viernes, 11 de diciembre de 2009

Mi escritura

A mí no me enseñó a escribir nadie.
Tenía 13 años y nada definido ni definitivo en la vida, salvo la soledad, que, más que esas dos cosas, ha sido una constante desde que era aún más niña y pasaba días y semanas jugando con tres amigos imaginarios que terminaron por irse con otros niños con mi tío Juan, en un viaje que hizo a la Guajira; para entonces tenía cuatro años y nunca más los volví a ver. Ese año entré al colegio, era 1987. Nueve años después, si bien tocaba la flauta dulce y el violín, jamás me había destacado en nada, salvo por ser esa niña que en los recreos se la pasaba hablando sola o jugando con otros niños que, como yo, no tenían amigos debido a sus defectos físicos o incapacidad para relacionarse con los demás. Entre los solos nos acompañábamos. En las tardes me llevaban a la casa de mi abuela materna, y eran horas de juego con "Mincha", la empleada del servicio, una señora que, parecía, había nacido ya vieja y con tres dientes, al igual que Lao Tse. Fue ella quien me enseñó a trepar árboles y a hacer vueltas de canela, a jugar a las canicas, a hacer arepas para el abuelo en forma de Mickey Mouse, a reírme y a amar a Cantinflas, a oír rancheras y música del arrabal. El abuelo, por su parte, cultivaba la política. No. Más bien me sembraba la obsesión por la política, y es que no es que su intención fuera convertirme a sus ideales o nada por el estilo, sino que, como no se sabía cuentos, me contaba la Historia, tanto la del país como la del mundo vista con sus ojos de liberal colombiano de izquierda, seguidor de Alfonso López Pumarejo, pero también de Marx, Lenin, Trotsky, Fidel Castro y Ernesto Guevara. Mis héroes, entonces, nunca fueron caballeros de armadura, ni de capa, ni príncipes encantados; eran guerrilleros, presidentes visionarios, filósofos, hombres masacrados y sobrevivientes durante el periodo de La Violencia, y entre ellos, por supuesto, Tirofijo con su Marquetalia. Años más tarde, poco antes de su muerte, ni a él, ni a mí, nos dio vergüenza decir públicamente que ojalá a Manuel Marulanda, ya por viejo y por tanto haber luchado, el gobierno, en vez de perseguirlo, debería haberle dado una casa para que viviera tranquilo durante sus últimos años. Pobre mi abuelo, recordado años después por el presidente Álvaro Uribe en una cabalgata: ¿Se murió don Rey?, le preguntó a mi mamá. Sí presidente, se murió hace tantos años, le contestó. Hombre, qué lástima, le replicó, era un gran hombre. Sí, era un gran hombre, gran malparido, que se murió de pena por su viudez y por cómo tenías al país hasta entonces. Nunca te quiso, quiso a tu gran adversario, a Tirofijo, no muerto en combate ni puesto en primera plana como trofeo de guerra, sino de infarto. ¡Qué alivio! Pero a mi abuelo sí lo mataste, lo mataste de la pena moral.
Yo fui creciendo entre esas historias y la partida de "Mincha". También me contaban otras, las mismas que a los demás niños, y veía telenovelas con mi abuela y con su hermana, y oíamos a Serrat en vez de oír rondas infantiles, porque, en una casa que perdió a un hijo en el 88, muerto a bala, no se podía oír otra cosa... fue difícil entender que el viaje que hizo Rodrigo no fue de estudios, como los demás que hicieron mis tíos, sino por muerte, por siempre, hasta nunca, eternamente.
En el colegio, mientras tanto, las balas nos rozaban las cabezas. Los sobrinos de Pablo Escobar, Carlos y Vicente Castaño, los de los Ochoa, los de todo el Cartel de Medellín y también los de sus adversarios estudiaban conmigo. Si nunca nos cayó un tiro, creo, fue por nuestras bajas estaturas, porque cuántos no fueron los huérfanos y cuántas las viudas en ese entonces. Otros huían por el mundo buscando salvar sus vidas, escapando de la extradición, cargando con el estigma de un apellido que por desgracia los acompañará hasta después de sus muertes, cuando sus hijos y sus nietos sigan portándolo y no puedan negar jamás su parentesco con Pablo, con Fabito, con éste o con el otro, y los colombianos tampoco podamos negar que toda esa estirpe fue parida aquí, justo en tierras antioqueñas, como el presidente, emparentado no sólo de plata y de oficio, sino también de sangre y hasta el tuétano con tanto mafioso que ya ni vale la pena mencionar.
La cosa era que a mí nadie me había enseñado a escribir. Nadie en mi casa lo hace, nadie que yo conozca vive de eso ni se ha dedicado de lleno a hacerlo. Ningún profesor me alentó, ni ninguno cultivó eso en mí, porque cuando empecé a hacerlo fue para desahogar tanta rabia y tanta cosa que tenía por decir pero sin tener a quién decírselo. Yo empecé a escribir porque en un libro de Fernando Soto Aparicio, Mientras Llueve, la protagonista, que fue encarcelada, se dedicó a redactar un diario para no aburrirse, o ya ni sé, sólo recuerdo que escribía y que yo me había decidido a hacer lo mismo para no seguir padeciendo el tiempo que me quedaba en ese mugroso colegio, que eran cinco años si era que no perdía ninguno. Así también lograba fingir que tomaba nota, cosa que jamás supe hacer, y así las profesoras empezaron a creer que era que yo ponía más cuidado a la clase, cuando en realidad copiaba pedazos de canciones de Gloria Trevi o le escribía cartas sin el anhelo de que le llegaran, como también describía mi amor frustrado por un vecino al que amé desde que tenía ocho años hasta los veinte. Otras veces le reprochaba cosas a mi mamá, y lo que no podía decirle a quien me hacía dar rabia, lo escribía, todo lo escribía porque no había con quién hablar ni sabía pelear, ni amar, ni ser amada, ni correspondida, ni escuchada, mucho menos leída. Si la ira y la soledad han hecho algo por alguien, ha sido por mí. A ellas les debo todo esto, más que a mis abuelos o a personajes que han influido en otros aspectos de mi vida. Tuve la suerte de que, si bien me obligaron a ir con un psiquiatra durante ese mismo año, el tipo era tan inepto que no me permitía desahogarme, y creo que, de haber sido como la que tengo ahora, en este momento no tendría la capacidad que tengo para expresarme, ni de hacer sentir a la gente tan bien o tan mal con lo que escribo, ni de matar el tiempo como lo mato aquí, en este blog.

martes, 1 de diciembre de 2009

Redención

Yo no sabía, más bien, no esperaba, que lo que yo escribo acá ya aparezca en las Alertas de Google. En medio de la psicosis que tuve en semanas anteriores -y sé que el decir que estuve psicótica me va a traer burlas, críticas y comentarios fuera de tono a los cuales ya me acostumbré, llegué a creer, a delirar si se quiere, muchas cosas.
No, no deliré lo que dijeron sobre los videos que andan en YouTube atacando a Gloria, esos existen y a mí me han culpado de haberlos creado, como me culpan últimamente de cosas que yo no puedo resolverle a nadie como fueron las violaciones que sufrieron algunos durante su infancia, ni la extrema fealdad que por genética y ubicación geográfica tienen que llevar, no a cuestas, sino de frente, y eso es peor.
Hecha esta aclaración, lo demás sí lo aluciné, y no en sentido figurado, sino literal, porque aquí ataqué a personas que estimo bastante y cuya amistad estaba recuperando, debido a comentarios muy tontos, demasiado tontos para haberlos aceptado, pero que, en medio de un síndrome premenstrual y sin pastilla que me evitara una crisis como la que acabo de adolecer y que a nadie le deseo, para mí fueron graves y de armas tomar.
Muchas veces he querido hablar en este blog de lo que causa en mí la menstruación, que no sólo me postra en mi cama durante cinco días y me hincha los pies y me hace doler la cabeza; durante esos cinco días no duermo, no como, no hablo con nadie y soy huraña, medrosa y cobarde, pues parece que el ciclo este, aparte de afectarme hormonalmente, también tiene repercusiones psicológicas severas que alteran mi carácter, mi comportamiento y mis actuaciones. Si bien tengo quién me trate, no se ha podido avanzar mucho al respecto. Y a mí, gracias a Dios y a una pastilla llamada Socian, no me llegaba desde enero, pues esta subía la prolactina a unos niveles bastante altos (243 exactamente) y permitieron una relativa calma desde enero hasta mediados de octubre, cuando decidieron el endocrinólogo y el ginecólogo eliminarla de mi cárdex o lista de medicamentos debido a que podía sufrir descalcificación si no seguía ovulando como lo hacen las mujeres de mi edad. Entonces yo, sin el antipsicótico (Socian) y con el fenómeno que es en mí el hecho de menstruar, especialmente en los días previos y los posteriores, estaba literalmente loca. Me desmedía tomando para soportar el miedo y la angustia, los desvelos, el hambre, y mezclaba todo eso con droga. Sé que no es lo indicado, ni lo correcto, pero en medio de una situación como esas, uno se pega de los medios que conoce para evadirse y así no sufrir tanto, pero sí, también sufrir más por tanto decir, por tanto imaginar, creer, pensar en lo que no es y en lo que no es debido y sin corroborar las cosas, hablar a lo pendejo y como la borracha que soy cuando estoy en ese estado en el que ni me mido, ni encuentro mesura, ni logro el control de nada. Después las cosas dichas son difíciles de borrar y regresar al oasis de salud mental en el que me encontraba es laberíntico, al estilo Borges, lleno de espejos, muchos de ellos rotos, rotos como yo, que he estado intentando componerme pieza por pieza.
Gracias al buen consejo de una vieja amiga que tuvo la delicadeza de prestarme atención cuando no tenía por qué hacerlo, ya que no he sido la mejor en otorgarle mi amistad, logré levantarme ayer de las sombras y la miseria, conseguí un estado de sobriedad temporal y voluntario que me ha costado mucho trabajo mantener pero que pienso seguir sin importar nada hasta no estar totalmente recuperada de la cabeza, de la mente, el cerebro, dondequiera que se encuentre la maldita demencia que me da por esos días y me encuentro sola, sin nadie, sin nada. Gracias a ella por tenderme la mano cuando yo alguna vez... no, muchas veces le di la espalda y la humillé, la sobajé, la traté mal. Gracias a su gran corazón y a su bondad, que siempre la ha tenido porque me consta, logré sacudirme y darme cuenta de que no todo está perdido, ni la vida es un negativo que no se pueda revelar, que la hiedra venenosa también se llega a secar y al pisarla cruje como cualquier hoja muerta, un chamizo que se encuentra en el camino. Y sí, mija, hoy voy a cambiar, no para siempre, sino por hoy, y mañana por mañana, y así sucesivamente; tal vez me equivoque, no lo dudo, pero de que no vuelvo a tropezar con las piedritas que me tropecé hace dos semanas, eso lo puedes jurar. De hecho entendí por qué tú estás en ese lugar y yo en este, lamentándome y lamiéndome heridas ya viejas que no quiero dejar cicatrizar, pero no, ya lo dije, eso ya pasó. .
De todos modos nada de esto me exculpa y mi responsabilidad no la estoy evadiendo. Cuerda o no, yo cometí esas actuaciones y no quisiera escudarme en los tormentos que padece el alma para eximirme de culpas. Y la culpa, creo yo, es un estado ontológico, más que acusatorio. Si a mí me declaran culpable de algo, eso no me hace culpable. Pero si yo me siento culpable, entonces sí lo soy, y esta vez la maldita culpa la siento y me doy golpes de pecho, o bueno, eso hice hasta el día de hoy. Pido perdón pero no olvido, pido cuenta nueva pero no borrón; no soy tan ingenua para creer que a la gente se le olvidan las crueldades que uno dice y comete, eso se queda grabado en algún rincón del alma, en el seso, tampoco sé. Pero también el alma y el seso saben perdonar y dar nuevas oportunidades, que es lo que estoy tratando de conseguir y que en pocos días lo he logrado, a Dios gracias. También gracias a ese amigo, y a la amiga que ya mencioné, y a mis papás por entenderme, aunque ellos no padecieron ni la quinta parte de lo que sucedió en este mismo blog la penúltima vez que escribí (por fortuna, no saben de su existencia)
Ya que empieza diciembre, que es época de festejos y reflexión para casi todo el mundo occidental, aproveché para escribir estas líneas. No pondré etiquetas, ni he dicho nombres porque creo y sé que quienes he mencionado también piensan así, que, cuando sea el momento, serán develados.
Por ahora sólo me queda seguir adelante y enmendar lo que me quede por enmendar.

martes, 17 de noviembre de 2009

Dolor

Esta vez sí estoy deprimida, deprimida de verdad, con tintes psicóticos, con tristeza profunda, sentimiento de fracaso y una soledad apabullante que me consume el alma.
Ya no puedo ni quiero batallar. Estoy cargada de amargura.
El jueves empecé un antipsicótico que me hizo bien hasta ayer. De repente, un hilo fino estaba halándome algo desde la garganta hasta el estómago, como queriendo provocar el llanto, pero sin dejarlo salir. Es como si todo lo que siento se hubiese comprimido en el esófago y quisiera apretarlo para poder, al fin, llorar y aliviarme de tanta culpa, de este dolor tan grande.
Siento que la vida me pesa, que respirar me asfixia, que existir me quebranta.
Quisiera tener las fuerzas suficientes para poder levantarme de esta cama y asearme, acaso bajar a comer algo, no tener tanto pánico de ver a la gente, ni de salir a la calle. Quiero un anonimato absoluto, quiero no ser yo, quiero que Tefa sea olvidada por quienes persiguen este blog en busca de algo que no se les ha perdido, que se olviden para siempre que algún día, cuando los callaron y enmudecieron, yo fui su voz, y que, a pesar de todo, son ellos quienes ahora me callan y me amordazan, me vetan, porque yo, desafortunadamente, hago parte de un pasado que no quieren recordar y de un presente que conmigo es incómodo.
Creo ahora que más me hubiera valido no haber escrito tanto, no haber querido en exceso, no haberme desmedido en solidaridad con el dolor que entonces vivían, ni encerrarme como lo estaban, ni defender con el alma una causa que sólo yo, y muy pocas personas, consideraban válida y justa.

Hola Tefa !
Leí tus comentarios... en si leo mucho de lo que escribes, ?recibiste un e-mail mio en el que te hablaba de tu abuelita ? me gustaría saber si te llegó, realmente no hablé de tu abuelita si no de lo que suponía tu podías sentir, total ahora no sé ni que decirte...
Leí tu comentario de que mi bebé debería nacer en un palacio... gracias por tu apoyo, no entiendo el argüende de todos por esto, solo sé que no soy la primera madre soltera del mundo ?verdad? (estoy bromeando) yo no solo quisiera que naiera en un palacio... quisiera que naciera en un mundo perfecto, sin guerras ni injusticias, quisiera que nada pudiera arrancarlo de mis brazos en lo que crese, quisiera que me quisiera la mitad de lo que tu dices apreciarme quisiera mil cosas pero al menos hoy me alimento mejor por él, y lloro mucho menos en la soledad, y haré de donde el este conmigo un rincon del cielo... Dios es muy bueno Tefa cree en él y amalo por encima de todo, yo sé por que te lo digo un día podremos platicar... me encanta tu forma de pensar cuando eres crítica, directa, sincera... !TERRIBLE! (en el mejor sentido) peró me preocupas cuando te siento triste, sola, derrotada, !que mundo dificil e incomprensible es este para ti! te entiendo, pero como te ha dicho Sergio TE NECESITAMOS fuerte y activa GRACIAS por todo TEFA
De corazón, tu amiga...
si amigas...

Y en sí, parece, sigue leyendo mucho de lo que escribo, es lo único verdadero que quedó de ese primer contacto con ella. Ni le parece ahora mi sinceridad, ni que sea crítica y directa, mucho menos TERRIBLE (en el mejor sentido). Sin embargo el mundo para mí sí sigue siendo incomprensible y difícil, de eso no hay duda, mucho menos cuando la una empezó a criticar a la otra y viceversa.
De todos modos creo que en ese entonces actué con la más honesta y mejor de las voluntades. Hasta le escribía cartas, cayéndome muy mal, a su amiga de toda la vida, a esa que ya no quiere ver ni en pintura, solamente para que en medio de esa terrible situación se sintiera un poquito mejor, ya que si de mi parte estaba el hacerla sentir bien con lo que me pedía, yo no iba a escatimar, como jamás escatimé en nada de lo que me fue posible, pero por eso mismo, por haber actuado así, conformo parte de una historia que ya quiere ser borrada de la memoria y a Tefa, tan querida en ese entonces, es mejor mantenerla apartada de un medio tan vital para ella como lo son los foros, donde se dio a conocer y donde más la defendió, donde siempre se ha sabido expresar... ¡la vida es una ironía!, dice en una de las canciones más estúpidas que le conozco, pero es verdad. Y eso que a Chávez lo critica por haber cerrado canales de televisión. Claro, eso lo hace públicamente, pero hay que apagar las cámaras en los convivios cuando de callar y humillar a fans se trata, y es que ya es "anti" todo aquel que disienta, aunque sea un poquito, de su manera de pensar y de vivir la vida. Ese foro se convirtió en la manera de castigo más cruel para desterrar y censurar a quienes la siguen. Ese foro, al cual nos obligaron a ir en un principio, porque antes estábamos muy bien en otro y entre nosotros, acabó con la opinión objetiva general y sana de lo que se podía pensar sobre ella, además de haber creado personajes nefastos ávidos de atención, llenos de incultura y de complejos, del cual ahora se apoderaron las ovejas que, ciegas, se dejan llevar al despeñadero.
Valga decir aquí que no por decir estas cosas no la quiero, y valga decir que si se nos niegan los espacios para expresarnos y los llenan de esbirros, por algún lado tienen que aflorar las críticas, las vean constructivas o destructivas según aquel que esté acompañando al lector o el sentimiento que tenga éste hacia mí, que ya sé, no me lo tienen que decir, es de fastidio y hastío, de incomodidad.
Y no por pensar ahora muy distinto a como pensaba hace tres años, faltaba más que yo no pudiera hacerlo y ellos sí, quiera decir que es Estefanía quien difunde en YouTube y por toda la red una serie de videos en contra de, ni mucho menos quien los edita utilizando una voz computarizada de la manera más cobarde y canalla, porque si algo me caracteriza, es que digo las cosas de frente y por escrito, si bien desde mi correo le han enviado amenazas utilizando mi estilo no sé con qué fin porque no me las han mostrado para, al menos, poder argumentar por qué no soy yo quien los envía.
Y me alegra sobremanera, no me pesa, que esté teniendo el éxito que tiene en su país. Otra cosa es que eso a mí no me deslumbre, ni sea un motivo más de admiración. Yo nunca fui fan de un éxito o de un sencillo, ni jamás quise a la triunfadora, ni idolatré a la número uno. Siempre me basé en su manera de ser, en la persona, en las letras, en la interpretación, y cuando no pudo cantar ni interpretar, la adoraba porque simplemente era, ¿a mí qué si no llenaba estadios? Llenaba mi alma y mi corazón, y eso bastaba. Y aunque su éxito de ahora sea innegable, que no se le olvide que de donde nació no sale, porque yo estaba en España cuando ella estuvo y más despliegue tuvieron otras cosas que su casi nula estadía en Madrid y Barcelona. Sólo fans y homosexuales se enteraron y de quienes se hablaba era de Madonna, Michael Jackson y U2, no de su insignificante y gratuita presentación en Chueca. En Colombia, por otro lado, nadie la menciona, y sé que si la van a contratar, sólo sería para recintos con capacidad de unas dos mil personas, -si es que lo llena, porque quisiera que me contaran cómo estuvo la cosa en Bogotá en mayo de 2007. ¿200 personas fue la cifra? Como sea, si triunfa acá y en España, qué bueno, pero que no se le vayan a subir más los humos, que ahora como que los tiene bien arribita y eso a ella no le queda.
Lástima, lástima de verdad que yo intente ser consecuente con lo que aprendí a pensar gracias a ella y al final termine excluida por ella misma. Lástima de mí que la adoro con el alma y tengo que apartarme porque no le parece que sea como soy, que diga lo que digo, que piense como piense y que viva como vivo. Malditas las plegarias que eleva al cielo en mi nombre, porque están cargadas de peticiones y deseos que me perjudican y atentan en contra de mi devenir, de mi ontología, de mi ética. Benditos aquellos que aún pueden saltar en el mismo lugar, porque de ellos será toda la Gloria.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Bebida

Muy bien. Como no hay nada hasta el momento que demuestre que beber me causa las cosas que me causó el sábado, he decidido ponerme a prueba para demostrar lo contrario con un licor de vodka y cognac que suele mezclarse con vodka puro. Tiene un porcentaje de 17 grados de alcohol, lo cual no es mucho, y es que no pude encontrar ni una cerveza en esta casa.
Sin embargo, creo que es más interesante con este porque fue de lo que tomé aquella espantosa vez que me provocó vómitos y calambres. Estoy dispuesta a sentirlos de nuevo si es necesario, hasta que el organismo se acostumbre y se cure de este penoso mal que me aqueja, y que pareciera que piensa aquejarme si yo se lo permito.
No creo, además, que agregarle un elemento a mi tediosa rutina diaria me venga mal. Nada más saludable, quisiera agregar, que un hígado y un organismo bien educados para ingerir alcohol en grandes cantidades, así digan lo que digan los que tengan que decir algo al respecto de modo contrario.
Y es que creo que esto de beber es como el deporte. A medida que se deja de hacer, el cuerpo va perdiendo acondicionamiento y aptitudes, se cansa, vomita, patalea, le dan resacas, entre miles y miles de cosas que puedo enumerar de cuando no me excedo debidamente.

Alguna vez escribí que la gente no se moría por estar bebiendo. La gente bebe porque se está muriendo. Simplemente la vida es asfixiante, y más lo es en sobriedad... bueno, aquella vez me quedó mejor que esta, pero ya se me perdió y no creo poder recuperarla, estaba en un blog que borré en medio de una resaca tremenda y olvidé guardar las cosas que verdaderamente valían la pena. Lo importante ahora es la idea. Y recalcar que aquella resaca era moral, no por bebida.

Yo no puedo vivir sin beber porque, además, las canciones de Chavela Vargas no tendrían sabor. De hecho, Chavela dejó de tragarse el alma al cantar una vez que dejó de beber, y tengo pruebas auditivas para demostrarlo. Muchos se lo atribuyen a su edad, pero se equivocan. Chavela cantaba mucho mejor borracha que en sus "cinco sentidos" (es que, cuando se bebe, se alcanzan como dos o tres más), tenía más sentimiento, era más afinada. Y en cuanto al sabor de sus rancheras, es cosa que sólo degusta el paladar con más de dos copas de cualquier licor.

Bueno, ya llevo dos vasos del elíxir azul que describí al principio y estoy bien. Espero poder continuar sin contratiempos, porque así sea a pesar de ellos, seguiré intentando beber hasta que logre aguantar tomarme, al menos, una botella entera de vodka o tequila pudiéndome quedar parada y sin tener dolor de cabeza al otro día.
Lo demás, aquellos problemas que me aquejan y que no pueden arreglar ni el alcohol, ni los cigarrillos, se perderán en el olvido del fondo de una botella.

martes, 20 de octubre de 2009

¿Qué me pasa?

Llevo demasiado tiempo encerrada, ¿es eso una vida normal?
Mi rutina diaria consiste en levantarme más o menos a las doce del día, prender la televisión, ver Friends, conectarme a Internet para revisar de manera compulsiva mi Facebook, mi Twitter, los foros de Gloria Trevi y mi correo mientras espero a que den las seis para poder ver Dr 90210. Después repito Friends, vuelvo a conectarme, a veces, si me acuerdo, como.
Hablando de Friends, en uno de los capítulos Joey, Chandler y Ross, después de salir de fiesta y llegar completamente extenuados al Central Perk, coinciden en que ya están muy viejos ("viejo, ya tengo 28 años y no creo que tenga nada de malo querer llegar a mi casa a ver la tele para luego descansar", dijo uno de ellos) como para andar de juerga y vivírsela parrandeando, de aventura en aventura. No es que yo quiera llegar a mi casa a ver televisión para luego descansar, ¡n0!, porque a eso me dedico el día entero, pero sí me pasó que el sábado estaba con unos amigos, compañeros de filosofía hace ocho años con los que me la pasaba bebiendo semanas, metiendo coca, yendo de un lado para otro sin parar, y vi con tristeza que nuestra última fiesta nada más duró hasta las diez de la noche. Lo que más me pudo de todo esto fue ver cómo yo me cansé rápidamente y después de dos vasos de vodka ya me sentía mal, cuando antes yo solita me tomaba una botella y media. Quiero pensar que eso del vodka se debe a una cirugía que me practicaron hace tres semanas, en la que estuve sometida a la anestesia por unas siete horas y media. Me da pánico pensar que se deba a mi transplante o a cuestiones de la edad, porque ya han sido años los que llevo aquí encerrada, sin disfrutar debidamente de la primavera de mis veinte años y sometida a un reposo bastante aburrido y monótono. Pienso desquitarme cuando mis amigos regresen de donde están, o acaso cuando encuentre unos nuevos o qué sé yo.
En cuanto a mis compañeros de filosofía, no sé si les sucede como a Joey, Chandler y Ross o sólo se debió a cosa de una sola noche.
Últimamente siento mucho cansancio, pese a que no hago nada en el día, como habrán podido leer al principio. O tal vez sea debido a que no hago nada, sólo subir y bajar unas cuantas veces las escaleras para ir a la cocina por tinto o a pedirle comida a Dina, la empleada del servicio. ¿Se tratará entonces de desacondicionamiento físico? Eso espero, aunque, ¿por qué mi baja tolerancia a las bebidas alcohólicas? ¿habrá algún médico que pueda responderme a eso? Esto último es lo que más me preocupa, de verdad. El sedentarismo formó parte de la vida de Churchill, quien se dedicaba a tomar creo que cognac o whisky y a fumar habanos el día entero, aparte de echar cantaleta, claro. ¿Por qué nunca tuvo intolerancia conocida hacia la bebida?
Esto es realmente serio. Muy serio. Recuerdo que cuando ingresé a rehabilitarme de nada a la clínica Alborada en San Lucas, lo que más me preocupaba del programa y de los terapeutas era que, a mis apenas veinte años, ya me habían desahuciado de beber alcohol porque juraban que tenía una dependencia incurable. Vaya, eso es obvio, y no es cosa que quiera arreglar. Bueno, el caso es que no me preocupaba tanto que me prohibieran la cocaína e intentaran a toda costa que yo dejara el hábito, pero el hecho de pensar en que jamás podría volver a beber me perturbaba y me deprimía, razón por la cual, creo, duré unos dos años y tanto más en ese horrible manipuladero de mentes y almas.
Ahora no es tiempo de quejarse de Alborada, no, eso será luego. Lo que quiero señalar es que me preocupa muchísimo que mi organismo no pueda tolerar grandes cantidades de alcohol, digamos de aquellas estilo bacanal o carnaval, de esos que duran como una semana, o como los que yo solía hacer, de diciembre a febrero o hasta que se acabaran las vacaciones.
Luego de Alborada vino el transplante. Como era de hígado, todos suponían que jamás volvería a probar gota de alcohol. En medio del dolor que tenía en el vientre y de la incapacidad que tenía para moverme a causa del coma, la hinchazón en el cuerpo y las múltiples máquinas a las que estaba conectada, lo que más me consternaba del asunto, una vez me recuperé de los delirios de la encefalopatía, fue la constante advertencia por parte de familiares, médicos y amigos sobre el alcohol y esa sentencia a la eternidad de que ya no podría beber nunca más. ¡Tamaño disparate el que ocasioné con la ingesta de acetaminofén en cantidades desproporcionadas! Sin embargo, después de eso, después de intentos de emborracharme a escondidas, de vómitos y dolores abdominales, de mareos y hasta parálisis faciales, descubrí que podía beber sin mayores problemas. ¡Qué alivio!
Luego volví con la cocaína, y me cayó mal después de cuatro años sin usarla. Me dieron ataques de pánico y no era capaz de consumir siquiera un gramo cuando, en mis mejores épocas, llegué a meterme treinta. De todos modos eso no me importó. La cocaína no es un suplemento o sustancia esencial en mi vida... pero ¿que yo tenga intolerancia al alcohol, que sienta que me falta el aire cuando lo consumo y empiece a marearme cual novato que jamás se ha emborrachado? Eso es de preocuparse y de preocuparse muy seriamente. Tanto, que estaba a punto de dormirme, eran más o menos las 2:00 a.m. y me vi compelida a venir a escribir esto, porque el hecho de pensar en un desacondicionamiento hepático o metabólico que no me permita aguantar más de dos vasos de vodka en realidad me quita el sueño y me paraliza.
Espero, por mi salud mental y la de quienes me rodean, que la cosa se deba a la cirugía y a la anestesia aplicada. Si no, habré de morir ingiriendo alcohol, no me importa que me den calambres, vómito, diarrea... es mejor eso a una sana sobriedad

jueves, 15 de octubre de 2009

Transplante

Ahora que sé que mi círculo de lectores se ha expandido, por más que quiera hablar o decir de muchas cosas, ya no podré hacerlo. Son muchas las cuestiones que rondan por mi cabeza, muchísimas, más ahora que estoy vetada del foro de Gloria Trevi y que se han presentado situaciones en las que no he podido dar mi opinión. Sin embargo, ese es un tema, un asunto, esa cuestión ya tiene que ser dejada a un lado, tanto por mi salud mental como por el respeto que le debo a las personas que me leen. Y aunque sea ya sabido por muchos que es cosa que me ha obsesionado desde tiempos inmemoriales, no es excusa para volver este un sitio monotemático cargado con mis obsesiones.
Ya ni siquiera sé por qué abrí esto hablando de eso si vine a escribir sobre transplantes. Pero en el camino, de repente, me asaltó el sueño, como si al darme cuenta de que, al momento de empezar a tratar el tema, mi mente quisiera evadir eso y prefiriera adormilarme para que no desarrolle. ¿Será acaso que aún no supero el hecho de tener que tomarme dos pastillas diarias del tamaño de una bala para poder estar viva? Muchas veces me pregunto cómo se sentirán mis hermanos al saber que tienen una hermana transplantada de hígado. Saber que yo necesité ese transplante porque me intoxiqué con acetaminofén, en un momento en el que ya no quería vivir... aunque ese es el motivo principal por el cual transplantan hígados en Inglaterra y otros lugares de Europa, pero el hecho de que sea un motivo principal, no quita que en ellos cause algo, no sé, ¿dolor?
A mí, por ejemplo, me causa palabras que no logro encontrar. Muchas veces, cuando ingiero la pastilla que es como una bala -se llama ciclosporina, me permito recordar cómo era mi vida antes de todo esto. A decir verdad, no era tan distinta. Lo único que ha cambiado es que me tengo que tomar una dosis diaria de ciclosporina, una en la mañana y otra en la noche, aguantarme los efectos adversos que, más que molestos, son un dolor de cabeza para el mantenimiento de la belleza personal, pues hace que crezcan vellos en todos lados de manera acelerada y el costo del láser es bastante oneroso. Aparte de eso, una cicatriz en forma del logo de Mercedes Benz se dibuja en mi abdomen, misma que mi tío Germán corrigió un poco hace quince días en el quirófano. Por último, están los chequeos periódicos con el grupo de transplante hepático en el Hospital Pablo Tobón Uribe: muestras de sangre, revisión general por parte de mi médico internista y los cirujanos para que al final me digan que siga como voy.
Aún así, el saber que porto una presa vital de alguien que tuvo que morir para que yo esté escribiendo estas líneas, en síntesis y para no ir más lejos, me hace sentir incómoda y va creando encima de mi cabeza un signo de interrogación mayúsculo que apunta a cuestionarme sobre ontología, existencialismo, ética, avances médicos, reciclaje de vidas, Frankenstein, coseduras internas, el fenómeno de la vida, el de la muerte y el de los santos óleos.
Ya dije que no debía hablar de eso, pero ¿qué pensaría mi donante sobre Gloria Trevi? ¿quién era? ¿a qué se dedicaba? Sólo sé que era un hombre de 21 años y que perdió la vida en un accidente automovilístico. ¿Sabrían sus padres o esposa o quien decidiera donarlo que yo deliberadamente escogí morir? ¿qué pensarían al respecto si se enteraran de ello? ¿qué tan grande es el dolor que sienten por la pérdida de esa persona?
Recuerdo que mi mamá quiso enviarles arreglos florales, pero, por cuestiones legales, ni la familia del donante debe saber quién es el receptor, ni el receptor debe saber quién es el donante. ¿Se imaginan? Uno, que a menudo regala cosas en agradecimiento por favores médicos o de otra índole, no puede regalarle nada, absolutamente nada a quien le dio la oportunidad de la vida. Mis cirujanos reciben regalos cada diciembre, al igual que todos los médicos que por una u otra razón me tratan: el internista, la psiquiatra, el ginecólogo, el endocrino, el cirujano de las hemorroides, el otro internista. No sé, la familia de mi donante aunque sea una misa se merece. Aunque tal vez son ateos como en mi casa.
Otra cosa que me parece curiosa es que un órgano no puede tener ningún costo. Ninguno en lo absoluto. Otra cosa es que la cirugía, subsidiada en un ciento por ciento por la EPS o aseguradora, cueste 300 millones de pesos colombianos, es decir, unos 150 mil dólares estadounidenses... ¿acaso ese es mi valor como persona? Sé que no, pero a veces me lo he planteado, y si a eso le sumo el costo de las cirugías posteriores que me he realizado, más el de las pastillas que me tomo diariamente, lo más probable es que ahora esté valiendo unos 200 mil dólares, y eso porque me devalué con el transplante, ¿me explico? No soy tan buena como si estuviera nueva o sin el transplante, que viene a ser como un defecto por el cual tendría que hacer rebaja. La guerrilla, sin embargo, tiende a valorizarlo más a uno. Ellos cobran por encima del millón de dólares a la hora de un rescate, pero, ¿cuánto valgo yo si me dejo de tomar la ciclosporina allá en el monte? Lo mismo que vale un muerto.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Del Internet y otros dominios

Aquí regresa, para todos, esta sección del blog. Espero que la sigan disfrutando porque se actualizará constantemente


La última vez que lo vi personalmente me metió la lengua en la boca. Sentí como si un pez, de esos que se crían en lagos de tierra fría, me hubiese violado por la vía oral. Frío, resbaloso, un tanto apestoso y bastante baboso, su pez -su lengua, se metió con la mía.
En esa visita relámpago a Monterrey, tan corta pero tan relevante, supe que el tipo no era del mío. Bajito, canoso, pésimamente vestido y casi albino. Feo no era, por supuesto, al menos no dentro de los cánones de belleza masculina que se maneja dentro de la comunidad gay austera de México. Digamos, pues, que es un "encantajotas", término que acaba de ocurrírseme para que luego no me vengan con alegatos y peroratas, porque si bien la belleza y el bien son relativos a nuestros tiempos, también es cierto que la manera de apreciarla de polo a polo, de sexo a sexo y de país a país es muy distinta; tanto, pero tanto, que allá el señor, combinando amarillo con bluyines una camisa verde, un saco azul, medias moradas y un bucito o suéter o lo que en México llaman sudadera y acá chompa rojo y gris, se les para en una esquina y les parece tan "papito" como a una colombiana (o colombiano) le parece el Gato Baptista o Miguel Bosé. Bien dicen que en tierra de ciegos el tuerto es rey y yo, con dos ojos, no le encontraba gracia alguna al sujeto este que, aunque mide más o menos un metro con setenta centímetros, aparenta cincuenta y dos, se para como si se hubiera orinado antes de llegar al baño, tocándose el marco de sus gafas o acomodándose su cachucha (sí hombre, cachucha) amarilla con letrero rojo de alguna empresa de pinturas. Al verlo cara a cara tuve el recuerdo más doloroso y cruel de mi infancia, al Monito Hermoso, ahora Cusca, cuyo verdadero nombre es Santiago Vázquez, un muchachito insoportable que nos hizo la estancia infantil en la Urbanización Villaverde tan miserable como lo es este pobre diablo al que estoy intentando describir detalladamente, pero no, faltaba más, faltaba que hablara para que el encanto que nunca hubo se rompiera por completo y yo pensara: "Dios mío, qué hombre tan fotogénico". Miré al suelo... mejor ni describo sus zapatos.
Ya saliendo de allá en el bus rumbo a Guadalajara, la sola idea de reencontrarme con él en León me provocaba lo que nunca le dije a nadie que sentí: regresar a Colombia. Ahora que lo pienso y que lo escribo, entiendo por qué eso de utilizar máscaras de luchadores mexicanos y ocultar su verdadero nombre. Por supuesto, a uno le manda fotos que lo favorecen hasta el punto de decir que "no está ni feo", pero, de regreso a Medellín, para darle ánimos a mi ego, sí me digo: "no está ni tan horrendo"... ajá. Tan feo que es eso de meterse mentiras a uno mismo, ¿cierto?
De Cusca (cusca es la colilla que se desprende del cigarrillo, gris y negra, la que se echa en el cenicero) ya no resiento nada y lo último que supe es que le ha ido muy bien en su carrera. No lo veo hace diez años, cuando él tenía 15 y yo 16, pero este lapso ha sido muchísimo menos pesado sin la presencia diminuta del gusano de pollo que se creía dueño de los columpios nada más porque su cabellera era rubia y siempre fue un infatuado. Sin embargo, la ley del karma es muy jodida y no perdona, la vida me lo regresó recargado y empeorado, más cruel y acomplejado, no creyéndose dueño de los columpios pero sí de Gloria Trevi y sus dominios, con todo y la comunidad gay que ella arrastra por Internet, que eso no viene siendo lo malo, ¡no!, lo malo es que ya tenga casi 31 años y se comporte como Santiago a los siete, teniendo en cuenta que, además, Santiago no andaba ocultando nada, ni se escondía o metía mentiras para que la gente le tuviera lástima y se apiadara de él; sus mentiras consistían en haber visto leones en el patio de su casa o hablar inglés desde que estaba en el vientre materno, fantasías por demás hermosas en un niño de esa edad al que le daban vitaminas y aceite de hígado de bacalao a ver si crecía aunque fuera unos centímetros... ¡hijueputa! A bacalao me supo la lengua de este otro cuando sin permiso me la metió en la boca.
Después de eso, tal vez porque mi Dios me quiere o es muy grande, no lo volví a ver. Afortunadamente se escondió en pretextos y mi compasión, durante ese viaje, quedó guardada hasta hoy.


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Nótese que lo anterior son meras percepciones y recuerdos que en ningún momento intentan tener una validez científica formal o pretensión de ser una verdad absoluta. También que, aunque está escrito en primera persona, no se puede determinar (todavía) si esto es realidad o ficción, autobiografía o forma de perder el tiempo. De todos modos, Tim Burton, precisamente con un pez gigante y grotesco, aproxima realidades con ficciones hasta el punto de dejar una interrogante exponencial y honesta: ¿hasta qué punto un recuerdo puede atenuarse o acentuarse al grado de provocar en quien lo vive las quimeras más absurdas, los suspiros y sonrisas, las hipérboles y exacerbar la fantasía?
Puedo decir que en mi caso, cuando recurrí a hipérboles y me valí de palabras, no fue después, como en este momento, sino antes y durante las actuaciones. Y es que ahora, por más que intento desvanecer aquel recuerdo del peor sabor de boca que he tenido en la vida -no amargo, ni agrio, con sabor a bacalao o a un pez que ya describí, por más que me alejo e intento no tenerlo en mi memoria, el señor con mente de mula recién parida (que no me extrañaría que supiera más de partos en especies equinas y maternidad de gallinas que de lo que dice que ejercita) y alma de zorra herida, me busca como un fantasma obsesionado, queriendo saber de mi vida, obra y milagros, inventando chismes e imitando voces, al fin y al caba siendo tan él, más feo en el fondo que en la forma, sí, pero dándole una forma muy fea con su fondo a una vivencia de ¿qué? ¿dos o tres días? en los que curiosamente no fue relevante, sólo cuando me fui y ahora que estoy tan lejos en el espacio y en el tiempo, intenta aproximarse, mas no sé si sea mi mente la que insiste en recrearlo o el tipejo de los lentes recetados con su andar de lagartija sea el que no soporte la idea de que como hombre no es el ideal y por eso, con sus mañas, intente buscarme.
Me ha encontrado.
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Cabe en este punto señalar dos cosas. La primera, que la advertencia que está en el encabezado de este blog es bastante clara y yo, por fortuna, no necesito decirle a la gente que venga a leerme. Si por ventura se toparon con él y de repente hay identidades o patrones que a muchos pueda cuadrarles con determinados personajes o consigo mismos, con sus realidades, esa es mi intención mas no mi culpa. Ahora bien, reitero, yo no estoy aseverando nada en lo absoluto sobre nadie, simplemente son percepciones, recuerdos, formas de reacomodar la vida, mas nunca recurriendo a la calumnia o la mentira porque a mí nadie me puede demostrar que la boca no me supo a bacalao o que, eso no lo he dicho, sus labios se sentían como un par de camarones congelados, cauchudos, de esos que llevan en el congelador ya mucho tiempo y de repente sacan para meterlos en agua y descongelarlos un poco. En ningún momento he utilizado nombres, ni propios ni ajenos, ni tampoco he recurrido a sobrenombres por los cuales alguien pueda ser identificado.
Lo segundo es que esto no se llama "Del Internet y otros dominios" para hablar de lo que puede producir en alguien un ósculo violento y descarado; por tanto, a mis lectores y a los aludidos pido estén pendientes de esta nota, pues apenas estoy comenzando.
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Menos mal que el sujeto de marras ya se dio por aludido, ¡qué bien! Y es que, si ayer puse lo anterior debido a los reclamos de sus amigos, fue porque me tacharon de hiriente, ofensiva, destructiva... eso de destructiva para un fanático de Gloria Trevi es una ofensa tan profunda como violar el noveno mandamiento de los cristianos porque la señora a menudo dice (más bien decía) que "yo prefiero construir que destruir". Yo no. Ser el bueno del asunto es muy aburrido y no tiene gracia, prefiero fungir de villana y caer en la maldad que tienden a atribuirme a estar dentro de su mundito maniqueo, bifurcado, sin otras tonalidades, de sólo dos variables, tan plano como los números naturales y un plano cartesiano sin las coordenadas que van abajo y a la izquierda.
Redundé mucho, sí, pero es para que todos entiendan, porque son tan idiotas que asumen que todos somos iguales -razón por la que yo asumiré que todos son como aquel anónimo que creyó que al escribir algo aquí se publicaría automáticamente un mensaje con la dirección de una foto que publicó el señorito (otra vez de marras) en su Metroflog, y que, por supuesto, yo no voy a publicar en mi blog y mucho menos en este escrito, que aquí la que manda soy yo y libertad de expresión encontraban más en la Unión Soviética para irse en contra de Stalin que acá para venir a increparme. Así pues, querido anónimo, no se podrá dar eso de "miren cómo violaba a la puta, si luego, luego (ya sabemos que es mexicano) se ve lo contentita que estaba". Yo hablé de una incursión en mi boca que no me esperaba en particular, en un momento preciso, en un instante que describí al detalle. Lo intempestivo de eso, lo inoportuno, lo ya tantas veces señalado, me han hecho compararlo con una violación oral que al parecer fue lo que más le llamó la atención a quien la perpetuó. "¿Por qué no escribes que fue el Señorito de Marras para que sepan a quién creerle?" Carcajadas y más carcajadas. ¿Qué sentido tiene que yo diga quién fue si esto está desde el mes de noviembre, jamás mencioné a nadie e igual todos se indignaron como si hubiese puesto hasta el acta de nacimiento con su documento de identidad actual y su hoja de vida? Esa es la idea, amigo de Señorito de Marras. ¿Cuántas veces tendré que decir que esto no pretende tener un carácter científico ni demostrativo y que por tanto a mí no me tienen que creer más de lo que ya se han reído todos? Es decir, ya las verdaderas intenciones del texto fueron satisfechas, ¿para qué le quito su propósito haciendo lo contrario?
Ahora, habrán de saber que en los dominios de Gloria Trevi o que son de o en tributo a ella, la gente también intenta, pero nada más intenta, agredir o insultar al compararlo a uno con las supuestas víctimas de Gloria. Eso es de entenderse, no lo discuto, en gente que ha deificado a la pobre de una manera que ya los malos son quienes no la vemos perfecta, los demonios quienes la acusaron, Satanás una pobre boba que comenta chismes todos los días. Así, llega el amigo del Señorito de Marras con lengua de bacalao a decirme: "pinche Tefa, eres igual a las de la Cuesta y a la Yapor". Otra vez me suelto en risas, porque yo no dije de Sergio Andrade, ni tampoco estoy buscando lo que ellas al levantar falsos... entre otras cosas porque, si lo pienso bien, sería yo quien se degrada al develar con quién fui a dar, aunque no sea famoso el sujeto en cuestión, y en últimas, porque ya lo hice al describirlo en la primera parte. Además tengo demasiadas cosas de qué avergonzarme como para publicar una más en gráficas

jueves, 20 de agosto de 2009

Miss Socorro

Ojalá uno pudiera escribir cuando se está dando un baño de agua caliente... ¡es tanta la inspiración! Hace un momento, en la ducha, me vinieron a la cabeza un montón de ideas y cosas que puedo escribir aquí, ya confusas, como si se hubiesen secado al mismo tiempo que el agua que corría por mi cuerpo, y con esa misma abundancia y de la misma claridad del agua, eran las ideas que tenía. ¿Qué se le va a hacer? Aún no inventan ordenadores que se puedan mojar, ni un papel y una tinta que no se dañen ni se corran mientras miles de gotas caen sobre ellos, ¡qué lástima! Siendo así las cosas, me toca proceder "en seco", no hay de otra.
Todas esas ideas, que se me venían hace unos minutos a cántaros, se perdieron. He olvidado de qué tanto iba a escribir, o es que tal vez quiero posponer mi historia sobre Socorro, un personaje real pero fantástico que marcó mi vida de manera trascendental, si se me permite un término tan filosófico para una redacción tan fatua como la que he venido desarrollando desde el principio.
Me es imposible no echar mano de las canciones de Gloria Trevi, aún tan presente en mí. Recuerdo que, cuando en 1998 cantó un pedacito de "Doña Pudor" acapella en un programa de televisión, poco antes del escándalo, la primera persona en la que pensé fue en Miss Socorro Escobar Correa, rectora del Colegio Colombo Británico de Medellín durante un periodo larguísimo, institución en la que cursé el preescolar, la primaria y el bachillerato y cuya presencia fue absoluta en todos y cada uno de los días que por desgracia pasé en ese colegio. Nunca, jamás, pude ser feliz allí. Entré de 3 años y salí de 17. Todo allí, no sólo el uniforme de diario, era gris: grises las rejas que ponían detrás de las ventanas de los salones, grises las áreas comunes y de recreo, porque las únicas zonas verdes que tenía mi colegio, no es chiste, eran los tableros, cambiados luego por unos blancos de acrílico para la modernización de un instituto en el que la modernidad, con Socorro en la cabeza, no podía tener cabida.
Tengo recuerdos de niña,
recuerdo a Doña Pudor.
Recuerdo que se tapaba
el cuerpo
de los pies hasta el cuello
con recatación
Tenía la sonrisa podrida
porque nunca la usó
Por eso las cosas de su
boca salían apestosas,
llenas de rencor.
Eso sí, ella era muy decente
porque nunca se enamoró
Pero en sus noches calientes
¡cómo se arrepintió!
Estaba ya en décimo grado, sólo faltándome uno para graduarme y a mí se me ocurrió llevar el versito a la revista estudiantil para publicarla, la cual estaba bajo el mando y edición de ella, por supuesto. Nunca, a nadie, le dije que era para Socorro, ni siquiera lo insinué, pero muy bien me conocía la señora y del rencor que sembró en mí desde la primaria era muy consciente. De inmediato se dio cuenta y lo vetó. Tuvimos que aguantar una semana entera de discursos sobre las bondades del pudor, carteleras con frases suyas que mandó a colgar por todo el recinto, una de ellas que daba justo al frente de mi salón, más una visita a la rectoría durante la que quiso adoctrinarme (como cosa rara) en las bondades de la castidad, contándome que a sus 72 años aún era virgen, que si no era por el pudor que aún sentía se hubiera perdido en los placeres de la carne y en los vicios del cuerpo. No era ni monja, aunque todo lo que hacía se le pareciera, y ni siquiera tuvo una educación religiosa porque su formación como docente la tuvo en el Central Femenino de Antioquia, siendo compañera de mi abuela Lucinés (por cierto), de quien era prima por todos los flancos posibles. Después estudió en la Cuba de Fidel, por lo cual era imposible que tanta carajada se le hubiera metido en el alma. Tal vez todos esos dogmas fueron quedándole de su soltería, a lo que en Colombia llamamos 'beatitud', yo qué sé. Y el colegio ha sido siempre laico, fue fundado por unos ingleses a mediados de los años 70, por lo que no era comprensible que nosotros tuviéramos que ir a misa como los estudiantes de Alcázares y Pinares, ambos del Opus Dei, o los del San Ignacio, el San José de la Salle o el Jesús María, todos ellos pertenecientes a comunidades de curas y de monjas. Se nos daba catequesis tres veces a la semana en el bachillerato, cuatro en la primaria, superando las horas de lengua materna y ciencias exactas. Nos daba esa clase Miss Conchita, otra pobre solterona que, al igual que Santa Teresa de Jesús, entraba en "trance" a la hora de la oración, es decir, tenía orgasmos la señora, pero eso lo vine a saber años después, muchos, cuando conocí la sitomatología de estos y pude reconocer que sus gemiditos, el pegar sus manos al cuerpo y fregarlas contra el pantalón, todo eso, correspondía más a una respuesta sexual que animal, que era lo que nos parecía cuando estábamos chiquitos: que a Miss Conchita la poseía alguna fiera.
Si alguien me preguntara a quién se parece Miss Socorro, sin vacilar diría que a Úrsula, la villana de la película de Disney "La Sirenita". Era idéntica. Y al igual que Úrsula a Ariel, Socorro me perseguía para quitarme la voz no por los siete mares, sino por los siete rincones que pudiera tener esa cárcel a la que por formalismo le dieron el nombre de colegio. Si cantaba, me vetaba las canciones. Si escribía, no me dejaba publicar. Si leía, mandaba a recoger, como en tiempos del Index y la Inquisición, todos los libros de Nietzsche, Sartre y Camus, e inclusive quitó del currículo a El Extranjero, que se leía en el último año, nada más porque la historia de Mersault, que no se inmutó con la muerte de su madre, tan ateo según ella, logró cautivarme por ese entonces. Yo estoy utilizando sus expresiones, no las mías, porque sé que ese libro trata de cosas más complejas, que algo he aprendido en la vida a pesar de la educación que recibí. Y si me pintaba el pelo de algún color, me devolvía para la casa hasta que volviera a teñírmelo de negro, y si me ponía un piercing, me lo hacía quitar, y si me pintaba las uñas, me las despintaba... era como si se hubiera obsesionado conmigo y quisiera que yo fuera como ella.
El jueves pasado me dijo mi mamá: ¿cierto que usted no puede odiar a los viejitos? Porque odiar a los viejitos es como odiar a un niño. No, yo no odio a los viejitos, le dije, al contrario, olvidándome de Socorro, un año menor que mi amada abuela Lucinés. Me contó que Socorro tenía Alzheimer.
Y no, en realidad yo no puedo odiar a los ancianos, ni aunque tratándose de Socorro fuera la cosa. Pero yo sí puedo odiar su recuerdo, odiar el momento en el que, un día antes de la graduación, me hizo llorar como nunca lo había hecho prohibiéndome dar un hermoso discurso que había escrito con mi mejor amigo de entonces para la ceremonia, nada más porque no íbamos a misa con la frecuencia debida. Ahora que su mente se ha perdido en un laberinto de recuerdos pretéritos, puedo aún cantarle Doña Pudor, y sentir el sano odio que en las noches se adueña de mí cuando el recuerdo de todas estas cosas me invade.
Pobre Socorro. Ojalá que sus lagunas mentales sean de un tamaño tan grande que no pueda recordarme. Ya, por lo menos, no voy para ella que el deseo la persiga.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Sobre este blog

Pensaba que este blog no tenía las entradas suficientes, pero ahora me doy cuenta de que tengo las necesarias, a pesar de que mis pocos lectores pidan más, quizá un libro que prometen comprar, o entradas a granel para matar su tiempo.
Lo que pasa es que, para decirlo de algún modo, soy demasiado exigente conmigo misma, ¡mucho! No suelo darme licencias, y cuando lo hago, es porque me veo en la obligación de desnudarme nuevamente frente al lector y mostrarle que sí, que efectivamente aquí estoy y que esta tarea que a veces se me vuelve titánica (la de escribir) y que a la vez me es tan necesaria no ha sido olvidada.
La gente es sumamente descuidada cuando escribe en la red, por no decir que dejada. Me he dado cuenta al leer el blog de Saramago, de quien esperaba una redacción igual de impecable a la que he encontrado en sus libros. De repente le encuentro errores de ortografía y me pregunto si será su señora esposa quien se permite esas licencias o si él, ya octogenario y haciendo un gran esfuerzo por estar en este medio, se aventura a escribir el Español como lo sabe y por eso encuentra uno, de repente, expresiones en portugués. No, no porque sea octogenario... mientras más viejo, siempre lo he creído, se es más sabio, así que no es por su edad. De todos modos, creo también, aquí la gente no se esfuerza por ser grande, o no tan grande como se es en una hoja impresa, pues tampoco le quiero quitar el valor que merecen sus letras electrónicas, de todos modos muy inferiores a las que encuentro en el papel. Insolente, me dirán, pero yo lo veo así, aún cuando su Cuaderno sea muy superior a los demás blogs que me encuentro en este espacio, por supuesto.
¿O será, acaso, que así escribe uno cuando no lo hace con lápiz y papel? ¿será que puedo escribir mejor cuando hago un borrador en mi cuaderno, con mi portaminas y luego, al teclearlo, lo mejoro? Tal vez. O tal vez porque nunca he tenido un editor ni he permitido que toquen lo que escribo cuando voy a publicar, porque prefiero ser responsable de mis errores y no de los de alguien que ni me conoce, ni sabe cuál es el tipo de puntuación que necesito, que a pocas vueltas, no es otra cosa que mi ritmo cardiaco, mi respiración, mi manera de hablarle a quien me lee, los vicios que he adquirido de leer a Saramago, Borges y otros tantos que no quiero mencionar para no parecer una torpe erudita que quiere demostrar que todo lo ha leído.
De todos modos, haber leído unas cuantas entradas de El Cuaderno de Saramago me impulsó a escribir esto, cosa que tenía pensada para hacer a finales del mes... y entonces me digo ¿qué importa si mi blog es solamente de cosas mías, con tono íntimo? Si hasta donde sé sólo me leen mis amigos o conocidos, consciente estoy de que esta página no es, ni mucho menos, de las más visitadas de la red; ¡vamos!, ni siquiera es la más visitada por mí, que me la vivo entre el Twitter y el Facebook.
Además, cuento con la fortuna de extenderme cuanto yo quiera y de decir lo que quiera, ni sé por qué entonces manejo tantos miedos a la hora de publicar algo aquí... ¡todos lo hacen! Desde las quinceañeras que se van a pasear en cruceros y cuentan sus aventuras hasta el gran José Saramago, y desde quienes no tienen idea de poner una coma hasta los que creemos que las sabemos poner (todas)... total, ¿quién está con un lapicero rojo para ponerme un 1,0 ó un 5,0? ¿qué directora del periódico me dirá esta vez que no diga esto o aquello porque no va con la línea de pensamiento del diario? Mi peor jefe, mi peor tirana soy yo misma, y ya es tiempo de romper con todo esto porque de algo tendré que vivir, que ya son 26 los años que tengo y eso de pedirle plata a mi mamá está muy jodido cuando no estudio ni trabajo y ya va siendo hora de que empiece a valerme por mis propios medios, para poder beber sin tener que pedir permiso, para coger el carro (mío) a la hora que yo quiera e ir adonde me plazca.
Por eso, esta vaina de escribir, se me ha vuelto imperativa.

miércoles, 29 de julio de 2009

Carta de amor

"Es una carta de amor que se lleva el viento pintado en mi voz, a ninguna parte, a ningún buzón..." Joan Manuel Serrat.


Amor:

Me escribiste por última vez el 19 de julio. El texto fue brevísimo, algo que sin contexto no representaría mayor cosa para quien lo lea. Yo, sin embargo, lo leo diario y detenidamente, a ver si dentro de esas letras puedo acaso encontrar algún indicio de que esto que siento es correspondido por ti.

Tú, por supuesto, no sabes que te amo, y tal vez yo no estoy muy segura de ello. A pesar de esta inseguridad, sí puedo decir que pienso en ti sistemáticamente, aunque te mentiría si te digo que lo hago a cada instante. Aún así, y aquí debería ir tu nombre para que el vocativo haga el efecto que requiero, siento que cuando me envías un mensajito me entusiasmo y siento que algo en el estómago empieza a subirme hasta la garganta, dibujándome una sonrisa que abarca el rostro entero. Y a ti te respondo solemne, diciendo sólo lo que hay que decir, pero aquí, dentro de mí, afloran las más bellas letras, sino es que, más bien, los más bellos pensamientos. Por supuesto que soy cursi, lo sé. Estoy oyendo a Mozart y me siento enamorada, ¿qué esperas? Los violines que interpretan al niño prodigio despiertan en mí una clase de inocencia que, junto lo que me haces sentir, se compara con la felicidad, y entonces no me importa cuán lejos estemos el uno del otro, ni cuánto tiempo habré de esperar para volver a verte, pero el sólo hecho de conjugar la música con lo que me provocas, hace que quiera esperarte mil años sin estar o pensar en alguien distinto a ti.

Quise decirte que por supuesto que miro tus fotos detalladamente, minuciosamente, al menos hasta el punto en que es posible por medio de la resolución que admite el Facebook. Que como ahora no tengo manera de viajar hasta ese país ni atravesar el Atlántico, sí he estado esforzándome para que cuando vengas me encuentres más linda que nunca y entonces seas tú quien decida, si tengo suerte, llevar a cabo una relación conmigo porque, ya me lo han advertido, si yo me adelanto no es bueno y puedo salir perdiendo, aunque si por mí fuera, ya te habría dicho todo lo que escribo cuando no te escribo, aunque al final seas tú ese destinatario anónimo que nunca recibirá las palabras que realmente te pertenecen.

Creo que aún nos es difícil a nosotras ser mujeres a pesar del siglo en que vivimos. No está bien visto que yo te diga lo que siento, aunque me queme por dentro, aunque no desee otra cosa que estar contigo. Si lo hago, cometería la estupidez de perder tu amistad, porque es que, además, yo no estoy muy segura de tus sentimientos, los cuales se pueden ver afectados hacia mí si de algún modo te insinúo todo lo que aquí estoy plasmando. Y lo plasmo para el mundo o para el reducido círculo de lectores que tiene este blog porque, creo, puedo al menos desahogarme y sacar del alma este ¿amor? tranquilo que me haces sentir.

No quería acostarme sin decírtelo.

Besito.

Testbook

El Facebook se ha convertido en un verdadero basurero. O no. No es eso. Es que la gente ya no tiene ningún problema en mostrar en qué se gasta el tiempo, y es verdaderamente perturbador ver cómo quieren que uno también lo pierda.
Primero aparecieron unos tests que le decían al usuario el color de su aura, nada serios, pero al menos develaban algo que a simple vista no se puede notar, si es que de hecho tenemos aura. Luego empezó la pesadilla; se dedicaron, consuetudinariamente, a realizar quizes del tipo de: ¿de qué color tienes tu pelo? ¡Del que te lo teñiste la última vez! ¿qué día es tu cumpleaños? ¡el día que naciste! Y después, sin darme cuenta a qué hora se volvieron obsoletos los restaurantes chinos, aparecieron de la nada las famosas galletas de la fortuna, que, aunque tienen harto a todo el mundo, todo el mundo las abre y las comenta, aunque no se puedan comer. Cincuenta y tres amigos de 339 tenían esa aplicación y el Facebook me animaba para que yo la agregara y publicara sus vaticinios.
Eso a mí no me preocupa. Digo, sí, porque de hecho aquí estoy escribiendo al respecto. Todos tenemos maneras absurdas para gastarnos el tiempo y como a mí no me interesa que se enteren todos mis contactos de ello, prefiero no publicarlo, pero cuando los demás las publican, de verdad se nota que uno no está solo, que hay peores cosas, que la vida propia no es tan miserable ni la inseguridad existencial es tanta cuando hay quienes, por medio de esa red social, creen que encontrarán respuestas en tréboles, oráculos, descifradores de mentes... o digamos, más bien, en aplicaciones que llevan esos nombres. Había una en particular que no sé si la realizaban por broma o porque el aburrimiento de no encontrar nada en la red es desesperante o si realmente les interesaba saber qué tenían en común con La Tigresa del Oriente; y no, no es de preocuparse, pero digo yo, ¿acaso es de reírse? ¿eso es lo que pretenden? ¿o qué buscan al publicar lo que les dice una galleta de la mala fortuna (que también las hay)?
He bloqueado, sin exagerar, cientos de tests y aplicaciones de este tipo paa evitar verlas cuando me conecto a mi Facebook, pero es que son tantas, tan estúpidas, tan vastas, que día a día, en cuestión de horas, aparecen más y más. Todavía una hizo uno de ¿qué canción de Ricardo Arjona te identifica? Le dieron la respuesta y pone debajo: pues la voy a descargar porque no la conozco. Claro, y con ortografía atroz porque si la escriben bien es, para ellos, como si estuvieran cometiendo los peores errores señalados por la Real Academia. Y yo que no sé qué me choca más, si el señor Arjona, o la cantidad ridícula de tests supremamente bobos que abundan en el Facebook... creo que la respuesta a este grandísimo dilema me la podría dar un test de esos, ¿no? Aunque, como yo sí me conozco, puedo decir con toda seguridad que Ricardo Arjona es la peor cosa parida sobre la Tierra y que prefiero miles de respuestas idiotas a una sola estrofa de una canción de él. Total, ese cuestionario de ¿con qué canción de Arjona te identificas? fue el epítome de las cosas abominables que se ven diariamente allí.
Sé que muchos quieren que les escriba sobre mi viaje a Europa, pero disculpen, esto me tenía más apurada.

viernes, 12 de junio de 2009

Viaje

Esto de enfrentarme al cajón en blanco no es tan trágico como enfrentarse a una mente en tal estado. Sé que de algo debo escribir para no perder la continuidad, pero ¿escribir sobre qué?
Bueno, puedo contarles que el lunes viajo a Europa, pero me emociona más el hecho de saber que no estaré en Medellín durante un mes completo que las expectativas que puede generar un viaje, y en este caso en particular, no genera ninguna, no porque ya conozca o no, sino porque generalmente no me creo expectativas con respecto a los viajes familiares, salvo que me voy a aburrir con mi hermana, la histérica, y que la diferencia de edades entre mis papás y mi hermano menor impedirán que entremos a discotecas, vayamos a casinos y cosas por el estilo, que sólo andemos y andemos por las calles en el día y lleguemos a dormirnos, sin sueño, en las noches.
También pienso en las diez horas de vuelo, interminables por no poder fumar en el avión. Y en el cansancio que genera estar sentada diez horas. Y en la posibilidad de caer en medio del Atlántico, como quienes iban en el vuelo de Air France, y terminar por ser la historia diminuta de un noticiero: muere muchachita que no se dedica a nada junto a sus padres y hermanos... creo que empezaría con algo referente a mi papá, en todo caso, y yo estaría de tercera, después de mi mamá, por aquello de ser la hija mayor. A todas estas, aún no se sabe qué le pasó al avión caído... más bien no se sabe por qué se cayó.
De repente se me ocurre, aunque sé que no es cierto, que en ningún lugar de Europa hay árboles. ¡Valiente cosa! Y que es de vegetación amarillenta, sin frondosidad, sin flores que nazcan esporádicamente, sin frutas que le puedan caer en la cabeza o en los pies a uno mientras que va caminando por ahí, y me preocupo, como si toda ese espectáculo de la cotidianidad tropical fuera algo fundamental en mi vida o en la de un ser humano cualquiera diferente a Tarzán, como si México no fuera casi todo desértico, al menos la parte que yo conocí, de arbolitos raquíticos y pencas inmensas, con más arena que hierba, o en Nueva York hubiera yo visto caer cien mangos al piso en pleno invierno invadiendo avenidas y aceras. De todos modos ya se me metió todo este diatriba forestal en la cabeza y no sé cómo sacármela de ahí, y lo peor es que me molesta seriamente... ha de ser que no odio tanto a esta hijueputa Medellín después de todo, si desde ya añoro que la maleza de allá tenga las tonalidades de verdes que acá y que los frutos inmensos de las arboledas que hay en mi barrio pretendan tapizar el pavimento al caer por montones.
¿A qué hora empezó esto a importarme si he viajado a tantos lugares con distintas topografías y climas? En México no extrañé ni a mi mamá por un instante y ahora que me voy al Viejo Mundo, sin haberme aún ido, ya extraño la normalidad de esta Antioquia maldita que me vio nacer. Creo que es porque políticamente, los países a visitar, me caen muy gordos, no por resentimiento, no, sino por su manera hipócrita de manejar las guerras y sus colonias: España, Suiza, Francia y Alemania. Y de todos ellos, el más odiado es Suiza por su diplomacia escueta y neutral, por su sentido del civismo, por la conciencia colectiva de cuidarlo todo, por tener voz pero no voto en la ONU, por ser por lo mismo el banco del mundo entero. De verdad que tengo una pereza enorme de ir a Zürich y no aguantarme la tentación de tirar el papelito de Toblerone, nada más por puro gusto y ver qué pasa, en una de sus inmaculadas callecitas o cristalinos riachuelos.

viernes, 22 de mayo de 2009

Se me va la Gloria...

Debo confesarlo. Llevo meses intentando una reconciliación digamos que personal con Gloria, y por más que he querido, por más que hago el esfuerzo, no logro conseguirlo.
Llegué a Medellín el 20 de febrero de 2008, con un puñado de ilusiones muertas y un montón de sinsabores que no lograba comprender ni acomodar... había recorrido buena parte de México, pero México me recorrió a mí toda, como si fuera papel de lija bañado en un bálsamo suavizante, dejándome entre la piel y el alma experiencias que aún hoy, a más de un año de haber regresado, no puedo comprender, ni digerir, ni saber por qué, después de ese periplo de más o menos tres meses, nunca pude volver a ser la misma, ni siquiera en los aspectos que yo creía más sustanciales de mi ser, y entre ellos, el más importante hasta entonces: Gloria Trevi.
No, la verdad es que yo me fui aquel 28 de diciembre de 2007 siendo una y regresé sin la más remota idea de quién soy, al menos con respecto a este aspecto de mi vida, a ese sentimiento profundo que creía inmutable e inamovible, y es que, si bien esto no es nada nuevo, ahora que estaba en su foro oficial vi una pregunta que hubiera podido  responder en otros tiempos con grandilocuencia y claridad y que ahora se reduce a esto: ¿qué te motiva a ser fan de Gloria Trevi? ¡Nada! entonces ¿qué hago en sus foros y en sus páginas? Buscándole soluciones a este crucigrama con  el que regresé y del cual, a duras penas, tengo algunas letras sueltas que en lo absoluto me ayudan a terminar de resolverlo.
La cuestión es que yo quiero seguir siendo aquella fan de Gloria que se caracterizó por tantas cosas y fue respetada por sus posturas a veces intransigentes pero claras. Quisiera que lo que escribo cuando escribo sobre ella, como antes, emergiera del corazón y no saliera por inercia, como buscando aprobación de mis pares y no de mí misma, acaso esperando encontrarme en este laberinto de sentimientos confusos en el que el deseo de volver a ser y a sentir lo que alguna vez fue mi característica más notable. 
Aunque durante este último año lo haga con frecuencia, me siento rara cuando la cuestiono, cuando algo no me gusta, y cada vez es más fácil encontrar motivos para decepcionarme de ella, cosa que no me agrada, aunque no sea sano, aunque lo clínicamente correcto sea que yo haya encontrado su lado más humano e imperfecto, aunque a mi psiquiatra le parezca una maravilla, porque a mí, cuando de Gloria de los Ángeles Treviño se trataba, lo enfermo, de mi parte, era lo que me complacía de mí misma, y es lo que esperaría sentir ahora, contrario a tantos y tantos reproches, distinto a las razones que encuentro para desilusionarme de ella que, repito, cada vez son más. 
Yo creo que esa admiración tan fuerte y arraigada era precisamente lo que me motivaba a todo. Gloria se bastaba por sí misma y no era necesario encontrar un motivo (o varios) para admirarla porque, con el simple hecho de ser ella, se justificaba la razón para hacerlo, cuando ahora tengo que escudriñar y apelar dentro de sentimientos que ni siquiera tengo para poder aparentar que soy la Tefa de antes, la que no admitía un sólo reproche para su Gloria, la que de sólo oír su nombre saltaba de la emoción y su cara se iluminaba con una sonrisa. Y entonces, ahora que lo escribo, me doy cuenta del porqué de los fracasos en mis múltiples intentos de recuperar lo mucho que perdí en aquel viaje: es que ya no me nace nada de lo que digo, ya no siento pasión por lo que de ella escribo, ya no estoy convencida de ninguna de las palabras que voy tecleando por sus foros, y por más que yo sepa que ella siempre será parte de mi vida, una de las más importantes, si yo sigo sintiéndome como ahora, no podré seguir siendo parte de la suya... no me refiero a que alguna vez lo haya sido porque aunque bien sepa quién soy yo, o al menos mi nombre, jamás ha sido algo constitutivo para Gloria; más bien diré que, dentro de los fans, no podré ser la misma, y es que ya fue mucho el tiempo que fingí, por respeto a su recuerdo y al recuerdo de lo que fui, porque a pesar de todo, aunque de una manera muy distinta, la sigo queriendo, lo que no significa, sin embargo, que deba continuar diciendo lo que digo sin sentirlo y sólo por llevar la corriente, traicionándome a mí misma y hasta a la misma Gloria. 
Se me está yendo, y justo es que lo anuncie para que de mí no esperen nada, tal vez a modo de despedirme de sus foros y de responder la pregunta de qué es aquello que me motiva para ser fan de Gloria Trevi, porque, como dije, la respuesta se reduce a nada, y si tengo la compulsión de mantenerme en sus foros es por otras razones que desconozco.  






 

domingo, 10 de mayo de 2009

Sin título

Creo que si la doctora Irene González (mi psiquiatra) llegara un día a leer este blog, me llamaría la atención por "compartir" tantas cosas mías que me ha advertido que no las saque de su consultorio y mi conciencia. Dice que la gente no entiende ciertas actuaciones que realiza el sujeto, y al no encontrarles un nombre exacto, buscan el más próximo o el primero que les aparece en la mente, el de loca por ejemplo, que es de lo que me suele tachar tanta gente. Pero es comprensible: anécdotas de manicomios, historias de intentos de suicidio y un amor desbordado por alguien que no me corresponde. Más que loca, sin embargo, creo que suelo ser más abierta en mis cosas que la mayoría de la gente que se dice normal, pocas veces me limito, soy impulsiva, apasionada y en muchos casos cruel cuando me siento dañada, nostálgica, melancólica o deprimida. Pero no siempre estoy así. Lo que pasa es que si hay algún favor que la soledad me haga, si a algo me impulsa es a escribir porque son muchas las cosas que tengo por decir pero a nadie a quien contárselas, entonces se las digo a todo el mundo y las echo a volar a la nada para que caigan en los ojos de quien esté dispuesto a leerlas.
No es que esté justificando ninguna de las cosas que han leído aquí, no. A decir verdad, simplemente estoy escribiendo por escribir, sin sentirme mal o sola, sin estar deprimida ni melancólica. Quiero saber qué sale de mí cuando nada me impulsa a escribir, salvo el crear una entrada más para el mes de mayo en este blog, y la verdad es que ni me lo imagino porque hace algún tiempo abandoné mis estudios de filosofía, abandoné la literatura, me dediqué a perder el tiempo de la manera más infame, o a gastármelo o a no hacer nada con él. Lo único que mantengo acaso es esto de escribir, pero ya ni siquiera en búsqueda de una estética o una voz que me caracterice porque sin leer esto de escribir no da buenos resultados. Tampoco volví a leer prensa, así que es muy poquito lo que puedo decir de este país y del mundo; me entero de algunos sucesos y eventos porque me tocan directamente, como aquel del virus H1N1, que me impidió ir a México, o que la Señorita Panamá declaró que la confusión se la inventó Confusio porque todos hacen chistes de eso. Por eso, pues, mi escritura se ha "ensimismado" tanto, porque no tengo material de otro tipo o por fuera de mis sentimientos que me permitan hablar de otra cosa.
Bueno, como sea, de todos modos les digo que me es muy grato saber que me leen y que les gusta el blog, que cada vez que recibo un comentario me lleno de alegría porque me dan más razones para seguir con esto que algún día, lo prometo, tendrá más forma y un poco más de contenido de lo que Estefanía piensa o está sintiendo. Por lo pronto dejo esto intitulado ya que soy malísima para eso y pocas veces acierto a la hora de hacerlo.

martes, 5 de mayo de 2009

¡Feliz Cinco de Mayo!

Siempre habré de recordar el 5 de mayo. Y no sé si fue porque ese día asesinaron a Guillermo Gaviria (gobernador de Antioquia) junto a Gilberto Echeverri o porque, en aquel caluroso día del año 2003 el hombre de mi vida, lo mejor que me ha pasado, me dijo "usted me gusta". Era algo que ni veía venir, ni me lo esperaba. A pesar de que muchas veces dormimos juntos (y solamente dormimos) y pasamos noches enteras hablando hasta el amanecer, inclusive de insinuaciones, nunca esperé ni he esperado ese tipo de declaraciones... ah claro, también La Batalla de Puebla se celebra en este día, más en Estados Unidos que en México según he visto, pues los gringos aprovechan la fecha para tomar tequila como locos mientras que a los mexicanos como que les da igual. El caso es que mi historia, o lo que sea que salga mientras hundo las teclas, apunta solamente a la conmemoración de lo que Juan Pablo me hizo sentir, porque para mí, las dos otras cosas son circunstanciales, y si las recuerdo es o bien porque año tras año las fotos de los finados me lo recuerdan, o el Facebook o MySpace o cualquier gringada me sale con un "Happy Cinco de Mayo", el cual sólo fue happy hace seis años para mí, quizá de lo más happy que me ha pasado en la vida, pues -me atrevo a asegurarlo, una mujer nunca es tan feliz como cuando ama y siente que es correspondida, más cuando el amor se siente en silencio y ese otro de repente se aparece con el inesperado "usted me gusta" acompañado de un beso y una caricia en el pelo... al menos sí creo que es así para una mujer como yo.
No quisiera que estas líneas se desbordaran en el profundo despecho que ahora siento, ni tampoco en una melosería ridícula, pero hasta el momento, la frialdad con la que estoy tratando el asunto tampoco me resulta cómoda. Yo podría despacharla citando aquel bolero que convirtieron en estupenda ranchera los productores de La Hija del Mariachi: es la historia de un amor como no hay otra igual, que me hizo comprender todo el bien y todo el mal, que le dio luz a mi vida apagándola después, ¡ay qué vida tan oscura! sin tu amor no viviré. Ya no estás más a mi lado corazón, en el alma sólo tengo soledad, y si ya no puedo verte, ¿por qué Dios me hizo quererte?, para hacerme sufrir más. O aquella otra interpretada por Chavela Vargas que he oído desde las 2 de la mañana: hace un año que yo tuve una ilusión, hace un año que hoy se cumple en este día, hoy recuerdo que en tus brazos me dormía y yo inocente muy confiada te entregué mi corazón... sumándole La Primavera de mis 20 años, relicario de mi juventud, un cariño feliz yo soñaba y estoy sola con mi esclavitud... quisiera amarte menos, porque esto ya no es vida, ¡y seguir con otra y otra y otra más! A uno hasta Las Mañanitas le parece que le salen cuando está despechado, o al menos así me pasa a mí que me mantengo oyendo música de ese género.
Lo cierto es que si a mí Juan Pablo ese día no me sale con ese cuentecito, hoy no estuviera tomando ciclosporina para mantener un hígado transplantado, ni... no sé siquiera qué tragedias más hubiera evitado.
No, no. Él nunca fue malo conmigo, ni infiel, ni nada de esas cosas que suelen exasperar a las mujeres o que por lo general se les reprocha a los hombres. Fue hermoso, de hecho, y no tengo nada qué reclamarle más que, tal vez, una última conversación. A mí es a quien reprocho, a mí y a nadie más. De todos modos, si algunos entregan el corazón, yo puedo decir que literalmente di un hígado... por lo general piensan, más bien siempre piensan que fue de tanto tomar, cuando, a decir verdad, fue porque ya no soportaba un minuto más sin él, y entonces cogí unos frascos de acetaminofén, conocidos en Colombia como Dolex y en otros países como Taylenol, los combiné con benzodiazepinas, heroína, cocaína, vodka y me encerré a morirme durante tres días. Pasó que el efecto del clonazepam y sus hermanitos perdieron el efecto y un dolor abdominal insoportable me despertó. Cuando llegué al hospital, ya era demasiado tarde para que me metieran la sonda de carbón por las narices o me hicieran esos lavados gastrointestinales tan fastidiosos; lo único que quedaba por hacer era transplantarme el hígado, con tan mala suerte que consiguieron donante en tiempo récord... siempre me callé el porqué lo hice, pero aprovechemos que hoy es un día especial para externarlo, porque prefiero que la gente diga que por amor llegué a medidas extremas e inclusive que me tachen de loca, a que sigan especulando sobre ese incidente o accidente, como prefieran llamarlo. Que se sepa que fue por desesperación, porque de verdad no quería vivir, porque el tiempo, en mi caso, ni curó ni ha curado nada: yo sigo queriéndolo como desde entonces, aunque ya no lo llore y aunque ya no duela (tanto). Y que se sepa, sobre todo, que fue premeditado y fríamente calculado, sacado de un libro de toxicología que tenía mi mamá, de cuando estudiaba el dopaje en medicina deportiva; por ese libro supe, con una calculadora, cuál era la dosis letal, y yo escogí el día, el lugar y la hora para cometer ese suicidio fallido que no fue un 5 de mayo, porque, a decir verdad, era febrero y no podía esperar tanto. Sólo recuerdo que saber que no me quería era tan insoportable, que ya nunca volvería a abrazarlo, a verlo, a tocarlo, a oírlo que ¡Dios! ¿para qué servía la vida entonces? Y eso que ya llevaba tres años sin él, con su indiferencia y su apatía; la verdad es que no sé cómo soporté esa agonía durante tanto tiempo y cómo he seguido sobrellevándola durante seis años.
Lo busco cuando voy a fútbol (que por eso empecé a ir a fútbol), ya más por acto mecánico que con la intención de encontrarlo. Y me extraña que siendo Medellín una ciudad tan, pero tan chiquita y reducida, jamás, en estos seis años, me lo haya topado siquiera. No sé qué quiera mostrarme la vida y ya tampoco sé qué más hacer para olvidarlo.

sábado, 18 de abril de 2009

Fumar, niña, ¿qué más?

Recuerdo bien que a mi abuela ya le habían diagnosticado el cáncer que se la llevó. Tenía ganas de llorar. Entonces, para evitarlo, prendió un cigarrillo.
Cuando mataron a mi tío Rodrigo, en los años 80, en ese Medellín que murieron tantos porque sí, ella se escondía para llorar. Varias veces la encontré contra una pared o detrás de una puerta, varias veces la encontraron sus hijos, pero jamás lloró en público, porque si la debilidad se la encontraba, ella se ocultaba, y entonces, en un rincón derramaba mil lágrimas u ocultaba el llanto prendiendo un cigarrillo. No fumaba casi, así que supongo que su llanto solitario era frecuente o que, tal vez, lo amainaba haciendo otro tipo de cosas: bebiendo, por ejemplo, tragándoselo quién sabe en dónde.
Si cuento esta infidencia tan suya, tan supuestamente en secreto, es porque yo desarrollé esa misma habilidad. Fumo compulsivamente para ocultar un llanto que no siento venir, imperceptible ya a mis ojos y a mi estómago, fumo porque... "niña, ¿qué más?" Y en ese qué más ya se quemaron la "W" y el dos de mi teclado, el suelo está lleno de cenizas, como de cenizas puede estar hecha el alma de alguien que amó hasta calcinarse. Eso último no es un recurso retórico. Yo amé así, no me refiero a nadie más, aunque ese no sea el punto, y aunque no me quede bien en mi redacción.
De todos modos, no sólo por amar se me ha ido calcinando el alma. Vivir en Medellín consume tanto o más que eso, hasta el punto, quizá, de que termine yo como mi tío Rodrigo, aunque no con siete disparos entre la cabeza y el pecho... es que vivir acá es una constante agonía, un cosquilleíto que al respirar dan ganas de fumar para no llorar, un desesperito tan hijueputica que sólo en diminutivo cabe describir, porque es que es como esos pedacitos de vidrio que se quedan después de haber limpiado el vaso roto y se pisan o se tocan con las manos y cortan y duelen y se entierran peor que el pedazo vidrio grande, y se meten entre los dedos o en las palmas o en las plantas y son, sencillamente, insoportables. Como esas astillas de la madera, como piedritas dentro de los zapatos. Como todo eso junto, así se siente vivir aquí, ¡maldita sea! Y Fulanito es primo de Fulano, que también conoce a Mengano, primo de Menganito, y Menganito es amigo de Tal y ese Tal es íntimo de Pascual. Entre la endogamia y este ambiente pueblerino suscitado en una ciudad que quisiera ser moderna tanto en forma como en fondo, termina uno por punzarse el alma con las astillas, los pedacitos de vidrio y las piedritas en el zapato, mientras el espíritu se va amargando y los sueños se encierran y se consumen en sí mismos al verse encerrados en medio de este valle de montañas que alejaron al mar para maldecirnos con su aciaga y enorme inmensidad.
Uno se cansa de estudiar porque son las mismas tres malditas universidades. Uno se cansa de buscar compañía porque son los mismos tres apellidos combinados entre sí: Vélez, Uribe, Posada, Posada, Vélez, Uribe... y Restrepo. Todos tenemos un Restrepo y por algún lado eso nos hace primos del pobre Ñito y también primos de nosotros mismos en todos los grados posibles. Y uno se cansa de comer porque siempre es arepa con frisoles o frisoles con arepa y arepa con quesito y esas tres cosas lo acompañan todo. Y uno se cansa, por lo mismo, de la literatura y la filosofía, del pensar, del saber, del ser; porque es que cuando un sábado, por donde uno pasa, todo huele a frisoles (así les dicen acá) y a bandeja paisa, el plato típico, eso empieza a saber en la cabeza y a la vez en el paladar. Así que mejor es fumar, creo yo, para atrofiar el gusto y el olfato, para que sólo huela al humo del cigarrillo, al alquitrán y a la nicotina, ya prohibidos en todos los espacios públicos, ¡Bendito Dios!, para que así no huela también todo y pueda escaparse uno, al menos, en este sabor a cáncer y enfisema. ¡Maldita ciudad! Ojalá hubiera acabado con vos Pablo Escobar.

lunes, 30 de marzo de 2009

El vacío

La vi venir como nubes negras que amenazan una tormenta, a lo lejos, en un día de cielo más que azul. Sabía de qué se trataba, pero no quise darle importancia, porqu, a fin de cuentas se veía tan, pero tan alejada que no quise pensar siquiera en que podría llegar a postrarse sobre mi cabeza para soltar su ira infame. Estaba tan bien que me dije "a lo mejor un viento sopla y la desvanece", pero no, cuando ella se aparece ya está avisando que es inexorable, que viene de visita quiera o no, que no valen prevenciones, ni paraguas, ni pastillas. Sí, me refiero a la depresión, que vino después de un sentimiento absoluto de soledad. De repente empecé a verme tomando tequila al frente del monitor, hastiada de todo lo que me ofrece la red, y después, hastiada de todo: de la universidad, de la filosofía, del presente y del futuro, aunque no entiendo por qué, si en mi caso, los años pasados fueron peores.
Como sea, una angustia, el sentimiento de vacío, un querer agachar la cabeza se apoderaron de mí. No, sólo estoy sola, y tal vez no sea razón para sentirme deprimida, para que ese maldito síntoma se acreciente día con día, pero así es, y me rehuso a creer que sea por lo que mi mamá tantas veces argumenta: es que no están funcionando los antidepresivos, son reacciones fisicoquímicas que usted no puede controlar. Yo estoy de acuerdo en que no puedo controlar el que una depresión me ataque, pero de ahí a reducir mi soledad al apareamiento de las neuronas o no sé qué es lo que se produzca en el cerebro, estoy muy lejos. El no dormir, el comer mal, el tener conductas erráticas no son síntomas de reacciones cerebrales. Sentir que hay un acantilado entre el cuello y el estómago, ese vértigo, tampoco. . .
Cómo quisiera tener un aliciente en este momento para sentarme a estudiar y no acostarme a pensar en mi tristeza y cómo me gustaría tener con quién compartir mis pequeños o grandes triunfos, pero es que resulta que todos mis amigos viven tan lejos de aquí, que pedir un abrazo sería tan absurdo a los ojos de mi mamá como pedirle un pasaje de avión de ida y sin regreso. No es que me falte amor, mi familia me lo da, pero es frustrante que uno a los 26 años esté desperdiciando la poca juventud que le queda mirando un foro, viendo la televisión, contemplando el vacío.
Lo más triste es que sé que personas que no me quieren ni poquito vienen a leer este blog y a regocijarse cuando manifiesto este tipo de cosas, porque en caníbales nos hemos convertido, consumidores de carne que de repente se descompone y el dolor de otro alimenta el alma de aquel que sólo desea para uno este tipo de situaciones. Pues aquí les quedo, porque al menos logro sacarles una sonrisa mientras especulan y alimentan su imaginación con cosas que ya sé de qué se tratan.
Me queda el consuelo de que esta, como muchas otras, es también pasajera.

martes, 24 de marzo de 2009

El otro foro

No todo es tan malo dentro del mundo en el cual me desenvuelvo. Me refiero a este, en el cual paso, más o menos diariamente, unas 14 horas, diez de las cuales se las dedico a Gloria Trevi: leo sus noticias, voy a sus foros, miro videos, etc. Las otras se las dedico a mi ego, cuando reviso el Metroflog y veo las cosas que dicen sobre mis fotos. Bueno, otras tantas a gastar el tiempo que necesito para estudiar, las uso miserablemente en unos jueguitos de Facebook, donde también me entero de chismes y veo cómo yo me voy rezagando mientras que mis compañeros del colegio y la universidad ya se visten de saco y corbata, se han casado, andan por las calles del sector financiero con portafolios y maletines de cuero, son profesores en colegios de los que quise ser alumna; llevan, pues, una vida normal y ¿cómo decirlo? ¿cronológicamente lógica?. Yo no. Yo gasto mis horas en angustiarme, en pensar por qué ellos sí fueron capaces de terminar sus carreras a tiempo, en preocuparme por lo que voy a decir aquí y en qué tono, en cómo voy a hacer para encontrar una voz narrativa menos intimista para que a la hora de publicar físicamente, eso que se publique no vaya a parecer el diario de una muchacha que se frustra fácilmente con su entorno.

Pero, ya que menciono que no quisiera hacer de esto un diario mío, y volviendo a lo que dije en un principio, no todo en el mundo cibernético de la Trevi es tan malo como lo he pintado. Sin duda alguna su foro oficial cada día es peor y más segregado, lleno de contenido vacío y fatuo, con más y más personajes grotescos tanto en lo físico como en sus maneras de ser, todos ávidos de un protagonismo patético, yo no sé cuál con más capacidad de ser ridículo y mezquino. Pero eso se da porque se supone que ese foro lo lee Gloria (pobrecita) y ellos se sienten observados por su objeto de adoración y sujeto de intolerancias muy violentas. El sólo nombre de ella los lleva a cometer la escritura, como dice un buen amigo mío, y desgastan teclado y tiempo en hacer escritos "de corazón" que terminan, por decirlo así, siendo del intestino delgado para terminar en una ventisca maloliente y sin sentido. No obstante y para fortuna de los fans que estamos cansados de ese sitio, hay otro totalmente distinto, opuesto, muchísimo mejor: LiveTrevi.com Allí se exponen opiniones con claridad, y aunque a veces esta falte, el respeto siempre está presente. Los foros están divididos en secciones, ordenados por temáticas, diseñados para hablar en cada lugar de la cosa correspondiente y nadie abusa de hipérboles ni es histriónico o juega a ser el mártir de alguien a la hora de que otro se encuentre en desacuerdo con él. Es un lugar creado de fans para fans y por fans con el único objetivo de compartir material como canciones inéditas, videos, presentaciones, fotos, entrevistas, anécdotas y juegos. Apenas se relanzó el 16 de marzo y ya cuenta con un especial de lujo sobre su primer álbum "...Qué hago aquí?", en el cual participamos fans, colaboraron periodistas y se expuso la opinión de expertos, así como también están a disposición las diez canciones de ese primer álbum que lanzó a Gloria Trevi a la fama. De hecho, quien hizo la página, la hizo con el propósito de celebrar los 20 años de su carrera como solista y hasta el momento no ha dejado más que buenos sabores de boca e impresiones gratas. En los foros no hay peleas, no hay insultos, tampoco bandos, ni mucho menos sacrificios de usuarios que por peleas externas son expuestos en la palestra pública para que sean devorados por los buitres que, a falta de tener algo para aportarle al foro, mejor se dedican a lo que mejor saben hacer, que es ensañarse en contra del que todos se quieren ir.

Sé que las comparaciones son odiosas y por eso las hago. Si no lo fueran, simplemente le hubiera dedicado unos cuantos renglones a invitarlos a que vayan a http://www.livetrevi.com/, pero no, porque entonces no habría espinas, ni nadie se molestaría en leer esto con el mismo gusto que se lee todo aquello aborrecible. Además, sólo conociendo del mediocre y viciado ambiente del uno, se puede apreciar la afabilidad y buena vibra del otro. Y ojalá que quienes se mantienen en el oficial y se creen dueños de este tomen nota de lo que aquí digo para que entiendan que no por tener el teléfono del esposo de Gloria tienen un liderazgo en la opinión o le hacen un bien a la comunidad de fans cuando hacen expulsar a otro porque no alabaron sus flatulencias, y es que por muy conmovedora que sea la historia de un huérfano, no es necesariamente buena o agradable de leer y mucho menos fácil de elogiar... vaya, es que me sorprende mi capacidad de sufrimiento y masoquismo, llevo demasiado tiempo allí como para haber llegado a un hartazgo paciente y enfermo en el que, a pesar de todo, insisto en seguir, quizá porque quiero que la situación cambie por el bien de Gloria y de los fans en general.

martes, 17 de marzo de 2009

Día de lluvia (guión)


PREMISA

Este guión surge porque me asignaron una tarea, sí. Pero a partir de ahí pretendo crear un nuevo orden a partir de un desorden que quizá ya esté dado: crear una historia de manera catártica. Es decir, una historia que no está previamente esbozada, si bien parte de un cuento que escribí hace un año. Los actos, los diálogos; cada escena surge a partir de las emociones que siento a medida que voy escribiendo. Para algunos quizá no pase nada, como para otros quizá pueda pasar mucho.
No es una historia desarrollada de la manera convencional: de hecho nace por la tercera escena. Las demás fueron creadas para explicarla y terminó con un final que ni yo misma esperaba. Por eso la escaleta se elaboró después de escrita la escena, y no antes.
Se pretende, también, darle prioridad a los diálogos, más que a la imagen. Hablar es también hacer, crear en el instante…siempre he creído que escribir no es sólo un artificio: es el arte de hacer real por un instante, por un momento, todo aquello que la cotidianidad y el diario vivir no permiten. Se hace real en tanto se lee. En este caso, es real en tanto se ve y se oye. Y ahí están el poder y la magia, mi poder y mi magia: en la quimera, en la ilusión. Esto es lo único que nadie puede evitar: que yo, soñando, cree.


***

Sinopsis
Día de Lluvia es la historia de una muchacha que padece la vida, no la vive. Enfrascada siempre en su pasado, vive medrosa el presente, la atormenta el futuro y el sentimiento de despecho por un amor frustrado la aniquila. Sólo en el arte, específicamente en la música, se siente segura; encuentra sosiego evocando su niñez y la realidad a veces se le complica tanto que le arranca a su imaginación y a sus recuerdos personajes que sólo puede ver ella, para poderla soportar. Por eso ésta se desarrolla en escenarios de día, nunca es de noche y siempre está lloviendo. Los días soleados sólo existen en sus recuerdos.
Si bien la historia se lleva a cabo en Medellín, México, como un sueño, siempre está presente en los diálogos, con las leyendas de la música popular de mediados del siglo XX, encontrando así modismos de ese país combinados con la jerga que utilizan los jóvenes y las personas del bajo mundo de acá.
Escena 1

ESCENA 1/EXTERIOR/DÍA/ESCALERAS “TRONQUITOS” U. DE A.

Sentada en las escaleras que miran hacia la Biblioteca de la Universidad de Antioquia se encuentra María Paulina. Es un día de septiembre y el cielo está nublado. Con sus codos recostados en un escalón, triste y nostálgica contempla desde lejos aquellas últimas golondrinas que se despiden del verano en la fuente principal. Pasó una ventisca helada, y entonces sacó una chaqueta de su mochila azul. Ahí encontró su “Diario de Encierro”; decidió dejar la chaqueta a un lado, sacó el cuaderno Académico rojo y se sentó a leerlo. Después de un rato, de la caja negra de su violín, sacó el celular y llamó a José.

MARÍA PAULINA: No me cuelgues, por favor (cerrando los ojos y mordiéndose el labio inferior) ¿Quién habla? ¿Está José?...por favor, necesito hablar con él. Ya pasaron tres años y creo que es hora de verlo (cuelga y exclama) Boba hijueputa vos, grilla de mierda
En ese momento aparece Gabriela con su mochila en un hombro y la Constitución Colombiana en una mano. Llega a paso ligero, como apurada y se sienta al lado de María Paulina, poniendo el estuche negro del violín un escalón más abajo
GABRIELA: Parce, ¡qué puto estrés! ¿Sabe qué mija? Ese marica de Castaño puso un parcial que yo creo que sólo lo ganaba usted (tira el libro sobre la escalera)
MARÍA PAULINA: Ah
GABRIELA: Pues, es que te lo juro, ¿quién entiende a ese marica de Hart?
MARÍA PAULINA: Ujum (mirando hacia la fuente)
GABRIELA: Y lo peor de todo es que necesitaba sacar cuatro. Ah, ¡qué maricada! (pasa todos los dedos de sus manos por el pelo, como peinándose. Mira a Paulina, y nota que no le está prestando atención) Paulina mija, ¿a usted qué le pasa? ¿Estuvo en el aeropuerto o qué?
MARÍA PAULINA: (Mueve la cabeza en señal de negación y una lágrima recorre su mejilla) Lo llamé, llamé a José
GABRIELA: (Toma a María Paulina de un brazo y le entierra las uñas; le toma la cara para que la mire) ¿Qué? Ah, no home. Al de… ¿Al mancito este de…? Pero…no entiendo, ¿no pues que ni se ven ni se hablan desde hace tres años? ¿Y eso entre ustedes no terminó como mal?
MARÍA PAULINA: Pues sí, pero lo llamé
GABRIELA: (Baja las escaleras, se para poniéndose una mano en la cintura y mirándola de frente) ¿Cómo así, Paulina? ¿Pero es que usted es que no se acuerda cómo la ha tratado después de eso? Y encima ese culicagao es paraco…pero bueno, ¿y qué le dijo?
MARÍA PAULINA: Lo de paraco es problema mío, no me güevoniés.
GABRIELA: (Exaltada) Bueno, ¡Pero qué te dijo!
MARÍA PAULINA: Nada, porque me contestó la mujer
GABRIELA: ¿Cómo así que la mujer?
MARÍA PAULINA: Pues la mamá de la niña, la señora esa con la que se casó
GABRIELA: Ay jueputa, ¿y es que es casado? ¿Yo por qué no me supe esa?
MARÍA PAULINA: No sé, será porque no me gusta hablar de cosas desagradables
GABRIELA: Ay, dios mío… ¿y qué le dijo esa vieja?
MARÍA PAULINA: Que dejara de llamarlo (saca un paquete de cigarrillos y enciende uno) que él ya estaba casado, que lo superara y que tuviera dignidad, que yo era una buscona y que él me odiaba
GABRIELA: Parce, Pauli, pero en parte esa pelada tiene razón. ¿Cuánto tiempo llevás rogándole, buscándolo? Además ese no es hombre para usted.
MARÍA PAULINA: Ah sí hijueputa, ahora resulta que vos también me vas a decir quién es el hombre para mí. Vé, andá y juntáte con la que era psiquiatra mía en esa clínica de puta mierda y arman un club
GABRIELA: Pero es que un paraco, un culicagao mucho menor que vos que ni sabe hablar, que no tiene cultura general y encima es casado y ya tiene una hija…
MARÍA PAULINA: Andáte pa’ la puta mierda, a mi niño no me lo toqués…vos sos coca e igual me junto con vos.
GABRIELA: Eh, qué malparida más grosera
MARÍA PAULINA. (Gritándole) Que te vayás pa’ la hijueputa mierda, te dije.
Indignada, Gabriela toma su libro, sube las escaleras y se va. María Paulina voltea a mirarla con rabia y está a punto de llamarla para disculparse pero sigue fumándose su cigarrillo y mirando hacia la fuente. Empiezan a caer goteras; sin prisa, se asegura de que la caja de su violín esté bien cerrada, se pone su chaqueta y guarda el cuaderno en su mochila. Sin darse cuenta, mete el celular en el bolsillo de su camisa y a paso lento emprende el camino hacia el Bloque Administrativo, el 16…se pierde entre la gente y así desaparece de la escena.
Escena 2
ESCENA 2/ INTERIOR/ DÍA /CASA DE MARÍA PAULINA
La habitación de María Paulina queda en el segundo piso. Al frente, por la ventana izquierda, puede ver el parque compuesto por pequeños arbustos, como de unos doce años. La derecha está clausurada. Su cama, situada en el medio, es pequeña y de comino crespo, siempre tendida con una colcha impecable de color rosado pálido y una cobija de bebé encima. Al frente de esta, una mesa de arquitecto; una pecera de dos metros por uno, apoyada por cuatro ladrillos y un mesón de madera, que da contra la pared izquierda para que le dé el poniente. Al otro lado, el clóset.
Desde arriba, Chavela la siente silbar La Pollera Colorá y se asoma para verla deshacerse de la caja en la que guarda su violín y hurgar entre los bolsillos para encontrar las llaves, sacudiéndose el pelo para secarlo de la lluvia y guardando sus gafas empañadas junto con la chaqueta en la mochila azul.
Chavela se acuesta en su cama, con los brazos cruzados entre su cabeza y su pie derecho sobre la rodilla contraria.
MARÍA PAULINA: (abriendo la puerta de su habitación y poniendo todas sus cosas, excepto el baúl del violín, al lado de la pecera) ¿Y ‘ora qué? ¿Cuál es la risa?
CHAVELA VARGAS: (Terminando de reír) Este…ay reina (vuelve la risa, se echa para atrás y deja caer el tabaco)
MARÍA PAULINA: (tomando el tabaco y sacando del bolsillo de su camisa un encendedor, le entrega el tabaco y le ofrece candela) Ay Isabel, de veras que hoy no estoy para tus bromas, ¿eh? ¿Qué pasó? ¿Por qué has vuelto después de tres años? Ándale, prende el cigarrillo y ya dime.
CHAVELA VARGAS: Ay, presta (le arrebata el encendedor y prende su tabaco) ¿Cuándo demonios vas a aprender que la cochinada que tú fumas es cigarrillo? Esto mi reina, ¡esto!, esto es un tabaco…
MARÍA PAULINA: Uy sí, se me olvidaba que ya te otorgaron el máximo grado de chamana. “Tabaco para las malas vibras, tabaco para adivinar…”
CHAVELA VARGAS: Ya, ya. ¡Ya estuvo bueno, escuincla! Con esa madre no juegues que si…
MARÍA PAULINA: ¿Qué? ¿Me vas a convertir en culebra como te conviertes tú?
CHAVELA VARGAS: No, en culebra no; pero si sigues diciendo tanta babosada, vas a quedarte de culera por el resto de tu vida (da un sorbo de tequila que aparece de repente, lo pone en el nochero y la risa vuelve a empezar) ¿Supiste que Pedrito ya se hizo grande? Jaja, ¿y que la chavita de la mochila azul y de ojitos dormilones ya dejó la suya para despertarle a los señores más grandes inquietudes y dejarlos con bajitas calificaciones pero en otros aspectos? Ay, si la vieras. Es retechula la condenada… Pst, ponme atención. Deja de echarle tanta colofonia al arco que luego se suelta una polvareda blanca y…
MARÍA PAULINA: ¡Eso es lo que quiero! A ver si te callas y de perdida te largas pa’ que no me andes chingando la vida (apretando su mano izquierda y con el arco del violín en la otra, alzados) que si no te digo más y peores cosas es porque hoy te me presentaste con todo y tus ochenta y siete años de edad (acomodándose el violín entre el mentón y el hombro). Ya lo que quiero es saber por qué viniste, viniste, aprende, viniste con i, no con e, por qué viniste viejita y no de mi edad, por qué insistes en aparecerte estando viva (llevando el arco al violín)
CHAVELA VARGAS: ‘Pérate chamaca. Suelta tantito ese arco y empieza esa con pizzicato que se oye más bonito.
MARÍA PAULINA: ¿Por qué sabes cuál voy a tocar?
CHAVELA VARGAS: Ha de ser por esa misma razón.
MARÍA PAULINA: ¿Cuál?
CHAVELA VARGAS: Por la misma que no me recuerdas joven y ‘ora me tienes hablando cual vil pelada de antro de Tampico… ¿A poco así de feo te hablan Agustín y Negrete? Porque de la Félix sí lo creo, ¿pero tú ponerme a hablar así?
MARÍA PAULINA: Está bien, pues. Ya dime qué estás haciendo aquí, Isabel. Luego se dan cuenta y me devuelven a Alborada
CHAVELA VARGAS: A ver. Suelta el arco y enderézate (se para y pone sus manos en la espalda de Paulina) Empieza a tocarla, como si hicieras las veces de mi salterio
MARÍA PAULINA: (voltea y la mira, aún con la mano izquierda sosteniendo el diapasón) Ay Chavela, pos si quieres el salterio, ve y sácalo de mi clóset
CHAVELA VARGAS: Paulinita, reinita, (le soba el pelo) está bien que la cabecita todavía te dé para andar de mochila azul y chupándote el dedo por las noches, pero de ahí a tocar un salterio que nunca has tenido (rascándose la cabeza)…hum. Dale, mejor con el violín a ver cómo te sale el pizzicato.
MARÍA PAULINA: (Dando las primeras notas del salterio de La noche de mi mal) ¿Así?
CHAVELA VARGAS: Como que nos hace falta Bribiesca en la guitarra, ¿no?
MARÍA PAULINA: (se sienta en la cama y pone el violín y el arco a un mismo lado, desconcertada mira a la pecera y da un suspiro) Ya lo sé. Ya no tengo cinco años. Las niñas de cinco años ni tocan, ni lloran, ni entienden, ni cantan La noche de mi mal…es que los extraño tanto (mirando hacia la mesa de arquitecto los retratos de sus abuelos) Ya viste cómo me trató mi mamá porque llegué silbando, me dijo que parecía un arriero; lo que no sabe es que mi abuelo me enseñó a silbar…y luego…pues es que hoy lo llamé a su celular, pero me contestó otra persona diciéndome que él me odiaba, que ya estaba casado, que tenía una hija, que no lo llamara.
CHAVELA VARGAS: Y por eso estoy aquí (aparece abriendo un atril de metal)
MARÍA PAULINA: Hoy no quiero leer partituras
CHAVELA VARGAS: Yo no más estoy decorando la habitación. Acuérdate que viví con Frida y Diego y a mí se me figura que estos pececitos se ven muy solos en esta habitación, así que les voy a poner bien alto el atril, al lado de la ventana para que de paso el condenado se caliente con el sol. ¿Ya notaste qué frío está?
MARÍA PAULINA: (mirando al piso de madera) ¿El día o el atril? Estamos en temporada de lluvia. Y en temporada de lluvia todo es frío, hasta el alma de la gente. (una breve pausa. Se levanta y saca de su nochero una botella de tequila que pone entre sus piernas mientras intenta destaparla) Menos la tuya y la mía, que con agave nos la calentamos
CHAVELA VARGAS: No, no, no, no. Espérate tantito, quieta ahí. ¿Qué haces, Macorina?
MARÍA PAULINA: (enfurecida la mira) Macorina era tu novia, yo soy María Paulina (llevándose la botella de tequila a la boca)
CHAVELA VARGAS: (suplicando) Tá bien…está bien. Alto ahí. Deja esa botella a un lado así (indicándole el piso), ponla en el suelo. Eso es, eso es.
MARÍA PAULINA: ¿Qué haces? ¿Qué te pasa?
CHAVELA VARGAS: Que el vestido de charro no hace al mariachi
MARÍA PAULINA: ¡Ni el mariachi al charro!
CHAVELA VARGAS: (se queda pensando y al final contesta exaltada) ¡De veras! Y recuerda que tu abuela decía que beber no te hacía más charra
MARÍA PAULINA: (exasperada se levanta y mirando a la nada responde) Ay Chavela, Chavela…
CHAVELA VARGAS: Eso, como esa horrible canción (aplaude)
MARÍA PAULINA: Es un corrido…pero ella lo decía en un sentido colombiano
CHAVELA VARGAS: Y yo en el colombomexicano. (Señalándola) Jeje, te gané yo.
MARÍA PAULINA: Está bien, pues (se acuesta en su cama) Entonces guárdala tú, que me voy a dormir; no la vaya a ver mi mamá
CHAVELA VARGAS: Vas a tumbar el violín
MARÍA PAULINA: (entre dormida y despierta) Ajá
Suena el celular con un tono de timbre que María Paulina sólo había bajado para asignárselo a José. Ella cree que está soñando, pero Chavela la despierta
CHAVELA VARGAS: Es él, mi niña, es él.
MARÍA PAULINA: No mija, es que estoy dormida
CHAVELA VARGAS: (sacudiéndola) Que contestes, mi reina…pero apúrale
MARÍA PAULINA: (levantándose) A ver (se rasca la cabeza) ¿Dónde dejé esa madre? De seguro andabas tú silbando, ¿verdad?
María Paulina abre la valija de su violín y busca el teléfono en el estuche de la colofonia.
CHAVELA VARGAS: ¡Mensa!, ¿Cómo iba a estar sonando tan duro si estaba encerrado?
MARÍA PAULINA: Te dije que estaba soñando… ¿Dónde está? (Va hasta la pecera y en cuclillas vacía la mochila) No, acá tampoco. ¿No oíste que estaba sonando muy fuerte? (Se toca los bolsillos del bluyín y luego el de la camisa. Del bolsillo de esta lo saca y mira la pantalla. Intenta desbloquearlo cuando suena de nuevo) ¿Bueno? (sacude la cabeza) Digo, ¿aló?
Chavela la mira emocionada y con las manos en la boca. María Paulina le hace un gesto con la mano, indicándole que espere.
MARÍA PAULINA: José me odia, ¡no me jodan! (bastante molesta) Ah, sí hombe, ¿y Chavela es la del frente? Pausa Nada Pausa ¿Cómo que Chavela es la del frente?... ¿José? Temblando, mira a Chavela buscando respuesta y esta asienta ¿Vos y yo hablar? ¿De qué? Con su voz aparenta orgullo Le convendrá a usted
Mira a Chavela pasando su dedo índice por el cuello para indicarle que él la puede matar Un momentico, esperáte a ver.
Chavela entona un pedazo de Piensa en mí: “…Cuando quieras quitarme la vida, no la quiero para nada, para nada me sirve sin ti…Piensa en mí” a capella; luego le hace señas poniendo su dedo índice en un ojo y la señala, mientras sigue cantando
MARÍA PAULINA: Bueno José, ¿y dónde queda ‘vení’? (Espera un momento y cuelga) Isabel, ¿y esto qué?
CHAVELA VARGAS: Pues mi niña, es que hoy, al fin, es tu día de lluvia
MARÍA PAULINA: ¿Qué?

Escena 3

ESCENA 3/I NTERIOR/ DÍA/ TAXI
Es un carro último modelo de color blanco. Cojinería de cuero negra. El volante es de un rojo intenso con visos negros que brilla, al igual que la palanca de cambios. En el espejo retrovisor cuelga un escapulario de la Virgen del Carmen y un pequeño balón de fútbol con parches azules y rojos
Llueve…El carro está pasando por la Avenida de Los Industriales. Paulina tiene recostada su cabeza contra la ventana, mirando el metro. Dibuja en el vidrio empañado la jota y la pe. Está sonando Piensa en mí como música de fondo interpretada por Chavela Vargas: se oye la introducción de la guitarra y la voz que canta Si tienes un hondo penar piensa en mí. Si tienes ganas de llorar piensa en mí. Ya ves que venero tu imagen divina. Tu párvula boca que siendo tan niña me enseñó a pecar. Un minuto, siete segundos. En ese momento Chavela interviene. Voz off. La canción sigue sonando…
¿Recuerdas cuando lo conociste? Fue en una mañana de febrero, una mañana quizá más hermosa que los paisajes estivales retratados por los impresionistas


FLASHBACK/EXTERIOR/DÍA/CLÍNICA ALBORADA
La entrada es una puerta de hierro corrediza con formas de rosas pintada de azul rey, resguardada por un candado enorme que asegura unas cadenas. Un jardín con bancas de parque a las que les dan sombra tres árboles viejos y el área de la piscina; en medio de estos, separándolos, unos rieles de cemento que conducen a una pequeña casa que fuera construida para esconder y entrenar a los sicarios de Pablo Escobar, ahora adaptada como vivienda de los pacientes. Detrás de esta, un lago de patos cercado por una malla metálica de medio metro. Vigilando la piscina, al frente del lago y a un lado de la casa, un edificio sin terminar de tres pisos, donde se encuentran las oficinas del staff clínico y tres habitaciones más.
Los rayos del sol coloreaban tu espalda casi desnuda, sólo cubierta por tres tiritas de lycra. Mientras fumabas, mirabas el danzar de los patos en el lago, preguntándote entre lágrimas si acaso ese movimiento uniforme era la aceptación sumisa de un encierro al que fueron sometidos simplemente porque eran patos que no se comportaban como los demás de su especie, y entonces les diseñaron un ambiente hermoso y cómodo, para que ante los ojos de dios y de los hombres no parecieran aislados de los suyos. Luego miraste hacia el cielo buscando consuelo y respuesta, pero el cielo sólo te llevó a pensar en Grecia; apagaste el cigarrillo y sonreíste al recordar a Sócrates, sonrisa que se tornó amarga cuando llegaste hasta Esparta con sus guerreros de cuerpos perfectamente esculpidos que te hicieron recordar aquel hombre por el que lloraron las muñecas de tus manos y te encerraron allí. Fue entonces cuando volteaste y lo viste. Se estaba cubriendo del sol con una mano y la retiró de su cara apenas te vio. Te sonrió y viste sus ojos esmeralda contrastar con el bronce de su piel. Creíste que eran alucinaciones causadas por los sedantes. Pero supiste que era real cuando los perros de la clínica se le acercaron a darle la bienvenida y Beatriz Palacio, tu querida psiquiatra, se acercó para informarte que había un nuevo paciente…fuiste corriendo a tu habitación para encerrarte a llorar.


INTERIOR/DÍA/TAXI
CHAVELA VARGAS: ¿Cómo se llamaban los méndigos perros?

MARÍA PAULINA: Sobriedad y Semilla

CHAVELA VARGAS: Ah caray pa’ nombrecitos. ¿A qué tarado, a qué pelmazo en este mundo se le ocurre bautizar así a unos perros?... ¿Cuál era la perra?

MARÍA PAULINA: Sobriedad

TAXISTA: ¿Perdón? ¿Me estás hablando a mí, muñeca? (mirándola por el espejo retrovisor)

MARÍA PAULINA: ¿Eh?... Ah no, no muñeco, estoy hablando por el manos libres del celular

TAXISTA: ¡Je! Vea pues, hoy en día todo el hijueputa loco que habla solo tiene la diculpita de los manos libres

MARÍA PAULINA: Jaja, sisas

TAXISTA: (Para el carro y se voltea, mirándola fijamente) Oiga bizcocho, ¿y usted en serio es Paulina?

MARÍA PAULINA: (asiente con la cabeza) Ajá, ¿por?

TAXISTA: No pues, es que no parece mujer de ‘El Flaco’

MARÍA PAULINA: (extrañada y molesta) ¿Cómo así? ¿Mujer del flaco? ¿Qué flaco?

TAXISTA: ¿Y pa’ dónde es que va pues? A mí me llamó el patrón para que la recogiera donde
usted estaba que porque no tenía forma de movilizarse. Y no me llamaron de la central, me llamó el patrón al celular…

CHAVELA VARGAS: Ándele, con razón el carrito (mirando a Paulina)

MARÍA PAULINA: (mirando a su lado derecho y hablando en secreto) Sht, pendeja, cállate

TAXISTA: ¿Por qué?

MARÍA PAULINA: No, no, no era con usted, es que…

TAXISTA: Sisas, el manos libres. Jaja. ¡Qué vuelta! (volteándose hacia el frente y arrancando el carro) Loca hijueputa. Este man sí no. Cuando no son meras perras, son unas rayadas las hijueputas.

María Paulina lo oyó e iba a responderle disgustada, pero Chavela le hizo señal de que se calmara.

CHAVELA VARGAS: Déjalo. Pinche panzón; que se pudra en su grasa. ¿Qué me venías diciendo? Ah sí, de Sobriedad. Esa cabrona tenía un porte... No’mbre, y luego se les pavoneaba con su dignidad y su elegancia y ustedes con su ego todo aporreado y maltratado, con esas caras tristes y desesperanzadas ¿De qué raza era?

MARÍA PAULINA: No sé. El único que sabía el nombre de esa raza era José. Los tutores de la clínica decían que era cazadora de leones. Te recuerda a Doña Bárbara, ¿verdad?

CHAVELA VARGAS: ¡No! A Doña Bárbara no. A la mismísima María Félix. Porque no es que la muy hija de su madre hubiera interpretado el papel de manera magistral, como creen muchos. Fue que alguien se inspiró en ella para crear a Doña Bárbara, mi reina santa…y cada que me acuerdo de la perra de esa clínica pienso que el alma de María se metió en ella (breve silencio) O no. No. Estoy segura. La Félix era muy perra. La perra era muy Félix. ¡Tal para cual! ¿O tú qué dices?

MARÍA PAULINA: (carcajeándose) Yo sólo me acuerdo que mi abuelo decía que la muy ‘vagamunda’ había acabado con Lara

CHAVELA VARGAS: Y con José Alfredo, y con Negrete. ¡Las estrellitas con tus manitas! Hazme el favor, el pobre Agustín escribiendo esas babosadas, semejante poeta que fue. Que no se te haga raro que a Jorge lo hubiera mandado a Los Ángeles

MARÍA PAULINA: Para terminar de inmortalizarlo y hacer realidad lo que la canción que lo hizo famoso decía: que digan que estoy dormido

CHAVELA VARGAS: Y que me traigan aquí…si no sabré yo de lo que era capaz. Jorge ya estaba muy enfermo cuando viajó. ¡Méndiga! (apoya el codo contra la ventana y pone la mano en su frente) ¡Ya ni me digas!

María Paulina seguía carcajeándose con los ojos cerrados. Cuando los abrió, ya Chavela no estaba. Asustada, recostó su cuerpo contra el espaldar del conductor.
Varias voces off: está prohibido tener parejas dentro de la institución, se llama José y tiene dieciséis años, ese no es hombre para usted, este fin de semana no salen, ustedes no se pueden besar dentro de la clínica, María Paulina tiene un desorden de la personalidad, José está acá por heroína, le queda prohibido leer a Kafka, por este camino sólo se llega a la muerte, la indigencia y la cárcel…

MARÍA PAULINA: Oiga señor, ¿Quién es El Flaco? ¿José?

TAXISTA: ¿José? ¿Quién es ese man?

El carro sigue andando y el taxista la espía por el retrovisor. De pronto para el carro y ambos se balancean de adelante hacia atrás.

TAXISTA: Uy mi amor, ¿está bien? Estos hijueputas buses sí son la cagada (Hunde el pito una y otra vez y se asoma por la ventana para insultar al chofer del bus que paró en el lado izquierdo de la Avenida) ¡Gonorrea, respetá las normas! (Pisa el acelerador y hace una maniobra que hace que María Paulina vuelva a moverse de manera involuntaria, como un títere)

María Paulina cierra los ojos intentando quedarse dormida. De pronto siente que el taxista le toca el hombro bruscamente

TAXISTA: Ya llegamos, mujer

María Paulina ve a José desde lejos. Lo distinguió porque sólo vestía una pantaloneta.

MARÍA PAULINA: Pille mijo, ese de la pantaloneta negra con rayas rojas es José

TAXISTA: No parcera, ese es El Flaco

MARÍA PAULINA: (Buscando en su billetera) Ah… ¿Cuánto es?

TAXISTA: Catorce mil lucas, pero todo bien que ya eso está arreglado

MARÍA PAULINA: No, pero yo tengo con qué pagarlo

TAXISTA: Fresca pelada (le mata el ojo) Las vueltas con ese man las arreglamos entre él y yo

MARÍA PAULINA: (Vacilando y sin saber qué hacer) Ah, pero…

TAXISTA: Hágale pues que la están esperando

María Paulina abre la puerta del carro y se baja. Con las manos en la cintura y mirando hacia arriba inspecciona cómo está el cielo. Se oyen relámpagos. Luego da una rápida mirada para ver dónde está, entonces ve cómo José viene acercándose en cámara lenta y la sonrisa se le dibuja enorme en la cara.

ESCENA4/

EXTERIOR/DÍA/AFUERA DE LA CASA EN BELÉN LAS VIOLETAS
Una casa grande de tres pisos que desentona con las demás del barrio. Afuera, un antejardín de arena y un almendro que le da sombra a un tronco de forma horizontal en el que se sientan las personas que compran gaseosas en la tiendecita de metal roja de Coca Cola que está detrás.
En cuanto lo ve, María Paulina lo abraza y empieza a llorar, mientras José le da besos en la mejilla y reposa el mentón sobre sus hombros, cerrando los ojos. Le toma la cara y la mira a los ojos.

MARÍA PAULINA: ¿Para qué querías hablar conmigo? ¿Qué es lo que me puede convenir a estas alturas de la vida?

JOSÉ: Te dije que nos convenía a los dos

MARÍA PAULINA: Será a usted que…que se ha pasado…porque yo… (No es capaz de contener el llanto y vuelve a abrazarlo).

JOSÉ: Hey, no llorés, vení hablemos (Se sienta en el tronco y le extiende su mano para que ella haga lo mismo) Parcera, yo a usted no la odio. La quiero demasiado, pero yo no me merezco a una chimbita como usted.

MARÍA PAULINA: Entonces estamos empatados. (Se aparta las lágrimas con las manos) Yo no me merezco a un guerrero espartano de bronce como tú, con esos ojos verdes, con ese cuerpo esculpido de dios africano…”

JOSÉ: Jaja, otra vez con esa vuelta del guerrero parmesano. Pero ¿cierto que no me estás diciendo cacorro?

MARÍA PAULINA: (Sonriendo con ternura) No, todo lo contrario. Tú tampoco has cambiado mucho. No has perdido esa costumbre de andar sin camisa, en pantaloneta y descalzo a pesar de estos días de lluvia.

JOSÉ: Nada pirobita, a mí no me da frío
Hay una breve pausa

MARÍA PAULINA: Y entonces… ¿Me quieres “demasiado”?
JOSÉ: Sisas, muchísimo

MARÍA PAULINA: Pero la indiferencia no es amor

JOSÉ: (Poniéndose en cuclillas al frente suyo y mirándola nuevamente a los ojos) ¿Sabe qué? Es que yo me di cuenta de que usted era una cabeza. Usted todo el día leía y escribía… (Le acaricia el pelo con la mano derecha, como intentando peinarla)

MARÍA PAULINA: Escribía para ti

JOSÉ: Dejáme hablar pues home, piroba (Pone sus manos en las rodillas y se para)…Mirá Paulina, si seguíamos juntos, vos no estarías donde estás ahora. Yo he sido un hijueputa vicioso que se dejó enredar de una vieja y terminé de papá de una niña que no sé si es mía, pero esa es una reina a la que adoro y yo a ella no la voy a dejar sin papá. Usted al lado mío hubiera tenido que vivir en las calles o quién sabe cómo. No andaría en esas vueltas de la universidad, ni trabajando con el magistrado ese…porque yo sé que usted se entera de lo mío, pero yo también me entero de lo suyo.

MARÍA PAULINA: ¿Cómo?

JOSÉ: ¿Y usted por qué se entera de lo mío?

MARÍA PAULINA: Porque te amo, pero me refería a que cómo es eso de que yo hubiera tenido que vivir en las calles y todo eso que me estás diciendo. A la Universidad, a mi trabajo. ¿Quieres que le diga al magistrado que lleve tu caso? ¿Que mi tío hable con el Presidente?
Él, azarado, reacciona

JOSÉ: ¡Sht! Quieta. No hablés de esa maicada y menos por acá (mirando a su alrededor y empezando a hablar bajito)…Digamos que yo me entero de lo suyo por lo mismo que usted se entera de lo mío. De todos modos, yo no la merezco, mire ese hijueputa taxi todo lo que le valió para venir hasta acá

MARÍA PAULINA: Pero si yo no pagué nada, me dijo el chofer que ‘esta vuelta ya estaba arreglada’

JOSÉ: ¡Ah!, no se preocupe que catorce mil pesos no es nada, además esos manes saben cómo es la vuelta conmigo. ¿No le digo? Este no es el mundo suyo, mamacita

MARÍA PAULINA: Pero José, si tú eres mi vida entera, mi mundo lo he construido a tu alrededor.

JOSÉ: Ay parce, no me diga esas cosas
Breve silencio. María Paulina se muerde el labio inferior y se decide a preguntarle lo que siempre quiso saber.

MARÍA PAULINA: ¿Todo eso fue culpa de Berta, la psiquiatra esa?

JOSÉ: Sí, pero también mía. En esa clínica usted sabe cómo eran las cosas. A mí me dijeron que usted había estado con ese man y yo me quise morir, intenté que habláramos pero usted se hizo ‘chutar’ (simulando una jeringa con la mano izquierda que se ‘inyecta’ en la derecha) y se acostó a dormir. Pregúntele a Max y al que quiera que yo no dejé de llorar esa noche… y yo dije ¡La chimba, a mí esta vieja no me va a tratar así!... (Al verle de nuevo la cara hace una pausa) no llorés, que no es culpa tuya… Porque después usted me dijo que no, que eso era mentira y yo le creí. Lo que pasa es que me hicieron caer en cuenta que yo a usted no le podía ofrecer nada. Yo soy una mierda y métase bien eso en la cabeza

MARÍA PAULINA: Ay José, ¿para eso me llamaste y me hiciste venir hasta tan lejos?
José se pone en cuclillas nuevamente quitándole con su mano derecha la lágrima que empieza a bajar por su mejilla izquierda

JOSÉ: Te lo quería decir de frente, no por teléfono. No quiero que usted crea que yo la odio, porque la adoro. Quiero que siga adelante, que se lleve al mundo por los cachos y le demuestre a esa gente de la clínica que usted no es ninguna loca. Quiero que se enamore de un mancito que le pueda dar mejores cosas, que sea así de inteligente como usted, que no ande metido en tantas maricadas

María Paulina sigue llorando, con la cabeza entre sus manos apoyando los hombros en las piernas, mirando hacia el piso, haciendo figuras en la arena con sus zapatos. Levanta la cabeza y da un hondo suspiro

MARÍA PAULINA: ¿Por qué estás haciendo eso? ¿Por qué me lames la cara?

JOSÉ: No le estoy lamiendo la cara, estoy besando sus lágrimas.

MARÍA PAULINA: ¿Para qué?

JOSÉ: Porque quiero saber de una vez por todas a qué sabe ese dolor suyo, a ver si se lo quito para siempre…

Ella tirita y los vellos de la mano se le erizan. Cruza sus manos y se frota de los hombros a los codos, haciendo un balanceo de atrás hacia delante.

JOSÉ: ¿Tenés frío? Vení entremos a la casa yo te presto un buzo

MARÍA PAULINA: Un poquito. Pero dame mejor algo de tomar; una cerveza (lo dice casi susurrando, como si ya no tuviera voz y se para, rascándose la cabeza)

JOSÉ: No parcera, (poniéndole las manos en sus hombros) usted sabe que usted no puede tomar y ya lleva mucho tiempo sobria, por eso está tan bien. Mejor le doy una Coca-Cola

MARÍA PAULINA: (Voltea hacia atrás, mirando la caseta de Coca-Cola y luego lo mira) No, entonces no…Mejor hagamos lo que nunca pudimos (empieza a morderse los labios y mira hacia la casa) Mejor nos desatrasamos y hacemos lo que nunca nos dejaron hacer, lo que yo siempre impedía por andar respetando el reglamento. Mejor me…

JOSÉ: ¿Qué? (grita). Oigan a esta otra loca. ¿Ya sí te da por esas? (y le da un empujón suave, sonriendo)

MARÍA PAULINA: Sí, no te rías (intentando ponerle seriedad y contundencia a sus palabras), que ya sabes cuánto me cuesta manifestar este tipo de cosas, tú sabes que yo nunca…

JOSÉ: Vea mi amor, no se ponga roja; cuando usted mañana…

MARÍA PAULINA: ¡Mañana, mañana! Puros adverbios de tiempo (desesperada y un tanto enojada)

JOSÉ: (Alzando la voz) ¡Oigan a esta! ¡Yo no estoy abreviando el tiempo! ¡Yo no estoy abreviando nada! (María Paulina sonríe, casi a punto de carcajearse) Y no te riás, malparida, que te estoy hablando en serio.

MARÍA PAULINA: Yo sé, mi cielo lindo. (Le toma la barbilla) Ven te digo un secreto al oído, ven y no te enojes, por favor.

JOSÉ: ¿Qué me vas a decir? Decímelo duro y en mi cara

María Paulina se le acerca y musita algo en la oreja de José que lo hace sonreír y logra romper con su enojo. La besa en la boca. Para, la mira extrañado.

JOSÉ: Ja, qué piroba más viva. Usted sí se acuerda de todo. (Y continúa besándola)
Abrazados entran a la casa y Chavela vuelve a aparecer parada en el tronco y cantando la canción Llegando a ti (Poco a poco): Poco a poco me voy acercando a ti, poco a poco la distancia se va haciendo menos. Yo no sé si tú vives pensando en mí, porque yo sólo pienso en tu amor y en tus besos. Qué bonito es querer como quiero yo, qué bonito entregarse todito completo. Yo no sé, ni pregunto cómo es tu amor, porque a ti, como a mí no nos cabe en el cuerpo.

ESCENA 5

/INTERIOR/DÍA/HABITACIÓN DE JOSÉ

Está amaneciendo y la luz del día apenas alcanza a iluminar un pedacito de la habitación oscura. Dos paredes son de color azul, dos de color rojo; están intercaladas. Contra la pared azul en la que está la ventana está una cama doble, vieja, de metal corroído. Al frente y contra la otra pared roja una cuna. Dentro de la habitación hay un baño que siempre tiene la luz prendida, y el único mueble distinto a la cama y a la cuna es una silla de plástico en la que está el bluyín de María Paulina.
Ella está abotonándose su camisa sentada en la orilla de la cama, mientras que José, arrodillado encima del colchón duro de paja sin sábana, le peina su pelo mojado con un cepillo de bebé.

MARÍA PAULINA: (Cantando) No me digas que no sufriste, que no extrañaste todos mis besos. No me digas que no lloraste algunas noches que estuve lejos…

JOSÉ: Calláte hombe boba que me desconcentro. (Le toma la mejilla, le voltea la cara y le da un beso en la boca) En serio que estás tan linda (Sonríe)

MARÍA PAULINA: José, siéntate, ¿sí?

JOSÉ: No he terminado, ese hijueputa pelo suyo es muy difícil de desenredar

MARÍA PAULINA: No, en serio, siéntate

JOSÉ: Cuando termine (sigue peinándola)

María Paulina lo toma de la nuca y se acuesta. Intenta quitarle el cepillo a José, que ahora está encima.

JOSÉ: (Entre risas) Quieta, no me hagás cosquillas

MARÍA PAULINA: Bueno, pero si me das otro beso

JOSÉ: (Besándola) ¿Para qué? (otro beso) ¿Ah?

MARÍA PAULINA: (Besándolo) Para saber que no estoy soñando. (Lo aparta y se levanta) Ya casi me tengo que ir y no te he motilado. (Va por sus bluyines y se los pone) ¿Dónde tienes la máquina?
JOSÉ: Vení, que eso qué hijueputas. Después me rapo yo o le digo al man de la Barbería que me haga esa vuelta.
De súbito, ella se levanta, se acerca a la silla y se pone el bluyín; con una mano termina de arreglarse el pelo y se exaspera. José también se para y la mira extrañado.

MARÍA PAULINA: ¿Qué? ¿Qué me mira?

JOSÉ: Parce, no entiendo (cruza los brazos y alza los hombros)

MARÍA PAULINA: ¡Ya! ¡Ya me tengo que ir!

JOSÉ: (Desconcertado) Ah, no home

MARÍA PAULINA: Ah sí home

JOSÉ: No entiendo

MARÍA PAULINA: ¿Qué cosa? (un breve silencio; José intenta dar un paso al frente, pero María Paulina lo reta con la mirada y le hace una señal para que no se mueva estirando su mano y mostrándole la palma) Que ya me voy

JOSÉ: ¿Y por qué?

MARÍA PAULINA: Porque el tiempo no para de correr y yo tengo que entregar esto. Además que…

JOSÉ: ¿Qué hijueputa?

MARÍA PAULINA: Además que ya no siento que te amo

JOSÉ: ¿Vos de qué me estás hablando? (No es capaz de moverse de su sitio, aunque lo intenta)

MARÍA PAULINA: Sí, y tengo que entregar el guión

JOSÉ: ¿Qué?, ¿Cómo? Pero…

MARÍA PAULINA: Del día de lluvia, del guión… (Se rasca la cabeza) De que sólo los romances efímeros y fugaces son eternos y verdaderos. ¡Chao! (le tira un beso y sale corriendo)

JOSÉ: (Grita con rabia y le da un puño a la pared) ¡Gonorrea! ¿Qué es lo que te pasa? (siente los pasos apresurados de María Paulina y, cuando se asoma a la ventana, la ve parada en la calle hablando sola)

MARÍA PAULINA: Órale Chavela, córrele, que nos fuimos

CHAVELA VARGAS: Pero mi niña ¿y…

MARÍA PAULINA: ¡Pero nada! Vámonos que todavía me falta una escena

Desde adentro, José Grita

JOSÉ: ¡Paulina, loca hijueputa! ¡Vení a ver! (Se asoma a la puerta) Paulina, esperáte siquiera te pido un taxi (Al ver que se pierde en el horizonte, se pone en cuclillas y esconde su cabeza entre las rodillas, golpeando el suelo y llorando) Loca malparida, por eso nunca te respondí (llora con rabia)



ESCENA 6

/INTERIOR/DÍA/SALÓN DE CLASE

Los pupitres están desorendenados. El aula vacía, sólo José está ahí, borrando la lección de trigonometría escrita con tiza blanca sobre el tablero verde, que abarca toda una pared. Clavado sobre el retablo donde se ponen las tizas, hay una cubeta plateada de metal, de la que José saca otro borrador; los junta con sus manos una y otra vez, creando una polvareda blanca de cal. Tose. Los mete a la cubeta y con un brazo se limpia los ojos y la nariz.
Una señora con bata blanca lo mira desde la puerta; es la psiquiatra, Beatriz.

BEATRIZ: Ay José, voy a tener que aumentarte el antipsicótico. Todavía no te has dado cuenta de que eso es sólo polvo de tiza, no cocaína
En ese momento entra María Paulina, estrujándola; la saca y la mira

MARÍA PAULINA: ¡Vean a esta otra boba malparida! ¿Ya con qué laboratorio firmó? Suerte de aquí, ¡perra del mal!

BEATRIZ: Paulinita, mi tesoro, ¿tanto tiempo y sigues hablando como un gamín? Ese litio hay que subirlo

MARÍA PAULINA: (Mirando hacia fuera y señalando la salida con su dedo índice y la mano estirada. Cierra los ojos) Te me vas de aquí gonorrea, ¡pero ya! Que si tenés trabajo acá es porque mi tío jura que yo estoy dizque bien por vos…largáte que no te quiero ver ni en pintura, largáte y andá a la Fiscalía y adonde querás a declarar en contra de cualquier paciente tuyo, que ya sabemos cómo te encantan los tribunales. Andá maricona que ya todos están avisados. De suerte que logré yo terminar mi carrera y ahora soy abogada a pesar de que le metiste a mi mamá en la cabeza que yo no estaba en condiciones de estudiar

BEATRIZ: Y me sostengo, no lo estás

MARÍA PAULINA: Que te vayás (gritando)

JOSÉ: Ya oíste, piroba, que te vayás (corre un pupitre y se sienta, mirando al tablero) Pauli, ¿usted por qué me hizo eso?

MARÍA PAULINA: (Sacando del estuche el violín y el arco) ¿Te hice qué? No fui yo quien te obligó a meterte en el programa de reinserción del gobierno, no fui yo quien te asignó este trabajo de borrar tableros y limpiar borradores, aunque sí hice cuanto pude para defenderte de esa hijueputa (con el arco señala la puerta) cuando fue a declarar en tu contra en el juicio (empieza a tocar el violín, intentando afinarlo)

JOSÉ: No, eso no. ¿Por qué me evadió estos tres años? (Se para lentamente y corre el pupitre)

MARÍA PAULINA: Sht, estoy evocando a Bach

JOSÉ: ¿No volvió a tocar rancheras?

MARÍA PAULINA: (Suenan las primeras notas del Soneto en cuerda de Sol) Ese no es problema tuyo

JOSÉ: ¿Qué estás haciendo acá a esta hora?

MARÍA PAULINA: Siempre vengo a las cuatro de la tarde, cuando el colegio está vacío…nunca me ha gustado tener público

JOSÉ: ¿Entonces es usted la que toca siempre la misma chimbada todos los días?

María Paulina asiente con la cabeza y continúa tocando con los ojos cerrados. José se le acerca tímidamente y le toca un hombro. María Paulina abre los ojos y se quita el violín del mentón.

MARÍA PAULINA: La Sinfónica me insiste para que toque con ellos, pero…no sé. A mí no me gusta que me vean tocar; siempre lo hago mal. Además es algo tan íntimo, ¿o acaso me habías visto alguna vez tocando el violín? (Moviendo la cabeza, le mira la cara, los pies; suelta el violín y el arco y le toma las manos) Tienes camisa. ¡José tiene puesta una camiseta!...hum, pero estás descalzo, siempre vas a estar descalzo y en pantaloneta. Y tu cara, y tus manos…

JOSÉ: Paulina, en serio, ¿qué está haciendo acá? El colegio es muy grande y hay muchos salones, ¿por qué se metió a este que es el que me toca a mí?... ¿acaso quiere volver a humillarme?

MARÍA PAULINA: ¿Humillarme? ¡Humillarte! ¿Humillarte yo, José Ruiz? (da tres pasos hacia atrás) ¿Acaso podrá esta tonta humillar al amor de su vida? Hace seis años, cuando me dejaste, hiciste conmigo lo que haces con el tablero. ¡Borraste todo como si nada!

JOSÉ: Esas alegorías suyas yo no las entiendo

MARÍA PAULINA: ¡Ya dices palabras raras, José! ¿Ves cómo te has puesto de horrible? Se te perdió la mirada maliciosa, aprendiste a hablar, tus manos parecen de intelectual,… ¡ya usas camisetas, por dios santo! ¿Por qué te dejaste domar?

JOSÉ: No me dejé domar, estudié

MARÍA PAULINA: Agh, es lo mismo

JOSÉ: Pero si usted estudió también. Si siempre anduvo estudiando, si siempre me corregía.

MARÍA PAULINA: Y por eso soy tan desdichada…Y ahora, lo que me faltaba: mi Rambo soberbio se convirtió en un horrible Sartre que dice que Bach es una chimbada. Aaaay, con lo que me encantaba ese hablado tuyo de pillo, cómo me volvías loca cuando me decías ‘piroba’. (Saca del estuche la colofonia y la pasa por el arco una y otra vez con desespero. José se la quita y la pone sobre una de las sillas)

MARÍA PAULINA: Dámela (estira la mano)

JOSÉ: ¿Qué pasó ese día? (Cogiéndola de los hombros)

MARÍA PAULINA: ¿Cuál de todos? ¿El día de lluvia o del que te venía hablando? (Separándose)

JOSÉ: ¿Qué pasó? (se sienta)

MARÍA PAULINA: El día de lluvia entregué el guión y no volví a ver a Chavela.

JOSÉ: ¿Pero por qué se fue así?

MARÍA PAULINA: (Se acerca al tablero y toma una tiza) Y el otro, el otro…ah sí, escribí en la pared del frente de la cama (Escribe en el tablero: Sí es cierto) con la sangre de un pobre pato que maté. La maricona de Beatriz de inmediato me inyectó; al otro día ya ni estaban mis libros, ni mi lápiz, ni mis discos… ¡nada! Yo gritaba tu nombre, y lo gritaba, te llamaba y todos los pacientes me acorralaron y ayudaron a amarrarme. Tú perdona, es que soy una ¿loca hijueputa era como te referías a mí cuando estabas con tus amigos y mencionabas mi nombre? A esos extremos llegamos las mujeres cuando amamos de verdad

JOSÉ: ¡Pero si yo era un pelao de dieciséis años! Un pobre marica al que engatusaron… (golpea el pupitre)

MARÍA PAULINA: (Se le acerca y apoya sus manos en la mesa, mirándolo a los ojos y hablando alto) Y yo una güevona de veinte ¿eso qué? A todos nos engatusaron. ¿Acaso crees que el que me quitaran el violín era poquito? Con ese cuento me encerraron allá. Me dijeron que podía volver a tocarlo cuando me recuperara, pero cuando me dijeron que escogiera entre el violín y José, yo escogí a José, aunque José escogió el carro y el colegio de validación que nunca le pagaron. (Se sienta en un pupitre contiguo y lo arrastra con las piernas) Ja, vaya engatusada. Lo que hiciste fue embarazar a esa grilla de mierda y meterte de paraco

JOSÉ: Parce, usted está…

MARÍA PAULINA: ¿Loca? Sí, decílo: LOCA. Con todas sus letras… ¿Y que por qué vengo al colegio a tocar todos los días? Para atormentar a Beatriz, para mostrarle que yo toco violín cuando me da la gana y donde me da la gana. Porque a esta hora llega para revisar a los pacientes. La pobre se quedó sin consultorio y mi tío le presta la rectoría para que los atienda.

JOSÉ: ¿Y entonces por eso me asignaron trabajar acá, justo donde trabaja ella? ¿Por qué me la pusieron de psiquiatra?

MARÍA PAULINA: Porque amor con amor se paga. Evité que te metieran a la cárcel y mirá, hasta estudiaste.

JOSÉ: No pues, qué chimba…mejor hubiera sido que me mataran

MARÍA PAULINA: Ah no. ¡Eso no! ¿Pues cómo? Yo soy la guionista y no te iba a dar ese final. No José. Por muchos años fuiste el escritor de mi vida: yo me imaginaba casada contigo como me lo prometiste, con los cinco hijos que quería tener tuyos, teniendo una vida de señora de mafioso bonito y de bajo perfil. Pero ese día de lluvia que pasé contigo algo pasó. Ya no eras ese lapicero que firmaba mi destino día a día. Era como si otra persona hubiera escrito eso…no sé. Después tomé el lapicero yo y aquí estás, borrando tableros verdes en los que escriben con tizas blancas

JOSÉ: ¿Y por qué haciendo esto?

MARÍA PAULINA: ¿Yo qué voy a saber? Todo creador es idiota y absurdo. Eso mismo le pregunto yo a dios, al presidente, a los dueños de los periódicos y las empresas de televisión. Ah, pero ellos no están en manicomios, ni siquiera dios. Lo cierto es que crear realidades sensatas es muy aburrido, esa es la única respuesta que encuentro. (Se para. Toma el violín, el arco y la colofonia; los empaca) Adiós José. Ya puedes hacer con tu vida lo que quieras. Ahí tienes las tizas y un tablero para que empieces. (Se va)
José se queda sentado en el pupitre, saca del bolsillo una tiza y se queda mirándola.

FIN