lunes, 30 de marzo de 2009

El vacío

La vi venir como nubes negras que amenazan una tormenta, a lo lejos, en un día de cielo más que azul. Sabía de qué se trataba, pero no quise darle importancia, porqu, a fin de cuentas se veía tan, pero tan alejada que no quise pensar siquiera en que podría llegar a postrarse sobre mi cabeza para soltar su ira infame. Estaba tan bien que me dije "a lo mejor un viento sopla y la desvanece", pero no, cuando ella se aparece ya está avisando que es inexorable, que viene de visita quiera o no, que no valen prevenciones, ni paraguas, ni pastillas. Sí, me refiero a la depresión, que vino después de un sentimiento absoluto de soledad. De repente empecé a verme tomando tequila al frente del monitor, hastiada de todo lo que me ofrece la red, y después, hastiada de todo: de la universidad, de la filosofía, del presente y del futuro, aunque no entiendo por qué, si en mi caso, los años pasados fueron peores.
Como sea, una angustia, el sentimiento de vacío, un querer agachar la cabeza se apoderaron de mí. No, sólo estoy sola, y tal vez no sea razón para sentirme deprimida, para que ese maldito síntoma se acreciente día con día, pero así es, y me rehuso a creer que sea por lo que mi mamá tantas veces argumenta: es que no están funcionando los antidepresivos, son reacciones fisicoquímicas que usted no puede controlar. Yo estoy de acuerdo en que no puedo controlar el que una depresión me ataque, pero de ahí a reducir mi soledad al apareamiento de las neuronas o no sé qué es lo que se produzca en el cerebro, estoy muy lejos. El no dormir, el comer mal, el tener conductas erráticas no son síntomas de reacciones cerebrales. Sentir que hay un acantilado entre el cuello y el estómago, ese vértigo, tampoco. . .
Cómo quisiera tener un aliciente en este momento para sentarme a estudiar y no acostarme a pensar en mi tristeza y cómo me gustaría tener con quién compartir mis pequeños o grandes triunfos, pero es que resulta que todos mis amigos viven tan lejos de aquí, que pedir un abrazo sería tan absurdo a los ojos de mi mamá como pedirle un pasaje de avión de ida y sin regreso. No es que me falte amor, mi familia me lo da, pero es frustrante que uno a los 26 años esté desperdiciando la poca juventud que le queda mirando un foro, viendo la televisión, contemplando el vacío.
Lo más triste es que sé que personas que no me quieren ni poquito vienen a leer este blog y a regocijarse cuando manifiesto este tipo de cosas, porque en caníbales nos hemos convertido, consumidores de carne que de repente se descompone y el dolor de otro alimenta el alma de aquel que sólo desea para uno este tipo de situaciones. Pues aquí les quedo, porque al menos logro sacarles una sonrisa mientras especulan y alimentan su imaginación con cosas que ya sé de qué se tratan.
Me queda el consuelo de que esta, como muchas otras, es también pasajera.

martes, 24 de marzo de 2009

El otro foro

No todo es tan malo dentro del mundo en el cual me desenvuelvo. Me refiero a este, en el cual paso, más o menos diariamente, unas 14 horas, diez de las cuales se las dedico a Gloria Trevi: leo sus noticias, voy a sus foros, miro videos, etc. Las otras se las dedico a mi ego, cuando reviso el Metroflog y veo las cosas que dicen sobre mis fotos. Bueno, otras tantas a gastar el tiempo que necesito para estudiar, las uso miserablemente en unos jueguitos de Facebook, donde también me entero de chismes y veo cómo yo me voy rezagando mientras que mis compañeros del colegio y la universidad ya se visten de saco y corbata, se han casado, andan por las calles del sector financiero con portafolios y maletines de cuero, son profesores en colegios de los que quise ser alumna; llevan, pues, una vida normal y ¿cómo decirlo? ¿cronológicamente lógica?. Yo no. Yo gasto mis horas en angustiarme, en pensar por qué ellos sí fueron capaces de terminar sus carreras a tiempo, en preocuparme por lo que voy a decir aquí y en qué tono, en cómo voy a hacer para encontrar una voz narrativa menos intimista para que a la hora de publicar físicamente, eso que se publique no vaya a parecer el diario de una muchacha que se frustra fácilmente con su entorno.

Pero, ya que menciono que no quisiera hacer de esto un diario mío, y volviendo a lo que dije en un principio, no todo en el mundo cibernético de la Trevi es tan malo como lo he pintado. Sin duda alguna su foro oficial cada día es peor y más segregado, lleno de contenido vacío y fatuo, con más y más personajes grotescos tanto en lo físico como en sus maneras de ser, todos ávidos de un protagonismo patético, yo no sé cuál con más capacidad de ser ridículo y mezquino. Pero eso se da porque se supone que ese foro lo lee Gloria (pobrecita) y ellos se sienten observados por su objeto de adoración y sujeto de intolerancias muy violentas. El sólo nombre de ella los lleva a cometer la escritura, como dice un buen amigo mío, y desgastan teclado y tiempo en hacer escritos "de corazón" que terminan, por decirlo así, siendo del intestino delgado para terminar en una ventisca maloliente y sin sentido. No obstante y para fortuna de los fans que estamos cansados de ese sitio, hay otro totalmente distinto, opuesto, muchísimo mejor: LiveTrevi.com Allí se exponen opiniones con claridad, y aunque a veces esta falte, el respeto siempre está presente. Los foros están divididos en secciones, ordenados por temáticas, diseñados para hablar en cada lugar de la cosa correspondiente y nadie abusa de hipérboles ni es histriónico o juega a ser el mártir de alguien a la hora de que otro se encuentre en desacuerdo con él. Es un lugar creado de fans para fans y por fans con el único objetivo de compartir material como canciones inéditas, videos, presentaciones, fotos, entrevistas, anécdotas y juegos. Apenas se relanzó el 16 de marzo y ya cuenta con un especial de lujo sobre su primer álbum "...Qué hago aquí?", en el cual participamos fans, colaboraron periodistas y se expuso la opinión de expertos, así como también están a disposición las diez canciones de ese primer álbum que lanzó a Gloria Trevi a la fama. De hecho, quien hizo la página, la hizo con el propósito de celebrar los 20 años de su carrera como solista y hasta el momento no ha dejado más que buenos sabores de boca e impresiones gratas. En los foros no hay peleas, no hay insultos, tampoco bandos, ni mucho menos sacrificios de usuarios que por peleas externas son expuestos en la palestra pública para que sean devorados por los buitres que, a falta de tener algo para aportarle al foro, mejor se dedican a lo que mejor saben hacer, que es ensañarse en contra del que todos se quieren ir.

Sé que las comparaciones son odiosas y por eso las hago. Si no lo fueran, simplemente le hubiera dedicado unos cuantos renglones a invitarlos a que vayan a http://www.livetrevi.com/, pero no, porque entonces no habría espinas, ni nadie se molestaría en leer esto con el mismo gusto que se lee todo aquello aborrecible. Además, sólo conociendo del mediocre y viciado ambiente del uno, se puede apreciar la afabilidad y buena vibra del otro. Y ojalá que quienes se mantienen en el oficial y se creen dueños de este tomen nota de lo que aquí digo para que entiendan que no por tener el teléfono del esposo de Gloria tienen un liderazgo en la opinión o le hacen un bien a la comunidad de fans cuando hacen expulsar a otro porque no alabaron sus flatulencias, y es que por muy conmovedora que sea la historia de un huérfano, no es necesariamente buena o agradable de leer y mucho menos fácil de elogiar... vaya, es que me sorprende mi capacidad de sufrimiento y masoquismo, llevo demasiado tiempo allí como para haber llegado a un hartazgo paciente y enfermo en el que, a pesar de todo, insisto en seguir, quizá porque quiero que la situación cambie por el bien de Gloria y de los fans en general.

martes, 17 de marzo de 2009

Día de lluvia (guión)


PREMISA

Este guión surge porque me asignaron una tarea, sí. Pero a partir de ahí pretendo crear un nuevo orden a partir de un desorden que quizá ya esté dado: crear una historia de manera catártica. Es decir, una historia que no está previamente esbozada, si bien parte de un cuento que escribí hace un año. Los actos, los diálogos; cada escena surge a partir de las emociones que siento a medida que voy escribiendo. Para algunos quizá no pase nada, como para otros quizá pueda pasar mucho.
No es una historia desarrollada de la manera convencional: de hecho nace por la tercera escena. Las demás fueron creadas para explicarla y terminó con un final que ni yo misma esperaba. Por eso la escaleta se elaboró después de escrita la escena, y no antes.
Se pretende, también, darle prioridad a los diálogos, más que a la imagen. Hablar es también hacer, crear en el instante…siempre he creído que escribir no es sólo un artificio: es el arte de hacer real por un instante, por un momento, todo aquello que la cotidianidad y el diario vivir no permiten. Se hace real en tanto se lee. En este caso, es real en tanto se ve y se oye. Y ahí están el poder y la magia, mi poder y mi magia: en la quimera, en la ilusión. Esto es lo único que nadie puede evitar: que yo, soñando, cree.


***

Sinopsis
Día de Lluvia es la historia de una muchacha que padece la vida, no la vive. Enfrascada siempre en su pasado, vive medrosa el presente, la atormenta el futuro y el sentimiento de despecho por un amor frustrado la aniquila. Sólo en el arte, específicamente en la música, se siente segura; encuentra sosiego evocando su niñez y la realidad a veces se le complica tanto que le arranca a su imaginación y a sus recuerdos personajes que sólo puede ver ella, para poderla soportar. Por eso ésta se desarrolla en escenarios de día, nunca es de noche y siempre está lloviendo. Los días soleados sólo existen en sus recuerdos.
Si bien la historia se lleva a cabo en Medellín, México, como un sueño, siempre está presente en los diálogos, con las leyendas de la música popular de mediados del siglo XX, encontrando así modismos de ese país combinados con la jerga que utilizan los jóvenes y las personas del bajo mundo de acá.
Escena 1

ESCENA 1/EXTERIOR/DÍA/ESCALERAS “TRONQUITOS” U. DE A.

Sentada en las escaleras que miran hacia la Biblioteca de la Universidad de Antioquia se encuentra María Paulina. Es un día de septiembre y el cielo está nublado. Con sus codos recostados en un escalón, triste y nostálgica contempla desde lejos aquellas últimas golondrinas que se despiden del verano en la fuente principal. Pasó una ventisca helada, y entonces sacó una chaqueta de su mochila azul. Ahí encontró su “Diario de Encierro”; decidió dejar la chaqueta a un lado, sacó el cuaderno Académico rojo y se sentó a leerlo. Después de un rato, de la caja negra de su violín, sacó el celular y llamó a José.

MARÍA PAULINA: No me cuelgues, por favor (cerrando los ojos y mordiéndose el labio inferior) ¿Quién habla? ¿Está José?...por favor, necesito hablar con él. Ya pasaron tres años y creo que es hora de verlo (cuelga y exclama) Boba hijueputa vos, grilla de mierda
En ese momento aparece Gabriela con su mochila en un hombro y la Constitución Colombiana en una mano. Llega a paso ligero, como apurada y se sienta al lado de María Paulina, poniendo el estuche negro del violín un escalón más abajo
GABRIELA: Parce, ¡qué puto estrés! ¿Sabe qué mija? Ese marica de Castaño puso un parcial que yo creo que sólo lo ganaba usted (tira el libro sobre la escalera)
MARÍA PAULINA: Ah
GABRIELA: Pues, es que te lo juro, ¿quién entiende a ese marica de Hart?
MARÍA PAULINA: Ujum (mirando hacia la fuente)
GABRIELA: Y lo peor de todo es que necesitaba sacar cuatro. Ah, ¡qué maricada! (pasa todos los dedos de sus manos por el pelo, como peinándose. Mira a Paulina, y nota que no le está prestando atención) Paulina mija, ¿a usted qué le pasa? ¿Estuvo en el aeropuerto o qué?
MARÍA PAULINA: (Mueve la cabeza en señal de negación y una lágrima recorre su mejilla) Lo llamé, llamé a José
GABRIELA: (Toma a María Paulina de un brazo y le entierra las uñas; le toma la cara para que la mire) ¿Qué? Ah, no home. Al de… ¿Al mancito este de…? Pero…no entiendo, ¿no pues que ni se ven ni se hablan desde hace tres años? ¿Y eso entre ustedes no terminó como mal?
MARÍA PAULINA: Pues sí, pero lo llamé
GABRIELA: (Baja las escaleras, se para poniéndose una mano en la cintura y mirándola de frente) ¿Cómo así, Paulina? ¿Pero es que usted es que no se acuerda cómo la ha tratado después de eso? Y encima ese culicagao es paraco…pero bueno, ¿y qué le dijo?
MARÍA PAULINA: Lo de paraco es problema mío, no me güevoniés.
GABRIELA: (Exaltada) Bueno, ¡Pero qué te dijo!
MARÍA PAULINA: Nada, porque me contestó la mujer
GABRIELA: ¿Cómo así que la mujer?
MARÍA PAULINA: Pues la mamá de la niña, la señora esa con la que se casó
GABRIELA: Ay jueputa, ¿y es que es casado? ¿Yo por qué no me supe esa?
MARÍA PAULINA: No sé, será porque no me gusta hablar de cosas desagradables
GABRIELA: Ay, dios mío… ¿y qué le dijo esa vieja?
MARÍA PAULINA: Que dejara de llamarlo (saca un paquete de cigarrillos y enciende uno) que él ya estaba casado, que lo superara y que tuviera dignidad, que yo era una buscona y que él me odiaba
GABRIELA: Parce, Pauli, pero en parte esa pelada tiene razón. ¿Cuánto tiempo llevás rogándole, buscándolo? Además ese no es hombre para usted.
MARÍA PAULINA: Ah sí hijueputa, ahora resulta que vos también me vas a decir quién es el hombre para mí. Vé, andá y juntáte con la que era psiquiatra mía en esa clínica de puta mierda y arman un club
GABRIELA: Pero es que un paraco, un culicagao mucho menor que vos que ni sabe hablar, que no tiene cultura general y encima es casado y ya tiene una hija…
MARÍA PAULINA: Andáte pa’ la puta mierda, a mi niño no me lo toqués…vos sos coca e igual me junto con vos.
GABRIELA: Eh, qué malparida más grosera
MARÍA PAULINA. (Gritándole) Que te vayás pa’ la hijueputa mierda, te dije.
Indignada, Gabriela toma su libro, sube las escaleras y se va. María Paulina voltea a mirarla con rabia y está a punto de llamarla para disculparse pero sigue fumándose su cigarrillo y mirando hacia la fuente. Empiezan a caer goteras; sin prisa, se asegura de que la caja de su violín esté bien cerrada, se pone su chaqueta y guarda el cuaderno en su mochila. Sin darse cuenta, mete el celular en el bolsillo de su camisa y a paso lento emprende el camino hacia el Bloque Administrativo, el 16…se pierde entre la gente y así desaparece de la escena.
Escena 2
ESCENA 2/ INTERIOR/ DÍA /CASA DE MARÍA PAULINA
La habitación de María Paulina queda en el segundo piso. Al frente, por la ventana izquierda, puede ver el parque compuesto por pequeños arbustos, como de unos doce años. La derecha está clausurada. Su cama, situada en el medio, es pequeña y de comino crespo, siempre tendida con una colcha impecable de color rosado pálido y una cobija de bebé encima. Al frente de esta, una mesa de arquitecto; una pecera de dos metros por uno, apoyada por cuatro ladrillos y un mesón de madera, que da contra la pared izquierda para que le dé el poniente. Al otro lado, el clóset.
Desde arriba, Chavela la siente silbar La Pollera Colorá y se asoma para verla deshacerse de la caja en la que guarda su violín y hurgar entre los bolsillos para encontrar las llaves, sacudiéndose el pelo para secarlo de la lluvia y guardando sus gafas empañadas junto con la chaqueta en la mochila azul.
Chavela se acuesta en su cama, con los brazos cruzados entre su cabeza y su pie derecho sobre la rodilla contraria.
MARÍA PAULINA: (abriendo la puerta de su habitación y poniendo todas sus cosas, excepto el baúl del violín, al lado de la pecera) ¿Y ‘ora qué? ¿Cuál es la risa?
CHAVELA VARGAS: (Terminando de reír) Este…ay reina (vuelve la risa, se echa para atrás y deja caer el tabaco)
MARÍA PAULINA: (tomando el tabaco y sacando del bolsillo de su camisa un encendedor, le entrega el tabaco y le ofrece candela) Ay Isabel, de veras que hoy no estoy para tus bromas, ¿eh? ¿Qué pasó? ¿Por qué has vuelto después de tres años? Ándale, prende el cigarrillo y ya dime.
CHAVELA VARGAS: Ay, presta (le arrebata el encendedor y prende su tabaco) ¿Cuándo demonios vas a aprender que la cochinada que tú fumas es cigarrillo? Esto mi reina, ¡esto!, esto es un tabaco…
MARÍA PAULINA: Uy sí, se me olvidaba que ya te otorgaron el máximo grado de chamana. “Tabaco para las malas vibras, tabaco para adivinar…”
CHAVELA VARGAS: Ya, ya. ¡Ya estuvo bueno, escuincla! Con esa madre no juegues que si…
MARÍA PAULINA: ¿Qué? ¿Me vas a convertir en culebra como te conviertes tú?
CHAVELA VARGAS: No, en culebra no; pero si sigues diciendo tanta babosada, vas a quedarte de culera por el resto de tu vida (da un sorbo de tequila que aparece de repente, lo pone en el nochero y la risa vuelve a empezar) ¿Supiste que Pedrito ya se hizo grande? Jaja, ¿y que la chavita de la mochila azul y de ojitos dormilones ya dejó la suya para despertarle a los señores más grandes inquietudes y dejarlos con bajitas calificaciones pero en otros aspectos? Ay, si la vieras. Es retechula la condenada… Pst, ponme atención. Deja de echarle tanta colofonia al arco que luego se suelta una polvareda blanca y…
MARÍA PAULINA: ¡Eso es lo que quiero! A ver si te callas y de perdida te largas pa’ que no me andes chingando la vida (apretando su mano izquierda y con el arco del violín en la otra, alzados) que si no te digo más y peores cosas es porque hoy te me presentaste con todo y tus ochenta y siete años de edad (acomodándose el violín entre el mentón y el hombro). Ya lo que quiero es saber por qué viniste, viniste, aprende, viniste con i, no con e, por qué viniste viejita y no de mi edad, por qué insistes en aparecerte estando viva (llevando el arco al violín)
CHAVELA VARGAS: ‘Pérate chamaca. Suelta tantito ese arco y empieza esa con pizzicato que se oye más bonito.
MARÍA PAULINA: ¿Por qué sabes cuál voy a tocar?
CHAVELA VARGAS: Ha de ser por esa misma razón.
MARÍA PAULINA: ¿Cuál?
CHAVELA VARGAS: Por la misma que no me recuerdas joven y ‘ora me tienes hablando cual vil pelada de antro de Tampico… ¿A poco así de feo te hablan Agustín y Negrete? Porque de la Félix sí lo creo, ¿pero tú ponerme a hablar así?
MARÍA PAULINA: Está bien, pues. Ya dime qué estás haciendo aquí, Isabel. Luego se dan cuenta y me devuelven a Alborada
CHAVELA VARGAS: A ver. Suelta el arco y enderézate (se para y pone sus manos en la espalda de Paulina) Empieza a tocarla, como si hicieras las veces de mi salterio
MARÍA PAULINA: (voltea y la mira, aún con la mano izquierda sosteniendo el diapasón) Ay Chavela, pos si quieres el salterio, ve y sácalo de mi clóset
CHAVELA VARGAS: Paulinita, reinita, (le soba el pelo) está bien que la cabecita todavía te dé para andar de mochila azul y chupándote el dedo por las noches, pero de ahí a tocar un salterio que nunca has tenido (rascándose la cabeza)…hum. Dale, mejor con el violín a ver cómo te sale el pizzicato.
MARÍA PAULINA: (Dando las primeras notas del salterio de La noche de mi mal) ¿Así?
CHAVELA VARGAS: Como que nos hace falta Bribiesca en la guitarra, ¿no?
MARÍA PAULINA: (se sienta en la cama y pone el violín y el arco a un mismo lado, desconcertada mira a la pecera y da un suspiro) Ya lo sé. Ya no tengo cinco años. Las niñas de cinco años ni tocan, ni lloran, ni entienden, ni cantan La noche de mi mal…es que los extraño tanto (mirando hacia la mesa de arquitecto los retratos de sus abuelos) Ya viste cómo me trató mi mamá porque llegué silbando, me dijo que parecía un arriero; lo que no sabe es que mi abuelo me enseñó a silbar…y luego…pues es que hoy lo llamé a su celular, pero me contestó otra persona diciéndome que él me odiaba, que ya estaba casado, que tenía una hija, que no lo llamara.
CHAVELA VARGAS: Y por eso estoy aquí (aparece abriendo un atril de metal)
MARÍA PAULINA: Hoy no quiero leer partituras
CHAVELA VARGAS: Yo no más estoy decorando la habitación. Acuérdate que viví con Frida y Diego y a mí se me figura que estos pececitos se ven muy solos en esta habitación, así que les voy a poner bien alto el atril, al lado de la ventana para que de paso el condenado se caliente con el sol. ¿Ya notaste qué frío está?
MARÍA PAULINA: (mirando al piso de madera) ¿El día o el atril? Estamos en temporada de lluvia. Y en temporada de lluvia todo es frío, hasta el alma de la gente. (una breve pausa. Se levanta y saca de su nochero una botella de tequila que pone entre sus piernas mientras intenta destaparla) Menos la tuya y la mía, que con agave nos la calentamos
CHAVELA VARGAS: No, no, no, no. Espérate tantito, quieta ahí. ¿Qué haces, Macorina?
MARÍA PAULINA: (enfurecida la mira) Macorina era tu novia, yo soy María Paulina (llevándose la botella de tequila a la boca)
CHAVELA VARGAS: (suplicando) Tá bien…está bien. Alto ahí. Deja esa botella a un lado así (indicándole el piso), ponla en el suelo. Eso es, eso es.
MARÍA PAULINA: ¿Qué haces? ¿Qué te pasa?
CHAVELA VARGAS: Que el vestido de charro no hace al mariachi
MARÍA PAULINA: ¡Ni el mariachi al charro!
CHAVELA VARGAS: (se queda pensando y al final contesta exaltada) ¡De veras! Y recuerda que tu abuela decía que beber no te hacía más charra
MARÍA PAULINA: (exasperada se levanta y mirando a la nada responde) Ay Chavela, Chavela…
CHAVELA VARGAS: Eso, como esa horrible canción (aplaude)
MARÍA PAULINA: Es un corrido…pero ella lo decía en un sentido colombiano
CHAVELA VARGAS: Y yo en el colombomexicano. (Señalándola) Jeje, te gané yo.
MARÍA PAULINA: Está bien, pues (se acuesta en su cama) Entonces guárdala tú, que me voy a dormir; no la vaya a ver mi mamá
CHAVELA VARGAS: Vas a tumbar el violín
MARÍA PAULINA: (entre dormida y despierta) Ajá
Suena el celular con un tono de timbre que María Paulina sólo había bajado para asignárselo a José. Ella cree que está soñando, pero Chavela la despierta
CHAVELA VARGAS: Es él, mi niña, es él.
MARÍA PAULINA: No mija, es que estoy dormida
CHAVELA VARGAS: (sacudiéndola) Que contestes, mi reina…pero apúrale
MARÍA PAULINA: (levantándose) A ver (se rasca la cabeza) ¿Dónde dejé esa madre? De seguro andabas tú silbando, ¿verdad?
María Paulina abre la valija de su violín y busca el teléfono en el estuche de la colofonia.
CHAVELA VARGAS: ¡Mensa!, ¿Cómo iba a estar sonando tan duro si estaba encerrado?
MARÍA PAULINA: Te dije que estaba soñando… ¿Dónde está? (Va hasta la pecera y en cuclillas vacía la mochila) No, acá tampoco. ¿No oíste que estaba sonando muy fuerte? (Se toca los bolsillos del bluyín y luego el de la camisa. Del bolsillo de esta lo saca y mira la pantalla. Intenta desbloquearlo cuando suena de nuevo) ¿Bueno? (sacude la cabeza) Digo, ¿aló?
Chavela la mira emocionada y con las manos en la boca. María Paulina le hace un gesto con la mano, indicándole que espere.
MARÍA PAULINA: José me odia, ¡no me jodan! (bastante molesta) Ah, sí hombe, ¿y Chavela es la del frente? Pausa Nada Pausa ¿Cómo que Chavela es la del frente?... ¿José? Temblando, mira a Chavela buscando respuesta y esta asienta ¿Vos y yo hablar? ¿De qué? Con su voz aparenta orgullo Le convendrá a usted
Mira a Chavela pasando su dedo índice por el cuello para indicarle que él la puede matar Un momentico, esperáte a ver.
Chavela entona un pedazo de Piensa en mí: “…Cuando quieras quitarme la vida, no la quiero para nada, para nada me sirve sin ti…Piensa en mí” a capella; luego le hace señas poniendo su dedo índice en un ojo y la señala, mientras sigue cantando
MARÍA PAULINA: Bueno José, ¿y dónde queda ‘vení’? (Espera un momento y cuelga) Isabel, ¿y esto qué?
CHAVELA VARGAS: Pues mi niña, es que hoy, al fin, es tu día de lluvia
MARÍA PAULINA: ¿Qué?

Escena 3

ESCENA 3/I NTERIOR/ DÍA/ TAXI
Es un carro último modelo de color blanco. Cojinería de cuero negra. El volante es de un rojo intenso con visos negros que brilla, al igual que la palanca de cambios. En el espejo retrovisor cuelga un escapulario de la Virgen del Carmen y un pequeño balón de fútbol con parches azules y rojos
Llueve…El carro está pasando por la Avenida de Los Industriales. Paulina tiene recostada su cabeza contra la ventana, mirando el metro. Dibuja en el vidrio empañado la jota y la pe. Está sonando Piensa en mí como música de fondo interpretada por Chavela Vargas: se oye la introducción de la guitarra y la voz que canta Si tienes un hondo penar piensa en mí. Si tienes ganas de llorar piensa en mí. Ya ves que venero tu imagen divina. Tu párvula boca que siendo tan niña me enseñó a pecar. Un minuto, siete segundos. En ese momento Chavela interviene. Voz off. La canción sigue sonando…
¿Recuerdas cuando lo conociste? Fue en una mañana de febrero, una mañana quizá más hermosa que los paisajes estivales retratados por los impresionistas


FLASHBACK/EXTERIOR/DÍA/CLÍNICA ALBORADA
La entrada es una puerta de hierro corrediza con formas de rosas pintada de azul rey, resguardada por un candado enorme que asegura unas cadenas. Un jardín con bancas de parque a las que les dan sombra tres árboles viejos y el área de la piscina; en medio de estos, separándolos, unos rieles de cemento que conducen a una pequeña casa que fuera construida para esconder y entrenar a los sicarios de Pablo Escobar, ahora adaptada como vivienda de los pacientes. Detrás de esta, un lago de patos cercado por una malla metálica de medio metro. Vigilando la piscina, al frente del lago y a un lado de la casa, un edificio sin terminar de tres pisos, donde se encuentran las oficinas del staff clínico y tres habitaciones más.
Los rayos del sol coloreaban tu espalda casi desnuda, sólo cubierta por tres tiritas de lycra. Mientras fumabas, mirabas el danzar de los patos en el lago, preguntándote entre lágrimas si acaso ese movimiento uniforme era la aceptación sumisa de un encierro al que fueron sometidos simplemente porque eran patos que no se comportaban como los demás de su especie, y entonces les diseñaron un ambiente hermoso y cómodo, para que ante los ojos de dios y de los hombres no parecieran aislados de los suyos. Luego miraste hacia el cielo buscando consuelo y respuesta, pero el cielo sólo te llevó a pensar en Grecia; apagaste el cigarrillo y sonreíste al recordar a Sócrates, sonrisa que se tornó amarga cuando llegaste hasta Esparta con sus guerreros de cuerpos perfectamente esculpidos que te hicieron recordar aquel hombre por el que lloraron las muñecas de tus manos y te encerraron allí. Fue entonces cuando volteaste y lo viste. Se estaba cubriendo del sol con una mano y la retiró de su cara apenas te vio. Te sonrió y viste sus ojos esmeralda contrastar con el bronce de su piel. Creíste que eran alucinaciones causadas por los sedantes. Pero supiste que era real cuando los perros de la clínica se le acercaron a darle la bienvenida y Beatriz Palacio, tu querida psiquiatra, se acercó para informarte que había un nuevo paciente…fuiste corriendo a tu habitación para encerrarte a llorar.


INTERIOR/DÍA/TAXI
CHAVELA VARGAS: ¿Cómo se llamaban los méndigos perros?

MARÍA PAULINA: Sobriedad y Semilla

CHAVELA VARGAS: Ah caray pa’ nombrecitos. ¿A qué tarado, a qué pelmazo en este mundo se le ocurre bautizar así a unos perros?... ¿Cuál era la perra?

MARÍA PAULINA: Sobriedad

TAXISTA: ¿Perdón? ¿Me estás hablando a mí, muñeca? (mirándola por el espejo retrovisor)

MARÍA PAULINA: ¿Eh?... Ah no, no muñeco, estoy hablando por el manos libres del celular

TAXISTA: ¡Je! Vea pues, hoy en día todo el hijueputa loco que habla solo tiene la diculpita de los manos libres

MARÍA PAULINA: Jaja, sisas

TAXISTA: (Para el carro y se voltea, mirándola fijamente) Oiga bizcocho, ¿y usted en serio es Paulina?

MARÍA PAULINA: (asiente con la cabeza) Ajá, ¿por?

TAXISTA: No pues, es que no parece mujer de ‘El Flaco’

MARÍA PAULINA: (extrañada y molesta) ¿Cómo así? ¿Mujer del flaco? ¿Qué flaco?

TAXISTA: ¿Y pa’ dónde es que va pues? A mí me llamó el patrón para que la recogiera donde
usted estaba que porque no tenía forma de movilizarse. Y no me llamaron de la central, me llamó el patrón al celular…

CHAVELA VARGAS: Ándele, con razón el carrito (mirando a Paulina)

MARÍA PAULINA: (mirando a su lado derecho y hablando en secreto) Sht, pendeja, cállate

TAXISTA: ¿Por qué?

MARÍA PAULINA: No, no, no era con usted, es que…

TAXISTA: Sisas, el manos libres. Jaja. ¡Qué vuelta! (volteándose hacia el frente y arrancando el carro) Loca hijueputa. Este man sí no. Cuando no son meras perras, son unas rayadas las hijueputas.

María Paulina lo oyó e iba a responderle disgustada, pero Chavela le hizo señal de que se calmara.

CHAVELA VARGAS: Déjalo. Pinche panzón; que se pudra en su grasa. ¿Qué me venías diciendo? Ah sí, de Sobriedad. Esa cabrona tenía un porte... No’mbre, y luego se les pavoneaba con su dignidad y su elegancia y ustedes con su ego todo aporreado y maltratado, con esas caras tristes y desesperanzadas ¿De qué raza era?

MARÍA PAULINA: No sé. El único que sabía el nombre de esa raza era José. Los tutores de la clínica decían que era cazadora de leones. Te recuerda a Doña Bárbara, ¿verdad?

CHAVELA VARGAS: ¡No! A Doña Bárbara no. A la mismísima María Félix. Porque no es que la muy hija de su madre hubiera interpretado el papel de manera magistral, como creen muchos. Fue que alguien se inspiró en ella para crear a Doña Bárbara, mi reina santa…y cada que me acuerdo de la perra de esa clínica pienso que el alma de María se metió en ella (breve silencio) O no. No. Estoy segura. La Félix era muy perra. La perra era muy Félix. ¡Tal para cual! ¿O tú qué dices?

MARÍA PAULINA: (carcajeándose) Yo sólo me acuerdo que mi abuelo decía que la muy ‘vagamunda’ había acabado con Lara

CHAVELA VARGAS: Y con José Alfredo, y con Negrete. ¡Las estrellitas con tus manitas! Hazme el favor, el pobre Agustín escribiendo esas babosadas, semejante poeta que fue. Que no se te haga raro que a Jorge lo hubiera mandado a Los Ángeles

MARÍA PAULINA: Para terminar de inmortalizarlo y hacer realidad lo que la canción que lo hizo famoso decía: que digan que estoy dormido

CHAVELA VARGAS: Y que me traigan aquí…si no sabré yo de lo que era capaz. Jorge ya estaba muy enfermo cuando viajó. ¡Méndiga! (apoya el codo contra la ventana y pone la mano en su frente) ¡Ya ni me digas!

María Paulina seguía carcajeándose con los ojos cerrados. Cuando los abrió, ya Chavela no estaba. Asustada, recostó su cuerpo contra el espaldar del conductor.
Varias voces off: está prohibido tener parejas dentro de la institución, se llama José y tiene dieciséis años, ese no es hombre para usted, este fin de semana no salen, ustedes no se pueden besar dentro de la clínica, María Paulina tiene un desorden de la personalidad, José está acá por heroína, le queda prohibido leer a Kafka, por este camino sólo se llega a la muerte, la indigencia y la cárcel…

MARÍA PAULINA: Oiga señor, ¿Quién es El Flaco? ¿José?

TAXISTA: ¿José? ¿Quién es ese man?

El carro sigue andando y el taxista la espía por el retrovisor. De pronto para el carro y ambos se balancean de adelante hacia atrás.

TAXISTA: Uy mi amor, ¿está bien? Estos hijueputas buses sí son la cagada (Hunde el pito una y otra vez y se asoma por la ventana para insultar al chofer del bus que paró en el lado izquierdo de la Avenida) ¡Gonorrea, respetá las normas! (Pisa el acelerador y hace una maniobra que hace que María Paulina vuelva a moverse de manera involuntaria, como un títere)

María Paulina cierra los ojos intentando quedarse dormida. De pronto siente que el taxista le toca el hombro bruscamente

TAXISTA: Ya llegamos, mujer

María Paulina ve a José desde lejos. Lo distinguió porque sólo vestía una pantaloneta.

MARÍA PAULINA: Pille mijo, ese de la pantaloneta negra con rayas rojas es José

TAXISTA: No parcera, ese es El Flaco

MARÍA PAULINA: (Buscando en su billetera) Ah… ¿Cuánto es?

TAXISTA: Catorce mil lucas, pero todo bien que ya eso está arreglado

MARÍA PAULINA: No, pero yo tengo con qué pagarlo

TAXISTA: Fresca pelada (le mata el ojo) Las vueltas con ese man las arreglamos entre él y yo

MARÍA PAULINA: (Vacilando y sin saber qué hacer) Ah, pero…

TAXISTA: Hágale pues que la están esperando

María Paulina abre la puerta del carro y se baja. Con las manos en la cintura y mirando hacia arriba inspecciona cómo está el cielo. Se oyen relámpagos. Luego da una rápida mirada para ver dónde está, entonces ve cómo José viene acercándose en cámara lenta y la sonrisa se le dibuja enorme en la cara.

ESCENA4/

EXTERIOR/DÍA/AFUERA DE LA CASA EN BELÉN LAS VIOLETAS
Una casa grande de tres pisos que desentona con las demás del barrio. Afuera, un antejardín de arena y un almendro que le da sombra a un tronco de forma horizontal en el que se sientan las personas que compran gaseosas en la tiendecita de metal roja de Coca Cola que está detrás.
En cuanto lo ve, María Paulina lo abraza y empieza a llorar, mientras José le da besos en la mejilla y reposa el mentón sobre sus hombros, cerrando los ojos. Le toma la cara y la mira a los ojos.

MARÍA PAULINA: ¿Para qué querías hablar conmigo? ¿Qué es lo que me puede convenir a estas alturas de la vida?

JOSÉ: Te dije que nos convenía a los dos

MARÍA PAULINA: Será a usted que…que se ha pasado…porque yo… (No es capaz de contener el llanto y vuelve a abrazarlo).

JOSÉ: Hey, no llorés, vení hablemos (Se sienta en el tronco y le extiende su mano para que ella haga lo mismo) Parcera, yo a usted no la odio. La quiero demasiado, pero yo no me merezco a una chimbita como usted.

MARÍA PAULINA: Entonces estamos empatados. (Se aparta las lágrimas con las manos) Yo no me merezco a un guerrero espartano de bronce como tú, con esos ojos verdes, con ese cuerpo esculpido de dios africano…”

JOSÉ: Jaja, otra vez con esa vuelta del guerrero parmesano. Pero ¿cierto que no me estás diciendo cacorro?

MARÍA PAULINA: (Sonriendo con ternura) No, todo lo contrario. Tú tampoco has cambiado mucho. No has perdido esa costumbre de andar sin camisa, en pantaloneta y descalzo a pesar de estos días de lluvia.

JOSÉ: Nada pirobita, a mí no me da frío
Hay una breve pausa

MARÍA PAULINA: Y entonces… ¿Me quieres “demasiado”?
JOSÉ: Sisas, muchísimo

MARÍA PAULINA: Pero la indiferencia no es amor

JOSÉ: (Poniéndose en cuclillas al frente suyo y mirándola nuevamente a los ojos) ¿Sabe qué? Es que yo me di cuenta de que usted era una cabeza. Usted todo el día leía y escribía… (Le acaricia el pelo con la mano derecha, como intentando peinarla)

MARÍA PAULINA: Escribía para ti

JOSÉ: Dejáme hablar pues home, piroba (Pone sus manos en las rodillas y se para)…Mirá Paulina, si seguíamos juntos, vos no estarías donde estás ahora. Yo he sido un hijueputa vicioso que se dejó enredar de una vieja y terminé de papá de una niña que no sé si es mía, pero esa es una reina a la que adoro y yo a ella no la voy a dejar sin papá. Usted al lado mío hubiera tenido que vivir en las calles o quién sabe cómo. No andaría en esas vueltas de la universidad, ni trabajando con el magistrado ese…porque yo sé que usted se entera de lo mío, pero yo también me entero de lo suyo.

MARÍA PAULINA: ¿Cómo?

JOSÉ: ¿Y usted por qué se entera de lo mío?

MARÍA PAULINA: Porque te amo, pero me refería a que cómo es eso de que yo hubiera tenido que vivir en las calles y todo eso que me estás diciendo. A la Universidad, a mi trabajo. ¿Quieres que le diga al magistrado que lleve tu caso? ¿Que mi tío hable con el Presidente?
Él, azarado, reacciona

JOSÉ: ¡Sht! Quieta. No hablés de esa maicada y menos por acá (mirando a su alrededor y empezando a hablar bajito)…Digamos que yo me entero de lo suyo por lo mismo que usted se entera de lo mío. De todos modos, yo no la merezco, mire ese hijueputa taxi todo lo que le valió para venir hasta acá

MARÍA PAULINA: Pero si yo no pagué nada, me dijo el chofer que ‘esta vuelta ya estaba arreglada’

JOSÉ: ¡Ah!, no se preocupe que catorce mil pesos no es nada, además esos manes saben cómo es la vuelta conmigo. ¿No le digo? Este no es el mundo suyo, mamacita

MARÍA PAULINA: Pero José, si tú eres mi vida entera, mi mundo lo he construido a tu alrededor.

JOSÉ: Ay parce, no me diga esas cosas
Breve silencio. María Paulina se muerde el labio inferior y se decide a preguntarle lo que siempre quiso saber.

MARÍA PAULINA: ¿Todo eso fue culpa de Berta, la psiquiatra esa?

JOSÉ: Sí, pero también mía. En esa clínica usted sabe cómo eran las cosas. A mí me dijeron que usted había estado con ese man y yo me quise morir, intenté que habláramos pero usted se hizo ‘chutar’ (simulando una jeringa con la mano izquierda que se ‘inyecta’ en la derecha) y se acostó a dormir. Pregúntele a Max y al que quiera que yo no dejé de llorar esa noche… y yo dije ¡La chimba, a mí esta vieja no me va a tratar así!... (Al verle de nuevo la cara hace una pausa) no llorés, que no es culpa tuya… Porque después usted me dijo que no, que eso era mentira y yo le creí. Lo que pasa es que me hicieron caer en cuenta que yo a usted no le podía ofrecer nada. Yo soy una mierda y métase bien eso en la cabeza

MARÍA PAULINA: Ay José, ¿para eso me llamaste y me hiciste venir hasta tan lejos?
José se pone en cuclillas nuevamente quitándole con su mano derecha la lágrima que empieza a bajar por su mejilla izquierda

JOSÉ: Te lo quería decir de frente, no por teléfono. No quiero que usted crea que yo la odio, porque la adoro. Quiero que siga adelante, que se lleve al mundo por los cachos y le demuestre a esa gente de la clínica que usted no es ninguna loca. Quiero que se enamore de un mancito que le pueda dar mejores cosas, que sea así de inteligente como usted, que no ande metido en tantas maricadas

María Paulina sigue llorando, con la cabeza entre sus manos apoyando los hombros en las piernas, mirando hacia el piso, haciendo figuras en la arena con sus zapatos. Levanta la cabeza y da un hondo suspiro

MARÍA PAULINA: ¿Por qué estás haciendo eso? ¿Por qué me lames la cara?

JOSÉ: No le estoy lamiendo la cara, estoy besando sus lágrimas.

MARÍA PAULINA: ¿Para qué?

JOSÉ: Porque quiero saber de una vez por todas a qué sabe ese dolor suyo, a ver si se lo quito para siempre…

Ella tirita y los vellos de la mano se le erizan. Cruza sus manos y se frota de los hombros a los codos, haciendo un balanceo de atrás hacia delante.

JOSÉ: ¿Tenés frío? Vení entremos a la casa yo te presto un buzo

MARÍA PAULINA: Un poquito. Pero dame mejor algo de tomar; una cerveza (lo dice casi susurrando, como si ya no tuviera voz y se para, rascándose la cabeza)

JOSÉ: No parcera, (poniéndole las manos en sus hombros) usted sabe que usted no puede tomar y ya lleva mucho tiempo sobria, por eso está tan bien. Mejor le doy una Coca-Cola

MARÍA PAULINA: (Voltea hacia atrás, mirando la caseta de Coca-Cola y luego lo mira) No, entonces no…Mejor hagamos lo que nunca pudimos (empieza a morderse los labios y mira hacia la casa) Mejor nos desatrasamos y hacemos lo que nunca nos dejaron hacer, lo que yo siempre impedía por andar respetando el reglamento. Mejor me…

JOSÉ: ¿Qué? (grita). Oigan a esta otra loca. ¿Ya sí te da por esas? (y le da un empujón suave, sonriendo)

MARÍA PAULINA: Sí, no te rías (intentando ponerle seriedad y contundencia a sus palabras), que ya sabes cuánto me cuesta manifestar este tipo de cosas, tú sabes que yo nunca…

JOSÉ: Vea mi amor, no se ponga roja; cuando usted mañana…

MARÍA PAULINA: ¡Mañana, mañana! Puros adverbios de tiempo (desesperada y un tanto enojada)

JOSÉ: (Alzando la voz) ¡Oigan a esta! ¡Yo no estoy abreviando el tiempo! ¡Yo no estoy abreviando nada! (María Paulina sonríe, casi a punto de carcajearse) Y no te riás, malparida, que te estoy hablando en serio.

MARÍA PAULINA: Yo sé, mi cielo lindo. (Le toma la barbilla) Ven te digo un secreto al oído, ven y no te enojes, por favor.

JOSÉ: ¿Qué me vas a decir? Decímelo duro y en mi cara

María Paulina se le acerca y musita algo en la oreja de José que lo hace sonreír y logra romper con su enojo. La besa en la boca. Para, la mira extrañado.

JOSÉ: Ja, qué piroba más viva. Usted sí se acuerda de todo. (Y continúa besándola)
Abrazados entran a la casa y Chavela vuelve a aparecer parada en el tronco y cantando la canción Llegando a ti (Poco a poco): Poco a poco me voy acercando a ti, poco a poco la distancia se va haciendo menos. Yo no sé si tú vives pensando en mí, porque yo sólo pienso en tu amor y en tus besos. Qué bonito es querer como quiero yo, qué bonito entregarse todito completo. Yo no sé, ni pregunto cómo es tu amor, porque a ti, como a mí no nos cabe en el cuerpo.

ESCENA 5

/INTERIOR/DÍA/HABITACIÓN DE JOSÉ

Está amaneciendo y la luz del día apenas alcanza a iluminar un pedacito de la habitación oscura. Dos paredes son de color azul, dos de color rojo; están intercaladas. Contra la pared azul en la que está la ventana está una cama doble, vieja, de metal corroído. Al frente y contra la otra pared roja una cuna. Dentro de la habitación hay un baño que siempre tiene la luz prendida, y el único mueble distinto a la cama y a la cuna es una silla de plástico en la que está el bluyín de María Paulina.
Ella está abotonándose su camisa sentada en la orilla de la cama, mientras que José, arrodillado encima del colchón duro de paja sin sábana, le peina su pelo mojado con un cepillo de bebé.

MARÍA PAULINA: (Cantando) No me digas que no sufriste, que no extrañaste todos mis besos. No me digas que no lloraste algunas noches que estuve lejos…

JOSÉ: Calláte hombe boba que me desconcentro. (Le toma la mejilla, le voltea la cara y le da un beso en la boca) En serio que estás tan linda (Sonríe)

MARÍA PAULINA: José, siéntate, ¿sí?

JOSÉ: No he terminado, ese hijueputa pelo suyo es muy difícil de desenredar

MARÍA PAULINA: No, en serio, siéntate

JOSÉ: Cuando termine (sigue peinándola)

María Paulina lo toma de la nuca y se acuesta. Intenta quitarle el cepillo a José, que ahora está encima.

JOSÉ: (Entre risas) Quieta, no me hagás cosquillas

MARÍA PAULINA: Bueno, pero si me das otro beso

JOSÉ: (Besándola) ¿Para qué? (otro beso) ¿Ah?

MARÍA PAULINA: (Besándolo) Para saber que no estoy soñando. (Lo aparta y se levanta) Ya casi me tengo que ir y no te he motilado. (Va por sus bluyines y se los pone) ¿Dónde tienes la máquina?
JOSÉ: Vení, que eso qué hijueputas. Después me rapo yo o le digo al man de la Barbería que me haga esa vuelta.
De súbito, ella se levanta, se acerca a la silla y se pone el bluyín; con una mano termina de arreglarse el pelo y se exaspera. José también se para y la mira extrañado.

MARÍA PAULINA: ¿Qué? ¿Qué me mira?

JOSÉ: Parce, no entiendo (cruza los brazos y alza los hombros)

MARÍA PAULINA: ¡Ya! ¡Ya me tengo que ir!

JOSÉ: (Desconcertado) Ah, no home

MARÍA PAULINA: Ah sí home

JOSÉ: No entiendo

MARÍA PAULINA: ¿Qué cosa? (un breve silencio; José intenta dar un paso al frente, pero María Paulina lo reta con la mirada y le hace una señal para que no se mueva estirando su mano y mostrándole la palma) Que ya me voy

JOSÉ: ¿Y por qué?

MARÍA PAULINA: Porque el tiempo no para de correr y yo tengo que entregar esto. Además que…

JOSÉ: ¿Qué hijueputa?

MARÍA PAULINA: Además que ya no siento que te amo

JOSÉ: ¿Vos de qué me estás hablando? (No es capaz de moverse de su sitio, aunque lo intenta)

MARÍA PAULINA: Sí, y tengo que entregar el guión

JOSÉ: ¿Qué?, ¿Cómo? Pero…

MARÍA PAULINA: Del día de lluvia, del guión… (Se rasca la cabeza) De que sólo los romances efímeros y fugaces son eternos y verdaderos. ¡Chao! (le tira un beso y sale corriendo)

JOSÉ: (Grita con rabia y le da un puño a la pared) ¡Gonorrea! ¿Qué es lo que te pasa? (siente los pasos apresurados de María Paulina y, cuando se asoma a la ventana, la ve parada en la calle hablando sola)

MARÍA PAULINA: Órale Chavela, córrele, que nos fuimos

CHAVELA VARGAS: Pero mi niña ¿y…

MARÍA PAULINA: ¡Pero nada! Vámonos que todavía me falta una escena

Desde adentro, José Grita

JOSÉ: ¡Paulina, loca hijueputa! ¡Vení a ver! (Se asoma a la puerta) Paulina, esperáte siquiera te pido un taxi (Al ver que se pierde en el horizonte, se pone en cuclillas y esconde su cabeza entre las rodillas, golpeando el suelo y llorando) Loca malparida, por eso nunca te respondí (llora con rabia)



ESCENA 6

/INTERIOR/DÍA/SALÓN DE CLASE

Los pupitres están desorendenados. El aula vacía, sólo José está ahí, borrando la lección de trigonometría escrita con tiza blanca sobre el tablero verde, que abarca toda una pared. Clavado sobre el retablo donde se ponen las tizas, hay una cubeta plateada de metal, de la que José saca otro borrador; los junta con sus manos una y otra vez, creando una polvareda blanca de cal. Tose. Los mete a la cubeta y con un brazo se limpia los ojos y la nariz.
Una señora con bata blanca lo mira desde la puerta; es la psiquiatra, Beatriz.

BEATRIZ: Ay José, voy a tener que aumentarte el antipsicótico. Todavía no te has dado cuenta de que eso es sólo polvo de tiza, no cocaína
En ese momento entra María Paulina, estrujándola; la saca y la mira

MARÍA PAULINA: ¡Vean a esta otra boba malparida! ¿Ya con qué laboratorio firmó? Suerte de aquí, ¡perra del mal!

BEATRIZ: Paulinita, mi tesoro, ¿tanto tiempo y sigues hablando como un gamín? Ese litio hay que subirlo

MARÍA PAULINA: (Mirando hacia fuera y señalando la salida con su dedo índice y la mano estirada. Cierra los ojos) Te me vas de aquí gonorrea, ¡pero ya! Que si tenés trabajo acá es porque mi tío jura que yo estoy dizque bien por vos…largáte que no te quiero ver ni en pintura, largáte y andá a la Fiscalía y adonde querás a declarar en contra de cualquier paciente tuyo, que ya sabemos cómo te encantan los tribunales. Andá maricona que ya todos están avisados. De suerte que logré yo terminar mi carrera y ahora soy abogada a pesar de que le metiste a mi mamá en la cabeza que yo no estaba en condiciones de estudiar

BEATRIZ: Y me sostengo, no lo estás

MARÍA PAULINA: Que te vayás (gritando)

JOSÉ: Ya oíste, piroba, que te vayás (corre un pupitre y se sienta, mirando al tablero) Pauli, ¿usted por qué me hizo eso?

MARÍA PAULINA: (Sacando del estuche el violín y el arco) ¿Te hice qué? No fui yo quien te obligó a meterte en el programa de reinserción del gobierno, no fui yo quien te asignó este trabajo de borrar tableros y limpiar borradores, aunque sí hice cuanto pude para defenderte de esa hijueputa (con el arco señala la puerta) cuando fue a declarar en tu contra en el juicio (empieza a tocar el violín, intentando afinarlo)

JOSÉ: No, eso no. ¿Por qué me evadió estos tres años? (Se para lentamente y corre el pupitre)

MARÍA PAULINA: Sht, estoy evocando a Bach

JOSÉ: ¿No volvió a tocar rancheras?

MARÍA PAULINA: (Suenan las primeras notas del Soneto en cuerda de Sol) Ese no es problema tuyo

JOSÉ: ¿Qué estás haciendo acá a esta hora?

MARÍA PAULINA: Siempre vengo a las cuatro de la tarde, cuando el colegio está vacío…nunca me ha gustado tener público

JOSÉ: ¿Entonces es usted la que toca siempre la misma chimbada todos los días?

María Paulina asiente con la cabeza y continúa tocando con los ojos cerrados. José se le acerca tímidamente y le toca un hombro. María Paulina abre los ojos y se quita el violín del mentón.

MARÍA PAULINA: La Sinfónica me insiste para que toque con ellos, pero…no sé. A mí no me gusta que me vean tocar; siempre lo hago mal. Además es algo tan íntimo, ¿o acaso me habías visto alguna vez tocando el violín? (Moviendo la cabeza, le mira la cara, los pies; suelta el violín y el arco y le toma las manos) Tienes camisa. ¡José tiene puesta una camiseta!...hum, pero estás descalzo, siempre vas a estar descalzo y en pantaloneta. Y tu cara, y tus manos…

JOSÉ: Paulina, en serio, ¿qué está haciendo acá? El colegio es muy grande y hay muchos salones, ¿por qué se metió a este que es el que me toca a mí?... ¿acaso quiere volver a humillarme?

MARÍA PAULINA: ¿Humillarme? ¡Humillarte! ¿Humillarte yo, José Ruiz? (da tres pasos hacia atrás) ¿Acaso podrá esta tonta humillar al amor de su vida? Hace seis años, cuando me dejaste, hiciste conmigo lo que haces con el tablero. ¡Borraste todo como si nada!

JOSÉ: Esas alegorías suyas yo no las entiendo

MARÍA PAULINA: ¡Ya dices palabras raras, José! ¿Ves cómo te has puesto de horrible? Se te perdió la mirada maliciosa, aprendiste a hablar, tus manos parecen de intelectual,… ¡ya usas camisetas, por dios santo! ¿Por qué te dejaste domar?

JOSÉ: No me dejé domar, estudié

MARÍA PAULINA: Agh, es lo mismo

JOSÉ: Pero si usted estudió también. Si siempre anduvo estudiando, si siempre me corregía.

MARÍA PAULINA: Y por eso soy tan desdichada…Y ahora, lo que me faltaba: mi Rambo soberbio se convirtió en un horrible Sartre que dice que Bach es una chimbada. Aaaay, con lo que me encantaba ese hablado tuyo de pillo, cómo me volvías loca cuando me decías ‘piroba’. (Saca del estuche la colofonia y la pasa por el arco una y otra vez con desespero. José se la quita y la pone sobre una de las sillas)

MARÍA PAULINA: Dámela (estira la mano)

JOSÉ: ¿Qué pasó ese día? (Cogiéndola de los hombros)

MARÍA PAULINA: ¿Cuál de todos? ¿El día de lluvia o del que te venía hablando? (Separándose)

JOSÉ: ¿Qué pasó? (se sienta)

MARÍA PAULINA: El día de lluvia entregué el guión y no volví a ver a Chavela.

JOSÉ: ¿Pero por qué se fue así?

MARÍA PAULINA: (Se acerca al tablero y toma una tiza) Y el otro, el otro…ah sí, escribí en la pared del frente de la cama (Escribe en el tablero: Sí es cierto) con la sangre de un pobre pato que maté. La maricona de Beatriz de inmediato me inyectó; al otro día ya ni estaban mis libros, ni mi lápiz, ni mis discos… ¡nada! Yo gritaba tu nombre, y lo gritaba, te llamaba y todos los pacientes me acorralaron y ayudaron a amarrarme. Tú perdona, es que soy una ¿loca hijueputa era como te referías a mí cuando estabas con tus amigos y mencionabas mi nombre? A esos extremos llegamos las mujeres cuando amamos de verdad

JOSÉ: ¡Pero si yo era un pelao de dieciséis años! Un pobre marica al que engatusaron… (golpea el pupitre)

MARÍA PAULINA: (Se le acerca y apoya sus manos en la mesa, mirándolo a los ojos y hablando alto) Y yo una güevona de veinte ¿eso qué? A todos nos engatusaron. ¿Acaso crees que el que me quitaran el violín era poquito? Con ese cuento me encerraron allá. Me dijeron que podía volver a tocarlo cuando me recuperara, pero cuando me dijeron que escogiera entre el violín y José, yo escogí a José, aunque José escogió el carro y el colegio de validación que nunca le pagaron. (Se sienta en un pupitre contiguo y lo arrastra con las piernas) Ja, vaya engatusada. Lo que hiciste fue embarazar a esa grilla de mierda y meterte de paraco

JOSÉ: Parce, usted está…

MARÍA PAULINA: ¿Loca? Sí, decílo: LOCA. Con todas sus letras… ¿Y que por qué vengo al colegio a tocar todos los días? Para atormentar a Beatriz, para mostrarle que yo toco violín cuando me da la gana y donde me da la gana. Porque a esta hora llega para revisar a los pacientes. La pobre se quedó sin consultorio y mi tío le presta la rectoría para que los atienda.

JOSÉ: ¿Y entonces por eso me asignaron trabajar acá, justo donde trabaja ella? ¿Por qué me la pusieron de psiquiatra?

MARÍA PAULINA: Porque amor con amor se paga. Evité que te metieran a la cárcel y mirá, hasta estudiaste.

JOSÉ: No pues, qué chimba…mejor hubiera sido que me mataran

MARÍA PAULINA: Ah no. ¡Eso no! ¿Pues cómo? Yo soy la guionista y no te iba a dar ese final. No José. Por muchos años fuiste el escritor de mi vida: yo me imaginaba casada contigo como me lo prometiste, con los cinco hijos que quería tener tuyos, teniendo una vida de señora de mafioso bonito y de bajo perfil. Pero ese día de lluvia que pasé contigo algo pasó. Ya no eras ese lapicero que firmaba mi destino día a día. Era como si otra persona hubiera escrito eso…no sé. Después tomé el lapicero yo y aquí estás, borrando tableros verdes en los que escriben con tizas blancas

JOSÉ: ¿Y por qué haciendo esto?

MARÍA PAULINA: ¿Yo qué voy a saber? Todo creador es idiota y absurdo. Eso mismo le pregunto yo a dios, al presidente, a los dueños de los periódicos y las empresas de televisión. Ah, pero ellos no están en manicomios, ni siquiera dios. Lo cierto es que crear realidades sensatas es muy aburrido, esa es la única respuesta que encuentro. (Se para. Toma el violín, el arco y la colofonia; los empaca) Adiós José. Ya puedes hacer con tu vida lo que quieras. Ahí tienes las tizas y un tablero para que empieces. (Se va)
José se queda sentado en el pupitre, saca del bolsillo una tiza y se queda mirándola.

FIN










jueves, 12 de marzo de 2009

Soledad

Estaba dormida y me desperté con gastritis, angustiada, aunque no creo que estos síntomas se deban a un mal sueño. Creo, más bien, que fue por irme con un brujo o vidente a que me dijera cosas de mí que yo ya sé. La gracia radica en que el otro ni sabe quién es uno, pero lanza unos caracoles y a la par unos rezos y después le cuenta qué ha hecho, qué no, qué hará... bonita manera de gastarme la plata, yo que la necesito para irme de aquí. De hecho eso me dijo, que me iba a ir del país pronto, ojalá sea cierto. Mi mamá, que se dice escéptica quedó, en cambio, muy impactada.

Al despertarme me tomé un rivotril y acabo de mandarme otro. Entré, vi que tenía pendientes algunos comentarios aquí por moderar, de ahí me fui a una cosa llamada "escrtorio", que es donde se acicala este sitio. Ofrecen una variedad de "gadgets" (ay, qué palabrita de inspector) que hacen de todo: desde contar el número de visitas hasta determinar de dónde son los lectores. También se le puede poner a esto música, empotrarle videos, pegarle miles de fotos, sincronizarlo con emisoras, tapizarlo con el Tarot. Y lo mejor es que todo es gratis en este mercadito de las mil maravillas... a decir verdad, sólo falta un "gadget" que amaine la soledad, esa tan presente en toda la red, en la radio, en los diarios: busco amigos, amigos sinceros, leales, busco con quién compartir mi tiempo, este es mi número celular, aquí anoto mi dirección de Messenger por si me quieren agregar, y esta es mi foto para que me conozcan, no estoy tan feo, sólo busco compañía. Creo, sin temor a equivocarme, que lo único que nos está evidenciando el avance tecnológico en los medios de comunicación es la soledad, pero principalmente, la soledad de la juventud, tal vez porque sean medios que nos son más familiares que a los mayores y a nosotros, lejos de hablarnos, nos sumergen en juegos, páginas para conocer gente, emisoras en las cuales se cuentan anécdotas tristes, blogs atestados de gadgets que gritan desolados, servidores de videos que derraman aburrimiento, programas para sublimar lo que no se puede ser en la vida real.

El haberme tomado dos rivotriles es un mal presagio. El haber visto la infinidad de artefactos que me ofrecen para que mi blog sea todo, menos un espacio para mi escritura, me hizo darme cuenta de que sólo la soledad nos está acompañando, si acaso, a veces es el miedo quien la acude o la reemplaza.



miércoles, 4 de marzo de 2009

Búscandome

Yo soy escritora, eso lo sé, pero ¿escritora de qué? No hago cuentos, y los que hago, no son dignos de ser llamados así todavía. ¿Ensayista? Tal vez, o cronista, es que no sé. ¿A usted qué le parece que hago? ¿un diario? ¿quejas? Es que, si yo tuviera una línea definida no me lo andaría preguntando, y prefiero eso a ponerme a escribir historias traídas del pelo y sin sentido, como tantas que hay en tantos blogs de gente que dice que escribe y al final no parecen más que relatores de historiecitas patéticas con pretensiones trágicas y dramáticas, algo grotescas, nada que diga uno "ay, qué envidia, este otro ya se halló". Anoche precisamente leía sobre una columna vertebral que le quedó en la mano a alguien; digo, maquilar eso ha de ser de lo más dispendioso, pero a la hora de ponerlo en letras pierde todo virtuosismo y no queda más que eso, la columna del sujeto en la mano del otro que fue a parar allí por un cúmulo de razones sumamente estúpidas y sin lógica alguna. Yo no quiero ser así. Prefiero una bobería bien escrita y descrita, relatada con estética, a historias descabelladas y disparatadas que pretenden tener mucho de... ¿qué sé yo si no escribo cuentos, ni novelas cortas, ni obras de teatro? Pero algo pretenden tener de algo y eso me molesta y al menos me hace saber qué es lo que no soy y qué es lo que no quiero. Sé también que uno debe escribir sobre lo que conoce y sobre lo que sabe, tal vez por eso ahora la gente se haya dedicado a historias de gente con cabezas gigantes y fallen en el intento, de intestinos en las manos, de cerebros que se salen por los ojos, ¿qué es eso? Y otros, más estúpidos todavía, relatan cuentos queriéndose parecer a Juan Rulfo, pero sin pies ni cabeza ni nada que se le parezca a ello, con finales en punta que no dejan nada más que un sinsabor horrible y un deseo de decirle al autor: ¿por qué no se dedica mejor a escribir sobre telenovelas y listas de popularidad? realmente me siento insultada cuando, o intentan emular a un autor y terminan estropeándolo, o escogen historias de su estilo para no salir contando nada y sólo verterse en letras sin ton ni son, sólo porque creen que su redacción es algo de otros mundos. Ay, ¿será que me dedico a ser crítica literaria? ¡Qué pereza! Eso de andar cogiendo términos que nada más dos o tres entendemos es muy aburridor, pero más aburridor me parece que uno tenga que tomarse unas siete cervezas, como es mi caso, para tener el coraje de escribir un cuento (o dos) como los que yo he escrito aquí.
Por eso, ya conseguí profesor de escritura, un tipo que me critique en vez de andar alabando mis letras, que me guíe, que me diga qué hacer y cómo, porque yo no pienso terminar siendo una profesional que dedica su tiempo libre a escribir, prefiero ser una escritora que dedica su tiempo libre a su profesión, y dado que la mía es la filosofía, qué mejor que emplearlo en pensar sobre asuntos metafísicos y trascendentales y dedicarme a escribir sobre banalidades, cosas sin importancia, pero bien, sin que parezca forzado, sin arrastrar las historias o copiarle a algún escritor ya consagrado, con mi propia voz y mis propias estupideces.
Ahora sigue lo más difícil, que es titular este asunto, ya veré cómo lo pongo porque la gente del Messenger y la tos no me dejan pensar bien.