miércoles, 31 de marzo de 2010

San Antonio

¿Creo en San Antonio o creo en la fatalidad? Yo prefiero creer en la esperanza, en las causas perdidas, en el santo de Padua, en el que da novios si lo pone uno de cabeza.
Sí, la fatalidad y el realismo me invaden. Si no he podido verlo en siete u ocho años, menos ahora, ¿como por qué? Medellín es una ciudad muy pequeña, pero yo, Estefanía, estoy condenada a su olvido y a no verlo nunca más.
O al menos a eso estaba condenada hasta el momento en el que conocí a San Antonio.
De hecho siempre he sabido de ese santo, pero de sus milagros, de sus prodigios, de sus intervenciones con Dios, sólo hace muy poco. Siento por eso que, pese a que no soy católica, al pedirle algo, no tengo nada que perder, salvo mi cordura.

domingo, 14 de febrero de 2010

Xentimiento

Aunque el día de San Valentín no se celebra en Colombia, a propósito de esta fecha quiero contar la historia de un amor muy grande, que surgió gracias al amor, como surgen todas las cosas buenas.
Todo el mundo sabe que soy hincha del Deportivo Independiente Medellín, hincha a morir, furibunda, de esas de hueso colorado como dirían algunos amigos. Lo que muy pocos saben, o quizá solamente la gente a la que acompañé aquella noche de 1989, es que yo celebré el triunfo de Nacional, nuestro adversario eterno, en la copa Libertadores. No, yo no soy hincha sandía. No tengo nada verde -si acaso, algunos dolaritos, pero de ahí en fuera, nada más. Ni siquiera la marihuana me la fumo verde para que me ponga los ojos rojos, como decía un ex novio mío, porque la marihuana jamás me ha gustado. Lo que pasa es que en mi casa todos eran y siguen siendo hinchas del Nacional: mis amadísimos abuelos, que ya se murieron, y mi tío Rodrigo, que no alcanzó a celebrar ese regalo que le hizo Pablo Escobar Gaviria a su equipo, porque un año antes, gracias a la violencia que propició en la ciudad, fue asesinado a balazos.
Resulta que yo sólo tenía seis años y poco gusto por el fútbol. Distinta a mi hermana, que podía ver partidos completos con sólo tres años, yo no soportaba más de un minuto viendo correr el balón, me aburría, me desesperaba, no le encontraba sentido, y creo que era más porque estaba viendo siempre jugar a un equipo que no me apasionaba, que porque el fútbol me pareciera abstracto. Para entonces no sabía, en realidad, que había otro equipo en la ciudad y que, pese a que no contaba con los títulos del feo verde, podía ostentar de la pasión más grande que jamás ha existido entre equipo alguno y sus seguidores. Y yo, quijotesca desde que me conozco, no sabía de la existencia de aquel séquito, ni de su equipo, como tampoco de sus luchas, sus lágrimas, sufrimientos y derrotas.
Cuando tenía ocho años, conocí a Mauro Correa, el primer hombre al que amé. Y digo amé porque no se trataba solamente de un enamoramiento infantil o un capricho adolescente, a él lo amé desde el primer momento en que lo vi con su camisa roja y azul montado en su moto y subiendo las lomas de La Cola del Zorro en ella hasta el día que conocí a Juan Pablo Ruiz, a punto de cumplir veinte, vestido con camisa blanca y pantaloneta roja. Mauro me enseñó a hacer malabares en bicicleta, quitó de su trono de emperador enano a Santiago Vázquez (hincha del Nacional, el América y cualquiera que ganara) y le dio golpes a todo el que a mí me parecía "malo". Era moreno, musculoso y corpulento desde chiquito, de ojos rasgados y brazos de acero; tenía una nariz horrible, pero, a mis ojos, era encantador. Lo idealicé de tal manera, que aún hoy los hombres de su tipo son los que me gustan, si bien él ya no despierta nada en mí, o acaso sólo recuerdos bonitos de noches párvulas jugando a las escondidas, noches intensas detrás de los árboles dándonos el primer beso, noches negras y de llanto cuando se fue a vivir a otra unidad (por allá en el 98). Como Penélope (la de Ulises y la de Serrat) me quedé esperándolo, pues prometió que regresaría para el Mundial de 2002. Como la Penélope de Serrat, por poco enloquezco y me quedo sentada en la estación esperando a un hombre que ya no era al que esperaba, y a punto estuve de quedarme una vida entera, como la de Ulises, esperando al otro, a Juan Pablo, si no es por un trabajo exhaustivo de psicoterapia y autocontrol que en el momento no viene al caso explicar.
Mauro era hincha del Medellín. Mauro era el mejor jugador en la cancha, el que hacía los goles, el que los tapaba, el que pasaba la pelota para que los hicieran. Mauro nadaba y quedaba campeón. Mauro jugaba tenis y nunca perdía. Mauro, a fin de cuentas, era como mi súper héroe encarnado en muchacho, el hombre con el que soñaba casarme y tener hijos, el que primero me despertó el deseo sexual y construyó las fantasías de esa índole en mi imaginación y mi vientre.
Para el año 2002, el Poderoso, el Deportivo Independiente Medellín, logró colarse a la fincal de la Copa Mustang en su torneo de clausura. Jugaría en Pasto el 22 de diciembre, así que tenía la esperanza de reencontrarme a Mauro en la ciudad que tanto he odiado, tan pequeña para tantas cosas, tan inmensa en cuestiones de reencuentros. Me vestí con una camisa roja y salí al Parque Lleras, a media cuadra de la casa de mis abuelos, a ver esa final. Ah, también me puse unos tenis rojos que se me perdieron en la celebración y no sé cómo llegué a mi casa, tres días después, con unos pares izquierdos. Me enamoré del Medellín y del fútbol. No, todavía del fútbol no, eso fue por culpa de Juan Pablo, yo me enamoré ese día fue del Medellín, como queriendo hacer que el amor que sentía por Mauro desembocara en algo relacionado con él y sus más puros sentimientos.
Meses después, el 8 febrero, me internaron en Alborada. A Juan Pablo lo internaron el 18, y a él también lo amé desde que lo vi. Lágrimas brotaron de mis ojos, no exagero, ni hago hipérboles para magnificar ese momento, en realidad lloré con sólo mirarlo. El porqué no lo sé, si yo no suelo llorar, mucho menos así como así, pero lloré. Y a él, como a todo el mundo, lo reté diciéndole: yo soy hincha del Medellín. Cuando me dijo "yo también, hijueputa", volví a llorar.
Ese año jugamos la Copa Libertadores nosotros. Fuimos juntos a todos los partidos, lo recuerdo bien porque ninguno de sus besos los he olvidado. Me refiero a que, cada vez que Medellín hacía un gol, él me daba uno, me abrazaba con euforia, me apretaba contra su hombro con fuerza y me acariciaba la cabeza. Los goles y las jugadas no los puedo recordar, a mí no me gustaba ver jugar ese deporte, ni tampoco estaba para hacerlo cuando tenía a ese hombre a mi lado: me pasaba los 90 minutos mirándolo a él, contemplándolo, viéndolo comerse las uñas y gritándole al equipo contrario. Recuerdo que antes de un partido con Gremio me regaló una gorra con las tres estrellas que recién ostentábamos. La guardé con más cuidado y recelo que como guardo un balón oficial autografiado por todos ellos y una camisa que regalé de Amaranto Perea también firmada por todo ese equipo.
Él se fue de la clínica, y también de mi vida. Sin embargo, la única manera de serle fiel era yendo al estadio domingo tras domingo, al principio buscándolo, después alentando al Medallo. Aprendí a ver partidos, con el tiempo los disfruté, el Medellín era desde entonces mi único y verdadero amor, al que no querría ni podía serle infiel, al cual le guardaría lealtad, amor y fidelidad eterna en las buenas y en las peores, con el único que me comprometería a entregarme en cuerpo y alma en todas las situaciones y contra lo que ni siquiera el amor de mis abuelos, ni siquiera su memoria, puede luchar. Creo que sólo el amor genera este otro tipo de amores eternos, y por eso, en esta fecha, estoy celebrando ser hincha del Campeón de Colombia.

sábado, 16 de enero de 2010

Debo escribir un libro

Estoy pensando en algo así como escribir un libro, y tengo que ser capaz, y tiene que ser para este año.
Me tengo que convencer a mí, eso sí, de que por algo se empieza, de que todo el mundo le tiene miedo a la mediocridad propia, de que no hay que haber leído todos los clásicos y la literatura universal para poder empezar, aunque creo que si uno es decente sí debería hacerlo.
Hace algunos meses, no recuerdo si antes o después de mi viaje a Europa, un brujo me dijo claramente, sin yo decirle que escribía, que sólo si empezaba a escribir veía plata. También me dijo, y en eso acertó, que no veía de cerca el amor, a no ser que me fuera pronto, muy pronto de esta ciudad. Y sí, como no me he largado, estoy sola, llevo ya siete años así y estoy harta de no tener con quién compartir tantas cosas que de repente me pasan y se me ocurren, cosas que siento, cosas que me duelen, cosas que no soporto... creo que a este paso, sólo escribiendo podré compartirlas todas, y tal vez ese sea el maldito precio a pagar por tener una escritura sana: un corazón solitario y una mente atormentada. De eso sé poco, pero creo que el alma sólo se sabe manifestar bien cuando algo en ella anda mal. Por eso Paulo Coelho es tan mal escritor, y lo son todos los de esa línea, que la gente cree erradamente que hacen filosofía cuando en realidad sueltan pensamientos a lo estúpido, sin reflexionar juiciosa y cuidadosamente, sacando frases que suelen pasar por muy profundas cuando en realidad están llenas de una superficialidad y una frivolidad tan enorme que sólo en una propaganda de Hewlett Packard, la peor marca de computadores que conozco (o bueno, una de las peores porque todo lo que sea Microsoft es más que peor) puede verse manifestada: el tipo es tan buen vendedor, que ya le vendió su alma al diablo y también es capaz de tener una línea de ordenadores que promociona sin saber de eso (al fin y al cabo ni de escritura, ni de filosofía sabe tampoco), como tiene una "línea gratuita" de frases tontas que los artistas pop hispanos idolatran, la cual se le conoce como Twitter. Su colega en estas lides y en mediocridad literaria es Deepack Chopra, otro favorito de nuestras luminarias, ya no sólo latinas, sino del mundo del espectáculo en general que utilizan este servicio.
Debo tomar en cuenta, entonces, que los más exitosos hoy en día en cuanto a lo que hago se trata, ya ni siquiera consiste en tener un estilo y una voz propios, un sentido de la estética, algunos lineamientos éticos y buenas historias en la cabeza. Si quiero vender, vender a lo grande, tengo que pensar como cineasta y reflexionar como lo haría un usurero que da charlas de cómo debe vivirse la vida, empapándome de filosofastrería universal barata, de esa que cantan Juanes y Arjona y de la que escriben los ya mencionados. Aunque eso sería tener éxito fracasando.
Yo no envidio, ni critico a Coelho porque una marca de computadores le hubiera otorgado una línea para patrocinar. Me gusta mucho la frivolidad mezclada con la decadencia, pero si a esas vamos, la que yo quisiera es la que disfrutó Capote en Studio 54 siendo el escritor de cabecera de Grace Kelly. Él se daba el lujo de ser frívolo y voraz, reflexivo y juicioso, decadente, superficial pero a la vez fino y tierno, casi profundo, muy profundo sin que pareciera quererlo, tanto que logra estremecer a cualquiera, tanto con su vida como con su obra.
Tengo que pensar muy bien las cosas y oír muchas rancheras, también mucha salsa de esa clásica que producían en Nueva York las Estrellas de la Fania. No se trata solamente de leer, aunque voy a retomar a Antonio Caballero, de quien tanto he aprendido en la vida, tanto de forma como de fondo y con quien me he identificado casi siempre.
Pueda ser que el pánico no me paralice. Pueda ser que a la hora de enfrentarme con un título no deshaga, como estoy pensando ahora que no lo tengo, todo un escrito.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Mi escritura

A mí no me enseñó a escribir nadie.
Tenía 13 años y nada definido ni definitivo en la vida, salvo la soledad, que, más que esas dos cosas, ha sido una constante desde que era aún más niña y pasaba días y semanas jugando con tres amigos imaginarios que terminaron por irse con otros niños con mi tío Juan, en un viaje que hizo a la Guajira; para entonces tenía cuatro años y nunca más los volví a ver. Ese año entré al colegio, era 1987. Nueve años después, si bien tocaba la flauta dulce y el violín, jamás me había destacado en nada, salvo por ser esa niña que en los recreos se la pasaba hablando sola o jugando con otros niños que, como yo, no tenían amigos debido a sus defectos físicos o incapacidad para relacionarse con los demás. Entre los solos nos acompañábamos. En las tardes me llevaban a la casa de mi abuela materna, y eran horas de juego con "Mincha", la empleada del servicio, una señora que, parecía, había nacido ya vieja y con tres dientes, al igual que Lao Tse. Fue ella quien me enseñó a trepar árboles y a hacer vueltas de canela, a jugar a las canicas, a hacer arepas para el abuelo en forma de Mickey Mouse, a reírme y a amar a Cantinflas, a oír rancheras y música del arrabal. El abuelo, por su parte, cultivaba la política. No. Más bien me sembraba la obsesión por la política, y es que no es que su intención fuera convertirme a sus ideales o nada por el estilo, sino que, como no se sabía cuentos, me contaba la Historia, tanto la del país como la del mundo vista con sus ojos de liberal colombiano de izquierda, seguidor de Alfonso López Pumarejo, pero también de Marx, Lenin, Trotsky, Fidel Castro y Ernesto Guevara. Mis héroes, entonces, nunca fueron caballeros de armadura, ni de capa, ni príncipes encantados; eran guerrilleros, presidentes visionarios, filósofos, hombres masacrados y sobrevivientes durante el periodo de La Violencia, y entre ellos, por supuesto, Tirofijo con su Marquetalia. Años más tarde, poco antes de su muerte, ni a él, ni a mí, nos dio vergüenza decir públicamente que ojalá a Manuel Marulanda, ya por viejo y por tanto haber luchado, el gobierno, en vez de perseguirlo, debería haberle dado una casa para que viviera tranquilo durante sus últimos años. Pobre mi abuelo, recordado años después por el presidente Álvaro Uribe en una cabalgata: ¿Se murió don Rey?, le preguntó a mi mamá. Sí presidente, se murió hace tantos años, le contestó. Hombre, qué lástima, le replicó, era un gran hombre. Sí, era un gran hombre, gran malparido, que se murió de pena por su viudez y por cómo tenías al país hasta entonces. Nunca te quiso, quiso a tu gran adversario, a Tirofijo, no muerto en combate ni puesto en primera plana como trofeo de guerra, sino de infarto. ¡Qué alivio! Pero a mi abuelo sí lo mataste, lo mataste de la pena moral.
Yo fui creciendo entre esas historias y la partida de "Mincha". También me contaban otras, las mismas que a los demás niños, y veía telenovelas con mi abuela y con su hermana, y oíamos a Serrat en vez de oír rondas infantiles, porque, en una casa que perdió a un hijo en el 88, muerto a bala, no se podía oír otra cosa... fue difícil entender que el viaje que hizo Rodrigo no fue de estudios, como los demás que hicieron mis tíos, sino por muerte, por siempre, hasta nunca, eternamente.
En el colegio, mientras tanto, las balas nos rozaban las cabezas. Los sobrinos de Pablo Escobar, Carlos y Vicente Castaño, los de los Ochoa, los de todo el Cartel de Medellín y también los de sus adversarios estudiaban conmigo. Si nunca nos cayó un tiro, creo, fue por nuestras bajas estaturas, porque cuántos no fueron los huérfanos y cuántas las viudas en ese entonces. Otros huían por el mundo buscando salvar sus vidas, escapando de la extradición, cargando con el estigma de un apellido que por desgracia los acompañará hasta después de sus muertes, cuando sus hijos y sus nietos sigan portándolo y no puedan negar jamás su parentesco con Pablo, con Fabito, con éste o con el otro, y los colombianos tampoco podamos negar que toda esa estirpe fue parida aquí, justo en tierras antioqueñas, como el presidente, emparentado no sólo de plata y de oficio, sino también de sangre y hasta el tuétano con tanto mafioso que ya ni vale la pena mencionar.
La cosa era que a mí nadie me había enseñado a escribir. Nadie en mi casa lo hace, nadie que yo conozca vive de eso ni se ha dedicado de lleno a hacerlo. Ningún profesor me alentó, ni ninguno cultivó eso en mí, porque cuando empecé a hacerlo fue para desahogar tanta rabia y tanta cosa que tenía por decir pero sin tener a quién decírselo. Yo empecé a escribir porque en un libro de Fernando Soto Aparicio, Mientras Llueve, la protagonista, que fue encarcelada, se dedicó a redactar un diario para no aburrirse, o ya ni sé, sólo recuerdo que escribía y que yo me había decidido a hacer lo mismo para no seguir padeciendo el tiempo que me quedaba en ese mugroso colegio, que eran cinco años si era que no perdía ninguno. Así también lograba fingir que tomaba nota, cosa que jamás supe hacer, y así las profesoras empezaron a creer que era que yo ponía más cuidado a la clase, cuando en realidad copiaba pedazos de canciones de Gloria Trevi o le escribía cartas sin el anhelo de que le llegaran, como también describía mi amor frustrado por un vecino al que amé desde que tenía ocho años hasta los veinte. Otras veces le reprochaba cosas a mi mamá, y lo que no podía decirle a quien me hacía dar rabia, lo escribía, todo lo escribía porque no había con quién hablar ni sabía pelear, ni amar, ni ser amada, ni correspondida, ni escuchada, mucho menos leída. Si la ira y la soledad han hecho algo por alguien, ha sido por mí. A ellas les debo todo esto, más que a mis abuelos o a personajes que han influido en otros aspectos de mi vida. Tuve la suerte de que, si bien me obligaron a ir con un psiquiatra durante ese mismo año, el tipo era tan inepto que no me permitía desahogarme, y creo que, de haber sido como la que tengo ahora, en este momento no tendría la capacidad que tengo para expresarme, ni de hacer sentir a la gente tan bien o tan mal con lo que escribo, ni de matar el tiempo como lo mato aquí, en este blog.

martes, 1 de diciembre de 2009

Redención

Yo no sabía, más bien, no esperaba, que lo que yo escribo acá ya aparezca en las Alertas de Google. En medio de la psicosis que tuve en semanas anteriores -y sé que el decir que estuve psicótica me va a traer burlas, críticas y comentarios fuera de tono a los cuales ya me acostumbré, llegué a creer, a delirar si se quiere, muchas cosas.
No, no deliré lo que dijeron sobre los videos que andan en YouTube atacando a Gloria, esos existen y a mí me han culpado de haberlos creado, como me culpan últimamente de cosas que yo no puedo resolverle a nadie como fueron las violaciones que sufrieron algunos durante su infancia, ni la extrema fealdad que por genética y ubicación geográfica tienen que llevar, no a cuestas, sino de frente, y eso es peor.
Hecha esta aclaración, lo demás sí lo aluciné, y no en sentido figurado, sino literal, porque aquí ataqué a personas que estimo bastante y cuya amistad estaba recuperando, debido a comentarios muy tontos, demasiado tontos para haberlos aceptado, pero que, en medio de un síndrome premenstrual y sin pastilla que me evitara una crisis como la que acabo de adolecer y que a nadie le deseo, para mí fueron graves y de armas tomar.
Muchas veces he querido hablar en este blog de lo que causa en mí la menstruación, que no sólo me postra en mi cama durante cinco días y me hincha los pies y me hace doler la cabeza; durante esos cinco días no duermo, no como, no hablo con nadie y soy huraña, medrosa y cobarde, pues parece que el ciclo este, aparte de afectarme hormonalmente, también tiene repercusiones psicológicas severas que alteran mi carácter, mi comportamiento y mis actuaciones. Si bien tengo quién me trate, no se ha podido avanzar mucho al respecto. Y a mí, gracias a Dios y a una pastilla llamada Socian, no me llegaba desde enero, pues esta subía la prolactina a unos niveles bastante altos (243 exactamente) y permitieron una relativa calma desde enero hasta mediados de octubre, cuando decidieron el endocrinólogo y el ginecólogo eliminarla de mi cárdex o lista de medicamentos debido a que podía sufrir descalcificación si no seguía ovulando como lo hacen las mujeres de mi edad. Entonces yo, sin el antipsicótico (Socian) y con el fenómeno que es en mí el hecho de menstruar, especialmente en los días previos y los posteriores, estaba literalmente loca. Me desmedía tomando para soportar el miedo y la angustia, los desvelos, el hambre, y mezclaba todo eso con droga. Sé que no es lo indicado, ni lo correcto, pero en medio de una situación como esas, uno se pega de los medios que conoce para evadirse y así no sufrir tanto, pero sí, también sufrir más por tanto decir, por tanto imaginar, creer, pensar en lo que no es y en lo que no es debido y sin corroborar las cosas, hablar a lo pendejo y como la borracha que soy cuando estoy en ese estado en el que ni me mido, ni encuentro mesura, ni logro el control de nada. Después las cosas dichas son difíciles de borrar y regresar al oasis de salud mental en el que me encontraba es laberíntico, al estilo Borges, lleno de espejos, muchos de ellos rotos, rotos como yo, que he estado intentando componerme pieza por pieza.
Gracias al buen consejo de una vieja amiga que tuvo la delicadeza de prestarme atención cuando no tenía por qué hacerlo, ya que no he sido la mejor en otorgarle mi amistad, logré levantarme ayer de las sombras y la miseria, conseguí un estado de sobriedad temporal y voluntario que me ha costado mucho trabajo mantener pero que pienso seguir sin importar nada hasta no estar totalmente recuperada de la cabeza, de la mente, el cerebro, dondequiera que se encuentre la maldita demencia que me da por esos días y me encuentro sola, sin nadie, sin nada. Gracias a ella por tenderme la mano cuando yo alguna vez... no, muchas veces le di la espalda y la humillé, la sobajé, la traté mal. Gracias a su gran corazón y a su bondad, que siempre la ha tenido porque me consta, logré sacudirme y darme cuenta de que no todo está perdido, ni la vida es un negativo que no se pueda revelar, que la hiedra venenosa también se llega a secar y al pisarla cruje como cualquier hoja muerta, un chamizo que se encuentra en el camino. Y sí, mija, hoy voy a cambiar, no para siempre, sino por hoy, y mañana por mañana, y así sucesivamente; tal vez me equivoque, no lo dudo, pero de que no vuelvo a tropezar con las piedritas que me tropecé hace dos semanas, eso lo puedes jurar. De hecho entendí por qué tú estás en ese lugar y yo en este, lamentándome y lamiéndome heridas ya viejas que no quiero dejar cicatrizar, pero no, ya lo dije, eso ya pasó. .
De todos modos nada de esto me exculpa y mi responsabilidad no la estoy evadiendo. Cuerda o no, yo cometí esas actuaciones y no quisiera escudarme en los tormentos que padece el alma para eximirme de culpas. Y la culpa, creo yo, es un estado ontológico, más que acusatorio. Si a mí me declaran culpable de algo, eso no me hace culpable. Pero si yo me siento culpable, entonces sí lo soy, y esta vez la maldita culpa la siento y me doy golpes de pecho, o bueno, eso hice hasta el día de hoy. Pido perdón pero no olvido, pido cuenta nueva pero no borrón; no soy tan ingenua para creer que a la gente se le olvidan las crueldades que uno dice y comete, eso se queda grabado en algún rincón del alma, en el seso, tampoco sé. Pero también el alma y el seso saben perdonar y dar nuevas oportunidades, que es lo que estoy tratando de conseguir y que en pocos días lo he logrado, a Dios gracias. También gracias a ese amigo, y a la amiga que ya mencioné, y a mis papás por entenderme, aunque ellos no padecieron ni la quinta parte de lo que sucedió en este mismo blog la penúltima vez que escribí (por fortuna, no saben de su existencia)
Ya que empieza diciembre, que es época de festejos y reflexión para casi todo el mundo occidental, aproveché para escribir estas líneas. No pondré etiquetas, ni he dicho nombres porque creo y sé que quienes he mencionado también piensan así, que, cuando sea el momento, serán develados.
Por ahora sólo me queda seguir adelante y enmendar lo que me quede por enmendar.

martes, 17 de noviembre de 2009

Dolor

Esta vez sí estoy deprimida, deprimida de verdad, con tintes psicóticos, con tristeza profunda, sentimiento de fracaso y una soledad apabullante que me consume el alma.
Ya no puedo ni quiero batallar. Estoy cargada de amargura.
El jueves empecé un antipsicótico que me hizo bien hasta ayer. De repente, un hilo fino estaba halándome algo desde la garganta hasta el estómago, como queriendo provocar el llanto, pero sin dejarlo salir. Es como si todo lo que siento se hubiese comprimido en el esófago y quisiera apretarlo para poder, al fin, llorar y aliviarme de tanta culpa, de este dolor tan grande.
Siento que la vida me pesa, que respirar me asfixia, que existir me quebranta.
Quisiera tener las fuerzas suficientes para poder levantarme de esta cama y asearme, acaso bajar a comer algo, no tener tanto pánico de ver a la gente, ni de salir a la calle. Quiero un anonimato absoluto, quiero no ser yo, quiero que Tefa sea olvidada por quienes persiguen este blog en busca de algo que no se les ha perdido, que se olviden para siempre que algún día, cuando los callaron y enmudecieron, yo fui su voz, y que, a pesar de todo, son ellos quienes ahora me callan y me amordazan, me vetan, porque yo, desafortunadamente, hago parte de un pasado que no quieren recordar y de un presente que conmigo es incómodo.
Creo ahora que más me hubiera valido no haber escrito tanto, no haber querido en exceso, no haberme desmedido en solidaridad con el dolor que entonces vivían, ni encerrarme como lo estaban, ni defender con el alma una causa que sólo yo, y muy pocas personas, consideraban válida y justa.

Hola Tefa !
Leí tus comentarios... en si leo mucho de lo que escribes, ?recibiste un e-mail mio en el que te hablaba de tu abuelita ? me gustaría saber si te llegó, realmente no hablé de tu abuelita si no de lo que suponía tu podías sentir, total ahora no sé ni que decirte...
Leí tu comentario de que mi bebé debería nacer en un palacio... gracias por tu apoyo, no entiendo el argüende de todos por esto, solo sé que no soy la primera madre soltera del mundo ?verdad? (estoy bromeando) yo no solo quisiera que naiera en un palacio... quisiera que naciera en un mundo perfecto, sin guerras ni injusticias, quisiera que nada pudiera arrancarlo de mis brazos en lo que crese, quisiera que me quisiera la mitad de lo que tu dices apreciarme quisiera mil cosas pero al menos hoy me alimento mejor por él, y lloro mucho menos en la soledad, y haré de donde el este conmigo un rincon del cielo... Dios es muy bueno Tefa cree en él y amalo por encima de todo, yo sé por que te lo digo un día podremos platicar... me encanta tu forma de pensar cuando eres crítica, directa, sincera... !TERRIBLE! (en el mejor sentido) peró me preocupas cuando te siento triste, sola, derrotada, !que mundo dificil e incomprensible es este para ti! te entiendo, pero como te ha dicho Sergio TE NECESITAMOS fuerte y activa GRACIAS por todo TEFA
De corazón, tu amiga...
si amigas...

Y en sí, parece, sigue leyendo mucho de lo que escribo, es lo único verdadero que quedó de ese primer contacto con ella. Ni le parece ahora mi sinceridad, ni que sea crítica y directa, mucho menos TERRIBLE (en el mejor sentido). Sin embargo el mundo para mí sí sigue siendo incomprensible y difícil, de eso no hay duda, mucho menos cuando la una empezó a criticar a la otra y viceversa.
De todos modos creo que en ese entonces actué con la más honesta y mejor de las voluntades. Hasta le escribía cartas, cayéndome muy mal, a su amiga de toda la vida, a esa que ya no quiere ver ni en pintura, solamente para que en medio de esa terrible situación se sintiera un poquito mejor, ya que si de mi parte estaba el hacerla sentir bien con lo que me pedía, yo no iba a escatimar, como jamás escatimé en nada de lo que me fue posible, pero por eso mismo, por haber actuado así, conformo parte de una historia que ya quiere ser borrada de la memoria y a Tefa, tan querida en ese entonces, es mejor mantenerla apartada de un medio tan vital para ella como lo son los foros, donde se dio a conocer y donde más la defendió, donde siempre se ha sabido expresar... ¡la vida es una ironía!, dice en una de las canciones más estúpidas que le conozco, pero es verdad. Y eso que a Chávez lo critica por haber cerrado canales de televisión. Claro, eso lo hace públicamente, pero hay que apagar las cámaras en los convivios cuando de callar y humillar a fans se trata, y es que ya es "anti" todo aquel que disienta, aunque sea un poquito, de su manera de pensar y de vivir la vida. Ese foro se convirtió en la manera de castigo más cruel para desterrar y censurar a quienes la siguen. Ese foro, al cual nos obligaron a ir en un principio, porque antes estábamos muy bien en otro y entre nosotros, acabó con la opinión objetiva general y sana de lo que se podía pensar sobre ella, además de haber creado personajes nefastos ávidos de atención, llenos de incultura y de complejos, del cual ahora se apoderaron las ovejas que, ciegas, se dejan llevar al despeñadero.
Valga decir aquí que no por decir estas cosas no la quiero, y valga decir que si se nos niegan los espacios para expresarnos y los llenan de esbirros, por algún lado tienen que aflorar las críticas, las vean constructivas o destructivas según aquel que esté acompañando al lector o el sentimiento que tenga éste hacia mí, que ya sé, no me lo tienen que decir, es de fastidio y hastío, de incomodidad.
Y no por pensar ahora muy distinto a como pensaba hace tres años, faltaba más que yo no pudiera hacerlo y ellos sí, quiera decir que es Estefanía quien difunde en YouTube y por toda la red una serie de videos en contra de, ni mucho menos quien los edita utilizando una voz computarizada de la manera más cobarde y canalla, porque si algo me caracteriza, es que digo las cosas de frente y por escrito, si bien desde mi correo le han enviado amenazas utilizando mi estilo no sé con qué fin porque no me las han mostrado para, al menos, poder argumentar por qué no soy yo quien los envía.
Y me alegra sobremanera, no me pesa, que esté teniendo el éxito que tiene en su país. Otra cosa es que eso a mí no me deslumbre, ni sea un motivo más de admiración. Yo nunca fui fan de un éxito o de un sencillo, ni jamás quise a la triunfadora, ni idolatré a la número uno. Siempre me basé en su manera de ser, en la persona, en las letras, en la interpretación, y cuando no pudo cantar ni interpretar, la adoraba porque simplemente era, ¿a mí qué si no llenaba estadios? Llenaba mi alma y mi corazón, y eso bastaba. Y aunque su éxito de ahora sea innegable, que no se le olvide que de donde nació no sale, porque yo estaba en España cuando ella estuvo y más despliegue tuvieron otras cosas que su casi nula estadía en Madrid y Barcelona. Sólo fans y homosexuales se enteraron y de quienes se hablaba era de Madonna, Michael Jackson y U2, no de su insignificante y gratuita presentación en Chueca. En Colombia, por otro lado, nadie la menciona, y sé que si la van a contratar, sólo sería para recintos con capacidad de unas dos mil personas, -si es que lo llena, porque quisiera que me contaran cómo estuvo la cosa en Bogotá en mayo de 2007. ¿200 personas fue la cifra? Como sea, si triunfa acá y en España, qué bueno, pero que no se le vayan a subir más los humos, que ahora como que los tiene bien arribita y eso a ella no le queda.
Lástima, lástima de verdad que yo intente ser consecuente con lo que aprendí a pensar gracias a ella y al final termine excluida por ella misma. Lástima de mí que la adoro con el alma y tengo que apartarme porque no le parece que sea como soy, que diga lo que digo, que piense como piense y que viva como vivo. Malditas las plegarias que eleva al cielo en mi nombre, porque están cargadas de peticiones y deseos que me perjudican y atentan en contra de mi devenir, de mi ontología, de mi ética. Benditos aquellos que aún pueden saltar en el mismo lugar, porque de ellos será toda la Gloria.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Bebida

Muy bien. Como no hay nada hasta el momento que demuestre que beber me causa las cosas que me causó el sábado, he decidido ponerme a prueba para demostrar lo contrario con un licor de vodka y cognac que suele mezclarse con vodka puro. Tiene un porcentaje de 17 grados de alcohol, lo cual no es mucho, y es que no pude encontrar ni una cerveza en esta casa.
Sin embargo, creo que es más interesante con este porque fue de lo que tomé aquella espantosa vez que me provocó vómitos y calambres. Estoy dispuesta a sentirlos de nuevo si es necesario, hasta que el organismo se acostumbre y se cure de este penoso mal que me aqueja, y que pareciera que piensa aquejarme si yo se lo permito.
No creo, además, que agregarle un elemento a mi tediosa rutina diaria me venga mal. Nada más saludable, quisiera agregar, que un hígado y un organismo bien educados para ingerir alcohol en grandes cantidades, así digan lo que digan los que tengan que decir algo al respecto de modo contrario.
Y es que creo que esto de beber es como el deporte. A medida que se deja de hacer, el cuerpo va perdiendo acondicionamiento y aptitudes, se cansa, vomita, patalea, le dan resacas, entre miles y miles de cosas que puedo enumerar de cuando no me excedo debidamente.

Alguna vez escribí que la gente no se moría por estar bebiendo. La gente bebe porque se está muriendo. Simplemente la vida es asfixiante, y más lo es en sobriedad... bueno, aquella vez me quedó mejor que esta, pero ya se me perdió y no creo poder recuperarla, estaba en un blog que borré en medio de una resaca tremenda y olvidé guardar las cosas que verdaderamente valían la pena. Lo importante ahora es la idea. Y recalcar que aquella resaca era moral, no por bebida.

Yo no puedo vivir sin beber porque, además, las canciones de Chavela Vargas no tendrían sabor. De hecho, Chavela dejó de tragarse el alma al cantar una vez que dejó de beber, y tengo pruebas auditivas para demostrarlo. Muchos se lo atribuyen a su edad, pero se equivocan. Chavela cantaba mucho mejor borracha que en sus "cinco sentidos" (es que, cuando se bebe, se alcanzan como dos o tres más), tenía más sentimiento, era más afinada. Y en cuanto al sabor de sus rancheras, es cosa que sólo degusta el paladar con más de dos copas de cualquier licor.

Bueno, ya llevo dos vasos del elíxir azul que describí al principio y estoy bien. Espero poder continuar sin contratiempos, porque así sea a pesar de ellos, seguiré intentando beber hasta que logre aguantar tomarme, al menos, una botella entera de vodka o tequila pudiéndome quedar parada y sin tener dolor de cabeza al otro día.
Lo demás, aquellos problemas que me aquejan y que no pueden arreglar ni el alcohol, ni los cigarrillos, se perderán en el olvido del fondo de una botella.