sábado, 30 de octubre de 2010

Por qué soy comunista

"Caute, quia spinosa" (Con cautela, que tiene espinas)

La gente es demasiado ignorante. Sí, sí, suena a verdad de Perogrullo, pero yo digo que es ignorante no en tanto no sepan nada, sino en tanto creen que lo saben todo. Esa es la verdadera ignorancia de la que hablaba Sócrates, y por eso la describía como atrevida. Ya los mismos ignorantes, a menudo, suelen repetirle a uno, sin saber por qué, que la ignorancia es atrevida. Es como cuando les da por decir "Pienso, luego existo", y creen que el existir se deriva del pensar, cuando lo que Descartes, o quien tradujo a Descartes al español, quiso significar fue "Pienso, entonces existo", cosa que por demás es un bicondicional: existo, entonces pienso. Y también se puede quedar así: existo, pienso; pienso, existo.
La ignorancia es una llenura de saberes inútiles que el sujeto concatena para hacer raciocinios y citar, a lo pendejo, a los más grandes pensadores para creer que van a quedar bien.
Ojalá yo pudiera decir que, porque se me da mi gana y no por otra cosa, soy comunista. Ojalá. Pero es que a menudo me encuentro con idiotas que me increpan diciéndome que no puedo serlo por mi estatus social y económico. Pobrecitos. Son los que votaron por Mockus creyendo que iba a ser distinto a Santos -en la mayoría de los casos-, y no todos porque algunos me respetan. Y ni qué decir de los que votaron por Santos. Es esa pobre gentecita que cree que lo insulta a uno cuando le dice "usted no es demócrata" ¡Pero por supuesto que no! Cosa más bárbara que la democracia y sus derivados y de lo que deriva no conozco, ¿por qué creen que me están insultando, pendejos? ¿Quién les dijo que para ser comunista o pensar como tal hay que llenarse de privaciones, vivir como un zarrapastroso, ser de extracción humilde, regalar cuanta cosa tiene uno?
Vamos por partes. Ya quedó claro, yo no soy democrática y, como persona, no tiendo a respetar cualquier tipo de pensamiento, si bien tengo amigos fascistas y familiares nazis. Eso lo digo, en primer término, porque yo, Estefanía Uribe Wolff, no permito que en este blog se publiquen cosas o comentarios distintos a los que a mí me parezcan dignos de ser publicados. Eso no quiere decir en ningún momento que yo conciba que el Estado deba ser así, y con varios me peleé en Cuba por lo mismo, porque un Estado no es un blog, no es algo personal, ¿queda claro? Otra cosa es que, como en Colombia, quieran hacer del Estado una cosa privativa de unos pocos. Me parece que la diversidad, tanto de pensamiento, como de género, credo, etc., es vital en una sociedad, pero no lo es para mi salud mental. Bien. Por eso en Twitter no sigo a uribistas y cuando son hinchas del Nacional, pondero ciertas cosas. Soy intransigente, lo admito, y bastante.
Wikipedia, que se volvió el oráculo y el referente de esta sociedad moderna (yo no creo que estemos en el posmodernismo, con todo respeto) ilustrará a varios de los infelices que me dejaron ayer comentarios en este blog, sobre el modo de vida de Karl Marx. Es que a veces usan Wikipedia para demostrarme que alguien es terrorista, por eso mismo los invito a que la consulten, porque es esa misma clase de gente.
Me reclamaban que a mí me gustaba el caviar. No, no me gusta el caviar, ni me gusta la papaya, ni la leche, ni las arvejas, ni los fríjoles, ni la bandeja paisa. Pero si me gustara alguno de esos alimentos ¿qué culpa tiene mi paladar comunista? Si me gusta un Kandinsky, ¿mi sensibilidad, que está por encima de mi racionalidad y de mi credo político, también tiene que obedecer a las directrices generales de lo que la gente cree que es el marxismo? Ser comunista no es ser asceta, ni monje, ni Buda. A los budistas sí reclámenles porque anden en Ferraris, a los comunistas no, porque es que, entre otras cosas, el budismo es una religión que busca la perfección espiritual a través del ejemplo de vida de Siddartha Gautama, y el marxismo es una ideología que los capitalistas quieren hacer ver como una doctrina totalitarista que busca la pobreza y las peores incomodidades. En lo ideológico, no está prescrito vivir como Marx ni seguir su ejemplo de vida, ni tampoco esperar a que todos vivan como en Cuba, aunque, para como son las cosas en mi país, yo sí lo desearía, aunque claro, con nuestro propio proceso revolucionario (y nunca, nunca, nunca jamás a través de las armas)
Muchos de los comunistas que hay en el mundo vivimos en sociedades capitalistas y nacimos en circunstancias que no pedimos, pero que agradecemos, y no del todo, pues nuestra aspiración es que todos vivan como nosotros y no en la absoluta miseria. Yo no tengo la culpa de tener con qué comprarme ropa de las mejores marcas, y en ningún lado está escrito ni prescrito que deba privarme de hacerlo. Pero está bien, les diré que alguna vez fui tan, pero tan mamerta, que hasta me busqué un novio pobre, estrato dos, porque creía que eso me hacía más comunista que mi mejor amigo, Camilo Correa, que tenía una novia estrato alto. Ay no, y me aburrí mucho con Jairo (así se llama el pobre) porque no tenía ni con qué invitarme a tomar un tinto, se acomplejaba porque yo tenía carro y era la que sabía manejar, la que pagaba en los restaurantes, la que tenía finca para pasear los fines de semana y otras cosas de la intimidad como eso del pago de lugares cubiertos en la noche que no es pertinente contar aquí. La pasé tan mal en esa relación, tanto, que entonces deseé con más ahínco un sistema comunista en el mundo, para que no existieran esas barreras de las clases sociales y que, como dice la ranchera, poder cantar "sólo sé que me quieres como te quiero yo", pues nada es más importante para mí, ni siquiera el comunismo, que la perfección de una buena ranchera.
No bebía ni siquiera aguardiente, sino vino Tipicalísimo o Cherrynol, cuya garrafa costaba menos de un dólar por allá en el año 2001. Les echábamos Halls y cerveza para que no nos supiera tan horrible, imagínense. Yo pagaba siempre, por supuesto, porque mis compañeros de filosofía de la Universidad de Antioquia (y entonces mi papá no era el rector) a duras penas tenían para el pasaje en bus, el cual, muchas veces, también se lo pagaba a casi todos. A la hora del almuerzo, como Bienestar Universitario les regalaba la comida, nos juntábamos todos a comer banano con Chocolisto, bocadillo de guayaba y un sánduche pequeño. Era la manera como ellos me agradecían, también porque nos gustaba compartir. No compraba el gramo de perico de 60 mil pesos, sino el de cinco mil que vendían en el Barrio Lovaina, al lado de la Universidad, que me dejaba las narices vueltas nada, e igual, el mundo seguía sin cambiar a pesar de que yo me había sometido a vivir como lo que yo creía entonces que era una comunista. Y me vestía mal también, pero los pobres seguían siendo pobres y ya Bush quería invadir Irak. Del mismo modo, Cuba continuaba bloqueada por los Estados Unidos, a Osama Bin Laden nada que lo encontraban, la señora del servicio de mi casa perdió a su hijo, yo a mi abuela, Uribe fue electo por primera vez como presidente de los colombianos, Medellín, la ciudad, seguía siendo la peor del mundo, mientras que Medellín, el equipo, el mejor, enlistándose para ser campeón después de 45 años en 2002. Ah sí, y mi ídolo, que en ese entonces era Gloria Trevi, seguía en la cárcel. Para padecer lo de ella, me encerraba el día de mi cumpleaños en el baño de la casa de mi abuela, pero nada, eso no la liberaba, ni tampoco la liberó.
Conocí muchos de los barrios que llaman marginales de esta ciudad. Como no soportaba la realidad que se vivía en mi casa, que era el cáncer pancreático terminal de mi abuela, el amor de mi vida, me pasaba semanas en La Toma, Bello, Castilla, La Francia... ya ni me acuerdo. Y ya después, cuando ella se murió y yo entré a estudiar derecho pero me salí por mis problemas con la adicción a la cocaína, terminé viviendo en la calle. Kosovo quedó destruido, Afganistán estaba ya invadido y no sé cuántos miles de hombres se preparaban para masacrar gente en Irak. Lo único bueno que pasó por esos días, gracias a mis desgracias, valga decirlo, fue que se tumbó un referendo que prepararon Fernando Londoño y Álvaro Uribe. Nada más.
Varias veces fui montada en tanquetas de la policía por no quererme ir para mi casa, yo prefería la calle. Los agentes me violaron una vez en la inspección de El Poblado. Y nada que el mundo se volvía comunista, ¡qué cosas!. Ya no era que no comiera ni bandeja paisa, ni caviar, ni papaya, era que no comía y pesaba como 48 kilos. De todos modos me enteré de que en el norte de Argentina había niños que se estaban muriendo de hambre. Yo también, pero era lo que estaba buscando. Y para conseguir perico ya me tocaba prostituirme porque ni me alcanzaba para el de cinco mil de Lovaina, para el de ningún lado de la ciudad; una vez me rayaron con un picahielos la nalga y los brazos; otra, un tipo me pasó un cuchillo por todo el cuerpo para asustarme, y otra, y otra, y otra... da para una novela. Pero el caso es que tanta miseria no permitía ni siquiera que Serpa, que es mi candidato por excelencia a la presidencia, fuera presidente. Ya ni siquiera estamos hablando de comunismo, compañeros.
Años después mi vida se "compuso". Me quedé sin amigos porque muchos se murieron de sobredosis, y otros, los que conocí en rehabilitación, se perdieron, se avergonzaron del pasado que nos unió y dejaron de hablarme. Aquellos de los que hablé cuando tomábamos Cherrynol ya no se juntaban conmigo porque yo ya no consumía, y además, ellos siguieron estudiando filosofía en la U de A, mientras que yo, por orden de la psiquiatra de Alborada, tuve que entrar a comunicación social en Eafit, de donde salí honrosamente condecorada, es decir, me echaron que por contestataria, panfletaria, no sé qué tantos epítetos. Ah sí. Que por comunista. Para entonces ya tenía un iPod nano, de esos fucsia hermosos que todavía conservo. Fíjense, ahí se puede oír música comunista, inclusive los discursos del gran Fidel Castro, de Jorge Eliécer Gaitán, de Allende y otros tantos. Y en el carro que tenía, podía llevar hasta la casa a muchos de los amigos que no tenían con qué pagar el pasaje hasta donde vivían.
Yo soy comunista porque no me convence el capitalismo, tampoco lo que llaman sus bondades. Soy comunista porque me crecen el pelo y las uñas, es decir, por algo inevitable. Soy comunista porque no concibo que haya gente que se compre Rolex con diamantes incrustados que le costaron la vida a decenas de mineros en algún lugar del África y tuvieron que dañar la tierra para que alguien pagara 200 mil dólares y ahí, saber qué hora es. No es que esté en contra de Rolex, si tuviera con qué, le regalaba uno a mi papá, pero hay extravagancias que no soporto. Tampoco quemo banderas estadounidenses, porque si bien odio el patriotismo y los nacionalismos, sí respeto el sentimiento del pueblo norteamericano por sus símbolos patrios, y además, porque la cultura y la sociedad de ese país me fascinan, como me fascinan la cultura y la sociedad cubanas. ¿Qué me gano, además de ofender, con quemar una bandera? ¿no me dañé lo suficiente a mí misma para que hubiera comunismo, para que hubiera justicia? ¿y qué pasó?
Me puedo ir a vivir a alguna parte de la periferia de la ciudad y renunciar, como alguna vez, a todas las comodidades que tengo. Puedo suplantar el papel del Estado regalándole plata a los más necesitados, becando a estudiantes (cosa que ya se ha hecho) como me lo sugerían ayer, y también, si tuviera la plata, construirles casas a quienes no las tienen. Pero entiendan, soy comunista precisamente por eso. Porque es el Estado el encargado de suplir esas necesidades, no la caridad, ni la empresa privada, ni las sociedades sin ánimo de lucro como la que tiene Shakira para evadir impuestos.

viernes, 29 de octubre de 2010

Medellín vedado

Vivo a menos de media cuadra de La Strada, el sitio que ahora está de moda en Medellín y que vino a reemplazar al Parque Lleras. No es que no lo conozca. De hecho muchos fines de semana he ido allá a comer sushi o a tomar cocteles, antes de que se volviera tan famoso.
La música de allá me llega como diciéndome "Esta es la ciudad que te está prohibida, para ti son las ollas, el Barrio Antioquia, los lugares proscritos". Me aburro mucho en las discotecas, mucho. Sobre todo desde que el reggaetón se puso de moda. Eso fue por el año 2003, cuando no podía salir porque andaba en rehabilitación. De todos modos, como cuando uno es niño, yo me antojo de que alguien me invite a uno de esos bares de La Strada, igual que como cuando todos comen mocos juntos o se agrupan para humillar al cojito, al débil, al de las orejas grandes.
¿Qué habrá allá que no haya en otros lugares? No sé, supongo que eso que llaman gente play. Sí, de esos muchachos hermosos y brutos que a mí me fascinan por su manera de vestirse y hablar, por la torpeza con que conciben el mundo, con los cuales a duras penas puedo soñar por mi manera de ver la vida, por mi forma de ser, por mi ontología. Todos llevan a un paramilitar en su corazón, todos admiran al presidente Uribe profundamente, todos quieren a la vieja más hermosa de la discoteca, esa que imaginan que se los va a mamar con destreza pero que en realidad es una mojigata que a duras penas conoce la posición del misionero, cosa que les viene muy bien porque son tan conservadores que aquella que algo les enseñe en la cama es, como poco, una puta consumada.
Esa música, venía diciendo, me dice a mí "mirá de lo que te perdés por pensar como pensás, por no unirte a la manada, por no saberte maquillar y ser bonita como las otras. Date cuenta de que lo tuyo es coger un taxi, ir al Barrio, comprar mercancía o esperar a que alguno de los viciosos amigos tuyos esté sin parche para que te invite a salir a un lugar clandestino, donde no te vean con ellos, donde nadie se burle de vos". Pero se burlan. En los lugares clandestinos también se burlan.
No es por mi psicosis, pero es que Medellín es un lugar vedado para mí. Está llena de recuerdos infames e ingratos donde me humillaron y me hicieron sentir mal alguna vez. Otros, donde sólo la soledad me acompañaba, y a veces, lugares llenos de nostalgia por gente que ya no está o que no existe.
Medellín, su sociedad sucia, puso en mí un estigma enorme, una letra escarlata de la que no me puedo deshacer. Por eso, para su cumpleaños, que es pronto, de regalo le deseo mar, para que haya un maremoto y acabe con la maldita ciudad que engendrara a Álvaro Uribe Vélez y a José Obdulio Gaviria, al Nacional, a Andrés Felipe Arias, a los encapuchados de la Universidad de Antioquia, a la asquerosa bandeja paisa, a la Feria de las Flores y a esa Strada a la que no puedo ir por no ser como los demás quieren que yo sea.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Piedad

"Piedad, no soy digna de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme".

Cuando uno está psicótico, es como si "alguien" por dentro le dictara a uno cosas, especialmente lo alerta. "Te están persiguiendo" "Ya no te quieren" "Vienen por ti" "Mátate". Disociaciones.
Anoche la soledad y esa sensación de desamparo me dictaron todas las palabras que escribí, y por cierto, reconozco que me salieron hasta bonitas.
De hecho siento que escribo mejor cuando la psicosis ataca que cuando no está conmigo, tal vez sea ese el precio a pagar por una buena escritura.
Pero cuidado, que no se me puede hacer mucho caso cuando estoy así. La ventaja que tengo como escritora, de todos modos, es que la ficción me es muchas veces permitida, así yo la crea una realidad por instantes, y la creo real a veces para bien, para sentir que una ausencia es presencia, como la creo real para mal, cuando siento que una presencia es una ausencia.
A pesar de todo, desde mayo más o menos empecé un proceso de sanación del alma. Mi psiquiatra, que a veces pareciera que no sirve para nada, me ha sabido dar el consuelo de que no son enfermedades crónicas, sino síntomas que obedecen a situaciones como las que me producía el saberme sin amigos, pues todos ellos viven lejos de Medellín. Todos. Tengo, además, inmensas heridas que ni siquiera han empezado a cicatrizar, como esas que me produjeron las burlas de los niños en el colegio, el adolecer la calle, los manicomios, los centros de rehabilitación y el estigma que esas instituciones trajeron a mi vida. Pero ella apareció. Quiero decir, apareció mi abuela. Se me manifestó a través de una mujer encantadora, inteligente, solidaria, éticamente imbatible, cariñosa y comprensiva. Y le dio por aparecerse con el más apropiado de los nombres para una situación como la que estaba viviendo: Piedad. No sé qué signifique Esneda, pero con Piedad me basta.
Hoy el procurador confirmó su destitución en la política, cosa absurda porque él no está habilitado para aplicarle ese tipo de sanciones a los congresistas. Pero ella, cuyo nombre es Piedad, o mi abuela -quizá las dos- me volvió a sacar de entre los muertos sin darse cuenta. Con Piedad.
Cuando uno quiere y admira tanto a alguien y termina por tenerle un amor tan grande, al escribir sobre esa persona se cae inevitablemente en lugares comunes. Eso es así. Sin embargo, esos lugares comunes, esos recursos retóricos, nunca serán suficientes para hacerle sentir a quien han maltratado un poco de afecto y de solidaridad.
Tal vez, contrario a lo sucedido, la confirmación del fallo de la Procuraduría me hubiese hundido más en la tristeza. Tal vez ese alguien que hay adentro hubiera querido dictarme muchas cosas insólitas como "fue por tu culpa" "mátate" "enciérrate". Pero tal vez otro alguien de afuera me dijo "vive" "escribe" "sonríe". Ya hasta me siento Deepak Chopra al hacer esas suposiciones, pero es verdad. Sentí un impulso vital para estar bien, con fuerzas. ¿Será eso parte de la psicosis? No lo sé, pero ese estadío me gusta.

martes, 26 de octubre de 2010

Infame soledad

La soledad, sentir el abandono, el miedo que produce saberse desamparado, todo eso, es un sentimiento infame, un taladro que emplea la memoria para torturar el alma. Aún no logro hacerme a la idea de su ausencia, de sus correos, de sus tweets, de su sonrisa, de su amistad.
Apenas me estoy haciendo a la idea, con unas cuantas gotas gruesas nublando la mirada, de que ya no tendré a quién contarle historias, abrir viejas heridas para sanar las cicatrices, tratar de ver el mundo desde su óptica de líder mundial.
Yo tuve una idolatría que se convirtió en amistad. La tuve dos veces. La tuve con Gloria Trevi primero, con Piedad Córdoba después. Como mi abuela aún me acompaña a pesar de haber muerto, a menudo me recuerda: Niña, lo que se soba, se pela. ¿Qué se sobó? ¿quién sobó qué? No lo sé, pero mi abuela insiste, y algo se peló, quedó una herida, una llaga purulenta dolorosísima que no deja de punzarme entre el alma y la piel.
Tal vez algún día, a manera de sanación, ellas me hablen en este blog como de repente me habla Juan Pablo o yo le hablo a él. Cuando ya no sea un constante martirio el saberme bloqueada y humillada, cosa que pasó con ambas, cuando no haya homosexuales resentidos de por medio que de celos decidieron romper con cosas y sentimientos tan sagrados.
Y entonces, un día, ya sin titubear mientras el llanto sube por la garganta podré recordar "sí, Piedad Córdoba fue mi amiga".

lunes, 25 de octubre de 2010

A Juan Pablo

Cielo, me es imposible no sentirme como en Alborada. Las dosis de pastillas son altas, aunque no tanto, pero para el tiempo que llevo sin dosis como las de allá va siendo lo mismo. Además porque te tengo tan cerca y tan lejos, prohibido el contacto, los besos, los abrazos, las caricias. Te pregunté de qué servía así la vida, pero te asustaste como te asustas siempre, y entonces acudiste a otro, esta vez a la senadora. Todo esto es tan difícil. Ahorita, cuando me estaba quedando dormida, algo me punzó el pecho, algo como agudo, como cuando uno tiene susto, y no, resulta que no era eso, que era la taquicardia que me da cuando estoy cerca de ti, es el amor, se trata de una necesidad imperante de tus besos y de tu cuerpo al lado mío. Todavía la siento y es como una agonía. ¡Qué inmensa es mi cama! Qué inmensa es cualquier cama en la que duermo, por más pequeña que sea, si no puedo compartirla contigo. Y las pastillas, por muy fuertes que sean, por muchos pensamientos que puedan esconder tras sus efectos somníferos y apaciguadores, no llegan a ser nunca tan fuertes como mi amor, que logra esquivarlos y ponérseles por encima, reduciéndome a este estado de abandono y de locura. No van a comprender nunca que ni siquiera matándome evitarán que piense en ti.Mira, cuando me desperté del coma por la encefalopatía, sentía un dolor que no te puedo describir, en el estómago. No entendía nada, todo era confuso, la lógica me había abandonado. Y en medio de todo eso, de las alucinaciones, del peligro de muerte, del vómito, de la sed, de la inmovilidad y de la rabia que tenía, alcancé a pensar “¿Y Juan Pablo?” A duras penas reconocía a mi mamá y a mi familia, pero tú, tu recuerdo, todo eso estaba intacto: “Juan Pablo, Juan Pablo, mi niño, no me dejen viva sin Juan Pablo, por favor, exijo mi derecho a morir” Y me inyectaron Valium, pero seguí pensando en ti. Al espíritu, a mi espíritu que te pertenece, ni lo pueden inyectar, ni calmar, ni domar, ni sedar. El espíritu, como el alma, se manifiesta en el cuerpo, por más que al cuerpo intenten adiestrarlo y a la mente quieran aquietarla. De todos modos ayer te lo dije: cada célula, cada curva, cada molécula de lo que me compone fue concebido para amarte, así, entonces, no es posible que eviten nada de esto, porque aún si me descuartizaran y me pulverizaran, quedará un átomo o algo que esté dentro de ese átomo, quizá un neutrón, un protón, un electrón que te pensará y te amará por siempre. Por eso, creo, cuando al átomo lo parten en dos crean una bomba atómica, porque es energía pura, e imagínate amor mío si esa energía es tan potente como esto que siento por ti.

jueves, 21 de octubre de 2010

Plantilla

Esto parece el blog de un hombre. Y si no de un hombre, de una mujer que milita con fervor en el Partido Conservador Colombiano.
Pero no, todo obedece a razones de ánimo y "estética". Ya he intentado con un sinnúmero de plantillas y ninguna me ha satisfecho, porque el rojo, que es mi color favorito para la política local y el fútbol, resulta que altera las pupilas y la mente. El rosado, que me conecta tanto con mi infancia y mi estado mental de querer estar siempre en la niñez, fue desplazado por un sentimiento que no sé describir y que apareció a partir de que empecé a trabajar con Piedad Córdoba. Ya ensayé con imágenes de fondo, con diseños estrafalarios, y hasta hubo un tiempo en el que esto fue verde.
Escribo sobre esto porque en realidad no he publicado nada desde hace meses. Viajé a Cuba a cursar un diplomado en periodismo sobre la crisis económica y cómo afecta a América Latina, pero yo de mis viajes no hablo, ya va para un año que prometí relatar lo de Europa y ni siquiera me ha pasado por la cabeza empezar a hacerlo, ha de ser porque yo hablo de las cosas que me tocan en la médula del ser, y esos viajes, si bien los disfruto y me siento mejor que en mi ciudad, no son dignos de ser relatados. Bueno sí, sólo el de Cacarica. Pero es que además todo quedará como una crónica, como un reportaje, como un texto periodístico, qué pereza.
He estado pensando también en eliminar las entradas que hay aquí sobre Gloria Trevi, ¡son tan inaportantes! Y mal escritas. Sí, hay muchas cosas mal escritas, pero al menos son de interés general. Lo que pasa es que esas entradas corresponden a una época en la que me mantenía como zombi en sus foros, pendiente de todo lo que hacía, pretendiendo quedar bien o sacando toda la rabia que me producía el "divismo" de esa mujer. Ay, tema superado, consultaré con un amigo a ver si le parece que las elimine, o bien me pueden dejar aquí sus apreciaciones.
Perdonen que de repente la redacción esté medio rara. Lo que pasa es que he estado leyendo a Saramago. A mí se me suelen pegar las cosas de los escritores, y no precisamente para bien. Entonces, como don José bien pone una coma de manera aparentemente arbitraria, omite otras, cambia las mayúsculas a su muy sabio parecer, me va pegando el ritmo y es muy difícil deshacerse de eso... es como cuando hablo con los mexicanos, que me es inevitable empezar a utilizar su acento, lo que no hace que hable como mexicana, ni tampoco que se oiga bien.
Listo, ya está la entrada de octubre (odio la palabra "post")