idea de quién soy, al menos con respecto a este aspecto de mi vida, a ese sentimiento profundo que creía inmutable e inamovible, y es que, si bien esto no es nada nuevo, ahora que estaba en su foro oficial vi una pregunta que hubiera podido  responder en otros tiempos con grandilocuencia y claridad y que ahora se reduce a esto: ¿qué te motiva a ser fan de Gloria Trevi? ¡Nada! entonces ¿qué hago en sus foros y en sus páginas? Buscándole soluciones a este crucigrama con  el que regresé y del cual, a duras penas, tengo algunas letras sueltas que en lo absoluto me ayudan a terminar de resolverlo.
La cuestión es que yo quiero seguir siendo aquella fan de Gloria que se caracterizó por tantas cosas y fue respetada por sus posturas a veces intransigentes pero claras. Quisiera que lo que escribo cuando escribo sobre ella, como antes, emergiera del corazón y no saliera por inercia, como buscando aprobación de mis pares y no de mí misma, acaso esperando encontrarme en este laberinto de sentimientos confusos en el que el deseo de volver a ser y a sentir lo que alguna vez fue mi característica más notable. 
Aunque durante este último año lo haga con frecuencia, me siento rara cuando la cuestiono, cuando algo no me gusta, y cada vez es más fácil encontrar motivos para decepcionarme de ella, cosa que no me agrada, aunque no sea sano, aunque lo clínicamente correcto sea que yo haya encontrado su lado más humano e imperfecto, aunque a mi psiquiatra le parezca una maravilla, porque a mí, cuando de Gloria de los Ángeles Treviño se trataba, lo enfermo, de mi parte, era lo que me complacía de mí misma, y es lo que esperaría sentir ahora, contrario a tantos y tantos reproches, distinto a las razones que encuentro para desilusionarme de ella que, repito, cada vez son más. 
Yo creo que esa admiración tan fuerte y arraigada era precisamente lo que me motivaba a todo. Gloria se bastaba por sí misma y no era necesario encontrar un motivo (o varios) para admirarla porque, con el simple hecho de ser ella, se justificaba la razón para hacerlo, cuando ahora tengo que escudriñar y apelar dentro de sentimientos que ni siquiera tengo para poder aparentar que soy la Tefa de antes, la que no admitía un sólo reproche para su Gloria, la que de sólo oír su nombre saltaba de la emoción y su cara se iluminaba con una sonrisa. Y entonces, ahora que lo escribo, me doy cuenta del porqué de los fracasos en mis múltiples intentos de recuperar lo mucho que perdí en aquel viaje: es que ya no me nace nada de lo que digo, ya no siento pasión por lo que de ella escribo, ya no estoy convencida de ninguna de las palabras que voy tecleando por sus foros, y por más que yo sepa que ella siempre será parte de mi vida, una de las más importantes, si yo sigo sintiéndome como ahora, no podré seguir siendo parte de la suya... no me refiero a que alguna vez lo haya sido porque aunque bien sepa quién soy yo, o al menos mi nombre, jamás ha sido algo constitutivo para Gloria; más bien diré que, dentro de los fans, no podré ser la misma, y es que ya fue mucho el tiempo que fingí, por respeto a su recuerdo y al recuerdo de lo que fui, porque a pesar de todo, aunque de una manera muy distinta, la sigo queriendo, lo que no significa, sin embargo, que deba continuar diciendo lo que digo sin sentirlo y sólo por llevar la corriente, traicionándome a mí misma y hasta a la misma Gloria. 
Se me está yendo, y justo es que lo anuncie para que de mí no esperen nada, tal vez a modo de despedirme de sus foros y de responder la pregunta de qué es aquello que me motiva para ser fan de Gloria Trevi, porque, como dije, la respuesta se reduce a nada, y si tengo la compulsión de mantenerme en sus foros es por otras razones que desconozco.  






 

domingo, 10 de mayo de 2009

Sin título

Creo que si la doctora Irene González (mi psiquiatra) llegara un día a leer este blog, me llamaría la atención por "compartir" tantas cosas mías que me ha advertido que no las saque de su consultorio y mi conciencia. Dice que la gente no entiende ciertas actuaciones que realiza el sujeto, y al no encontrarles un nombre exacto, buscan el más próximo o el primero que les aparece en la mente, el de loca por ejemplo, que es de lo que me suele tachar tanta gente. Pero es comprensible: anécdotas de manicomios, historias de intentos de suicidio y un amor desbordado por alguien que no me corresponde. Más que loca, sin embargo, creo que suelo ser más abierta en mis cosas que la mayoría de la gente que se dice normal, pocas veces me limito, soy impulsiva, apasionada y en muchos casos cruel cuando me siento dañada, nostálgica, melancólica o deprimida. Pero no siempre estoy así. Lo que pasa es que si hay algún favor que la soledad me haga, si a algo me impulsa es a escribir porque son muchas las cosas que tengo por decir pero a nadie a quien contárselas, entonces se las digo a todo el mundo y las echo a volar a la nada para que caigan en los ojos de quien esté dispuesto a leerlas.
No es que esté justificando ninguna de las cosas que han leído aquí, no. A decir verdad, simplemente estoy escribiendo por escribir, sin sentirme mal o sola, sin estar deprimida ni melancólica. Quiero saber qué sale de mí cuando nada me impulsa a escribir, salvo el crear una entrada más para el mes de mayo en este blog, y la verdad es que ni me lo imagino porque hace algún tiempo abandoné mis estudios de filosofía, abandoné la literatura, me dediqué a perder el tiempo de la manera más infame, o a gastármelo o a no hacer nada con él. Lo único que mantengo acaso es esto de escribir, pero ya ni siquiera en búsqueda de una estética o una voz que me caracterice porque sin leer esto de escribir no da buenos resultados. Tampoco volví a leer prensa, así que es muy poquito lo que puedo decir de este país y del mundo; me entero de algunos sucesos y eventos porque me tocan directamente, como aquel del virus H1N1, que me impidió ir a México, o que la Señorita Panamá declaró que la confusión se la inventó Confusio porque todos hacen chistes de eso. Por eso, pues, mi escritura se ha "ensimismado" tanto, porque no tengo material de otro tipo o por fuera de mis sentimientos que me permitan hablar de otra cosa.
Bueno, como sea, de todos modos les digo que me es muy grato saber que me leen y que les gusta el blog, que cada vez que recibo un comentario me lleno de alegría porque me dan más razones para seguir con esto que algún día, lo prometo, tendrá más forma y un poco más de contenido de lo que Estefanía piensa o está sintiendo. Por lo pronto dejo esto intitulado ya que soy malísima para eso y pocas veces acierto a la hora de hacerlo.

martes, 5 de mayo de 2009

¡Feliz Cinco de Mayo!

Siempre habré de recordar el 5 de mayo. Y no sé si fue porque ese día asesinaron a Guillermo Gaviria (gobernador de Antioquia) junto a Gilberto Echeverri o porque, en aquel caluroso día del año 2003 el hombre de mi vida, lo mejor que me ha pasado, me dijo "usted me gusta". Era algo que ni veía venir, ni me lo esperaba. A pesar de que muchas veces dormimos juntos (y solamente dormimos) y pasamos noches enteras hablando hasta el amanecer, inclusive de insinuaciones, nunca esperé ni he esperado ese tipo de declaraciones... ah claro, también La Batalla de Puebla se celebra en este día, más en Estados Unidos que en México según he visto, pues los gringos aprovechan la fecha para tomar tequila como locos mientras que a los mexicanos como que les da igual. El caso es que mi historia, o lo que sea que salga mientras hundo las teclas, apunta solamente a la conmemoración de lo que Juan Pablo me hizo sentir, porque para mí, las dos otras cosas son circunstanciales, y si las recuerdo es o bien porque año tras año las fotos de los finados me lo recuerdan, o el Facebook o MySpace o cualquier gringada me sale con un "Happy Cinco de Mayo", el cual sólo fue happy hace seis años para mí, quizá de lo más happy que me ha pasado en la vida, pues -me atrevo a asegurarlo, una mujer nunca es tan feliz como cuando ama y siente que es correspondida, más cuando el amor se siente en silencio y ese otro de repente se aparece con el inesperado "usted me gusta" acompañado de un beso y una caricia en el pelo... al menos sí creo que es así para una mujer como yo.
No quisiera que estas líneas se desbordaran en el profundo despecho que ahora siento, ni tampoco en una melosería ridícula, pero hasta el momento, la frialdad con la que estoy tratando el asunto tampoco me resulta cómoda. Yo podría despacharla citando aquel bolero que convirtieron en estupenda ranchera los productores de La Hija del Mariachi: es la historia de un amor como no hay otra igual, que me hizo comprender todo el bien y todo el mal, que le dio luz a mi vida apagándola después, ¡ay qué vida tan oscura! sin tu amor no viviré. Ya no estás más a mi lado corazón, en el alma sólo tengo soledad, y si ya no puedo verte, ¿por qué Dios me hizo quererte?, para hacerme sufrir más. O aquella otra interpretada por Chavela Vargas que he oído desde las 2 de la mañana: hace un año que yo tuve una ilusión, hace un año que hoy se cumple en este día, hoy recuerdo que en tus brazos me dormía y yo inocente muy confiada te entregué mi corazón... sumándole La Primavera de mis 20 años, relicario de mi juventud, un cariño feliz yo soñaba y estoy sola con mi esclavitud... quisiera amarte menos, porque esto ya no es vida, ¡y seguir con otra y otra y otra más! A uno hasta Las Mañanitas le parece que le salen cuando está despechado, o al menos así me pasa a mí que me mantengo oyendo música de ese género.
Lo cierto es que si a mí Juan Pablo ese día no me sale con ese cuentecito, hoy no estuviera tomando ciclosporina para mantener un hígado transplantado, ni... no sé siquiera qué tragedias más hubiera evitado.
No, no. Él nunca fue malo conmigo, ni infiel, ni nada de esas cosas que suelen exasperar a las mujeres o que por lo general se les reprocha a los hombres. Fue hermoso, de hecho, y no tengo nada qué reclamarle más que, tal vez, una última conversación. A mí es a quien reprocho, a mí y a nadie más. De todos modos, si algunos entregan el corazón, yo puedo decir que literalmente di un hígado... por lo general piensan, más bien siempre piensan que fue de tanto tomar, cuando, a decir verdad, fue porque ya no soportaba un minuto más sin él, y entonces cogí unos frascos de acetaminofén, conocidos en Colombia como Dolex y en otros países como Taylenol, los combiné con benzodiazepinas, heroína, cocaína, vodka y me encerré a morirme durante tres días. Pasó que el efecto del clonazepam y sus hermanitos perdieron el efecto y un dolor abdominal insoportable me despertó. Cuando llegué al hospital, ya era demasiado tarde para que me metieran la sonda de carbón por las narices o me hicieran esos lavados gastrointestinales tan fastidiosos; lo único que quedaba por hacer era transplantarme el hígado, con tan mala suerte que consiguieron donante en tiempo récord... siempre me callé el porqué lo hice, pero aprovechemos que hoy es un día especial para externarlo, porque prefiero que la gente diga que por amor llegué a medidas extremas e inclusive que me tachen de loca, a que sigan especulando sobre ese incidente o accidente, como prefieran llamarlo. Que se sepa que fue por desesperación, porque de verdad no quería vivir, porque el tiempo, en mi caso, ni curó ni ha curado nada: yo sigo queriéndolo como desde entonces, aunque ya no lo llore y aunque ya no duela (tanto). Y que se sepa, sobre todo, que fue premeditado y fríamente calculado, sacado de un libro de toxicología que tenía mi mamá, de cuando estudiaba el dopaje en medicina deportiva; por ese libro supe, con una calculadora, cuál era la dosis letal, y yo escogí el día, el lugar y la hora para cometer ese suicidio fallido que no fue un 5 de mayo, porque, a decir verdad, era febrero y no podía esperar tanto. Sólo recuerdo que saber que no me quería era tan insoportable, que ya nunca volvería a abrazarlo, a verlo, a tocarlo, a oírlo que ¡Dios! ¿para qué servía la vida entonces? Y eso que ya llevaba tres años sin él, con su indiferencia y su apatía; la verdad es que no sé cómo soporté esa agonía durante tanto tiempo y cómo he seguido sobrellevándola durante seis años.
Lo busco cuando voy a fútbol (que por eso empecé a ir a fútbol), ya más por acto mecánico que con la intención de encontrarlo. Y me extraña que siendo Medellín una ciudad tan, pero tan chiquita y reducida, jamás, en estos seis años, me lo haya topado siquiera. No sé qué quiera mostrarme la vida y ya tampoco sé qué más hacer para olvidarlo.

sábado, 18 de abril de 2009

Fumar, niña, ¿qué más?

Recuerdo bien que a mi abuela ya le habían diagnosticado el cáncer que se la llevó. Tenía ganas de llorar. Entonces, para evitarlo, prendió un cigarrillo.
Cuando mataron a mi tío Rodrigo, en los años 80, en ese Medellín que murieron tantos porque sí, ella se escondía para llorar. Varias veces la encontré contra una pared o detrás de una puerta, varias veces la encontraron sus hijos, pero jamás lloró en público, porque si la debilidad se la encontraba, ella se ocultaba, y entonces, en un rincón derramaba mil lágrimas u ocultaba el llanto prendiendo un cigarrillo. No fumaba casi, así que supongo que su llanto solitario era frecuente o que, tal vez, lo amainaba haciendo otro tipo de cosas: bebiendo, por ejemplo, tragándoselo quién sabe en dónde.
Si cuento esta infidencia tan suya, tan supuestamente en secreto, es porque yo desarrollé esa misma habilidad. Fumo compulsivamente para ocultar un llanto que no siento venir, imperceptible ya a mis ojos y a mi estómago, fumo porque... "niña, ¿qué más?" Y en ese qué más ya se quemaron la "W" y el dos de mi teclado, el suelo está lleno de cenizas, como de cenizas puede estar hecha el alma de alguien que amó hasta calcinarse. Eso último no es un recurso retórico. Yo amé así, no me refiero a nadie más, aunque ese no sea el punto, y aunque no me quede bien en mi redacción.
De todos modos, no sólo por amar se me ha ido calcinando el alma. Vivir en Medellín consume tanto o más que eso, hasta el punto, quizá, de que termine yo como mi tío Rodrigo, aunque no con siete disparos entre la cabeza y el pecho... es que vivir acá es una constante agonía, un cosquilleíto que al respirar dan ganas de fumar para no llorar, un desesperito tan hijueputica que sólo en diminutivo cabe describir, porque es que es como esos pedacitos de vidrio que se quedan después de haber limpiado el vaso roto y se pisan o se tocan con las manos y cortan y duelen y se entierran peor que el pedazo vidrio grande, y se meten entre los dedos o en las palmas o en las plantas y son, sencillamente, insoportables. Como esas astillas de la madera, como piedritas dentro de los zapatos. Como todo eso junto, así se siente vivir aquí, ¡maldita sea! Y Fulanito es primo de Fulano, que también conoce a Mengano, primo de Menganito, y Menganito es amigo de Tal y ese Tal es íntimo de Pascual. Entre la endogamia y este ambiente pueblerino suscitado en una ciudad que quisiera ser moderna tanto en forma como en fondo, termina uno por punzarse el alma con las astillas, los pedacitos de vidrio y las piedritas en el zapato, mientras el espíritu se va amargando y los sueños se encierran y se consumen en sí mismos al verse encerrados en medio de este valle de montañas que alejaron al mar para maldecirnos con su aciaga y enorme inmensidad.
Uno se cansa de estudiar porque son las mismas tres malditas universidades. Uno se cansa de buscar compañía porque son los mismos tres apellidos combinados entre sí: Vélez, Uribe, Posada, Posada, Vélez, Uribe... y Restrepo. Todos tenemos un Restrepo y por algún lado eso nos hace primos del pobre Ñito y también primos de nosotros mismos en todos los grados posibles. Y uno se cansa de comer porque siempre es arepa con frisoles o frisoles con arepa y arepa con quesito y esas tres cosas lo acompañan todo. Y uno se cansa, por lo mismo, de la literatura y la filosofía, del pensar, del saber, del ser; porque es que cuando un sábado, por donde uno pasa, todo huele a frisoles (así les dicen acá) y a bandeja paisa, el plato típico, eso empieza a saber en la cabeza y a la vez en el paladar. Así que mejor es fumar, creo yo, para atrofiar el gusto y el olfato, para que sólo huela al humo del cigarrillo, al alquitrán y a la nicotina, ya prohibidos en todos los espacios públicos, ¡Bendito Dios!, para que así no huela también todo y pueda escaparse uno, al menos, en este sabor a cáncer y enfisema. ¡Maldita ciudad! Ojalá hubiera acabado con vos Pablo Escobar.