miércoles, 27 de agosto de 2008

Un tallo al final del estío

Ella misma lo cantó hace más de quince años, tomando prestada la canción que lleva su nombre y que interpretara su grupo musical favorito de la infancia, Parchís: "La verdad y la mentira se llaman Gloria". Sí hombre, yo sé que la lógica aristotélica y la ontología no admiten que un sujeto sea y no sea al mismo tiempo y en el mismo lugar, que el mismísimo Spinoza no concibe la contingencia, entre tantas otras verdades irrefutables que siempre lo serán, pero que, individualmente, se convierten en patrañas, mentiras tan evidentes como esa que dice que cuatro y cuatro son ocho cuando la vida misma se encarga de decirle a uno, sin ningún pudor, que eso nada más es cierto en ese lenguaje abstracto de las matemáticas, y se pasa uno una muerte entera creyendo que algún día vivirá para nunca y morirá para continuar respirando. No, no son fantasías, no son juegos del lenguaje, es realidad perpetua y tangible; lo que pasa es que la poesía y las letras son más sensibles al respecto, pues no tienen afán de demostrar nada que no sea belleza, belleza dentro de la cual hay horrores y aberraciones, por supuesto, pero siendo el fin último la beldad y no la verdad, en casi todos los casos terminan por ser una misma cosa... ¿era Wittgestein quien aseguraba que la Ética y la Estética son lo mismo? Y nada puede ser ético en tanto no sea verdadero (espero tener aún lectores para el momento de este paréntesis), así que por obra y gracia de lo que surge mientras escribo, asumiré que los mundos creados por Cortázar y Carroll son tan verdaderos y reales como los bellamente recreados por el señor Uribe y sus ministros. También sé perfectamente que verdad y mentira no son estados ontológicos para muchas personas, que es simplemente dialéctica, que mil cosas, a mí nada más déjenme escribir que ya tendrán lugar para regañarme
Prosigo.
Extraño a Gloria. Muchas de las personas que me conocen o entran a este blog se preguntan por qué está vinculado a páginas de La Trevi. Eso se preguntan tanto quienes son sus fans como quienes dejaron de serlo o siguen siendo mis amigos; y sí, he renegado de ella, y he mancillado su nombre públicamente (en su página, con su conocimiento), he renegado de mí y de quien fui nada más porque tuvo la culpa de ser perfecta un día o qué sé yo para que al otro me defraudara y dejara de ser como yo quería y creía que era o fuera o debía ser. Lo cierto es que la extraño y no es que extrañe al personaje encarnado por la misma persona de la que estoy hablando durante la década de los años noventa, ni tampoco una compañía transparente e invisible porque, en resumidas cuentas a quien extraño de repente y con vehemencia es a la Estefanía ciega que sabía admirar sin cuestionar. Sin embargo, esa Estefanía que se alejó de sí hace cuatro meses, se dio cuenta de que lo que tenía era miedo y no decepción.
Perdón, esto no es una apología ni es una disculpa y quiero que quede muy claro. No pienso retractarme por haberla llamado "pendeja" y luego reiterarlo hasta que un pobre periodistica campesino, mariconcito de clóset de esos que en los miércoles de ceniza se pintan una cruz en la frente como mandada a hacer por pintor de brocha gorda para luego decirle al que lo ofendió frente a todos "Dios te bendiga pero, ¿por qué no te has muerto?" se regodeó frente a su foro y sus fans diciendo que Tefa, la gran Tefa, andaba diciéndole pendeja y grandísima pendeja a quien decía admirar desde tantos años atrás... ay, si me darán a mí miedo las mariconas tapadas. A esas sí les corro porque tal cual le tapan a la familia con pañitos húmedos los culos más que taladrados y abiertos como boquetes, del mismo modo le tapan a uno la vieja neurótica que siempre quisieron ser, encerrada con plomo por siempre, plomo del que están hechos y saben romper pa' sacar el machete oxidado y volearlo creyendo que se trata de la espada de un samurái. Pobrecito, no se dio cuenta de que yo misma lo escribí en el mismo lugar, pero él bien sabe que escritor no va a llegar a ser ni parafraseándome va a ser escritor... reitero que no me puedo retractar de lo que dije porque es lo que pienso. Reitero que es tanto lo que me importan ella y sus hijos, que no me da miedo decir a viva voz lo que es más que evidente. Y reitero que si bien no debería importarme por los argumentos de que ya ella está grandecita y es "muy su vida", sí me importa porque ya estaba grandecita y era "muy su vida" la vez que la metieron a la cárcel y le dejaron la imagen por el suelo. Lo reitero, entre otras cosas, porque el sujeto aquel no se pasó dos años en un hospital mental tratando de sobrellevar el asunto de saberla en la cárcel, reiterando también que mi deseo entonces y ahora era que al salir no era verla feliz, sino saberla feliz...
De ese entonces, de los años de la persecución mediática, de los de encierro, de los de injusticia, me quedaron muchos traumas. ¿Acaso si a Gloria le pasara algo la gente que más me señaló y hasta me acusó de querer matarla, se irá a sentir tan bien y tan sonriente -Dios no lo quiera, cuando le pase algo? No, de seguro hasta van a negar que alguna vez conocieron el aeropuerto de Tampico, si es que no niegan que vivieron allá o ayudan a meterle más leña a un fuego que se conoció anteriormente y que ayudaron a avivar hasta primas que nada más por ser primas y sin conocer a Gloria personalmente juraron ser vejadas. Yo sé que algo así no volverá a suceder, ni quiero, porque hay gente que de repente quisiera que volvieran a suceder esas cosas para sobresalir ante la señora y decirle: yo estuve en medio de la tempestad.
Lo ideal entre figura pública y seguidor sería, estamos de acuerdo, que al seguidor nada más le interesara lo que a la figura le suceda en su vida pública. Pero resulta que para mí Gloria Trevi es quien canta e interpreta, últimamente de una manera que a mí no me gusta o no puedo disfrutar por el miedo que me ocasiona su novio, Armando Gómez, y no miedo a que actúe como Sergio Andrade, porque, qué más quisiera uno como fan, aunque fuera en la parte artística, que el tipo este actuara así. Ah, pero no. No, el otro parece que se comió el cuento del monstruo Andrade, lo recreó, lo está actuando pésimamente y hoy por hoy es la persona más repelente para todo su público, mismo que le da de tragar y lo tiene tan cachetoncito, panzón y viviendo como pachá, mismo al que trata como decían que Sergio trataba a Gloria y a las muchachas del llamado clan.
¿Paranoia? Ay, tal vez. Pero es que después de veinte años, cinco de ellos entre penales, viene la otra a decir: yo nunca mentí, siempre le dije a mi público en los conciertos y en las canciones lo que me estaba pasando. ¿Perdón? ¿y por qué si todo empezó en el 85 ó 89 vinimos a darnos cuenta en el 97, con todo y la espectacularización y las mentiras que le revolvieron al asunto?
Después de haber medio visto a Armando Gómez, después de saber que a los fans que se encuentra en los aeropuertos los trata como a pordioseros (y aunque lo fueran, son clientes, el cliente siempre tiene la razón), después de haber oído tantas veces tantas cosas que no cabe aquí mencionar, haré profilaxis y me curaré hasta donde pueda en salud, porque prefiero preocuparme desde antes aun sabiendo que Gloria ya está grandecita y que es muy su vida, a luego no soportar el hecho de un moretón en su cuerpo o en su alma ocasionado por ese señor.
Los otros, mientras, que sigan de estoicos viendo cómo pasan las cosas y sonriéndole al "señor". Yo sufro con lo que gozan esos babosos.

Por mientras, siento que me he descargado, que hice catarsis. Este tema puede ser borrado en cualquier instante, pues lo he escrito después de haber reprimido miles y miles de cosas durante meses.

Espero no tener la razón, y espero que por falta de adulación e indulgencias prestadas me caiga otro hacker... digo, rayo en la cabeza y le mande a todo su staff una carta vapuleándolos y diciéndoles que yo soy colombiana, por lo tanto guerrillera y que tengan cuidado conmigo.

jueves, 21 de agosto de 2008

Reciclando II

Por alguna razón encontré este escrito que versa sobre otro manuscrito mío sin terminar... ¿a manos de quién fue a parar? Sé que lo terminé, eso puedo jurarlo, inclusive sé que es del primer semestre de 2007, empezado a dibujarse en tinta roja más o menos a finales de abril y terminado a principios de junio. Tal vez este blog me obligue a conservar mis cosas o a recordar en qué pupila las puse por última vez; por ahora me resta tener la esperanza de que mi psiquiatra puede tenerlo en versión impresa, Arial 14 ó Garamond del mismo tamaño.
Aclaración: Lo que está escrito al final, en otra fuente, en un principio era rojo. Lo de "encima" o de "arriba" de ésto parece que tiene que ver con él. Gracias.


Ay Dios mío, cómo pierden encanto las cosas escritas en un papel cuando se incrustan en una hoja que simula serlo, metida dentro de una pantalla que no permite que la tinta se corra a medida que el escritor va llorando mientras recuerda, especialmente cuando recuerda lo que ya había plasmado en rojo descarnado, especialmente cuando lo transcribe y ve que la exactitud milimétrica de estos programas constriñen el alma y el pensamiento.
Pero bueno, lo que hoy entendemos (decimos que es) modernidad no sólo ha traído consigo estas facilidades tan poco románticas y sumamente pragmáticas. También, cómo no iba a hacerlo, trajo consigo lugares de encierro bautizados con toda clase de eufemismos, construidos y ubicados en lugares exclusivos. El área de la salud, por ejemplo, se ha prestado para esto de manera incondicional: leprocomios, manicomios y todo tipo de jaulas donde se encierran (lo que presupone de inmediato un rótulo para el sujeto que ingresa, no se sabe si por voluntad propia o a la fuerza, todo depende del caso, conste que me pasé una vida entera intentando que me creyeran que estaba loca y por desgracia lo logré) no tanto a personas que atenten en contra de las leyes establecidas por el Estado, pero sí cuando alguna “atenta” en contra de las leyes establecidas por la moral erigida en nuestra ya milenaria sociedad occidental y moderna, ultramoderna, posmoderna - que ,para el caso, la cosa viene a ser lo o la misma (no excluyamos al género correspondiente, esto no debe hacerse en un trabajo que versa sobre la exclusión, y muy bien sabemos cómo se las gastan las feministas con las y los artículos, así estos sólo sean de género masculino…), pues de las torturas y martirios de la Inquisición durante el Medioevo pasamos a los actos de buena fe que cambiaron las hogueras por guillotinas, los grilletes por camisas de fuerza, la Iglesia por la sumatoria de las voluntades (a esto también se le conoce como democracia); que ya las brujas no son brujas, que ya los poseídos por el demonio no gozan de tal privilegio sino que están locos y con la mejor suerte que podemos correr, tanto brujas como poseídos, es con el reciente apogeo de los electrochoques, mismos que estuvieron en desuso porque, en un momento de extraña lucidez, la psiquiatría descubrió que eran tan nocivos en determinado momento como lucrativos en el de ahora. Freír el cerebro con no sé qué tantas cantidades de voltaje, hoy es tan común en la medicina como aquello de inyectar plásticos que se adaptan al cuerpo humano y terminan por curar la fealdad o la vejez.
La gente “de a pie”, como les dicen no sé dónde, ignora por completo que aún encierran en los manicomios sin diagnóstico alguno (también les fríen el cerebro) a muchas personas. Yo, por ejemplo, siempre creí que eran cosas de la primera mitad del siglo pasado, acaso algo muy común en la época de Chejov, cuando escribió La sala número seis.
Llegando a este punto, recuerdo aquella novela corta y mi breve estadía en el “enfermatorio” de Santa María de los Ángeles, cerquitica al Club Campestre, en la casa que fuera de una familia de renombre en la ciudad, la región y el país. Obvio que me refiero a la familia y no a la casa, que también debe tener renombre, reputación y prestigio en esos tres ámbitos, desgraciadamente no por su belleza arquitectónica ya ultrajada “por el bien del paciente”, sino porque (más o menos desde el nacimiento del nuevo milenio) cada vez que alguien acude a un psiquiatra y se pone a llorar, terminan encerrándolo arguyendo que el recién entrado en desgracia sufre de depresión.
He aquí, pues, un episodio más de las fantásticas y terribles aventuras y desventuras de Estefanía Uribe:

La mano tiembla, no es para menos. Antes tuvo que buscar a Joan Manuel Serrat, ponerlo a sonar. El miedo y la tristeza, quién sabe por qué, cuando oyen música, se esconden…estando uno ya afuera, claro.
Adentro, allá…allá, por el contrario, la “Loca de la casa” hace de las suyas y, de todos los internos, es la única a la que no pueden encerrar en aquel cuartito de muy poquitos metros por otros tantos aún más pocos; no la amordazan, tampoco la “inmovilizan”. Creen los gendarmes y autoridades de aquellos lugares que la aplacan con eso que llaman medicamentos de nueva generación (Prozac, Remeron, Zolof), un poco de litio, otro tanto de ácido valproico y barbitúricos y benzodiazepinas en todas y cada una de sus presentaciones.
Como quien está escribiendo esto fue a parar allá por razones aún desconocidas, no tenía un diagnóstico en su historia clínica distinto al de “Pte con transplante hepático” (SIC) y, encima de esta, una cinta rotulada en tinta negra y caligrafía clara con la advertencia de “No inmovilizar”. Siendo así las cosas, a esta sólo le suministraban el Rivotril que toma desde la última temporada que pasó en aquel “pedacito de cielo” tan acogedor hace cinco años, paraíso terrenal donde recién habilitaron las piezas a manera de morgue con lámparas de neón y camas de enfermo, de tal forma que el paciente pueda darse cuenta de que efectivamente padece de algo o, al menos, que no debe sentirse cómodo, como en su hogar.

martes, 19 de agosto de 2008

Recuerdo

Cubre de un polvo dorado el tiempo lo que ha sucedido después de siete años. Polvo que no se limpia, polvo estático, pegado a las membranas de la memoria, anulando la oscuridad de los recuerdos y deslumbrando por completo a realidad inevitable. No me di cuenta, jamás pude percatarme conscientemente por más consciente que estaba de que las cosas no son las mismas una vez fluyen las horas y los días y se convierten en meses y años y el tiempo es un alquimista que a todo le devora la esencia.
El tiempo y la memoria son familia, pero no se quieren; la distancia y los recuerdos se hermanan con ellos para engañarlo a uno. De pronto viene una gripita, alguna enfermedad no muy seria que se agrava nada más porque uno no tiene las mismas defensas que el resto de la humanidad y un escozor parecido al que causa la varicela empieza a hacer ronchitas en la tráquea, en el estómago, en los pulmones... ¡me he contagiado de nostalgia! Y estornudo, pero ese polvo dorado ni se inmuta, ni una sola partícula se ha movido, creo que ni los átomos se dieron por entendidos.
Perdón, no soy yo, es la gripa, que en vez de obstruirme la nariz, me obstruye la mente. Los navegadores no tienen la culpa, nadie tiene la culpa de nada... la corteza cerebral se me ha cubierto de no sé qué y me ha empezado a doler la cabeza, no recuerdo qué quería decir y mejor aquí paro para no perturbar a mis lectores.

sábado, 9 de agosto de 2008

Yo qué sé

No he escrito nada este mes. Los pocos lectores que sé que tengo me han preguntado que cuándo pondré algo nuevo, que con qué frecuencia escribo, que cuál era mi tema en específico.
Yo qué sé.
Si tuviera un tema, creo que mi escritura sería más prolija; por tanto, también podría tener una frecuencia fija, por decir los martes, cada semana, o el décimo día de cada mes. Esa ha sido una preocupación constante desde que me dijeron que yo escribía y a alguien le gustó leerme.
Yo podría hacer toda mi obra en un día, pues cuando arranco y tengo ganas, quisiera escribir sobre mil cosas, opinar sobre política, despotricar en contra de quien me ha caído al hígado, hacer listas interminables de cosas que me gustan, divagar sobre la vida, discurrir sobre los beneficios de una muerte temprana... yo qué sé.
En este momento estoy atrancada, nada fluye. Eso de reciclar cosas de la Universidad ya no me parece una buena idea. De cualquier modo dejo acá testimonio para agosto, una marca, otra "entrada", a decir verdad nada o muy poca cosa.

jueves, 17 de julio de 2008

Reciclando I

Como últimamente no he tenido el tiempo para dedicármele a este blog, empezaré a publicar trabajos que hacía en la Universidad. Yo en derechos de autor no creo, como tampoco en ideas genuinas; por tanto, si es del gusto de alguien copiarse para sus tareas o trabajos, el mundo de las ideas es muy vasto y las mías son, por lo general, bien aceptadas dentro de un cúmulo de profesores que son serios. Soy comunista también con esto del pensamiento, porque me puede más lo platónica, porque a veces a uno le cuesta trabajo tener diligencia o voluntad. Dicho esto, pondré a continuación lo que amenacé al comenzar este párrafo...

23 de marzo de 2007

Situada en el balcón de un apartamento en el decimonoveno piso de sepa dios qué edificio en Roosevelt Island, miraba cómo el sol se iba desvaneciendo mientras que una, dos, tres, diez, mil luces se encendían en los rascacielos de Manhattan. “Debajo de cada bombillo encendido hay una crónica, una historia, una tragedia, una trama qué contar”. Claro, siempre quise escribir eso, nunca había tenido la ocasión, menos allá, que las musas se me aparecían sin llamarlas y me atormentaban, me purificaban rogándome que escribiera acerca de cada sensación y cosa que veía, pero yo no llevé entonces mi libreta. Ahora que leo y me toca escribir con respecto a esa idea de universalidad versus totalización o totalizante de Pierre Lévy, ahora que estoy apurada para entregar un parcial, las mariconas no se aparecen, porque es que hasta pinchadas resultaron conmigo: ¡no les gusta sino Nueva York! Tarea titánica aquella de llamarlas a gritos cuando trabajaba en las instalaciones de El Mundo, eso que parece un galpón para humanos…
De todos modos creo que me han socorrido. Los bombillos encendidos me han dado luces (y no es esto una redundancia) para decir lo que necesito y salir de una vez por todas de la imagen de las lucecitas y el montón de historias que se encienden cada vez que un botón (¿suiche?) es apretado.

Mi pensamiento no fue descabellado. Efectivamente se puede escribir una historia, una crónica, una novela, la Comedia Humana de una vez por todas gracias a la aparición de la Internet, una vez que se enciende un computador, una vez que se conecta, e inclusive si no lo hace, a “ese maravilloso baño en el que nos estamos zambullendo” y bla, bla, bla, que tampoco se puede ser tan optimista y efusivo con el cuento, ni tan trágico y fatalista como Saramago, cosa que trataré más adelante.

Lo mejor de todo es que no tiene que aparecer Balzac, que muy bueno está allá en su tumba, pues al pobre semejante gangrena tan nauseabunda no se le quita ni clonándolo con toda la tecnología de los conejitos fluorescentes y el muy consabido cuento del genoma humano o mapa genético sensible a todo tipo de modificaciones. No, y tampoco hay que ser un Truman Capote, ni Sófocles, ni Aristófanes, ni Dante, ni siquiera tener nociones sobre literatura o filosofía para dejar rastro de lo que somos y hemos sido; sólo basta, insisto, con saber encender un computador, para bien o para mal, por placer u obligación, de tal manera que ya nadie podrá quejarse de que pasó por este mundo sin haber dejado huella; ahora bien, qué tan grande, más o menos por allá va mi historia…

El asunto de lo multimedial y de la facilidad de expresarse casi de infinitas maneras a través de lo “virtual” no puede, en ningún momento, afectar al buen periodista, ni siquiera a aquel humanista o intelectual de ocasión que bastante ha comido de cuenta del asunto al cual critica tanto. No puede porque, si según Borges el libro era la extensión de la mano por excelencia, el computador con la mucha o poca capacidad y potencia a nivel técnico que tenga, no temo decirlo, es la extensión de la humanidad con todo y lo inhumano que hemos podido ser, con la ventaja de que esta vez, si bien no hay tanto sabio junto como cuando se quemó la Biblioteca de Alejandría, ya nada podrá ser quemado…al menos por el fuego incendiario de quienes cometieron y dejaron cometer tal atropello. En este sentido se debe ser muy, muy entusiasta: se puede matar sin matar, miles de pulsiones se pueden canalizar, los sociópatas y psicópatas en potencia pueden amenazar desde su cobarde anonimato, y el Photoshop, lo digo porque me consta, le ha servido a muchos amigos homosexuales para conocer su lado femenino de manera literal: se fotografían y en él se maquillan, se ponen senos, se arrancan penes y tienen vaginas de manera indolora, sin pasar vergüenzas y sin causar desagrado con su andrógina presencia femenina en las esquinas de los centros de las ciudades donde viven. Todo esto sin contar, además, con que, gracias a esto lo utópico está dejando de serlo, porque es que este asunto no sólo está modificando la gramática de las lenguas, está modificándolo todo a gran escala, desde todos los puntos de vista y en grandes medidas. Podría entonces revisarse la noción del “thopos” o lugar, cuando los espacios constituidos y construidos por bits nos están demostrando todo lo contrario, ¿o acaso alguien podrá replicar que quien acaba de ingresar a la página de Google, por poner un ejemplo, no está ahí? Y al mismo tiempo que está en ese sitio, está sentado frente a la pantalla de su computador, seguramente comunicándose a través de los muchos tipos de mensajería instantánea con gente de todos los lugares del mundo y visitando al mismo tiempo muchos otros sitios (de fotos, de videos, de pornografía, yo qué sé)

¿Se está perdiendo lo humano? ¿De qué forma? pregunto ¿Acaso no es todo lo contrario? ¿Acaso la idea democrática de universalidad no se está materializando gracias a todo esto? Esta gente de Indymedia está haciendo una revolución a gran escala, quizá más trascendental que muchas otras revoluciones de las cuales hoy se habla con la mano derecha en el corazón y se cantan en himnos que hablan de guerras, derramamiento de sangre y crueldad: usted, canalla, usted estúpido, y usted imbécil, venga también a decir cuanto tenga por decir, que es que usted también es sujeto, que es que usted también tiene derechos: humanidad entera, daos cuenta de lo que somos. Por ese lado podría hablarse de lo universal.

En cuanto a lo totalizador es un poco más complicado. Esto puede verse tanto desde el punto de vista de la pragmática lingüística como desde la filosofía y la ontología. Todo aquello que totaliza de manera universal tiene que carecer de una pragmática en el sentido lingüístico en tanto que trasciende el contexto espaciotemporal. Desde el punto de vista filosófico y ontológico, se sabe que la sustancia (Spinoza –otras traducciones hablan de esencia) es aquello que será para siempre inmutable, y en este sentido la totalidad o lo totalizador no tiene nada de malo, como lo deja entrever o al menos me deja entender Lévy. De todos modos estos asuntos no son pertinentes para lo que ahora me corresponde, si bien son mi obsesión y mi constante objeto de estudio. Pero vamos entonces a enlazarlo con este ideal “anarquista” indimediático y de cibercultura para despacharlo por el momento. El ciberespacio, desde su concepción misma, no pudo ni podrá ser totalizable, no sólo en el sentido que apunta este autor, sino porque su esencia es mutar o modificarse constantemente, cada que se suma un usuario, o cada que un usuario aporta algo nuevo (un archivo de cualquier tipo). Lo total, además, no puede abarcar nunca, ni tampoco comprender, la infinitud o lo incuantificable, y la cibercultura no es sólo y simplemente un (otro) universo, es también, como lo señalé antes, el ideal democrático de la universalidad, con todo y lo que me puede chocar a mí el sistemita de la sumatoria de las voluntades, las opiniones y la inevitable consecuencia de la legitimación de todo tipo de estupideces y crueldades. Esto, en todo caso, no me interesa debatirlo con nadie que se precie de ser intelectual y que por necesidad imperante tenga que teorizar sobre este tema...

Claro, no se podían pasar la vida entera con El Capital debajo del brazo, el hambre es una cosa que no da lugar a los ideologemas y la falta de reconocimiento para esos sujetos es más ofensiva que atentar en contra de la dignidad humana, en nombre de la cual dicen de todo, especialmente de lo que no saben o en contra, cómo no, de lo que su mediocridad se ve amenazada. La sola dirección de correo electrónico (ay, ojalá los profesores que enseñan periodismo se den cuenta) cuan corta es ¡dice tanto de una persona! En algunos casos, al menos, dice el nombre. En otros, el nombre y la fecha del nacimiento. No falta aquella que está su apodo acompañado del año en que fue creada, o de la edad que tenía cuando la hizo. Y en otros casos están los afectos y las pasiones: Matilde Henao matistuta@micorreo.com, Marcela Olarte marce_juventus@elcorreodella.net, jotafilo@fenomenología.es, por no hablar de la sola escogencia del dominio: nota uno quienes tienen complejo europeo si su dirección termina en punto es o punto uk, así como la de ciertas personas que no superan haber nacido en Colombia y entonces van y se crean una cuenta en Yahoo! México. Y aquellos con un complejo de Edipo tan marcado que se dan el lujo de saltarse el apellido del papá y ponen el de la mamá, así como quienes se apellidan como su ídolo o artista favorito, así, sin más, sólo porque el Internet no juzga ni exige trámites en la registraduría y abre la posibilidad de no ser tan radical como Caretorta o don Deportivo Independiente Medellín Giraldo, que yo estoy segura que si hubieran nacido en otra generación conservarían sus nombres y la frustración la hubieran superado con sus avatares en la red.

Temerario me parecería afirmar que la cibercultura (más que el Internet y los solos computadores) no ha cambiado la manera de concebir o pensar el mundo. Las relaciones de poder se han visto alteradas e invertidas, especialmente en esto de la enseñanza. Hoy son los más pequeños de las casas quienes nos enseñan a desenvolvernos en este nuevo ecosistema, casi siempre haciéndole sentir al padre que es un completo inepto, un inútil que estudió cinco años en una Universidad para que su hijo de 11 años con un par de clics le resolviera lo que aprendió en un semestre de ingeniería. Ni qué decir de aquellas empleadas domésticas que les enseñan a las patronas a hacerle la llamada del pobre a sus maridos con los celulares o a escribirles mensajes de texto.

De cuando los sueños se hacen realidad

Recuerdo en especial una de mis aventuras infantiles, en la cual yo encendía el televisor y con la máquina de escribir de mi abuelo simulaba las aventuras del Súper Agente 89 (¿sí es ese el número?), al cual veía todos los domingos en Teleantioquia. También de haber afirmado que de todas las fantasías de Verne, sólo faltaba aquella del viaje al centro de la Tierra, aunque la exploración de la red, creo, se aproxima bastante a ese idilio. El problema es que (y ahí viene mi lado fatalista) cuando los sueños se hacen realidad, no sobra decirlo, dejan de ser sueños y se convierten en ella, ¿será que acaso somos capaces de soportarla? Al menos a mí es una cosa que me arrincona y tengo un doctorado para saber evadirla. Gracias a todo esto conocemos inmediatamente todo lo que sucede en nuestro entorno, que día con día se expande y ya vamos en el replanteamiento de nuestra galaxia. Esto en sí mismo no es bueno, tampoco es malo; que los medios de entretenimiento se mezclen con los de orden político es un problema que venimos enfrentando desde los tiempos del Imperio Romano, claro está. Se sabe, gracias a esto, que la desnutrición, el sida, la guerra y tanta cosa por la que otorgan el Premio Nobel se acentúan día con día, pero no gracias a esto desaparecerán, ni más faltaba, porque tampoco es su función.
Me gusta mucho que los medios de comunicación impresos se vean amenazados y que sus finanzas se estén yendo por los suelos debido a páginas (movimientos) como Indymedia, los más de 50 millones de blogs que ahora existen, el reciente fenómeno de YouTube y lo que yo llamo la googolización de la especie. Sé muy bien que falta mucho para que estos y la televisión pierdan la investidura totémica y mítica de la que gozan ahora, porque estamos en un periodo de transición que no mostrará cambios contundentes de la noche a la mañana, pero que tampoco es necesario forzarlo y andar tachando de analfabetas o personas del neolítico a quienes no utilizan estos medios “alternos”, bien sea porque ya están en una edad que ya no les interesa, bien sea porque se oponen –y con argumentos sólidos, a ser parte de esta nueva era, o bien porque no existen los recursos económicos para acceder a estos.
Por lo menos yo, en mi intento de ser escritora, no me he visto amenazada, al contrario. El Internet a mí me abrió las puertas que todo el mundo me cerró en determinado momento, y gracias a los foros y a las páginas de amigos que me permitían expresarme, pude desarrollar mucho mi manera de escribir, especialmente aquella de dirigirme a un público que a fuerzas, en aquel entonces, sólo podía ser lector. Por eso mismo me volví noticia y alcancé a aparecer en medios de gran prestigio (Periódico El Norte de Monterrey, México; El Show de Cristina, etc.) y por ahí guardo correos de periodistas norteamericanos y mexicanos pidiéndome autorización para citar escritos que tenía en la red o solicitando testimonios para incluirlos en libros que estaban haciendo sobre el escándalo que envolvió a Gloria Trevi. La amenaza para la humanidad y no para el buen periodismo, ya para terminar y recordando aquella época y la del Proceso 8000 y la elección y reelección de Álvaro Uribe, son los medios tradicionales de comunicación, no al revés.


miércoles, 9 de julio de 2008

Estructura nipona







Ay sí, yo sé que lo de nipón pudo haberse sustituido por japonés -o más bien el término japonés vino a convertirse en el gentilicio de los nipones, pero es que me dio tanta risa haber modificado la plantilla del blog para hacerlo más serio y después ver todas estas letras formando una verticalidad tan peculiar que sólo logra esa gente o discípulos tan acuciosos como Frank Lloyd Right, que haberle puesto a esta "entrada" estructura japonesa me hubiese valido reclamos que, al fin y al cabo, siempre me han hecho.



No, no, no. Yo no iba ni voy a hablar de disciplina oriental, tampoco de arquitectura. Tenía que escribir algo porque así me lo dictaron los huesos, el instinto, el alma, qué sé yo cuál de todas las partes que conforman el cuerpo es la que le dicta a uno lo que no es necesariamente deontológico pero sí instintivo, como por ejemplo, los números del tiquete de lotería, los arrebatos de comprar algo que no sirva de nada, insistir en cosas que ni valen la pena o bien publicar por publicar, ya ni siquiera como cosa catártica o hiriente, sino porque así lo dicta esa parte del ser que bien pudiera estar ubicada dentro de la cabeza, pero no se sabe por qué le revuelve a uno el estómago y un hilo aún no descrito en los libros de anatomía jala desde el cuello hasta donde termina el esófago ordenándole a uno que cometa empréstitos de este estilo. Las musas no son, en todo caso, pues estas lo asfixian a uno hasta que alcance un perfeccionismo que a los ojos de uno termina por ser mediocre...



Como sea, he aquí la "nueva cara" del blog. En Colombia se usa mucho eso de "cambiarle la cara" o "darle buena cara" e infinidad de cosas con cara que no tienen cara, ni siquiera en un sentido figurado. Buscaré un edificio japonés con techo rojo para acompañar esta entrada que ya se me antoja a descripción o menú de restaurante fino... así de bastante divaga mi mente, vaya uno a saber si es por falta de ignorancia, abundancia de sapiencia, carencia de lo que llaman modestia o quizá todo lo contrario porque ya yo no pretendo ser quien tiene siempre la razón.
Nota: Acabo de encontrar un edificio que, gracias a lo recomendado por mi amiga Juanita, encontré en Japón. Tal cual se me figura que quedó este blog.