PREMISA
Este guión surge porque me asignaron una tarea, sí. Pero a partir de ahí pretendo crear un nuevo orden a partir de un desorden que quizá ya esté dado: crear una historia de manera catártica. Es decir, una historia que no está previamente esbozada, si bien parte de un cuento que escribí hace un año. Los actos, los diálogos; cada escena surge a partir de las emociones que siento a medida que voy escribiendo. Para algunos quizá no pase nada, como para otros quizá pueda pasar mucho.
No es una historia desarrollada de la manera convencional: de hecho nace por la tercera escena. Las demás fueron creadas para explicarla y terminó con un final que ni yo misma esperaba. Por eso la escaleta se elaboró después de escrita la escena, y no antes.
Se pretende, también, darle prioridad a los diálogos, más que a la imagen. Hablar es también hacer, crear en el instante…siempre he creído que escribir no es sólo un artificio: es el arte de hacer real por un instante, por un momento, todo aquello que la cotidianidad y el diario vivir no permiten. Se hace real en tanto se lee. En este caso, es real en tanto se ve y se oye. Y ahí están el poder y la magia, mi poder y mi magia: en la quimera, en la ilusión. Esto es lo único que nadie puede evitar: que yo, soñando, cree.
Sinopsis
Si bien la historia se lleva a cabo en Medellín, México, como un sueño, siempre está presente en los diálogos, con las leyendas de la música popular de mediados del siglo XX, encontrando así modismos de ese país combinados con la jerga que utilizan los jóvenes y las personas del bajo mundo de acá.
ESCENA 1/EXTERIOR/DÍA/ESCALERAS “TRONQUITOS” U. DE A.
Sentada en las escaleras que miran hacia la Biblioteca de la Universidad de Antioquia se encuentra María Paulina. Es un día de septiembre y el cielo está nublado. Con sus codos recostados en un escalón, triste y nostálgica contempla desde lejos aquellas últimas golondrinas que se despiden del verano en la fuente principal. Pasó una ventisca helada, y entonces sacó una chaqueta de su mochila azul. Ahí encontró su “Diario de Encierro”; decidió dejar la chaqueta a un lado, sacó el cuaderno Académico rojo y se sentó a leerlo. Después de un rato, de la caja negra de su violín, sacó el celular y llamó a José.
En ese momento aparece Gabriela con su mochila en un hombro y la Constitución Colombiana en una mano. Llega a paso ligero, como apurada y se sienta al lado de María Paulina, poniendo el estuche negro del violín un escalón más abajo
Indignada, Gabriela toma su libro, sube las escaleras y se va. María Paulina voltea a mirarla con rabia y está a punto de llamarla para disculparse pero sigue fumándose su cigarrillo y mirando hacia la fuente. Empiezan a caer goteras; sin prisa, se asegura de que la caja de su violín esté bien cerrada, se pone su chaqueta y guarda el cuaderno en su mochila. Sin darse cuenta, mete el celular en el bolsillo de su camisa y a paso lento emprende el camino hacia el Bloque Administrativo, el 16…se pierde entre la gente y así desaparece de la escena.
La habitación de María Paulina queda en el segundo piso. Al frente, por la ventana izquierda, puede ver el parque compuesto por pequeños arbustos, como de unos doce años. La derecha está clausurada. Su cama, situada en el medio, es pequeña y de comino crespo, siempre tendida con una colcha impecable de color rosado pálido y una cobija de bebé encima. Al frente de esta, una mesa de arquitecto; una pecera de dos metros por uno, apoyada por cuatro ladrillos y un mesón de madera, que da contra la pared izquierda para que le dé el poniente. Al otro lado, el clóset.
Desde arriba, Chavela la siente silbar La Pollera Colorá y se asoma para verla deshacerse de la caja en la que guarda su violín y hurgar entre los bolsillos para encontrar las llaves, sacudiéndose el pelo para secarlo de la lluvia y guardando sus gafas empañadas junto con la chaqueta en la mochila azul.
Suena el celular con un tono de timbre que María Paulina sólo había bajado para asignárselo a José. Ella cree que está soñando, pero Chavela la despierta
María Paulina abre la valija de su violín y busca el teléfono en el estuche de la colofonia.
Chavela la mira emocionada y con las manos en la boca. María Paulina le hace un gesto con la mano, indicándole que espere.
Chavela entona un pedazo de Piensa en mí: “…Cuando quieras quitarme la vida, no la quiero para nada, para nada me sirve sin ti…Piensa en mí” a capella; luego le hace señas poniendo su dedo índice en un ojo y la señala, mientras sigue cantando
Escena 3
ESCENA 3/I NTERIOR/ DÍA/ TAXI
Es un carro último modelo de color blanco. Cojinería de cuero negra. El volante es de un rojo intenso con visos negros que brilla, al igual que la palanca de cambios. En el espejo retrovisor cuelga un escapulario de la Virgen del Carmen y un pequeño balón de fútbol con parches azules y rojos
Llueve…El carro está pasando por la Avenida de Los Industriales. Paulina tiene recostada su cabeza contra la ventana, mirando el metro. Dibuja en el vidrio empañado la jota y la pe. Está sonando Piensa en mí como música de fondo interpretada por Chavela Vargas: se oye la introducción de la guitarra y la voz que canta Si tienes un hondo penar piensa en mí. Si tienes ganas de llorar piensa en mí. Ya ves que venero tu imagen divina. Tu párvula boca que siendo tan niña me enseñó a pecar. Un minuto, siete segundos. En ese momento Chavela interviene. Voz off. La canción sigue sonando…
¿Recuerdas cuando lo conociste? Fue en una mañana de febrero, una mañana quizá más hermosa que los paisajes estivales retratados por los impresionistas
FLASHBACK/EXTERIOR/DÍA/CLÍNICA ALBORADA
La entrada es una puerta de hierro corrediza con formas de rosas pintada de azul rey, resguardada por un candado enorme que asegura unas cadenas. Un jardín con bancas de parque a las que les dan sombra tres árboles viejos y el área de la piscina; en medio de estos, separándolos, unos rieles de cemento que conducen a una pequeña casa que fuera construida para esconder y entrenar a los sicarios de Pablo Escobar, ahora adaptada como vivienda de los pacientes. Detrás de esta, un lago de patos cercado por una malla metálica de medio metro. Vigilando la piscina, al frente del lago y a un lado de la casa, un edificio sin terminar de tres pisos, donde se encuentran las oficinas del staff clínico y tres habitaciones más.
Los rayos del sol coloreaban tu espalda casi desnuda, sólo cubierta por tres tiritas de lycra. Mientras fumabas, mirabas el danzar de los patos en el lago, preguntándote entre lágrimas si acaso ese movimiento uniforme era la aceptación sumisa de un encierro al que fueron sometidos simplemente porque eran patos que no se comportaban como los demás de su especie, y entonces les diseñaron un ambiente hermoso y cómodo, para que ante los ojos de dios y de los hombres no parecieran aislados de los suyos. Luego miraste hacia el cielo buscando consuelo y respuesta, pero el cielo sólo te llevó a pensar en Grecia; apagaste el cigarrillo y sonreíste al recordar a Sócrates, sonrisa que se tornó amarga cuando llegaste hasta Esparta con sus guerreros de cuerpos perfectamente esculpidos que te hicieron recordar aquel hombre por el que lloraron las muñecas de tus manos y te encerraron allí. Fue entonces cuando volteaste y lo viste. Se estaba cubriendo del sol con una mano y la retiró de su cara apenas te vio. Te sonrió y viste sus ojos esmeralda contrastar con el bronce de su piel. Creíste que eran alucinaciones causadas por los sedantes. Pero supiste que era real cuando los perros de la clínica se le acercaron a darle la bienvenida y Beatriz Palacio, tu querida psiquiatra, se acercó para informarte que había un nuevo paciente…fuiste corriendo a tu habitación para encerrarte a llorar.
INTERIOR/DÍA/TAXI
CHAVELA VARGAS: ¿Cómo se llamaban los méndigos perros?
MARÍA PAULINA: Sobriedad y Semilla
CHAVELA VARGAS: Ah caray pa’ nombrecitos. ¿A qué tarado, a qué pelmazo en este mundo se le ocurre bautizar así a unos perros?... ¿Cuál era la perra?
MARÍA PAULINA: Sobriedad
TAXISTA: ¿Perdón? ¿Me estás hablando a mí, muñeca? (mirándola por el espejo retrovisor)
MARÍA PAULINA: ¿Eh?... Ah no, no muñeco, estoy hablando por el manos libres del celular
TAXISTA: ¡Je! Vea pues, hoy en día todo el hijueputa loco que habla solo tiene la diculpita de los manos libres
MARÍA PAULINA: Jaja, sisas
TAXISTA: (Para el carro y se voltea, mirándola fijamente) Oiga bizcocho, ¿y usted en serio es Paulina?
MARÍA PAULINA: (asiente con la cabeza) Ajá, ¿por?
TAXISTA: No pues, es que no parece mujer de ‘El Flaco’
MARÍA PAULINA: (extrañada y molesta) ¿Cómo así? ¿Mujer del flaco? ¿Qué flaco?
TAXISTA: ¿Y pa’ dónde es que va pues? A mí me llamó el patrón para que la recogiera donde
usted estaba que porque no tenía forma de movilizarse. Y no me llamaron de la central, me llamó el patrón al celular…
CHAVELA VARGAS: Ándele, con razón el carrito (mirando a Paulina)
MARÍA PAULINA: (mirando a su lado derecho y hablando en secreto) Sht, pendeja, cállate
TAXISTA: ¿Por qué?
MARÍA PAULINA: No, no, no era con usted, es que…
TAXISTA: Sisas, el manos libres. Jaja. ¡Qué vuelta! (volteándose hacia el frente y arrancando el carro) Loca hijueputa. Este man sí no. Cuando no son meras perras, son unas rayadas las hijueputas.
María Paulina lo oyó e iba a responderle disgustada, pero Chavela le hizo señal de que se calmara.
CHAVELA VARGAS: Déjalo. Pinche panzón; que se pudra en su grasa. ¿Qué me venías diciendo? Ah sí, de Sobriedad. Esa cabrona tenía un porte... No’mbre, y luego se les pavoneaba con su dignidad y su elegancia y ustedes con su ego todo aporreado y maltratado, con esas caras tristes y desesperanzadas ¿De qué raza era?
MARÍA PAULINA: No sé. El único que sabía el nombre de esa raza era José. Los tutores de la clínica decían que era cazadora de leones. Te recuerda a Doña Bárbara, ¿verdad?
CHAVELA VARGAS: ¡No! A Doña Bárbara no. A la mismísima María Félix. Porque no es que la muy hija de su madre hubiera interpretado el papel de manera magistral, como creen muchos. Fue que alguien se inspiró en ella para crear a Doña Bárbara, mi reina santa…y cada que me acuerdo de la perra de esa clínica pienso que el alma de María se metió en ella (breve silencio) O no. No. Estoy segura. La Félix era muy perra. La perra era muy Félix. ¡Tal para cual! ¿O tú qué dices?
MARÍA PAULINA: (carcajeándose) Yo sólo me acuerdo que mi abuelo decía que la muy ‘vagamunda’ había acabado con Lara
CHAVELA VARGAS: Y con José Alfredo, y con Negrete. ¡Las estrellitas con tus manitas! Hazme el favor, el pobre Agustín escribiendo esas babosadas, semejante poeta que fue. Que no se te haga raro que a Jorge lo hubiera mandado a Los Ángeles
MARÍA PAULINA: Para terminar de inmortalizarlo y hacer realidad lo que la canción que lo hizo famoso decía: que digan que estoy dormido
CHAVELA VARGAS: Y que me traigan aquí…si no sabré yo de lo que era capaz. Jorge ya estaba muy enfermo cuando viajó. ¡Méndiga! (apoya el codo contra la ventana y pone la mano en su frente) ¡Ya ni me digas!
María Paulina seguía carcajeándose con los ojos cerrados. Cuando los abrió, ya Chavela no estaba. Asustada, recostó su cuerpo contra el espaldar del conductor.
Varias voces off: está prohibido tener parejas dentro de la institución, se llama José y tiene dieciséis años, ese no es hombre para usted, este fin de semana no salen, ustedes no se pueden besar dentro de la clínica, María Paulina tiene un desorden de la personalidad, José está acá por heroína, le queda prohibido leer a Kafka, por este camino sólo se llega a la muerte, la indigencia y la cárcel…
MARÍA PAULINA: Oiga señor, ¿Quién es El Flaco? ¿José?
TAXISTA: ¿José? ¿Quién es ese man?
El carro sigue andando y el taxista la espía por el retrovisor. De pronto para el carro y ambos se balancean de adelante hacia atrás.
TAXISTA: Uy mi amor, ¿está bien? Estos hijueputas buses sí son la cagada (Hunde el pito una y otra vez y se asoma por la ventana para insultar al chofer del bus que paró en el lado izquierdo de la Avenida) ¡Gonorrea, respetá las normas! (Pisa el acelerador y hace una maniobra que hace que María Paulina vuelva a moverse de manera involuntaria, como un títere)
María Paulina cierra los ojos intentando quedarse dormida. De pronto siente que el taxista le toca el hombro bruscamente
TAXISTA: Ya llegamos, mujer
María Paulina ve a José desde lejos. Lo distinguió porque sólo vestía una pantaloneta.
MARÍA PAULINA: Pille mijo, ese de la pantaloneta negra con rayas rojas es José
TAXISTA: No parcera, ese es El Flaco
MARÍA PAULINA: (Buscando en su billetera) Ah… ¿Cuánto es?
TAXISTA: Catorce mil lucas, pero todo bien que ya eso está arreglado
MARÍA PAULINA: No, pero yo tengo con qué pagarlo
TAXISTA: Fresca pelada (le mata el ojo) Las vueltas con ese man las arreglamos entre él y yo
MARÍA PAULINA: (Vacilando y sin saber qué hacer) Ah, pero…
TAXISTA: Hágale pues que la están esperando
María Paulina abre la puerta del carro y se baja. Con las manos en la cintura y mirando hacia arriba inspecciona cómo está el cielo. Se oyen relámpagos. Luego da una rápida mirada para ver dónde está, entonces ve cómo José viene acercándose en cámara lenta y la sonrisa se le dibuja enorme en la cara.
ESCENA4/
EXTERIOR/DÍA/AFUERA DE LA CASA EN BELÉN LAS VIOLETAS
Una casa grande de tres pisos que desentona con las demás del barrio. Afuera, un antejardín de arena y un almendro que le da sombra a un tronco de forma horizontal en el que se sientan las personas que compran gaseosas en la tiendecita de metal roja de Coca Cola que está detrás.
En cuanto lo ve, María Paulina lo abraza y empieza a llorar, mientras José le da besos en la mejilla y reposa el mentón sobre sus hombros, cerrando los ojos. Le toma la cara y la mira a los ojos.
MARÍA PAULINA: ¿Para qué querías hablar conmigo? ¿Qué es lo que me puede convenir a estas alturas de la vida?
JOSÉ: Te dije que nos convenía a los dos
MARÍA PAULINA: Será a usted que…que se ha pasado…porque yo… (No es capaz de contener el llanto y vuelve a abrazarlo).
JOSÉ: Hey, no llorés, vení hablemos (Se sienta en el tronco y le extiende su mano para que ella haga lo mismo) Parcera, yo a usted no la odio. La quiero demasiado, pero yo no me merezco a una chimbita como usted.
MARÍA PAULINA: Entonces estamos empatados. (Se aparta las lágrimas con las manos) Yo no me merezco a un guerrero espartano de bronce como tú, con esos ojos verdes, con ese cuerpo esculpido de dios africano…”
JOSÉ: Jaja, otra vez con esa vuelta del guerrero parmesano. Pero ¿cierto que no me estás diciendo cacorro?
MARÍA PAULINA: (Sonriendo con ternura) No, todo lo contrario. Tú tampoco has cambiado mucho. No has perdido esa costumbre de andar sin camisa, en pantaloneta y descalzo a pesar de estos días de lluvia.
JOSÉ: Nada pirobita, a mí no me da frío
Hay una breve pausa
MARÍA PAULINA: Y entonces… ¿Me quieres “demasiado”?
JOSÉ: Sisas, muchísimo
MARÍA PAULINA: Pero la indiferencia no es amor
JOSÉ: (Poniéndose en cuclillas al frente suyo y mirándola nuevamente a los ojos) ¿Sabe qué? Es que yo me di cuenta de que usted era una cabeza. Usted todo el día leía y escribía… (Le acaricia el pelo con la mano derecha, como intentando peinarla)
MARÍA PAULINA: Escribía para ti
JOSÉ: Dejáme hablar pues home, piroba (Pone sus manos en las rodillas y se para)…Mirá Paulina, si seguíamos juntos, vos no estarías donde estás ahora. Yo he sido un hijueputa vicioso que se dejó enredar de una vieja y terminé de papá de una niña que no sé si es mía, pero esa es una reina a la que adoro y yo a ella no la voy a dejar sin papá. Usted al lado mío hubiera tenido que vivir en las calles o quién sabe cómo. No andaría en esas vueltas de la universidad, ni trabajando con el magistrado ese…porque yo sé que usted se entera de lo mío, pero yo también me entero de lo suyo.
MARÍA PAULINA: ¿Cómo?
JOSÉ: ¿Y usted por qué se entera de lo mío?
MARÍA PAULINA: Porque te amo, pero me refería a que cómo es eso de que yo hubiera tenido que vivir en las calles y todo eso que me estás diciendo. A la Universidad, a mi trabajo. ¿Quieres que le diga al magistrado que lleve tu caso? ¿Que mi tío hable con el Presidente?
Él, azarado, reacciona
JOSÉ: ¡Sht! Quieta. No hablés de esa maicada y menos por acá (mirando a su alrededor y empezando a hablar bajito)…Digamos que yo me entero de lo suyo por lo mismo que usted se entera de lo mío. De todos modos, yo no la merezco, mire ese hijueputa taxi todo lo que le valió para venir hasta acá
MARÍA PAULINA: Pero si yo no pagué nada, me dijo el chofer que ‘esta vuelta ya estaba arreglada’
JOSÉ: ¡Ah!, no se preocupe que catorce mil pesos no es nada, además esos manes saben cómo es la vuelta conmigo. ¿No le digo? Este no es el mundo suyo, mamacita
MARÍA PAULINA: Pero José, si tú eres mi vida entera, mi mundo lo he construido a tu alrededor.
JOSÉ: Ay parce, no me diga esas cosas
Breve silencio. María Paulina se muerde el labio inferior y se decide a preguntarle lo que siempre quiso saber.
MARÍA PAULINA: ¿Todo eso fue culpa de Berta, la psiquiatra esa?
JOSÉ: Sí, pero también mía. En esa clínica usted sabe cómo eran las cosas. A mí me dijeron que usted había estado con ese man y yo me quise morir, intenté que habláramos pero usted se hizo ‘chutar’ (simulando una jeringa con la mano izquierda que se ‘inyecta’ en la derecha) y se acostó a dormir. Pregúntele a Max y al que quiera que yo no dejé de llorar esa noche… y yo dije ¡La chimba, a mí esta vieja no me va a tratar así!... (Al verle de nuevo la cara hace una pausa) no llorés, que no es culpa tuya… Porque después usted me dijo que no, que eso era mentira y yo le creí. Lo que pasa es que me hicieron caer en cuenta que yo a usted no le podía ofrecer nada. Yo soy una mierda y métase bien eso en la cabeza
MARÍA PAULINA: Ay José, ¿para eso me llamaste y me hiciste venir hasta tan lejos?
José se pone en cuclillas nuevamente quitándole con su mano derecha la lágrima que empieza a bajar por su mejilla izquierda
JOSÉ: Te lo quería decir de frente, no por teléfono. No quiero que usted crea que yo la odio, porque la adoro. Quiero que siga adelante, que se lleve al mundo por los cachos y le demuestre a esa gente de la clínica que usted no es ninguna loca. Quiero que se enamore de un mancito que le pueda dar mejores cosas, que sea así de inteligente como usted, que no ande metido en tantas maricadas
María Paulina sigue llorando, con la cabeza entre sus manos apoyando los hombros en las piernas, mirando hacia el piso, haciendo figuras en la arena con sus zapatos. Levanta la cabeza y da un hondo suspiro
MARÍA PAULINA: ¿Por qué estás haciendo eso? ¿Por qué me lames la cara?
JOSÉ: No le estoy lamiendo la cara, estoy besando sus lágrimas.
MARÍA PAULINA: ¿Para qué?
JOSÉ: Porque quiero saber de una vez por todas a qué sabe ese dolor suyo, a ver si se lo quito para siempre…
Ella tirita y los vellos de la mano se le erizan. Cruza sus manos y se frota de los hombros a los codos, haciendo un balanceo de atrás hacia delante.
JOSÉ: ¿Tenés frío? Vení entremos a la casa yo te presto un buzo
MARÍA PAULINA: Un poquito. Pero dame mejor algo de tomar; una cerveza (lo dice casi susurrando, como si ya no tuviera voz y se para, rascándose la cabeza)
JOSÉ: No parcera, (poniéndole las manos en sus hombros) usted sabe que usted no puede tomar y ya lleva mucho tiempo sobria, por eso está tan bien. Mejor le doy una Coca-Cola
MARÍA PAULINA: (Voltea hacia atrás, mirando la caseta de Coca-Cola y luego lo mira) No, entonces no…Mejor hagamos lo que nunca pudimos (empieza a morderse los labios y mira hacia la casa) Mejor nos desatrasamos y hacemos lo que nunca nos dejaron hacer, lo que yo siempre impedía por andar respetando el reglamento. Mejor me…
JOSÉ: ¿Qué? (grita). Oigan a esta otra loca. ¿Ya sí te da por esas? (y le da un empujón suave, sonriendo)
MARÍA PAULINA: Sí, no te rías (intentando ponerle seriedad y contundencia a sus palabras), que ya sabes cuánto me cuesta manifestar este tipo de cosas, tú sabes que yo nunca…
JOSÉ: Vea mi amor, no se ponga roja; cuando usted mañana…
MARÍA PAULINA: ¡Mañana, mañana! Puros adverbios de tiempo (desesperada y un tanto enojada)
JOSÉ: (Alzando la voz) ¡Oigan a esta! ¡Yo no estoy abreviando el tiempo! ¡Yo no estoy abreviando nada! (María Paulina sonríe, casi a punto de carcajearse) Y no te riás, malparida, que te estoy hablando en serio.
MARÍA PAULINA: Yo sé, mi cielo lindo. (Le toma la barbilla) Ven te digo un secreto al oído, ven y no te enojes, por favor.
JOSÉ: ¿Qué me vas a decir? Decímelo duro y en mi cara
María Paulina se le acerca y musita algo en la oreja de José que lo hace sonreír y logra romper con su enojo. La besa en la boca. Para, la mira extrañado.
JOSÉ: Ja, qué piroba más viva. Usted sí se acuerda de todo. (Y continúa besándola)
Abrazados entran a la casa y Chavela vuelve a aparecer parada en el tronco y cantando la canción Llegando a ti (Poco a poco): Poco a poco me voy acercando a ti, poco a poco la distancia se va haciendo menos. Yo no sé si tú vives pensando en mí, porque yo sólo pienso en tu amor y en tus besos. Qué bonito es querer como quiero yo, qué bonito entregarse todito completo. Yo no sé, ni pregunto cómo es tu amor, porque a ti, como a mí no nos cabe en el cuerpo.
ESCENA 5
/INTERIOR/DÍA/HABITACIÓN DE JOSÉ
Está amaneciendo y la luz del día apenas alcanza a iluminar un pedacito de la habitación oscura. Dos paredes son de color azul, dos de color rojo; están intercaladas. Contra la pared azul en la que está la ventana está una cama doble, vieja, de metal corroído. Al frente y contra la otra pared roja una cuna. Dentro de la habitación hay un baño que siempre tiene la luz prendida, y el único mueble distinto a la cama y a la cuna es una silla de plástico en la que está el bluyín de María Paulina.
Ella está abotonándose su camisa sentada en la orilla de la cama, mientras que José, arrodillado encima del colchón duro de paja sin sábana, le peina su pelo mojado con un cepillo de bebé.
MARÍA PAULINA: (Cantando) No me digas que no sufriste, que no extrañaste todos mis besos. No me digas que no lloraste algunas noches que estuve lejos…
JOSÉ: Calláte hombe boba que me desconcentro. (Le toma la mejilla, le voltea la cara y le da un beso en la boca) En serio que estás tan linda (Sonríe)
MARÍA PAULINA: José, siéntate, ¿sí?
JOSÉ: No he terminado, ese hijueputa pelo suyo es muy difícil de desenredar
MARÍA PAULINA: No, en serio, siéntate
JOSÉ: Cuando termine (sigue peinándola)
María Paulina lo toma de la nuca y se acuesta. Intenta quitarle el cepillo a José, que ahora está encima.
JOSÉ: (Entre risas) Quieta, no me hagás cosquillas
MARÍA PAULINA: Bueno, pero si me das otro beso
JOSÉ: (Besándola) ¿Para qué? (otro beso) ¿Ah?
MARÍA PAULINA: (Besándolo) Para saber que no estoy soñando. (Lo aparta y se levanta) Ya casi me tengo que ir y no te he motilado. (Va por sus bluyines y se los pone) ¿Dónde tienes la máquina?
JOSÉ: Vení, que eso qué hijueputas. Después me rapo yo o le digo al man de la Barbería que me haga esa vuelta.
De súbito, ella se levanta, se acerca a la silla y se pone el bluyín; con una mano termina de arreglarse el pelo y se exaspera. José también se para y la mira extrañado.
MARÍA PAULINA: ¿Qué? ¿Qué me mira?
JOSÉ: Parce, no entiendo (cruza los brazos y alza los hombros)
MARÍA PAULINA: ¡Ya! ¡Ya me tengo que ir!
JOSÉ: (Desconcertado) Ah, no home
MARÍA PAULINA: Ah sí home
JOSÉ: No entiendo
MARÍA PAULINA: ¿Qué cosa? (un breve silencio; José intenta dar un paso al frente, pero María Paulina lo reta con la mirada y le hace una señal para que no se mueva estirando su mano y mostrándole la palma) Que ya me voy
JOSÉ: ¿Y por qué?
MARÍA PAULINA: Porque el tiempo no para de correr y yo tengo que entregar esto. Además que…
JOSÉ: ¿Qué hijueputa?
MARÍA PAULINA: Además que ya no siento que te amo
JOSÉ: ¿Vos de qué me estás hablando? (No es capaz de moverse de su sitio, aunque lo intenta)
MARÍA PAULINA: Sí, y tengo que entregar el guión
JOSÉ: ¿Qué?, ¿Cómo? Pero…
MARÍA PAULINA: Del día de lluvia, del guión… (Se rasca la cabeza) De que sólo los romances efímeros y fugaces son eternos y verdaderos. ¡Chao! (le tira un beso y sale corriendo)
JOSÉ: (Grita con rabia y le da un puño a la pared) ¡Gonorrea! ¿Qué es lo que te pasa? (siente los pasos apresurados de María Paulina y, cuando se asoma a la ventana, la ve parada en la calle hablando sola)
MARÍA PAULINA: Órale Chavela, córrele, que nos fuimos
CHAVELA VARGAS: Pero mi niña ¿y…
MARÍA PAULINA: ¡Pero nada! Vámonos que todavía me falta una escena
Desde adentro, José Grita
JOSÉ: ¡Paulina, loca hijueputa! ¡Vení a ver! (Se asoma a la puerta) Paulina, esperáte siquiera te pido un taxi (Al ver que se pierde en el horizonte, se pone en cuclillas y esconde su cabeza entre las rodillas, golpeando el suelo y llorando) Loca malparida, por eso nunca te respondí (llora con rabia)
ESCENA 6
/INTERIOR/DÍA/SALÓN DE CLASE
Los pupitres están desorendenados. El aula vacía, sólo José está ahí, borrando la lección de trigonometría escrita con tiza blanca sobre el tablero verde, que abarca toda una pared. Clavado sobre el retablo donde se ponen las tizas, hay una cubeta plateada de metal, de la que José saca otro borrador; los junta con sus manos una y otra vez, creando una polvareda blanca de cal. Tose. Los mete a la cubeta y con un brazo se limpia los ojos y la nariz.
Una señora con bata blanca lo mira desde la puerta; es la psiquiatra, Beatriz.
BEATRIZ: Ay José, voy a tener que aumentarte el antipsicótico. Todavía no te has dado cuenta de que eso es sólo polvo de tiza, no cocaína
En ese momento entra María Paulina, estrujándola; la saca y la mira
MARÍA PAULINA: ¡Vean a esta otra boba malparida! ¿Ya con qué laboratorio firmó? Suerte de aquí, ¡perra del mal!
BEATRIZ: Paulinita, mi tesoro, ¿tanto tiempo y sigues hablando como un gamín? Ese litio hay que subirlo
MARÍA PAULINA: (Mirando hacia fuera y señalando la salida con su dedo índice y la mano estirada. Cierra los ojos) Te me vas de aquí gonorrea, ¡pero ya! Que si tenés trabajo acá es porque mi tío jura que yo estoy dizque bien por vos…largáte que no te quiero ver ni en pintura, largáte y andá a la Fiscalía y adonde querás a declarar en contra de cualquier paciente tuyo, que ya sabemos cómo te encantan los tribunales. Andá maricona que ya todos están avisados. De suerte que logré yo terminar mi carrera y ahora soy abogada a pesar de que le metiste a mi mamá en la cabeza que yo no estaba en condiciones de estudiar
BEATRIZ: Y me sostengo, no lo estás
MARÍA PAULINA: Que te vayás (gritando)
JOSÉ: Ya oíste, piroba, que te vayás (corre un pupitre y se sienta, mirando al tablero) Pauli, ¿usted por qué me hizo eso?
MARÍA PAULINA: (Sacando del estuche el violín y el arco) ¿Te hice qué? No fui yo quien te obligó a meterte en el programa de reinserción del gobierno, no fui yo quien te asignó este trabajo de borrar tableros y limpiar borradores, aunque sí hice cuanto pude para defenderte de esa hijueputa (con el arco señala la puerta) cuando fue a declarar en tu contra en el juicio (empieza a tocar el violín, intentando afinarlo)
JOSÉ: No, eso no. ¿Por qué me evadió estos tres años? (Se para lentamente y corre el pupitre)
MARÍA PAULINA: Sht, estoy evocando a Bach
JOSÉ: ¿No volvió a tocar rancheras?
MARÍA PAULINA: (Suenan las primeras notas del Soneto en cuerda de Sol) Ese no es problema tuyo
JOSÉ: ¿Qué estás haciendo acá a esta hora?
MARÍA PAULINA: Siempre vengo a las cuatro de la tarde, cuando el colegio está vacío…nunca me ha gustado tener público
JOSÉ: ¿Entonces es usted la que toca siempre la misma chimbada todos los días?
María Paulina asiente con la cabeza y continúa tocando con los ojos cerrados. José se le acerca tímidamente y le toca un hombro. María Paulina abre los ojos y se quita el violín del mentón.
MARÍA PAULINA: La Sinfónica me insiste para que toque con ellos, pero…no sé. A mí no me gusta que me vean tocar; siempre lo hago mal. Además es algo tan íntimo, ¿o acaso me habías visto alguna vez tocando el violín? (Moviendo la cabeza, le mira la cara, los pies; suelta el violín y el arco y le toma las manos) Tienes camisa. ¡José tiene puesta una camiseta!...hum, pero estás descalzo, siempre vas a estar descalzo y en pantaloneta. Y tu cara, y tus manos…
JOSÉ: Paulina, en serio, ¿qué está haciendo acá? El colegio es muy grande y hay muchos salones, ¿por qué se metió a este que es el que me toca a mí?... ¿acaso quiere volver a humillarme?
MARÍA PAULINA: ¿Humillarme? ¡Humillarte! ¿Humillarte yo, José Ruiz? (da tres pasos hacia atrás) ¿Acaso podrá esta tonta humillar al amor de su vida? Hace seis años, cuando me dejaste, hiciste conmigo lo que haces con el tablero. ¡Borraste todo como si nada!
JOSÉ: Esas alegorías suyas yo no las entiendo
MARÍA PAULINA: ¡Ya dices palabras raras, José! ¿Ves cómo te has puesto de horrible? Se te perdió la mirada maliciosa, aprendiste a hablar, tus manos parecen de intelectual,… ¡ya usas camisetas, por dios santo! ¿Por qué te dejaste domar?
JOSÉ: No me dejé domar, estudié
MARÍA PAULINA: Agh, es lo mismo
JOSÉ: Pero si usted estudió también. Si siempre anduvo estudiando, si siempre me corregía.
MARÍA PAULINA: Y por eso soy tan desdichada…Y ahora, lo que me faltaba: mi Rambo soberbio se convirtió en un horrible Sartre que dice que Bach es una chimbada. Aaaay, con lo que me encantaba ese hablado tuyo de pillo, cómo me volvías loca cuando me decías ‘piroba’. (Saca del estuche la colofonia y la pasa por el arco una y otra vez con desespero. José se la quita y la pone sobre una de las sillas)
MARÍA PAULINA: Dámela (estira la mano)
JOSÉ: ¿Qué pasó ese día? (Cogiéndola de los hombros)
MARÍA PAULINA: ¿Cuál de todos? ¿El día de lluvia o del que te venía hablando? (Separándose)
JOSÉ: ¿Qué pasó? (se sienta)
MARÍA PAULINA: El día de lluvia entregué el guión y no volví a ver a Chavela.
JOSÉ: ¿Pero por qué se fue así?
MARÍA PAULINA: (Se acerca al tablero y toma una tiza) Y el otro, el otro…ah sí, escribí en la pared del frente de la cama (Escribe en el tablero: Sí es cierto) con la sangre de un pobre pato que maté. La maricona de Beatriz de inmediato me inyectó; al otro día ya ni estaban mis libros, ni mi lápiz, ni mis discos… ¡nada! Yo gritaba tu nombre, y lo gritaba, te llamaba y todos los pacientes me acorralaron y ayudaron a amarrarme. Tú perdona, es que soy una ¿loca hijueputa era como te referías a mí cuando estabas con tus amigos y mencionabas mi nombre? A esos extremos llegamos las mujeres cuando amamos de verdad
JOSÉ: ¡Pero si yo era un pelao de dieciséis años! Un pobre marica al que engatusaron… (golpea el pupitre)
MARÍA PAULINA: (Se le acerca y apoya sus manos en la mesa, mirándolo a los ojos y hablando alto) Y yo una güevona de veinte ¿eso qué? A todos nos engatusaron. ¿Acaso crees que el que me quitaran el violín era poquito? Con ese cuento me encerraron allá. Me dijeron que podía volver a tocarlo cuando me recuperara, pero cuando me dijeron que escogiera entre el violín y José, yo escogí a José, aunque José escogió el carro y el colegio de validación que nunca le pagaron. (Se sienta en un pupitre contiguo y lo arrastra con las piernas) Ja, vaya engatusada. Lo que hiciste fue embarazar a esa grilla de mierda y meterte de paraco
JOSÉ: Parce, usted está…
MARÍA PAULINA: ¿Loca? Sí, decílo: LOCA. Con todas sus letras… ¿Y que por qué vengo al colegio a tocar todos los días? Para atormentar a Beatriz, para mostrarle que yo toco violín cuando me da la gana y donde me da la gana. Porque a esta hora llega para revisar a los pacientes. La pobre se quedó sin consultorio y mi tío le presta la rectoría para que los atienda.
JOSÉ: ¿Y entonces por eso me asignaron trabajar acá, justo donde trabaja ella? ¿Por qué me la pusieron de psiquiatra?
MARÍA PAULINA: Porque amor con amor se paga. Evité que te metieran a la cárcel y mirá, hasta estudiaste.
JOSÉ: No pues, qué chimba…mejor hubiera sido que me mataran
MARÍA PAULINA: Ah no. ¡Eso no! ¿Pues cómo? Yo soy la guionista y no te iba a dar ese final. No José. Por muchos años fuiste el escritor de mi vida: yo me imaginaba casada contigo como me lo prometiste, con los cinco hijos que quería tener tuyos, teniendo una vida de señora de mafioso bonito y de bajo perfil. Pero ese día de lluvia que pasé contigo algo pasó. Ya no eras ese lapicero que firmaba mi destino día a día. Era como si otra persona hubiera escrito eso…no sé. Después tomé el lapicero yo y aquí estás, borrando tableros verdes en los que escriben con tizas blancas
JOSÉ: ¿Y por qué haciendo esto?
MARÍA PAULINA: ¿Yo qué voy a saber? Todo creador es idiota y absurdo. Eso mismo le pregunto yo a dios, al presidente, a los dueños de los periódicos y las empresas de televisión. Ah, pero ellos no están en manicomios, ni siquiera dios. Lo cierto es que crear realidades sensatas es muy aburrido, esa es la única respuesta que encuentro. (Se para. Toma el violín, el arco y la colofonia; los empaca) Adiós José. Ya puedes hacer con tu vida lo que quieras. Ahí tienes las tizas y un tablero para que empieces. (Se va)
José se queda sentado en el pupitre, saca del bolsillo una tiza y se queda mirándola.
FIN
Leí de pie a pa como todo lo que escribes.
ResponderEliminarMe gusto la manera de desarrollar el ambiente para llegar a ese día de lluvia, habría querido leer más pero fue tan solo el guión...
No puedo evitar mencionar dos cosas: aún siendo la escritura de una parte de la en María ¿Por qué tan de repente le diste carpetazo al final de la escena 6.?, mmm esperaba más ah.
Esa conversación entre Chavela y María me encanto.
¿Por qué en las historias se puede cortar así tan fácil y seguir como si nada y en la realidad no?
¿Por qué te pregunto si solo fue un guión?
¿Por qué se ama así?
¿Por qué este guión me gusto pero me dejo más preguntas que no quiero externar aquí?
Ay no sé y no contestes, gracias y
FELICIDADES por compartir esto.
Estimada Betty, te cuento que esto lo escribí para una materia llamada Tecnologías Audiovisuales en 2006. Por ser una materia más práctica que teórica, tenía que despachar mis letras de tal manera que una cámara pudiese acomodarse a ellas y no al revés... ¡lamentable cosa! Ahora que lo pienso no debí publicar esto, pero qué más da, lo dejaré aquí un rato más.
ResponderEliminarGracias por ser mi lectora fiel y leal
Hola Tefa, este guión es del tipo que de pronto me engancha por que no es previsible. Aunque por varios momentos me sentí en lugares o momentos conocidos.
ResponderEliminarTambién diré que no entendí todo, ciertas cosas digamos específicas, aunque la idea principal está muy explícita.
TE mando un beso enorme. ♥
Cada escena leída me la fui imaginando según su descripción. Vaya...¡ya casi callaba a Chavela cuando intervenía en donde no la llamaban!
ResponderEliminarMe gustó y gracias por compartirlo aunque casi, casi se arrepienta ya.