lunes, 25 de octubre de 2010
A Juan Pablo
Cielo, me es imposible no sentirme como en Alborada. Las dosis de pastillas son altas, aunque no tanto, pero para el tiempo que llevo sin dosis como las de allá va siendo lo mismo. Además porque te tengo tan cerca y tan lejos, prohibido el contacto, los besos, los abrazos, las caricias. Te pregunté de qué servía así la vida, pero te asustaste como te asustas siempre, y entonces acudiste a otro, esta vez a la senadora. Todo esto es tan difícil. Ahorita, cuando me estaba quedando dormida, algo me punzó el pecho, algo como agudo, como cuando uno tiene susto, y no, resulta que no era eso, que era la taquicardia que me da cuando estoy cerca de ti, es el amor, se trata de una necesidad imperante de tus besos y de tu cuerpo al lado mío. Todavía la siento y es como una agonía. ¡Qué inmensa es mi cama! Qué inmensa es cualquier cama en la que duermo, por más pequeña que sea, si no puedo compartirla contigo. Y las pastillas, por muy fuertes que sean, por muchos pensamientos que puedan esconder tras sus efectos somníferos y apaciguadores, no llegan a ser nunca tan fuertes como mi amor, que logra esquivarlos y ponérseles por encima, reduciéndome a este estado de abandono y de locura. No van a comprender nunca que ni siquiera matándome evitarán que piense en ti.Mira, cuando me desperté del coma por la encefalopatía, sentía un dolor que no te puedo describir, en el estómago. No entendía nada, todo era confuso, la lógica me había abandonado. Y en medio de todo eso, de las alucinaciones, del peligro de muerte, del vómito, de la sed, de la inmovilidad y de la rabia que tenía, alcancé a pensar “¿Y Juan Pablo?” A duras penas reconocía a mi mamá y a mi familia, pero tú, tu recuerdo, todo eso estaba intacto: “Juan Pablo, Juan Pablo, mi niño, no me dejen viva sin Juan Pablo, por favor, exijo mi derecho a morir” Y me inyectaron Valium, pero seguí pensando en ti. Al espíritu, a mi espíritu que te pertenece, ni lo pueden inyectar, ni calmar, ni domar, ni sedar. El espíritu, como el alma, se manifiesta en el cuerpo, por más que al cuerpo intenten adiestrarlo y a la mente quieran aquietarla. De todos modos ayer te lo dije: cada célula, cada curva, cada molécula de lo que me compone fue concebido para amarte, así, entonces, no es posible que eviten nada de esto, porque aún si me descuartizaran y me pulverizaran, quedará un átomo o algo que esté dentro de ese átomo, quizá un neutrón, un protón, un electrón que te pensará y te amará por siempre. Por eso, creo, cuando al átomo lo parten en dos crean una bomba atómica, porque es energía pura, e imagínate amor mío si esa energía es tan potente como esto que siento por ti.
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Debería hacer la misma advertencia que hacía el sello de Espinosa acompañado de la figura de una rosa: "Con cautela, tiene espinas"
ResponderEliminar(Caute, quia spinosa).